(...) y en ese preciso instante, a la tercera hora de la mañana, se oyeron las trompetas de Maedhros que venía por fin desde el este, y los estandartes de los hijos de Fëanor atacaron al enemigo por la retaguardia. Han dicho algunos que aún entonces los Eldar habrían podido salir victoriosos, si todas sus huestes se hubieran mantenido fieles; porque los Orcos vacilaron y fueron contenidos, y algunos ya se volvían para huir. Pero cuando la vanguardia de Maedhros llegó junto a los Orcos, Morgoth llamó a sus últimas fuerzas, y Angband quedó vacía. Llegaron lobos y jinetes de lobos, y llegaron Balrogs y dragones y Glaurung, Padre de los Dragones. La fuerza y el terror del Gran Gusano eran ahora grandes por cierto, y los Elfos y los Hombres se amilanaron delante de él; y Glaurung se interpuso entre las huestes de Maedhros y de Fingon y las separó. Sin embargo, ni por lobo, ni por Balrog, ni por dragón alguno alcanzaría Morgoth su propósito, sino por la traición de los Hombres.