Noticia: Un 40% de los mujeres han sufrido violencia obstétrica

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Violencia obstétrica
El reto de tener un parto respetado: una de las batallas pendientes del feminismo
Según datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de España, casi un 40% de mujeres considera haber sufrido este tipo de situaciones durante el embarazo, el nacimiento del bebé o el posparto

Marina Ortiz Cortés



08/03/24 - 00: 06














Un bebé besa una barriga de embarazada.

Un bebé besa una barriga de embarazada. Imagen de Jeffy en Pixabay


El día 8 de marzo es el día la mujer trabajadora, una ocasión para recordar las luchas en las que continúa inmerso el movimiento feminista. Una de ellas es la de los partos informados, sanos, libres y sin patologización o medicalización innecesaria. La obstétrica sigue siendo una de las formas de violencia hacia la mujer más desconocida. Incluso, a veces, para las propias víctimas.
El mito alrededor del parto es, en parte, responsable de esta situación. Esa idea de que es el mejor día de tu vida, el momento en el que conoces a tu hijo, en el que todo lo demás deja de ser importante. Otro motivo es el rechazo que existe todavía dentro de la comunidad médica ante este tipo de reivindicaciones. Existe una creencia generalizada de que las historias de violencia obstétrica son exageradas. Incluso ciertos profesionales de la salud creen que el nacimiento de un bebé es una situación de riesgo en sí misma.




Parte de la responsabilidad la tienen los padres del bebé, que tienen que abogar por los deseos y derechos de las embarazadas.
Parte de la responsabilidad la tiene el padre del bebé, que tiene que abogar por los deseos y derechos de la embarazada y ejercer de cuidador cuando la progenitora requiere de un ambiente de protección. Imagen de Anastasiia Tymofieieva en Pixabay Las consecuencias de la violencia obstétrica
Se usan clichés machistas -como las mujeres son muy sentidas, muy sensibles, o que todo eran las hormonas- para minimizar su dolor, invalidar sus emociones o hacer luz de gas a su experiencia. Pero los estudios, ahora que por fin se escuchan las reivindicaciones de las mujeres, demuestran que la violencia obstétrica existe, en grados muy diferentes, en todas partes del mundo.
En España se observa, por ejemplo, en detalles pequeños como la rasuración del perineo o el uso de enemas, que ya prácticamente no se hacen. Pero también en otros más graves y más habituales como el alto porcentaje de cesáreas, de episiotomías, de partos inducidos o en el uso de maniobras desaconsejadas como la de Kristeller. Esta consiste en empujar la barriga, a veces hasta con el peso corporal de la matrona o ginecóloga, causando dolor, lesiones e incluso rotura del útero.
Por tanto, el resultado de la violencia obstétrica no se remite solo a los sentimientos heridos o a ilusiones rotas porque el parto no salió como esperaba la progenitora. Hablamos de infecciones, traumatismos, disfunción del esfínter anal, incontinencia, dolor al tener relaciones sensuales... Recientemente se ha demostrado, además, su relación con la depresión posparto.
Según varios estudios, la depresión posparto está relacionada con la violencia obstétrica.
Según varios estudios, la depresión posparto está relacionada con la violencia obstétrica. Foto de Lisa Fotios
Para evitar estas circunstancias se elabora una estrategia en 2008, con el Ministerio de Sanidad, el Observatorio de Salud de la Mujer que dirigió Concha Colomer, Científicas de Medicina Ginecológica y Obstetrica SEGÓ, la asociación nacional de matronas FAME, algunos jefes de servicio y la asociación El parto es nuestro (EPEN). Se establece el uso de un plan de parto, en el que la mujer estipula sus preferencias en diferentes situaciones. Aquello fue un hito, pero todavía queda mucho camino por recorrer, casi 20 años después, tal y como señalan desde EPEN.



Casi un 40% de mujeres considera que ha sufrido violencia obstétrica
Las historias están ahí. Hace un año, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la ONU responsabilizaba por tercera vez a España por un caso de violencia obstétrica. Según datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de España, casi un 40% de mujeres considera haber sufrido este tipo de situaciones durante el embarazo, el nacimiento del bebé o el posparto. Y se estima que la cifra es realmente mucho más alta, pero la falta de información es definitiva.
A veces cuesta creer también que una persona formada en el cuidado de los pacientes pueda llevar a cabo maniobras potencialmente perjudiciales. O que incluso sea una mujer, que a lo mejor también ha dado a luz y sabe lo que es, quien pueda crear un ambiente que perjudique a la progenitora. Pero ocurre, y muchas de esas historias de terror se pueden leer en la web de El parto es nuestro.
Pero para entender lo que sufren las mujeres que han sido víctimas de la violencia obstétrica no hace falta haberla vivido en las propias carnes. "Todos podemos empatizar con un mal trato en una consulta médica, con la infantilización o el miedo a preguntar", asegura Àlex Badía, productor del documental Parir.
Una imagen del documental web disponible en RTVE 'Parir'.
Una imagen del documental web disponible en RTVE 'Parir'.
Esta producción, que está en formato web en RTVE, cuenta las historias de varias mujeres, desde antes de dar a luz hasta unos meses después. Todas ellas en un pequeño hospital público que acompaña los partos con un modelo humanizado: poniendo a las mujeres en el centro y respetando sus derechos.
Existe otra manera de dar a luz
La intención de la productora, Barret, era demostrar que este tipo de parto existen. Que el acto de dar a luz puede realizarse de una manera totalmente diferente a la que acostumbra a mostrar el medio audiovisual. No tiene por qué ser tumbada en una cama. De hecho según los estudios esta opción favorece la medicalización y dificulta el proceso natural de la mujer. Por supuesto, cuando la situación se complica los profesionales sanitarios, formados de manera profesional para responder, toman las decisiones correspondientes en base al plan de parto.
"Todavía sigue siendo excepcional que las mujeres tengamos a nuestra disposición lo que la ciencia ahora mismo nos puede ofrecer. Se sabe que el agua es el mejor analgésico no farmacológico que hay. El agua y el movimiento son las mejores opciones para el trabajo de parto", comenta Ana Polo, de EPEN. "Pero en los hospitales españoles hay poquísimas bañeras. La mayoría de las mujeres siguen teniendo los cinturones de control del bienestar materno y de la criatura con sistemas de telemetría fija. Es decir, correas que van a un monitor fijo que tiene un cable cortísimo, así que la mujer no se puede levantar, no puede pasear a su gusto. Una vez estás tumbada en una camilla lo que quieres es que te analgesien, lo que lleva consigo una serie de intervenciones sanitarias", explica.
Y todo esto no son peticiones al azar. Forman parte de las recomendaciones que se marcaron en 2008, tras el trabajo conjunto del Ministerio de Sanidad y EPEN.
Uno de los carteles del 8M que ha preparado EPEN.
Uno de los carteles del 8M que ha preparado EPEN. @elpartoesnuestro
La falta de cuidados posparto también es violencia obstétrica
Pero la violencia obstétrica no tiene por qué terminar tras el parto. Desde El parto es nuestro señalan la importancia del cuidado de la mujer después de dar a luz. "Todo el mundo quiere ver al bebé cuando nace pero lo que necesitan la mujer y su hijo es estar protegidos y que atiendan todas sus necesidades", comenta.
Esa progenitora tiene que cuidar de su bebé, atender a los que le rodean, y todo ello, probablemente, sin dormir. Está agotada. Le duele todo. Es posible que le hayan cosido un desgarro o que tenga los pezones agrietados. Pero sin perder esa mentalidad de que has vivido el mejor día de tu vida. "Tiene que dedicar muchísima energía a sentirse bien pero no puede ni meterse en la ducha", añade Ana Polo. Y los servicios de salud autonómicos (tanto públicos como privados) no ayudan a la recuperación de la mujer, no hay visitas de matronas porque no hay personal suficiente.
Está en manos del poder económico de la mujer el poder permitirse después tratamientos a veces imprescindibles para su bienestar. Por ejemplo sesiones para recuperar la firmeza del suelo pélvico, para aliviar la diástasis abdominal o incluso asesoramiento de lactancia. Por lo tanto, un gran porcentaje de las madres quedan marcadas de por vida, con más o menos secuelas que no pueden tratarse.
 
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