Retrato psicológico de tres dictadores: Hitler, Stalin y Mussolini. Carl Gustav Jung, 1938

Palimpsecto

Madmaxista
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Traigo aquí un texto muy poco conocido de C. G. Jung, que es en realidad una entrevista concedida al periodista norteamericano H. R. Knickerbocker a finales de 1938. El texto me ha parecido tan clarividente que he tenido que comprobar que no era un hoax más de los que circulan por internet. No lo es. Está editado en "Encuentros con C.G. Jung" (2000), de Mcguire y Hulle, Editorial Trotta. Cuando lo leáis pensad que está escrito en 1938, después del Pacto de Munich.

Me ha sugerido un montón de cosas, unas cuantas sobre la situación actual. Más tarde, si tengo tiempo y ganas, comentaré alguna. De momento os dejo una traducción aproximada que he hecho del texto.

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¿Qué pasaría si encerráramos juntos en una habitación a Hitler, Mussolini y Stalin y les diéramos una barra de pan y una jarra de agua para una semana? ¿Quién se quedaría con todo el pan y el agua? ¿O lo dividirían?

Tengo dudas de que lo compartieran. Hitler, siendo un chamán, se mantendría aparte y no se implicaría en la pelea. Estaría indefenso porque estaría sin su pueblo alemán. Mussolini y Stalin, siendo ambos jefes y fuertes en sí mismos, probablemente se pelearían por la posesión del pan y el agua, y sería el más duro y resistente el que seguramente se quedara con todo.

Había dos tipos de hombres fuertes en la sociedad primitiva. Uno era el jefe físicamente poderoso, más fuerte que todos sus competidores, y el otro era el chamán, que no era fuerte por sí mismo sino en razón del poder que el pueblo proyectaba sobre él. Así tenemos al emperador y a la cabeza de una comunidad religiosa. El emperador era el jefe, físicamente fuerte a través de la posesión de sus soldados; el profeta era el chamán, que tenía poca o ninguna fuerza física, pero un poder real que a menudo superaba al del emperador, porque el pueblo acordó que poseía la magia—es decir, una facultad sobrenatural. Él podía, por ejemplo, facilitar u obstruir el camino a una vida feliz tras la fin, expulsar a un individuo, una comunidad o una nación entera, y por excomunión causar en la gente mucha inquietud y sufrimiento.

Bueno, Mussolini es el hombre de la fuerza física. Cuando le ves te das cuenta de esto inmediatamente. Su cuerpo sugiere buenos músculos. Es el jefe en razón del hecho de que es individualmente más fuerte que cualquiera de sus competidores. Y es un hecho que la mente de Mussolini corresponde a su clasificación: tiene la mente de un jefe. Stalin pertenece a la misma categoría. No es, sin embargo, un creador. Lenin creó. Stalin se está comiendo la camada. Es un conquistador; él simplemente cogió lo que Lenin había hecho, le metió el diente y lo devoró. Ni siquiera es creativamente destructivo. Lenin sí lo era. Echó abajo toda la estructura de la sociedad feudal y burguesa rusa y la sustituyó por su propia creación. Stalin está destruyendo eso.

Mentalmente, Stalin no es tan interesante como Mussolini, que se parece al modelo fundamental de su personalidad, y éste no es ni la mitad de interesante que el chamán, el mito: Hitler.

Alguien que se ha puesto al frente de ciento setenta millones de personas, como Stalin ha hecho, seguro que ha de ser interesante, le guste a uno o no.

No, Stalin es sólo un bruto—un campesino astuto, una bestia instintiva y poderosa—y sin duda es, en ese sentido, el más poderoso de los dictadores. Recuerda a un tigre dientes de sable siberiano con ese cuello poderoso, poblados bigotes y esa sonrisa como de gato que se ha comido un helado. Imagino que Gengis Kan pudo haber sido un temprano Stalin. No me extrañaría que se convirtiese él mismo en zar.

Hitler es completamente diferente. Su cuerpo no sugiere fuerza. La característica sobresaliente de su fisonomía es su mirada soñadora. Me di cuenta de esto especialmente cuando vi las fotografías que le tomaron durante la crisis de Checoslovaquia; había en sus ojos la mirada de un profeta. No hay duda de que Hitler pertenece a la categoría de los sanadores realmente místicos. Como alguien comentó sobre él en el último congreso del partido en Nuremberg, desde los tiempos de Mahoma no se había visto nada así en este mundo. Esta marcada característica mística de Hitler es lo que le hace realizar cosas que a nosotros nos parecen ilógicas, inexplicables, curiosas e irracionales. Pero fíjese—incluso la nomenclatura de los nazis es claramente mística. Tome el mismo nombre del Estado nancy. Lo llaman el Tercer Reich. ¿Por qué?

Porque el primero fue el Sacro Imperio Romano, el segundo fue el fundado por Bismarck y el tercero es el de Hitler.

Desde luego. Pero hay un significado más profundo. Nadie llamaba al reino de Carlomagno el primer Reich, ni al de Guillermo el Segundo Reich. Sólo los nazis se llaman Tercer Reich. Porque tiene un significado profundamente místico: para cualquier alemán la expresión “Tercer Reich” trae ecos [aquí faltan palabras] quien más de uno ha indicado que es consciente de su vocación mística, parece para los devotos del Tercer Reich como algo más que un simple hombre.

Igualmente, tomas la extendida recuperación en el Tercer Reich del culto a Wotan. ¿Quién fue Wotan? El dios del viento. Coja el nombre Sturmabteilung—SA, tropas de asalto. Sturm, storm, fíjese: el viento. Exactamente como la esvástica es una figura giratoria que hace moverse un vórtice constantemente hacia la izquierda, lo que en el simbolismo budista significa lo oscuro, lo adverso, dirigido hacia lo inconsciente. Y todos estos símbolos juntos de un Tercer Reich conducido por su profeta bajo los estandartes del viento y la tormenta, haciendo girar el torbellino hasta un movimiento de masas que barrerá al pueblo alemán en un huracán de emoción irracional y hacia un destino que nadie, salvo el profeta, el Führer mismo, puede prever. Tal vez ni siquiera él.

¿Pero por qué Hitler, que hace caer de rodillas y adorarle a casi cualquier alemán, apenas impresiona a los extranjeros?

Exactamente. Pocos extranjeros reaccionan, ni siquiera como aparentemente cualquier alemán hace en Alemania. Eso es porque Hitler es el espejo del inconsciente de todos los alemanes, pero desde luego no refleja nada para un no alemán. Es el altavoz que amplifica los susurros inaudibles del alma alemana hasta que pueden ser percibidos por el oído del inconsciente alemán. Es el primer hombre en decir a todos los alemanes lo que han estado pensando y sintiendo en su subconsciente sobre el destino de Alemania, especialmente desde la derrota en la [Primera] Guerra Mundial, y la única característica que influye en toda alma aria es el complejo de inferioridad típicamente alemán: el complejo del hermano menor, el que siempre llega un poco tarde a la fiesta. El poder de Hitler no es político: es magia.

¿Qué quiere decir con magia?

Para comprender esto debe entender lo que es el inconsciente. Es aquella parte de nuestra constitución mental sobre la que apenas tenemos control y que es depositada con todo tipo de impresiones y sensaciones; que contiene pensamientos e incluso conclusiones de las que no somos conscientes.
Además de las impresiones conscientes que recibimos, hay todo tipo de impresiones afectando constantemente nuestros órganos sensoriales de las cuales no nos damos cuenta porque son demasiado leves como para atraer nuestra atención consciente. Se sitúan por debajo del umbral de la consciencia. Pero todas estas impresiones subliminales quedan registradas: nada se pierde.

Alguien puede estar hablando con una voz apenas audible en la habitación de al lado mientras estamos hablando aquí. No le prestas atención, pero la conversación de al lado se registra en tu inconsciente tan seguramente como si fuera recogida en una grabadora. Mientras usted se sienta aquí, mi inconsciente está tomando cantidades de impresiones de usted, aunque yo no soy consciente de ello y se sorprendería si yo le dijera todo lo que he aprendido inconscientemente acerca de usted en este corto espacio de tiempo.

Bien, el secreto del poder de Hitler no es que tenga un inconsciente mejor provisto que el suyo o el mío. El secreto de Hitler es doble: primero, que su inconsciente tiene un acceso excepcional a su conciencia, y segundo, que se deja guiar por él. Es como un hombre que escucha atentamente la corriente de sugerencias de una voz susurrada desde una fuente misteriosa y luego actúa según ella. En nuestro caso, aunque ocasionalmente nuestro inconsciente nos roce a través de los sueños, tenemos demasiada racionalidad, demasiado cerebro para obedecerlo. Este es sin duda el caso de Chamberlain, pero Hitler escucha y obedece. El verdadero líder siempre está dirigido. Podemos ver cómo funciona en Hitler. Él mismo se ha referido a su Voz. Su Voz no es otra cosa que su propio inconsciente, en el cual el pueblo alemán se ha proyectado a sí mismo; es decir, el inconsciente de setenta y ocho millones de alemanes. Eso es lo que lo hace poderoso.
Sin el pueblo alemán, él no sería lo que ahora parece ser. Es literalmente cierto cuando dice que todo lo que puede hacer es sólo porque tiene al pueblo alemán tras de sí o, como dice a veces, porque él es Alemania. Así, con su inconsciente siendo el receptáculo de las almas de setenta y ocho millones de alemanes, es poderoso, y con su percepción inconsciente del verdadero equilibrio de las fuerzas políticas en su país y en el mundo, hasta ahora ha sido infalible. Por esta razón hace juicios políticos que resultan acertados contra las opiniones de todos sus consejeros y contra las opiniones de todos los observadores extranjeros.

Cuando esto sucede, significa sólo que la información recogida por su inconsciente, y alcanzando su conciencia por medio de su talento excepcional, ha sido más certera que la de todos los demás, alemanes o extranjeros, que intentaron juzgar la situación y que llegaron a conclusiones diferentes a las suyas. Y, por supuesto, también significa que, teniendo esta información a mano, está dispuesto a usarla.

Supongo que eso se aplicaría a las tres decisiones realmente críticas que tomó, cada una de las cuales involucraba un claro peligro de guerra: cuando entró en Renania en marzo de 1936, en Austria en marzo de 1938, y cuando movilizó y obligó a los aliados a abandonar Checoslovaquia. Porque en cada uno de estos casos sabemos que muchos de los más altos asesores militares de Hitler le advirtieron de no hacerlo, ya que creían que los aliados se resistirían, y también que si la guerra llegara, Alemania estaría abocada a perder.


¡Exactamente! El hecho es que Hitler fue capaz de juzgar a sus oponentes mejor que nadie, y aunque parecía inevitable que sólo venciera por la fuerza, él sabía que sus oponentes se rendirían sin luchar. Ése debe haber sido el caso especialmente cuando Chamberlain vino a Berchtesgaden. Allí por primera vez Hitler se encontró con el mayor estadista británico. Como Chamberlain demostró más tarde en Godesberg, había ido para decirle, entre otras cosas, que no fuera demasiado lejos o Gran Bretaña pelearía. Pero el ojo inconsciente de Hitler, que hasta ahora no le ha fallado, leyó tan profundamente el carácter del primer ministro británico que todos los recientes ultimátums y advertencias de Londres no hicieron ninguna impresión en su inconsciente: el inconsciente de Hitler sabía—no suponía o sentía: sabía—que Gran Bretaña no se arriesgaría a la guerra. Sin embargo, el discurso de Hitler en el Palacio de los Deportes cuando anunció al mundo la sagrada promesa de que marcharía sobre Checoslovaquia el 1 de octubre, con o sin el permiso de Gran Bretaña y Francia, indicó por primera y única vez que Hitler el hombre, en el momento crítico, temió seguir a Hitler el profeta. Su Voz le decía que siguiera adelante, que todo saldría bien. Pero su razón humana le decía que los peligros eran vastos y quizás insuperables. Por lo tanto, por primera vez la voz de Hitler tembló; su aliento se quebró. Su discurso carecía de forma y se apagó al final. ¿Qué ser humano no tendría miedo en tal momento? Al hacer ese discurso que fijaba el destino de quizás cientos de millones de personas, era un hombre que hacía algo que le provocaba un miedo mortal, pero obligándose a hacerlo porque estaba ordenado por su Voz. Su voz estaba en lo cierto. Ahora bien, ¿quién sabe si su Voz puede seguir siendo acertada? Si lo hace, será muy interesante observar la historia de los próximos años porque, como dijo justo después de su victoria checa, Alemania se encuentra hoy en el umbral de su futuro.

Eso significa que él sólo acaba de comenzar y que si su Voz le dice que el pueblo alemán está destinado a convertirse en los señores de Europa y tal vez del mundo, si su Voz continúa estando en lo cierto, entonces estamos ante un período muy interesante, ¿no es así?

Sí, parece que los alemanes están ahora convencidos de que han encontrado su Mesías. En cierto modo, la posición de los alemanes es especialmente parecida a la de los judíos de antaño. Desde su derrota en la guerra mundial han esperado a un Mesías, un Salvador. Esto es característico de las personas con un complejo de inferioridad. Los judíos desarrollaron su complejo de inferioridad por factores geográficos y políticos. Vivían en una parte del mundo que era un desfile para los conquistadores de ambos bandos, y después del regreso de su primer exilio a Babilonia, cuando fueron amenazados por los romanos con el exterminio, inventaron la consoladora idea de un Mesías que iba de nuevo a reunir a todos los judíos en una nación y a salvarlos. Y los alemanes desarrollaron su complejo de inferioridad por causas semejantes. Salieron del valle del Danubio demasiado tarde, y fundaron los cimientos de su nación mucho después de que los franceses y los ingleses estuvieran ya bien encaminados hacia su propia nacionalidad. Llegaron demasiado tarde a la lucha por las colonias y a la fundación de un imperio. Entonces, cuando se reunieron e hicieron una nación unida, miraron a su alrededor y vieron a los británicos, franceses y otros con ricas colonias y todas las características de las naciones adultas, y se volvieron celosos, resentidos, como un joven hermano cuyos hermanos mayores han tomado la parte del león de la herencia.

Éste es el origen del complejo alemán de inferioridad que ha determinado tanto su pensamiento político y su acción y que ciertamente es decisivo para su política [global] actual. Es imposible hablar de Hitler sin hablar de su pueblo, porque Hitler es sólo el pueblo alemán.

La última vez que estuve en América se me ocurrió que podía hacerse una interesante analogía geográfica con Alemania. En América conocí que en algunos lugares de la costa Este existe una cierta clase de gente llamada "poor white trash" y me enteré de que son en gran parte descendientes de los primeros colonos, algunos de ellos portadores de viejos nombres ingleses. La “poor white trash” se quedó rezagada cuando otras personas con energía e iniciativa se subieron a sus vagones cubiertos y se dirigieron hacia el Oeste. En consecuencia, en el Medio Oeste te encuentras la gente que considero más estable en América; me refiero a la más equilibrada psicológicamente. Sin embargo, en algunos sitios más al oeste se encuentran algunas de las personas menos equilibradas. Actualmente, me parece que tomando Europa en su conjunto, e incluyendo las Islas Británicas, en Irlanda y País de Gales tiene el equivalente de su costa oeste. Los celtas poseen facultades imaginativas originales.

Así pues, para corresponder a su sobrio Medio Oeste, usted tiene en Europa al inglés y al francés, ambos psicológicamente estables. Pero luego llega a Alemania y, un poco más allá de Alemania, están los mujiks eslavos, la poor white trash de Europa. Ahora, los mujiks son personas que ni pueden levantarse por la mañana, duermen todo el día. Y los alemanes, sus vecinos de al lado, son gente que pudo levantarse, pero se levantó demasiado tarde. ¿Recuerda cómo los alemanes representan incluso hoy a Alemania en todas sus caricaturas?

Sí, el “Deutscher Michel”, un tipo alto y encorvado en bata y gorro de dormir.
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Correcto, y “Deutscher Michel” se durmió durante la división del mundo en imperios coloniales, por lo que los alemanes terminaron con un complejo de inferioridad, lo que les hizo querer luchar en la guerra mundial y, por supuesto, cuando la perdieron su sentimiento de inferioridad se agudizó, desarrollaron el deseo de un Mesías, y así ellos tienen su Hitler. Si no es su verdadero Mesías, es como uno de los profetas del Antiguo Testamento: su misión es unir a su pueblo y llevarlo a la Tierra Prometida. Esto explica por qué los nazis tienen que combatir toda forma de religión excepto su propio subproducto idólatra. No me cabe duda de que la campaña contra las iglesias católica y protestante se llevará a cabo con un vigor implacable y sin pausa, por la razón, desde el punto de vista nancy, de que desean sustituirlas por la nueva fe del hitlerismo.

¿Considera posible que el hitlerismo pueda convertirse para Alemania en una religión permanente para el futuro, como el Islam para los fiel a la religión del amores?


Creo que es muy posible. La "religión" de Hitler es la más cercana al Islam, realista, terrenal, prometiendo el máximo de recompensas en esta vida, pero con un Valhalla de la religión del amor en el que los alemanes que lo merezcan puedan entrar y seguir disfrutando. Como el Islam, enseña la virtud de la espada. La primera idea de Hitler es hacer que su pueblo sea poderoso porque el espíritu del alemán ario merece ser apoyado por el poder, el músculo y el acero.

Por supuesto, no es una religión espiritual en el sentido en que normalmente usamos el término. Pero recuerde que en los primeros tiempos del cristianismo fue la iglesia la que formuló una reivindicación de poder total, tanto espiritual como temporal. Hoy la Iglesia no hace ya esta afirmación, pero la pretensión ha sido retomada por los estados totalitarios que exigen no sólo el poder temporal sino también el espiritual. A propósito, se me ocurre que el carácter "religioso" del hitlerismo también es acentuado por el hecho de que las comunidades alemanas en todo el mundo, lejos del poder político de Berlín, han adoptado el hitlerismo. Mire las comunidades alemanas de América del Sur, especialmente en Chile.

(Me sorprendió que en este análisis de los dictadores no se hubiera mencionado de la influencia de los padres y las madres de los hombres fuertes. El doctor Jung no les asignó un papel importante).

Es un gran error pensar que un dictador se vuelve así por razones personales, como si tuviera una fuerte resistencia a su padre. Hay millones de hombres que resistieron a sus padres con tanta fuerza como, por ejemplo, Mussolini o Hitler o Stalin, pero que nunca se convirtieron en dictadores ni nada parecido. La ley a recordar sobre los dictadores: "Es el perseguido quien persigue". Los dictadores deben haber sufrido circunstancias calculadas para traer consigo la dictadura. Mussolini llegó en el momento en que el país estaba en el caos, los obreros fuera de control y la amenaza del bolchevismo aterrorizaba a la gente. Hitler llegó cuando la crisis económica había reducido el nivel de vida en Alemania y aumentado el desempleo a un nivel intolerable, y después de la gran inflación de la moneda que, a pesar de la estabilización, había empobrecido a toda la clase media. Tanto Hitler como Mussolini recibieron su poder del pueblo y ese poder no puede ser recuperado.


Es interesante que Hitler y Mussolini basen su poder principalmente en la clase media baja, obreros y campesinos. Pero para seguir adelante con las circunstancias en que los dictadores llegan al poder: Stalin llegó cuando la fin de Lenin, creador único del bolchevismo, había dejado al partido y al pueblo sin líderes y al país en la incertidumbre sobre su futuro.

Así, los dictadores están hechos de material humano que sufre necesidades abrumadoras. Los tres dictadores de Europa difieren enormemente entre sí, pero no son tanto ellos los que difieren como sus países.

Compare la manera en que el pueblo alemán piensa y siente acerca de Hitler con la forma en que los italianos piensan y sienten sobre Mussolini. Los alemanes son muy impresionables. Ellos se mueven entre extremos; son siempre un poco desequilibrados. Son cosmopolitas, ciudadanos del mundo; pierden fácilmente su identidad nacional; les gusta imitar a otras naciones. Todos los alemanes quisieran vestirse como un caballero inglés. Hitler no.

Siempre se ha vestido a su manera, y nadie podría acusarlo nunca de intentar aparentar que se compraba su ropa en Savile Row.


Precisamente. Debido a que Hitler está diciendo a sus alemanes: "¡Ahora, bei Gott, tenéis que empezar a ser alemanes!" Los alemanes son extraordinariamente sensibles a las nuevas ideas, y cuando escuchan una que les atrae probablemente la aceptarán sin una crítica y durante un tiempo estarán completamente dominados por ella; pero después de un tiempo son igualmente propensos a deshacerse de ella violentamente y adoptar una idea más nueva, muy probablemente contradiciendo la anterior por completo. Esta es la forma en que han dirigido su vida política. Los italianos son más estables. Sus mentes no giran y se retuercen, se impulsan y se sumergen en todos los extravagantes éxtasis que son el ejercicio diario de la mente alemana.


Así que encuentra en Italia un espíritu de equilibrio del que Alemania carece. Cuando los fascistas tomaron el poder en Italia, Mussolini ni siquiera depuso al rey. Mussolini no trabajó con un espíritu extático, sino con un martillo en la mano, forjando Italia con la forma que él quería, al igual que su padre herrero solía hacer herraduras.

Este equilibrio de temperamento italiano-mussoliniano es corroborado por el tratamiento que dan los fascistas a los judíos. Al principio no persiguieron a los judíos en absoluto, e incluso ahora, cuando por diversas razones han iniciado una campaña antisemita, han mantenido una cierta proporción. Supongo que la razón principal por la que Mussolini derivó hacia el antisemitismo fue que se convenció de que el judaísmo internacional era probablemente una fuerza incorregible y eficaz contra el fascismo - especialmente Leon Blum en Francia, creo- y también, que deseaba estrechar sus lazos con Hitler.

Así puede ver que, mientras que Hitler es un chamán, una forma de recipiente espiritual, una semi-divinidad o incluso más, un mito, Mussolini es un hombre, y por lo tanto todo en la Italia fascista tiene una forma más humana que en la Alemania nancy, donde las cosas son dirigidas por la revelación.

Hitler como hombre apenas existe. En cualquier caso, desaparece detrás de su papel. Mussolini, por el contrario, nunca desaparece detrás de su papel. Su papel desaparece detrás de Mussolini. Vi al Duce y el Führer juntos en Berlín en el momento en que Mussolini hizo su visita formal; tuve la suerte de estar a pocos metros de ellos y pude estudiarlos bien. Era entretenido ver la expresión de Mussolini cuando marcaban el paso de la oca. Si no lo hubiera visto, habría caído en el error común de que la adopción del paso de la oca alemán por el ejército italiano era una imitación de Hitler. Y eso me habría decepcionado, porque había querido ver en la conducta de Mussolini un cierto estilo, un cierto formato de hombre original, con buen gusto en algunos asuntos.

Quiero decir, por ejemplo, que fue de buen gusto por parte del Duce mantener al Rey. Y la elección de su título, "Duce" -no Doge como en la vieja Venecia, ni Duca, sino Duce, la palabra italiana para decir líder llanamente- era original y en mi opinión demostró buen gusto.
Ahora, mientras observaba a Mussolini admirando el primer paso de la oca que había visto, pude contemplarlo disfrutando con el entusiasmo de un niño pequeño en un circo. Pero disfrutó aún más del espectáculo cuando llega la caballería y el tambor galopa adelante y ocupa su lugar a un lado de la calle mientras la banda ocupa su lugar en el otro. El tambor debe galopar rodeando la banda y remontar hasta la primera línea para ocupar su puesto allí, y esto lo hace sin tocar las riendas, guiando a su caballo sólo por la presión de las rodillas, ya que ambas manos están ocupadas con los tambores. En esa ocasión se ejecutó magníficamente y le gustó tanto a Mussolini que se echó a reír y aplaudió. Cuando volvió a Roma después, él introdujo el paso de la oca y estoy convencido que lo hizo solamente para su propio disfrute estético. Realmente es un paso impresionante.

En comparación con Mussolini, Hitler me dio la impresión de una especie de andamio, de madera cubierta con una tela, de un autómata con máscara, como un robot o una máscara de robot. Durante toda la actuación no se rió nunca; era como si estuviera de mal humor, enfurruñado. No mostró ninguna señal humana. Su expresión era la de una intencionalidad inhumana y simple, sin sentido del humor. Parecía como si fuera el doble de una persona real, y que tal vez Hitler el hombre podría estar escondido en el interior como un apéndice, y ocultándose intencionadamente a fin de no perturbar el mecanismo.

¡Qué diferencia tan sorprendente entre Hitler y Mussolini!

Mussolini no podía dejar de gustarme. Su energía corporal y su elasticidad son cálidas, humanas y contagiosas. Con Mussolini tienes la sensación familiar de estar con un ser humano. Con Hitler, sientes miedo. Sabes que nunca podrías hablar con ese hombre; porque no hay nadie allí. No es un hombre, sino un colectivo. No es un individuo; él es toda una nación. Considero literalmente cierto que no tenga ni un amigo personal. ¿Cómo puedes hablar íntimamente con una nación?


No se puede explicar más a Hitler por el enfoque personal de lo que se puede explicar una gran obra de arte mediante el examen de la personalidad del artista. La gran obra de arte es un producto de la época, del mundo entero en el que vive el artista, de los millones de personas que lo rodean, de las miles de corrientes de pensamiento y de las innumerables corrientes de actividad que fluyen alrededor. Por eso sería más fácil para Mussolini, que es sólo un hombre, encontrar un sucesor, que para Hitler. Con buena suerte, creo que Mussolini podría encontrar a alguien que le reemplazara, pero no veo que Hitler pueda.

¿Y si Hitler se casara?

No puede casarse. Si se casara, no sería Hitler quien lo hiciera. Dejaría de ser Hitler. Hasta resulta increíble que lo haga alguna vez. No me sorprendería si se demostrara que ha sacrificado su vida sensual por completo a la Causa. Esto no es algo inusual, especialmente para el tipo de líder chamán, aunque es mucho menos habitual en el tipo de jefe. Mussolini y Stalin parecen llevar vidas sensuales completamente normales. La verdadera pasión de Hitler, desde luego, es Alemania. Podrías decir que tiene un enorme complejo materno, lo que significa que estará bajo el dominio de una mujer o de una idea. La idea es siempre femenina. La mente es femenina, porque la cabeza, el cerebro, es creativo; por lo tanto, como un útero, es hembra. El inconsciente de un hombre siempre está representado por una mujer; el de una mujer siempre por un hombre.

¿Qué importancia tiene el rol de lo que llamamos ambición personal en la composición de los tres dictadores?

Debo decir que desempeña un papel muy secundario en Hitler. No creo que Hitler tenga una ambición personal más allá de la de un hombre promedio. Mussolini tiene más ambición personal que el promedio, pero no es suficiente para explicar su fuerza. Él cree además que coincide con la necesidad nacional. Hitler no gobierna Alemania. Él es simplemente el exponente de la tendencia de las cosas. Esto lo hace misterioso y psicológicamente fascinante. Mussolini gobierna Italia en cierta medida, pero por lo demás es un instrumento del pueblo italiano. Con Stalin es diferente. Su característica dominante es la ambición personal abrumadora. Él no se identifica con Rusia: él gobierna Rusia, como cualquier zar. Recuerde, es un georgiano de todos formas.

Pero, ¿cómo explica que Stalin haya tomado el camino actual? Me parece que Stalin, lejos de ser poco interesante, es igualmente enigmático. Ahí tiene a una persona que pasó la mayor parte de su vida como revolucionario bolchevique. Su padre zapatero y su piadosa progenitora lo mandaron a un seminario. En sus primeros años se convirtió en un revolucionario y desde entonces, durante los siguientes veinticinco años, no hizo otra cosa que luchar contra el zar y la policía del zar. Le enviaron a una docena de cárceles y se fugó de todas ellas. Ahora bien, ¿cómo se explica que un hombre que había luchado contra la tiranía del zar toda su vida, de repente se convirtiera en una especie de zar?

Eso no es notable. Es porque siempre te conviertes en aquello contra lo que más luchas. ¿Qué socavó el poder militar de Roma? El cristianismo. Porque cuando los romanos conquistaron Oriente Próximo, fueron conquistados por su religión. Cuando peleas con una cosa tienes que estar muy cerca de ella, y es probable que te infecte. Debes conocer muy bien al zarismo para derrotarlo. Luego, cuando has expulsado al zar, te conviertes tú mismo en zar, tal como un cazador de animales salvajes puede volverse bestial. Conozco a un sujeto que, después de muchos años practicando caza mayor de tipo deportivo y en forma adecuada, tuvo que ser arrestado porque usaba una ametralladora contra los animales. El hombre se había vuelto tan sanguinario como las panteras y los leones que mataba. Stalin luchó tanto contra la sangrienta opresión del Zar que ahora está haciendo exactamente lo mismo que el Zar. En mi opinión, ya no hay ninguna diferencia entre Stalin e Iván el Terrible.

Pero ¿qué pasa con el hecho que muchos han observado y he observado por mí mismo de que el nivel de vida en la Unión Soviética haya aumentado considerablemente y siga aumentando desde el punto más bajo de la hambruna de 1933?

Por supuesto. Stalin puede ser un buen administrador al mismo tiempo que es un zar. Sería un milagro que alguien pudiera evitar que un país naturalmente tan rico como Rusia fuera próspero. Pero Stalin no es muy original, ¡y es de tan mal gusto por su parte coronarse a sí mismo zar con tanta crueldad, delante de todo el mundo, sin el más mínimo disimulo! ¡Es realmente proletario!

Pero todavía no me ha explicado cómo Stalin, el militante leal del Partido Comunista, el trabajador clandestino de lo que entonces era un ideal altamente altruista, se habría convertido en un adicto al poder.


En mi opinión, el cambio en Stalin se produjo durante la revolución de 1918. Hasta ese momento había trabajado, desinteresadamente quizás, por el bien de la Causa, y probablemente nunca había pensado en el poder para sí mismo, por la muy buena razón de que nunca pareció existir ni la sombra de una posibilidad de que pudiera aspirar a algo como el poder personal. La pregunta no existía para él. Pero durante la revolución, Stalin vio por primera vez cómo se consigue el poder. Estoy seguro de que se dijo con asombro: "¡Pues sí que es fácil!" Debe haber observado a Lenin y los demás alcanzar todo el rango del poder absoluto, y se ha dicho: "¡Así es como se hace! Bueno, yo lo puedo hacer mejor. Todo lo que tienes que hacer es acabar con el tipo que tienes enfrente." Sin duda habría acabado con Lenin si Lenin hubiera vivido. Nada podía detenerlo, como nada lo detiene ahora. Naturalmente, quiere que su país prospere. Cuanto más próspero y más grande es su país, más grande es él. Pero no puede dedicar todas sus energías a promover el bienestar de su país en tanto no se satisfaga su impulso personal de poder.


Pues ahora seguramente tiene el máximo poder.

Sí, pero tiene que mantenerlo. Está rodeado de una manada de lobos. Tiene que mantenerse siempre alerta. ¡Creo que tenemos con él una gran deuda de gratitud!

¿Por qué?

Por el maravilloso ejemplo que ha dado a todo el mundo sobre la verdad axiomática de que el comunismo siempre conduce a la dictadura.

Pero ahora echémoslo a un lado y déjeme decirle cuál es mi terapia. Como médico, no sólo tengo que analizar y diagnosticar, sino también recomendar un tratamiento. Hemos estado hablando casi todo el tiempo de Hitler y los alemanes, porque entre todos los fenómenos dictatoriales del momento es sin ninguna comparación el más importante. Por ello, debo proponer una terapia. Es extremadamente difícil lidiar con este tipo de fenómenos. Es excesivamente peligroso. Me refiero al tipo de caso de un hombre que actúa bajo compulsión.

Bien, cuando tengo un paciente actuando bajo el mando de un poder superior, un poder dentro de él, como la Voz de Hitler, no me atrevo a decirle que desobedezca su Voz. No lo hará si se lo digo. Incluso actuará con más determinación que si no se lo dijera. Todo lo que puedo hacer es intentar, al interpretar la Voz, inducir al paciente a comportarse de una manera que sea menos perjudicial para sí mismo y para la sociedad que si obedeciera la Voz inmediatamente sin interpretación.

Así que creo que, en esta situación, la única manera de salvar la Democracia en Occidente -y por Occidente también me refiero a los Estados Unidos- no es tratar de detener a Hitler. Puede intentarse desviarlo, pero detenerlo será imposible sin la Gran Catástrofe para todos. Su voz le ordena unir al pueblo alemán y conducirlos hacia un futuro mejor, un lugar más grande en la tierra, una posición de gloria y riqueza. No puede impedir que intente hacerlo. Sólo puede esperar influir en la dirección de su expansión. Lo que digo es que le dejen ir hacia el Este.

Desvíen su atención de Occidente, o mejor dicho, anímenle a que la mantenga alejada. Dejen que vaya a Rusia. Ésa es la cura lógica para Hitler. No creo que Alemania se sienta satisfecha con un trozo de África, sea grande o pequeño. Alemania mira a Gran Bretaña y a Francia con sus magníficos imperios coloniales, e incluso a Italia con su Libia y Etiopía, y piensa en su propio tamaño, setenta y ocho millones de alemanes contra cuarenta y cinco millones de británicos en sus islas, y cuarenta y dos millones de franceses, y cuarenta y dos millones de italianos, y está obligada a pensar que debería tener un lugar en el mundo no sólo tan grande como el ocupado por cualquiera de las otras tres grandes potencias occidentales, sino mucho más grande. ¿Cómo va a conseguir eso en Occidente sin destruir una o más de las naciones que ahora ocupan Occidente? Sólo hay un campo en el que operar, y ése es Rusia.

¿Y qué pasará con Alemania cuando intente ajustar cuentas con Rusia?

Ah, eso es asunto exclusivamente suyo. Nuestro interés es simplemente que ello salvará a Occidente. Nadie ha penetrado jamás en Rusia sin arrepentirse. No es un bocado fácil de engullir. Podría llevar a los alemanes cien años digerir esa comida. Mientras tanto, nosotros debemos estar a salvo, y por nosotros, me refiero a toda la civilización occidental. El instinto debería decir a los estadistas occidentales que no toquen Alemania en su estado de ánimo actual. Es demasiado peligrosa.

El instinto de Stalin era correcto cuando le dijo que dejara que las naciones occidentales tuvieran una guerra y se destruyeran unas a otras, mientras él esperaba a recoger los restos. Eso habría salvado a la Unión Soviética. No creo que hubiera entrado jamás en la guerra del lado de Checoslovaquia y de Francia, a menos que fuera al final, para aprovechar el agotamiento de ambos bandos.


Así que, estudiando Alemania como si fuera un paciente y Europa como la familia y los vecinos de un paciente, digo: déjenle ir a Rusia. Hay una gran cantidad de tierra, una sexta parte de la superficie de la tierra. A Rusia le da lo mismo si alguien toma un cacho y además, como ya dije, a ninguno de los que lo hizo le fue bien. ¿Cómo salvar a los U.S.A. democráticos? Deben, por supuesto, ser salvados, si no todos nos hundimos. Debéis manteneros alejados de la locura, evitar la infección. Mantened vuestro ejército y vuestra armada grandes, pero a salvo. Si llega la guerra, esperad. América debe mantener grandes fuerzas armadas para ayudar a mantener el mundo en paz, o para decidir la guerra si llega. Sois el último recurso de la democracia occidental.

Pero, ¿cómo se va a conservar la paz de Europa occidental dejando que Alemania «se vaya al Este», como dice usted, puesto que Inglaterra y Francia han garantizado formalmente las fronteras del nuevo Estado de Checoslovaquia? ¿No habrá entonces guerra de todos modos si Alemania intenta incorporar los restos de ese Estado a su sistema administrativo?

Inglaterra y Francia no harán más honor a la nueva promesa realizada a Checoslovaquia que el que Francia hizo a la anterior. Ninguna nación mantiene su palabra. Una nación es un gusano grande y ciego, ¿siguiendo qué? El destino, tal vez. Una nación no tiene honor; no tiene palabra que guardar. Ésa es la razón por la que, en los viejos tiempos, trataron de tener reyes que poseyeran honor personal y una palabra. ¿No sabe que si elige a cien de las personas más inteligentes del mundo y las junta a todas, se convierten en una mafia estulta? Diez mil de ellos juntos tendrían la inteligencia colectiva de un caimán. ¿No se ha dado cuenta de que en una cena cuanta más gente invita más estulta es la conversación? En una multitud, las cualidades que todo el mundo posee se multiplican, se acumulan y se convierten en las características dominantes de toda la multitud. No todo el mundo tiene virtudes, pero todo el mundo tiene los instintos animales bajos, la sugestión de las cavernas primitivas básicas, las sospechas y los rasgos viciosos del salvaje. El resultado es que cuando se consigue una nación de muchos millones de personas, ni siquiera es humana. Es un lagarto o un cocodrilo o un lobo. Sus estadistas no pueden tener una jovenlandesalidad superior a la del animal que da forma la masa jovenlandesal de la nación, aunque los estadistas individuales de los estados democráticos pueden tratar de comportarse un poco mejor.

Respecto a Hitler, sin embargo, más que respecto a cualquier otro estadista en el mundo moderno, sería imposible esperar que mantuviera en cualquier pacto, acuerdo o tratado internacional la palabra de Alemania en contra de su interés. Porque Hitler es él mismo la nación. Eso, por cierto, es por lo que Hitler siempre tiene que hablar tan alto, incluso en una conversación privada, porque está hablando con setenta y ocho millones de voces. Eso es lo que es una nación: un monstruo. Todo el mundo debe temer a una nación. Es algo horrible. ¿Cómo puede tal cosa tener honor o una palabra? Por eso soy de naciones pequeñas. Pequeñas naciones significan pequeñas catástrofes. Las grandes naciones significan grandes catástrofes.

Sonó el teléfono. En la quietud del estudio y con un día sin viento, pude oír a un paciente gritar que en su dormitorio un huracán estaba a punto de barrerlo bajo sus pies. "Acuéstate en el suelo y estarás a salvo", aconsejó el médico. Es el mismo consejo que el sabio médico da ahora a Europa y América, ya que el gran viento de la Dictadura hace estragos en los cimientos de la Democracia.
 
He leído las tres primeras pergeuntas y tiene muy buena pinta. Me lo guardo para leerlo con calma.

Muchas gracias.
 
Porque Hitler es él mismo la nación. Eso, por cierto, es por lo que Hitler siempre tiene que hablar tan alto, incluso en una conversación privada, porque está hablando con setenta y ocho millones de voces.



:XX:



Genial Jung, uno de mis favoritos y de los pocos psicólogos que leo con atención.
 
Leer ese texto teniendo en mente que fue escrito en 1938 es quedarte pasmado con la capacidad analítica de Jung. El retrato de Stalin es de lo más certero que he leído sobre el dictador soviético, y señalar que está rodeado por “una manada de lobos” contra la que debe estar alerta en todo momento es llegar con la vista a marzo de 1953, cuando fue asesinado por Beria, Jrushchiov y sus secuaces. Jung no cayó nunca en la vulgaridad psicológica de decir que Stalin era un paranoico: sabía cómo era el juego de poder en el Kremlin y que eso implicaba comer o ser comido.

Avanzar hasta junio de 1941 y la “Operación Barbarroja”—e incluso barruntar Berlín en 1945—es también bastante impresionante, no tanto por el hecho en sí, sino porque en el fondo implica un conocimiento profundo de cuál va a ser la política norteamericana durante la guerra: incitar a Alemania y la Unión Soviética a desgastarse mutuamente. En esas afirmaciones sobre las “naciones grandes” como monstruos parece implícita la partición de Alemania tras la guerra e, incluso, la estrategia posterior de Kissinger y, sobre todo, Brzezinski para separar los países bálticos y Ucrania de Rusia. En cualquier caso, Jung tiene una idea muy nítida de cuál debe ser la política exterior de los Estados Unidos para salir reforzados de la guerra inminente y, con ellos, los valores de la “democracia liberal en Occidente”.

Para mí, éste es el punto más débil de Jung. Él siempre se consideró un liberal. Con distintos matices, pero liberal. Es de la misma generación que Thomas Mann o Stefan Zweig: los que habían visto 1914 como la fecha del hundimiento del viejo orden liberal. Su diagnóstico de las dictaduras es acertado porque no se identifica con el paciente. Es cierto que Jung jugó durante los años 30 al despiste: sus artículos sobre Wotan, la superioridad del inconsciente ario sobre el judío, su presidencia honorífica de la Sociedad Alemana de Psicoterapia entre 1930 y 1939 e incluso su cargo de director de la Zentralblatt fur Psychotherapie (Revista de Psicoterapia), donde en 1933 el psiquiatra M.H. Goering—primo de Hermann—escribía los principios que regirían la Asociación:

“Esta sociedad tiene la tarea … de unir a todos los médicos alemanes … que pretenden formarse y practicar la terapia psiquiátrica conforme a las concepciones nacionalsocialistas. La sociedad presupone que todos sus miembros activos, los que han hecho uso tanto de la palabra verbal como escrita, han trabajado el libro fundamental de Adolfo Hitler, Mi lucha, con toda la seriedad científica y lo reconocen como fundamento. La sociedad pretende colaborar en la obra del Kanzler, educando al pueblo alemán hacia una convicción heroica orientada al sacrificio”.

Pese a algunos párrafos de la entrevista de 1938, creo que a cualquiera que la lea le queda claro dónde están las simpatías de Jung: con la democracia liberal y los Estados Unidos. Y no sólo con las palabras: también con los hechos. Jung trabajó desde 1942 para el servicio americano de espionaje, el Office of Strategic Services (OSS), el antecedente de la CIA. Fue reclutado nada menos que por Allen Dulles, cuya amante era una espía americana en Berna—la periodista Mary Bancroft—que puso a ambos en contacto. La idea era que, aprovechando la simpatía que las teorías de Jung despertaban en la jerarquía nancy, frente a la degeneración pansexualista del judío Freud, pudiera visitar a Hitler en Berchtesgaden y elaborar un informe psiquiátrico que convenciera a algunos militares todavía indecisos después de la derrota a las puertas de Moscú de que había que eliminar a Hitler para evitar que Alemania se precipitara al abismo. El contacto para introducir a Jung en el círculo del Führer era Hans-Bernd Gisevius, el alto oficial de la Abwehr que hacía de enlace entre Dulles y Canaris, organizando una gran parte de la oposición interna a Hitler y participando en la planificación de la “Operación Valquiria”.

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Jung se negó a participar en el plan de Dulles, pero accedió a trabajar activamente para el OSS con el nombre de agente 488. Y con lo que a Jung le gustaba el simbolismo, sospecho que el número no es inocente. Jung informó a Dulles regularmente sobre el perfil psicológico de los jerarcas del Reich y del mismo Hitler, como en este telegrama:

3 de febrero de 1943.- A 105 [David K. Burns, jefe de la oficina del OSS en Londres] de Burns [Dulles]. He estado en contacto con el eminente psicólogo Professor C.G. Jung. Sus opiniones sobre las reacciones de los líderes alemanes, especialmente de Hitler a la vista de sus características psicopáticas, no deberían descartarse. Jung cree que Hitler hará uso de cualquier medida desesperada hasta el final, aunque no excluye la posibilidad del suicidio en un momento desesperado. Basando su informe en fuentes fiables, Jung segura que Hitler está viviendo en el búnker de su cuartel general de Prusia Oriental, y que cuando incluso los más altos oficiales quieren dirigirse a él, tienen que ser desarmados y pasar por un escáner de rayos X antes de que se les permita verle. Cuando el personal come con él sólo el Führer habla, al personal le está prohibido hablar. El estrés mental resultante de esta asociación ha quebrado a varios oficiales, según Jung. Jung también cree que los líderes del ejército están muy desorganizados y debilitados para actuar contra el Führer. Puede informar a Paul M. de que estoy convencido de que Mrs. Froebe Kapteyn y Jung están en lo cierto…

Probablemente antes de conocerse aun la rendición de Von Paulus en Stalingrado, Jung barruntaba ya cuál iba a ser el final de Hitler. Desde 1944, la salud del propio Jung se había deteriorado mucho, pero siguió con mucha atención los avatares de la “Operación Valquiria”. El 19 de agosto preguntó ansioso a Bancroft por la situación de Canaris y el general Hans Oster, que sabía eran los máximos implicados en la conjura contra Hitler, además del propio Gisevius.

En febrero de 1945 seguía aconsejando a Dulles sobre cómo vencer la resistencia alemana para avanzar lo más rápido posible hacia Berlín: "Apelar a la fuerza jovenlandesal del enemigo -y no a su debilidad- es la mejor propaganda (...) Los llamamientos del general (Dwight) Eisenhower al pueblo alemán son los más eficaces. Formulados en un lenguaje simple, humano, comprensible para todos, dan a los alemanes algo a lo que agarrarse." No era un mal mensaje, teniendo en cuenta que la otra opción eran los soviéticos. Al poco de terminar la guerra, Dulles reconoció: “Probablemente nunca se sabrá jamás cuánto ha contribuido el Profesor Jung a la causa aliada durante la guerra, viendo a gente que de alguna manera tenía contacto con el otro lado.” El expediente de Jung no está todavía completamente desclasificado por la CIA, y dudo que su colaboración con la "Agencia" terminara en 1945.

The Shrink as Secret Agent: Jung, Hitler, and the OSS

Personalmente, creo que el conocimiento de Jung sobre Hitler no era indirecto. En la entrevista de 1938 ya dice que pudo asistir en Berlín a la visita de Mussolini desde muy cerca. Incluso Bancroft llegó a preguntarle por los rumores que corrían de que se trasladaba regularmente a Berlín para analizar a Hitler. Apostaría a que lo trató más de una vez. Y de dos.

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ADVERTENCIA: Psicoanálisis de garrafón.

En cualquier caso, las categorías que Jung emplea para analizar la situación en 1938 me parecen muy interesantes. Bueno, la psicología analítica no es una ciencia, ni nunca pretendió serlo, y siempre es fácil perderse en abstracciones, mitos o construcciones tan lógicas como inconsistentes. Aun así, es tentador aplicarlas a la situación actual: al papel de Rusia y Vladimir pilinguin, de los USA y Trump—aunque éste es bastante menos interesante—y China como colectividad. Sin entrar en mucho detalle ahora, me parece muy claro que Europa, o lo que muchos llaman Occidente, está en medio de un proceso traumático en el que la disociación entre su psique colectiva y sus rasgos conscientes es cada vez más grave: es esa sensación de alucinación, de irrealidad, de falta de concordancia entre lo real y lo oficial. No debió ser muy diferente en los últimos años de los Unión Soviética. Los encargados de sostener el discurso que pretende articular la realidad—representantes del Estado, prensa, intelectuales, etc—siguen haciéndolo, pero ya nadie cree en él. Ni siquiera ellos mismos. Seguimos usando las mismas categorías—democracia, ley, libertad—pero sabemos que no apuntan a nada real, existente. Los rusos en 1990 no tuvieron una situación tan desesperada. Se habían hundido de nuevo en lo inconsciente, pero el país se aferraba a una forma de resolución del conflicto que Jung caracteriza como la figura del “discípulo del profeta”. El profeta rescata del inconsciente colectivo una verdad que revela aun a riesgo de su vida. El discípulo disfruta de esa verdad sin los riesgos y la peligrosa responsabilidad de ser el profeta. En aquel caso, Rusia se aferró en su situación de marasmo a una verdad revelada por los profetas de Occidente: la democracia liberal y la sociedad de consumo. Ya sabemos cómo terminó aquello. Ahora, con pilinguin, están más cerca de la figura directamente profética y los riesgos que ello conlleva.

En Occidente ya no podemos agarrarnos a eso. Estamos en un conflicto paralizador de cualquier nuevo progreso, no se alcanza ningún nuevo equilibrio: eso es Macron, la sensación de parálisis, de ciénaga y agua estancada, de gangrena, de lo que da vueltas sobre sí mismo y sólo puede repetir maquinalmente lo que ya ha hecho. Occidente es incapaz de alcanzar una nueva comprensión de los contenidos de su inconsciente. A izquierda y derecha se ha intentado un restablecimiento regresivo de su “personalidad”. Eso son Tsipras o Trump: “bien, esto de la globalización ha ido demasiado lejos y tenemos que restablecer un equilibrio en un punto anterior.” Bien sea el aislacionismo americano o una idílica edad de oro socialdemócrata que late en el sueño de syrizos y podemitas. Pero esos intentos han fracasado. Tampoco lo inconsciente logra triunfar sobre la conciencia, aun generando un estado de psicosis como el de los años 30: revoluciones, visionarios, caudillos y cualquier otro proceso identificado de pleno con lo inconsciente. Resumiendo nuestra situación: parálisis y estancamiento.

En fin, sólo conozco la obra de Jung superficialmente. Si alguien la conoce con más profundidad seguro que puede aportar cosas interesantes.
 
el articulo tiene una serie de errores de bulto, probablemente por estar escrito tan pronto cuando los datos de las personalidades no estaban disponibles.

si bien acierta con hitler y define su clara inspiración psicotica, cuya maldad parte de un delirio buenista, con stalin desbarra de lo lindo. stalin era un ladron de bancos, malo y pistolero. ademas exhibio un monton de conductas psicopaticas en su juventud como por ejemplo peleas frecuentes, arrestos, encierros de sus profesores etc.. etc.. o por ejemplo en sus primeros años ejercio una manipulación constante sobre un grupo de revolucionarios a los que usaba para cometer todo tipo de tropelias. tb se advierte cierta promiscuidad en su mediana edad, hay sospechas de que dejo embarazada a una chica de 13 años, ademas tenia panico a estar solo por su evidente mentalidad psicopatica etc... etc... por lo tanto no se de donde saca este hombre que esas caracteristicas eran normales cuando no son mas que un evidente reflejo de una clara mentalidad psicopatica.
 
La mayor incoherencia que detecto ahí es que Jung decía que le horrorizaban las naciones grandes... para acto seguido expresar su confianza ilimitada en los Estados Unidos.
 
Yo no veo incoerencia en las palabras de Jung, veo a alguien que sabe quien le paga, lo que no quita que el tenga sus propias opiniones.
 
Estupendo hilo, y el análisis de "psicoanálisis de garrafón", tampoco tiene tanto garrafón. Es interesante, pero yo creo más que el inconsciente siempre se impone sobre la conciencia.

Jung fue un genio, e independientemente de matices, deberían de haberle dado el Premio Nóbel; sabía de lo que hablaba y lo que decía, lo dice seguro callando muchas cosas que pensaba.

Normalmente al maestro Jung se le desprecia por psicologías más, no sé cómo describirlas, más con la apariencia de científicas, pero es el más grande de todos ellos. Sus estudios mitológicos son chulísimos y contienen una parte de la verdad, porque la otra parte también es la obra de brillantes mitógrafos, geniales a la altura del propio Jung, y que también tenían razón. Entre unos y otros se puede componer eso que es real y existe y se llama; la Verdad. Lo de "mi verdad", "su verdad", etc. es sarama contemporánea.

Dice Jung en la entrevista:

"El resultado es que cuando se consigue una nación de muchos millones de personas, ni siquiera es humana".

Hay un vídeo donde habla de las sincronicidades, creo recordar porque hace tiempo que lo vi, luego lo repaso, y siendo ellas la manera en como el alma nos habla; dos hechos que no están relacionados causa y efecto pero que nosotros sí los vemos relacionados; y en él expone sus razones o intuiciones de porqué la fin no es el final. Muy bonito.

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Jung estaba equivocado, Hitler pondria su ojo ciego en pompa para que se lo taladraran a cambio de un cuscurro y despues lo untaria con leche de Stalin y Mussuloni.
 
jorobar, chusto, teniendo en cuenta que en este hilo nadie ha hablado bien de Hitler y todo el mundo ha hecho aportaciones inteligentes e interesantes, ¿para qué te metes a salpicar cosas? ¿No ves que el que queda en ridículo eres tú y la ideología que defiendes?
 
Tenga más o menos razón, la psicología no es un ciencia exacta y la predicción nunca es fácil, la entrevista es una joyita. Da gusto leer a los genios, incluso cuando se equivocan. Es una queja que se repite a lo largo de la Historia, pero que en nuestro tiempo,está más cargada de razón que nunca: ya no nacen genios como los de antes.
 
Yo creo que la psicología si tiene mucho de "ciencia exacta" aunque se den bastantes palos de ciego (yo no soy psicólogo ni psiquiatra, y no defiendo nada), y existe una indudable matemática en el comportamiento. Esto lo sabe muy bien quien lo sabe, de ahí que se estén fabricando idiosincrasias, ideologías, carateres, etc., en fin, seres humanos, y pongan en ello todo su empeño.

Si bien existe esa matemática, otra cosa muy distinta es poder aplicarla a uno mismo, porque la parte, el individuo, una vez que se enfrenta al todo, en esa relación entran en juego fuerzas y arcanos de la naturaleza que arrastran al paisano al quinto infierno de lo que, a la postre, es lo único real. Esto lo definía muy bien un refranillo nuestro.

Arranque de caballo, parada de burro.

Y luego pasa lo que pasa, solo hay que darse una vuelta por el foro, por la calle, o por la vida.

En el otro matiz que hace, pues tiene usted razón, predecir no es nada fácil, es más, es imposible por ceguera innata, pero si Jung no auguró... yo que sé... el tonalidad de las carcasas de los V2, si vio claro que venía la de Dios es Cristo, y es de lo que habla en la entrevista. Eso lo hizo mediante el estudio de la sombra colectiva, siendo la sombra el arquetipo de todo aquello que no nos atrevemos a llevar a la práctica y que también somos, pero que está "ahí", y tenemos que hablar con ella todas las noches cuando soñamos.

Dentro de cada uno de nosotros habita un extraño de rostro desconocido que nos hace saber por medio del sueño que, la verdadera opinión que tenemos de nosotros mismos, no es aquella en la que tanto nos complacemos.

Con una epidemia psíquica de ese calibre en un mundo que se iba haciendo materialista, no es de extrañar que ese tipo en bata y zapatillas, el típico alemán... -para que luego los germanófilos estén todo el día dando la brasa- pues ese tipejo alemán, el ario de gayumbo dao de sí por la panza cervecera debida a la necesidad típica de abrevar tras comer, como el ganado, y esto lo dijo Fede de los alemanes, o la aria de braga transmutada en el papel de las magdalenas por el atanor de su entrañas, y también en bata, no es raro pues que todos ellos siguieran al chamán.

El chamán es una variación del arquetipo senex, el del anciano de la tribu, el visionario, también lo es el famoso Lucifer, y estas son cuestiones que están muy arraigadas en la psique a fuerza de repeticiones afirmando esa matemática del comportamiento.

En fin, lo que quiero decir es que cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana, -sí, ya sé... hombre refranero, hombre majadero,- y que donde no hay fariña (harina), todo se vuelve riña. Es decir, que los que abandonan lo trascendental son presa fácil de flautistas de Hamelín.

Y eso es lo que tenemos hoy, un chiflo estridente presagiando amores que saltan por la ventana; y sí, tiene usted también razón, los genios de hoy no son como los de antes... y eso debe de ser porque los genios que nos venden hoy, no deben de ser tan geniales.
 
Un texto estupendo sin duda y es posible coincidir en la caracterización que hace de los tres gobernantes.

Ahora... una cosa es la psicología -donde sin duda Jung descollaba- y otra es la geopolítica.

Si hubieran dejado a Alemania "marchar hacia el Este" sin mayores problemas ni oposición, posiblemente hubiera podido doblegar a Rusia... el problema es que luego, una enorme Alemania que llegara a los urales no hubiera tenido problemas en engullirse al resto del mundo.

Los ingleses -grandes estrategas y geopolíticos aunque sean una cosa de personas- aún sabiendo que era el suicidio y la fin de su Imperio de todos modos hicieron el sacrificio porque, si no lo hubieran hecho en ese momento luego no hubieran tenido la fuerza suficiente para oponerse a una "mega-alemania" súper size y con esteroides.
 
Traigo aquí un texto muy poco conocido de C. G. Jung, que es en realidad una entrevista concedida al periodista norteamericano H. R. Knickerbocker a finales de 1938. El texto me ha parecido tan clarividente que he tenido que comprobar que no era un hoax más de los que circulan por internet. No lo es. Está editado en "Encuentros con C.G. Jung" (2000), de Mcguire y Hulle, Editorial Trotta. Cuando lo leáis pensad que está escrito en 1938, después del Pacto de Munich.

Me ha sugerido un montón de cosas, unas cuantas sobre la situación actual. Más tarde, si tengo tiempo y ganas, comentaré alguna. De momento os dejo una traducción aproximada que he hecho del texto.

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¿Qué pasaría si encerráramos juntos en una habitación a Hitler, Mussolini y Stalin y les diéramos una barra de pan y una jarra de agua para una semana? ¿Quién se quedaría con todo el pan y el agua? ¿O lo dividirían?

Tengo dudas de que lo compartieran. Hitler, siendo un chamán, se mantendría aparte y no se implicaría en la pelea. Estaría indefenso porque estaría sin su pueblo alemán. Mussolini y Stalin, siendo ambos jefes y fuertes en sí mismos, probablemente se pelearían por la posesión del pan y el agua, y sería el más duro y resistente el que seguramente se quedara con todo.

Había dos tipos de hombres fuertes en la sociedad primitiva. Uno era el jefe físicamente poderoso, más fuerte que todos sus competidores, y el otro era el chamán, que no era fuerte por sí mismo sino en razón del poder que el pueblo proyectaba sobre él. Así tenemos al emperador y a la cabeza de una comunidad religiosa. El emperador era el jefe, físicamente fuerte a través de la posesión de sus soldados; el profeta era el chamán, que tenía poca o ninguna fuerza física, pero un poder real que a menudo superaba al del emperador, porque el pueblo acordó que poseía la magia—es decir, una facultad sobrenatural. Él podía, por ejemplo, facilitar u obstruir el camino a una vida feliz tras la fin, expulsar a un individuo, una comunidad o una nación entera, y por excomunión causar en la gente mucha inquietud y sufrimiento.

Bueno, Mussolini es el hombre de la fuerza física. Cuando le ves te das cuenta de esto inmediatamente. Su cuerpo sugiere buenos músculos. Es el jefe en razón del hecho de que es individualmente más fuerte que cualquiera de sus competidores. Y es un hecho que la mente de Mussolini corresponde a su clasificación: tiene la mente de un jefe. Stalin pertenece a la misma categoría. No es, sin embargo, un creador. Lenin creó. Stalin se está comiendo la camada. Es un conquistador; él simplemente cogió lo que Lenin había hecho, le metió el diente y lo devoró. Ni siquiera es creativamente destructivo. Lenin sí lo era. Echó abajo toda la estructura de la sociedad feudal y burguesa rusa y la sustituyó por su propia creación. Stalin está destruyendo eso.

Mentalmente, Stalin no es tan interesante como Mussolini, que se parece al modelo fundamental de su personalidad, y éste no es ni la mitad de interesante que el chamán, el mito: Hitler.

Alguien que se ha puesto al frente de ciento setenta millones de personas, como Stalin ha hecho, seguro que ha de ser interesante, le guste a uno o no.

No, Stalin es sólo un bruto—un campesino astuto, una bestia instintiva y poderosa—y sin duda es, en ese sentido, el más poderoso de los dictadores. Recuerda a un tigre dientes de sable siberiano con ese cuello poderoso, poblados bigotes y esa sonrisa como de gato que se ha comido un helado. Imagino que Gengis Kan pudo haber sido un temprano Stalin. No me extrañaría que se convirtiese él mismo en zar.

Hitler es completamente diferente. Su cuerpo no sugiere fuerza. La característica sobresaliente de su fisonomía es su mirada soñadora. Me di cuenta de esto especialmente cuando vi las fotografías que le tomaron durante la crisis de Checoslovaquia; había en sus ojos la mirada de un profeta. No hay duda de que Hitler pertenece a la categoría de los sanadores realmente místicos. Como alguien comentó sobre él en el último congreso del partido en Nuremberg, desde los tiempos de Mahoma no se había visto nada así en este mundo. Esta marcada característica mística de Hitler es lo que le hace realizar cosas que a nosotros nos parecen ilógicas, inexplicables, curiosas e irracionales. Pero fíjese—incluso la nomenclatura de los nazis es claramente mística. Tome el mismo nombre del Estado nancy. Lo llaman el Tercer Reich. ¿Por qué?

Porque el primero fue el Sacro Imperio Romano, el segundo fue el fundado por Bismarck y el tercero es el de Hitler.

Desde luego. Pero hay un significado más profundo. Nadie llamaba al reino de Carlomagno el primer Reich, ni al de Guillermo el Segundo Reich. Sólo los nazis se llaman Tercer Reich. Porque tiene un significado profundamente místico: para cualquier alemán la expresión “Tercer Reich” trae ecos [aquí faltan palabras] quien más de uno ha indicado que es consciente de su vocación mística, parece para los devotos del Tercer Reich como algo más que un simple hombre.

Igualmente, tomas la extendida recuperación en el Tercer Reich del culto a Wotan. ¿Quién fue Wotan? El dios del viento. Coja el nombre Sturmabteilung—SA, tropas de asalto. Sturm, storm, fíjese: el viento. Exactamente como la esvástica es una figura giratoria que hace moverse un vórtice constantemente hacia la izquierda, lo que en el simbolismo budista significa lo oscuro, lo adverso, dirigido hacia lo inconsciente. Y todos estos símbolos juntos de un Tercer Reich conducido por su profeta bajo los estandartes del viento y la tormenta, haciendo girar el torbellino hasta un movimiento de masas que barrerá al pueblo alemán en un huracán de emoción irracional y hacia un destino que nadie, salvo el profeta, el Führer mismo, puede prever. Tal vez ni siquiera él.

¿Pero por qué Hitler, que hace caer de rodillas y adorarle a casi cualquier alemán, apenas impresiona a los extranjeros?

Exactamente. Pocos extranjeros reaccionan, ni siquiera como aparentemente cualquier alemán hace en Alemania. Eso es porque Hitler es el espejo del inconsciente de todos los alemanes, pero desde luego no refleja nada para un no alemán. Es el altavoz que amplifica los susurros inaudibles del alma alemana hasta que pueden ser percibidos por el oído del inconsciente alemán. Es el primer hombre en decir a todos los alemanes lo que han estado pensando y sintiendo en su subconsciente sobre el destino de Alemania, especialmente desde la derrota en la [Primera] Guerra Mundial, y la única característica que influye en toda alma aria es el complejo de inferioridad típicamente alemán: el complejo del hermano menor, el que siempre llega un poco tarde a la fiesta. El poder de Hitler no es político: es magia.

¿Qué quiere decir con magia?

Para comprender esto debe entender lo que es el inconsciente. Es aquella parte de nuestra constitución mental sobre la que apenas tenemos control y que es depositada con todo tipo de impresiones y sensaciones; que contiene pensamientos e incluso conclusiones de las que no somos conscientes.
Además de las impresiones conscientes que recibimos, hay todo tipo de impresiones afectando constantemente nuestros órganos sensoriales de las cuales no nos damos cuenta porque son demasiado leves como para atraer nuestra atención consciente. Se sitúan por debajo del umbral de la consciencia. Pero todas estas impresiones subliminales quedan registradas: nada se pierde.

Alguien puede estar hablando con una voz apenas audible en la habitación de al lado mientras estamos hablando aquí. No le prestas atención, pero la conversación de al lado se registra en tu inconsciente tan seguramente como si fuera recogida en una grabadora. Mientras usted se sienta aquí, mi inconsciente está tomando cantidades de impresiones de usted, aunque yo no soy consciente de ello y se sorprendería si yo le dijera todo lo que he aprendido inconscientemente acerca de usted en este corto espacio de tiempo.

Bien, el secreto del poder de Hitler no es que tenga un inconsciente mejor provisto que el suyo o el mío. El secreto de Hitler es doble: primero, que su inconsciente tiene un acceso excepcional a su conciencia, y segundo, que se deja guiar por él. Es como un hombre que escucha atentamente la corriente de sugerencias de una voz susurrada desde una fuente misteriosa y luego actúa según ella. En nuestro caso, aunque ocasionalmente nuestro inconsciente nos roce a través de los sueños, tenemos demasiada racionalidad, demasiado cerebro para obedecerlo. Este es sin duda el caso de Chamberlain, pero Hitler escucha y obedece. El verdadero líder siempre está dirigido. Podemos ver cómo funciona en Hitler. Él mismo se ha referido a su Voz. Su Voz no es otra cosa que su propio inconsciente, en el cual el pueblo alemán se ha proyectado a sí mismo; es decir, el inconsciente de setenta y ocho millones de alemanes. Eso es lo que lo hace poderoso.

Sin el pueblo alemán, él no sería lo que ahora parece ser. Es literalmente cierto cuando dice que todo lo que puede hacer es sólo porque tiene al pueblo alemán tras de sí o, como dice a veces, porque él es Alemania. Así, con su inconsciente siendo el receptáculo de las almas de setenta y ocho millones de alemanes, es poderoso, y con su percepción inconsciente del verdadero equilibrio de las fuerzas políticas en su país y en el mundo, hasta ahora ha sido infalible. Por esta razón hace juicios políticos que resultan acertados contra las opiniones de todos sus consejeros y contra las opiniones de todos los observadores extranjeros.

Cuando esto sucede, significa sólo que la información recogida por su inconsciente, y alcanzando su conciencia por medio de su talento excepcional, ha sido más certera que la de todos los demás, alemanes o extranjeros, que intentaron juzgar la situación y que llegaron a conclusiones diferentes a las suyas. Y, por supuesto, también significa que, teniendo esta información a mano, está dispuesto a usarla.

Supongo que eso se aplicaría a las tres decisiones realmente críticas que tomó, cada una de las cuales involucraba un claro peligro de guerra: cuando entró en Renania en marzo de 1936, en Austria en marzo de 1938, y cuando movilizó y obligó a los aliados a abandonar Checoslovaquia. Porque en cada uno de estos casos sabemos que muchos de los más altos asesores militares de Hitler le advirtieron de no hacerlo, ya que creían que los aliados se resistirían, y también que si la guerra llegara, Alemania estaría abocada a perder.


¡Exactamente! El hecho es que Hitler fue capaz de juzgar a sus oponentes mejor que nadie, y aunque parecía inevitable que sólo venciera por la fuerza, él sabía que sus oponentes se rendirían sin luchar. Ése debe haber sido el caso especialmente cuando Chamberlain vino a Berchtesgaden. Allí por primera vez Hitler se encontró con el mayor estadista británico. Como Chamberlain demostró más tarde en Godesberg, había ido para decirle, entre otras cosas, que no fuera demasiado lejos o Gran Bretaña pelearía. Pero el ojo inconsciente de Hitler, que hasta ahora no le ha fallado, leyó tan profundamente el carácter del primer ministro británico que todos los recientes ultimátums y advertencias de Londres no hicieron ninguna impresión en su inconsciente: el inconsciente de Hitler sabía—no suponía o sentía: sabía—que Gran Bretaña no se arriesgaría a la guerra. Sin embargo, el discurso de Hitler en el Palacio de los Deportes cuando anunció al mundo la sagrada promesa de que marcharía sobre Checoslovaquia el 1 de octubre, con o sin el permiso de Gran Bretaña y Francia, indicó por primera y única vez que Hitler el hombre, en el momento crítico, temió seguir a Hitler el profeta. Su Voz le decía que siguiera adelante, que todo saldría bien. Pero su razón humana le decía que los peligros eran vastos y quizás insuperables. Por lo tanto, por primera vez la voz de Hitler tembló; su aliento se quebró. Su discurso carecía de forma y se apagó al final. ¿Qué ser humano no tendría miedo en tal momento? Al hacer ese discurso que fijaba el destino de quizás cientos de millones de personas, era un hombre que hacía algo que le provocaba un miedo mortal, pero obligándose a hacerlo porque estaba ordenado por su Voz. Su voz estaba en lo cierto. Ahora bien, ¿quién sabe si su Voz puede seguir siendo acertada? Si lo hace, será muy interesante observar la historia de los próximos años porque, como dijo justo después de su victoria checa, Alemania se encuentra hoy en el umbral de su futuro.

Eso significa que él sólo acaba de comenzar y que si su Voz le dice que el pueblo alemán está destinado a convertirse en los señores de Europa y tal vez del mundo, si su Voz continúa estando en lo cierto, entonces estamos ante un período muy interesante, ¿no es así?

Sí, parece que los alemanes están ahora convencidos de que han encontrado su Mesías. En cierto modo, la posición de los alemanes es especialmente parecida a la de los judíos de antaño. Desde su derrota en la guerra mundial han esperado a un Mesías, un Salvador. Esto es característico de las personas con un complejo de inferioridad. Los judíos desarrollaron su complejo de inferioridad por factores geográficos y políticos. Vivían en una parte del mundo que era un desfile para los conquistadores de ambos bandos, y después del regreso de su primer exilio a Babilonia, cuando fueron amenazados por los romanos con el exterminio, inventaron la consoladora idea de un Mesías que iba de nuevo a reunir a todos los judíos en una nación y a salvarlos. Y los alemanes desarrollaron su complejo de inferioridad por causas semejantes. Salieron del valle del Danubio demasiado tarde, y fundaron los cimientos de su nación mucho después de que los franceses y los ingleses estuvieran ya bien encaminados hacia su propia nacionalidad. Llegaron demasiado tarde a la lucha por las colonias y a la fundación de un imperio. Entonces, cuando se reunieron e hicieron una nación unida, miraron a su alrededor y vieron a los británicos, franceses y otros con ricas colonias y todas las características de las naciones adultas, y se volvieron celosos, resentidos, como un joven hermano cuyos hermanos mayores han tomado la parte del león de la herencia.

Éste es el origen del complejo alemán de inferioridad que ha determinado tanto su pensamiento político y su acción y que ciertamente es decisivo para su política [global] actual. Es imposible hablar de Hitler sin hablar de su pueblo, porque Hitler es sólo el pueblo alemán.

La última vez que estuve en América se me ocurrió que podía hacerse una interesante analogía geográfica con Alemania. En América conocí que en algunos lugares de la costa Este existe una cierta clase de gente llamada "poor white trash" y me enteré de que son en gran parte descendientes de los primeros colonos, algunos de ellos portadores de viejos nombres ingleses. La “poor white trash” se quedó rezagada cuando otras personas con energía e iniciativa se subieron a sus vagones cubiertos y se dirigieron hacia el Oeste. En consecuencia, en el Medio Oeste te encuentras la gente que considero más estable en América; me refiero a la más equilibrada psicológicamente. Sin embargo, en algunos sitios más al oeste se encuentran algunas de las personas menos equilibradas. Actualmente, me parece que tomando Europa en su conjunto, e incluyendo las Islas Británicas, en Irlanda y País de Gales tiene el equivalente de su costa oeste. Los celtas poseen facultades imaginativas originales.

Así pues, para corresponder a su sobrio Medio Oeste, usted tiene en Europa al inglés y al francés, ambos psicológicamente estables. Pero luego llega a Alemania y, un poco más allá de Alemania, están los mujiks eslavos, la poor white trash de Europa. Ahora, los mujiks son personas que ni pueden levantarse por la mañana, duermen todo el día. Y los alemanes, sus vecinos de al lado, son gente que pudo levantarse, pero se levantó demasiado tarde. ¿Recuerda cómo los alemanes representan incluso hoy a Alemania en todas sus caricaturas?

Sí, el “Deutscher Michel”, un tipo alto y encorvado en bata y gorro de dormir.
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Correcto, y “Deutscher Michel” se durmió durante la división del mundo en imperios coloniales, por lo que los alemanes terminaron con un complejo de inferioridad, lo que les hizo querer luchar en la guerra mundial y, por supuesto, cuando la perdieron su sentimiento de inferioridad se agudizó, desarrollaron el deseo de un Mesías, y así ellos tienen su Hitler. Si no es su verdadero Mesías, es como uno de los profetas del Antiguo Testamento: su misión es unir a su pueblo y llevarlo a la Tierra Prometida. Esto explica por qué los nazis tienen que combatir toda forma de religión excepto su propio subproducto idólatra. No me cabe duda de que la campaña contra las iglesias católica y protestante se llevará a cabo con un vigor implacable y sin pausa, por la razón, desde el punto de vista nancy, de que desean sustituirlas por la nueva fe del hitlerismo.

¿Considera posible que el hitlerismo pueda convertirse para Alemania en una religión permanente para el futuro, como el Islam para los fiel a la religión del amores?


Creo que es muy posible. La "religión" de Hitler es la más cercana al Islam, realista, terrenal, prometiendo el máximo de recompensas en esta vida, pero con un Valhalla de la religión del amor en el que los alemanes que lo merezcan puedan entrar y seguir disfrutando. Como el Islam, enseña la virtud de la espada. La primera idea de Hitler es hacer que su pueblo sea poderoso porque el espíritu del alemán ario merece ser apoyado por el poder, el músculo y el acero.

Por supuesto, no es una religión espiritual en el sentido en que normalmente usamos el término. Pero recuerde que en los primeros tiempos del cristianismo fue la iglesia la que formuló una reivindicación de poder total, tanto espiritual como temporal. Hoy la Iglesia no hace ya esta afirmación, pero la pretensión ha sido retomada por los estados totalitarios que exigen no sólo el poder temporal sino también el espiritual. A propósito, se me ocurre que el carácter "religioso" del hitlerismo también es acentuado por el hecho de que las comunidades alemanas en todo el mundo, lejos del poder político de Berlín, han adoptado el hitlerismo. Mire las comunidades alemanas de América del Sur, especialmente en Chile.

(Me sorprendió que en este análisis de los dictadores no se hubiera mencionado de la influencia de los padres y las madres de los hombres fuertes. El doctor Jung no les asignó un papel importante).

Es un gran error pensar que un dictador se vuelve así por razones personales, como si tuviera una fuerte resistencia a su padre. Hay millones de hombres que resistieron a sus padres con tanta fuerza como, por ejemplo, Mussolini o Hitler o Stalin, pero que nunca se convirtieron en dictadores ni nada parecido. La ley a recordar sobre los dictadores: "Es el perseguido quien persigue". Los dictadores deben haber sufrido circunstancias calculadas para traer consigo la dictadura. Mussolini llegó en el momento en que el país estaba en el caos, los obreros fuera de control y la amenaza del bolchevismo aterrorizaba a la gente. Hitler llegó cuando la crisis económica había reducido el nivel de vida en Alemania y aumentado el desempleo a un nivel intolerable, y después de la gran inflación de la moneda que, a pesar de la estabilización, había empobrecido a toda la clase media. Tanto Hitler como Mussolini recibieron su poder del pueblo y ese poder no puede ser recuperado.


Es interesante que Hitler y Mussolini basen su poder principalmente en la clase media baja, obreros y campesinos. Pero para seguir adelante con las circunstancias en que los dictadores llegan al poder: Stalin llegó cuando la fin de Lenin, creador único del bolchevismo, había dejado al partido y al pueblo sin líderes y al país en la incertidumbre sobre su futuro.

Así, los dictadores están hechos de material humano que sufre necesidades abrumadoras. Los tres dictadores de Europa difieren enormemente entre sí, pero no son tanto ellos los que difieren como sus países.

Compare la manera en que el pueblo alemán piensa y siente acerca de Hitler con la forma en que los italianos piensan y sienten sobre Mussolini. Los alemanes son muy impresionables. Ellos se mueven entre extremos; son siempre un poco desequilibrados. Son cosmopolitas, ciudadanos del mundo; pierden fácilmente su identidad nacional; les gusta imitar a otras naciones. Todos los alemanes quisieran vestirse como un caballero inglés. Hitler no.

Siempre se ha vestido a su manera, y nadie podría acusarlo nunca de intentar aparentar que se compraba su ropa en Savile Row.


Precisamente. Debido a que Hitler está diciendo a sus alemanes: "¡Ahora, bei Gott, tenéis que empezar a ser alemanes!" Los alemanes son extraordinariamente sensibles a las nuevas ideas, y cuando escuchan una que les atrae probablemente la aceptarán sin una crítica y durante un tiempo estarán completamente dominados por ella; pero después de un tiempo son igualmente propensos a deshacerse de ella violentamente y adoptar una idea más nueva, muy probablemente contradiciendo la anterior por completo. Esta es la forma en que han dirigido su vida política. Los italianos son más estables. Sus mentes no giran y se retuercen, se impulsan y se sumergen en todos los extravagantes éxtasis que son el ejercicio diario de la mente alemana.


Así que encuentra en Italia un espíritu de equilibrio del que Alemania carece. Cuando los fascistas tomaron el poder en Italia, Mussolini ni siquiera depuso al rey. Mussolini no trabajó con un espíritu extático, sino con un martillo en la mano, forjando Italia con la forma que él quería, al igual que su padre herrero solía hacer herraduras.

Este equilibrio de temperamento italiano-mussoliniano es corroborado por el tratamiento que dan los fascistas a los judíos. Al principio no persiguieron a los judíos en absoluto, e incluso ahora, cuando por diversas razones han iniciado una campaña antisemita, han mantenido una cierta proporción. Supongo que la razón principal por la que Mussolini derivó hacia el antisemitismo fue que se convenció de que el judaísmo internacional era probablemente una fuerza incorregible y eficaz contra el fascismo - especialmente Leon Blum en Francia, creo- y también, que deseaba estrechar sus lazos con Hitler.

Así puede ver que, mientras que Hitler es un chamán, una forma de recipiente espiritual, una semi-divinidad o incluso más, un mito, Mussolini es un hombre, y por lo tanto todo en la Italia fascista tiene una forma más humana que en la Alemania nancy, donde las cosas son dirigidas por la revelación.

Hitler como hombre apenas existe. En cualquier caso, desaparece detrás de su papel. Mussolini, por el contrario, nunca desaparece detrás de su papel. Su papel desaparece detrás de Mussolini. Vi al Duce y el Führer juntos en Berlín en el momento en que Mussolini hizo su visita formal; tuve la suerte de estar a pocos metros de ellos y pude estudiarlos bien. Era entretenido ver la expresión de Mussolini cuando marcaban el paso de la oca. Si no lo hubiera visto, habría caído en el error común de que la adopción del paso de la oca alemán por el ejército italiano era una imitación de Hitler. Y eso me habría decepcionado, porque había querido ver en la conducta de Mussolini un cierto estilo, un cierto formato de hombre original, con buen gusto en algunos asuntos.

Quiero decir, por ejemplo, que fue de buen gusto por parte del Duce mantener al Rey. Y la elección de su título, "Duce" -no Doge como en la vieja Venecia, ni Duca, sino Duce, la palabra italiana para decir líder llanamente- era original y en mi opinión demostró buen gusto.
Ahora, mientras observaba a Mussolini admirando el primer paso de la oca que había visto, pude contemplarlo disfrutando con el entusiasmo de un niño pequeño en un circo. Pero disfrutó aún más del espectáculo cuando llega la caballería y el tambor galopa adelante y ocupa su lugar a un lado de la calle mientras la banda ocupa su lugar en el otro. El tambor debe galopar rodeando la banda y remontar hasta la primera línea para ocupar su puesto allí, y esto lo hace sin tocar las riendas, guiando a su caballo sólo por la presión de las rodillas, ya que ambas manos están ocupadas con los tambores. En esa ocasión se ejecutó magníficamente y le gustó tanto a Mussolini que se echó a reír y aplaudió. Cuando volvió a Roma después, él introdujo el paso de la oca y estoy convencido que lo hizo solamente para su propio disfrute estético. Realmente es un paso impresionante.

En comparación con Mussolini, Hitler me dio la impresión de una especie de andamio, de madera cubierta con una tela, de un autómata con máscara, como un robot o una máscara de robot. Durante toda la actuación no se rió nunca; era como si estuviera de mal humor, enfurruñado. No mostró ninguna señal humana. Su expresión era la de una intencionalidad inhumana y simple, sin sentido del humor. Parecía como si fuera el doble de una persona real, y que tal vez Hitler el hombre podría estar escondido en el interior como un apéndice, y ocultándose intencionadamente a fin de no perturbar el mecanismo.

¡Qué diferencia tan sorprendente entre Hitler y Mussolini!

Mussolini no podía dejar de gustarme. Su energía corporal y su elasticidad son cálidas, humanas y contagiosas. Con Mussolini tienes la sensación familiar de estar con un ser humano. Con Hitler, sientes miedo. Sabes que nunca podrías hablar con ese hombre; porque no hay nadie allí. No es un hombre, sino un colectivo. No es un individuo; él es toda una nación. Considero literalmente cierto que no tenga ni un amigo personal. ¿Cómo puedes hablar íntimamente con una nación?


No se puede explicar más a Hitler por el enfoque personal de lo que se puede explicar una gran obra de arte mediante el examen de la personalidad del artista. La gran obra de arte es un producto de la época, del mundo entero en el que vive el artista, de los millones de personas que lo rodean, de las miles de corrientes de pensamiento y de las innumerables corrientes de actividad que fluyen alrededor. Por eso sería más fácil para Mussolini, que es sólo un hombre, encontrar un sucesor, que para Hitler. Con buena suerte, creo que Mussolini podría encontrar a alguien que le reemplazara, pero no veo que Hitler pueda.

¿Y si Hitler se casara?

No puede casarse. Si se casara, no sería Hitler quien lo hiciera. Dejaría de ser Hitler. Hasta resulta increíble que lo haga alguna vez. No me sorprendería si se demostrara que ha sacrificado su vida sensual por completo a la Causa. Esto no es algo inusual, especialmente para el tipo de líder chamán, aunque es mucho menos habitual en el tipo de jefe. Mussolini y Stalin parecen llevar vidas sensuales completamente normales. La verdadera pasión de Hitler, desde luego, es Alemania. Podrías decir que tiene un enorme complejo materno, lo que significa que estará bajo el dominio de una mujer o de una idea. La idea es siempre femenina. La mente es femenina, porque la cabeza, el cerebro, es creativo; por lo tanto, como un útero, es hembra. El inconsciente de un hombre siempre está representado por una mujer; el de una mujer siempre por un hombre.

¿Qué importancia tiene el rol de lo que llamamos ambición personal en la composición de los tres dictadores?

Debo decir que desempeña un papel muy secundario en Hitler. No creo que Hitler tenga una ambición personal más allá de la de un hombre promedio. Mussolini tiene más ambición personal que el promedio, pero no es suficiente para explicar su fuerza. Él cree además que coincide con la necesidad nacional. Hitler no gobierna Alemania. Él es simplemente el exponente de la tendencia de las cosas. Esto lo hace misterioso y psicológicamente fascinante. Mussolini gobierna Italia en cierta medida, pero por lo demás es un instrumento del pueblo italiano. Con Stalin es diferente. Su característica dominante es la ambición personal abrumadora. Él no se identifica con Rusia: él gobierna Rusia, como cualquier zar. Recuerde, es un georgiano de todos formas.

Pero, ¿cómo explica que Stalin haya tomado el camino actual? Me parece que Stalin, lejos de ser poco interesante, es igualmente enigmático. Ahí tiene a una persona que pasó la mayor parte de su vida como revolucionario bolchevique. Su padre zapatero y su piadosa progenitora lo mandaron a un seminario. En sus primeros años se convirtió en un revolucionario y desde entonces, durante los siguientes veinticinco años, no hizo otra cosa que luchar contra el zar y la policía del zar. Le enviaron a una docena de cárceles y se fugó de todas ellas. Ahora bien, ¿cómo se explica que un hombre que había luchado contra la tiranía del zar toda su vida, de repente se convirtiera en una especie de zar?

Eso no es notable. Es porque siempre te conviertes en aquello contra lo que más luchas. ¿Qué socavó el poder militar de Roma? El cristianismo. Porque cuando los romanos conquistaron Oriente Próximo, fueron conquistados por su religión. Cuando peleas con una cosa tienes que estar muy cerca de ella, y es probable que te infecte. Debes conocer muy bien al zarismo para derrotarlo. Luego, cuando has expulsado al zar, te conviertes tú mismo en zar, tal como un cazador de animales salvajes puede volverse bestial. Conozco a un sujeto que, después de muchos años practicando caza mayor de tipo deportivo y en forma adecuada, tuvo que ser arrestado porque usaba una ametralladora contra los animales. El hombre se había vuelto tan sanguinario como las panteras y los leones que mataba. Stalin luchó tanto contra la sangrienta opresión del Zar que ahora está haciendo exactamente lo mismo que el Zar. En mi opinión, ya no hay ninguna diferencia entre Stalin e Iván el Terrible.

Pero ¿qué pasa con el hecho que muchos han observado y he observado por mí mismo de que el nivel de vida en la Unión Soviética haya aumentado considerablemente y siga aumentando desde el punto más bajo de la hambruna de 1933?

Por supuesto. Stalin puede ser un buen administrador al mismo tiempo que es un zar. Sería un milagro que alguien pudiera evitar que un país naturalmente tan rico como Rusia fuera próspero. Pero Stalin no es muy original, ¡y es de tan mal gusto por su parte coronarse a sí mismo zar con tanta crueldad, delante de todo el mundo, sin el más mínimo disimulo! ¡Es realmente proletario!

Pero todavía no me ha explicado cómo Stalin, el militante leal del Partido Comunista, el trabajador clandestino de lo que entonces era un ideal altamente altruista, se habría convertido en un adicto al poder.


En mi opinión, el cambio en Stalin se produjo durante la revolución de 1918. Hasta ese momento había trabajado, desinteresadamente quizás, por el bien de la Causa, y probablemente nunca había pensado en el poder para sí mismo, por la muy buena razón de que nunca pareció existir ni la sombra de una posibilidad de que pudiera aspirar a algo como el poder personal. La pregunta no existía para él. Pero durante la revolución, Stalin vio por primera vez cómo se consigue el poder. Estoy seguro de que se dijo con asombro: "¡Pues sí que es fácil!" Debe haber observado a Lenin y los demás alcanzar todo el rango del poder absoluto, y se ha dicho: "¡Así es como se hace! Bueno, yo lo puedo hacer mejor. Todo lo que tienes que hacer es acabar con el tipo que tienes enfrente." Sin duda habría acabado con Lenin si Lenin hubiera vivido. Nada podía detenerlo, como nada lo detiene ahora. Naturalmente, quiere que su país prospere. Cuanto más próspero y más grande es su país, más grande es él. Pero no puede dedicar todas sus energías a promover el bienestar de su país en tanto no se satisfaga su impulso personal de poder.


Pues ahora seguramente tiene el máximo poder.

Sí, pero tiene que mantenerlo. Está rodeado de una manada de lobos. Tiene que mantenerse siempre alerta. ¡Creo que tenemos con él una gran deuda de gratitud!

¿Por qué?

Por el maravilloso ejemplo que ha dado a todo el mundo sobre la verdad axiomática de que el comunismo siempre conduce a la dictadura.

Pero ahora echémoslo a un lado y déjeme decirle cuál es mi terapia. Como médico, no sólo tengo que analizar y diagnosticar, sino también recomendar un tratamiento. Hemos estado hablando casi todo el tiempo de Hitler y los alemanes, porque entre todos los fenómenos dictatoriales del momento es sin ninguna comparación el más importante. Por ello, debo proponer una terapia. Es extremadamente difícil lidiar con este tipo de fenómenos. Es excesivamente peligroso. Me refiero al tipo de caso de un hombre que actúa bajo compulsión.

Bien, cuando tengo un paciente actuando bajo el mando de un poder superior, un poder dentro de él, como la Voz de Hitler, no me atrevo a decirle que desobedezca su Voz. No lo hará si se lo digo. Incluso actuará con más determinación que si no se lo dijera. Todo lo que puedo hacer es intentar, al interpretar la Voz, inducir al paciente a comportarse de una manera que sea menos perjudicial para sí mismo y para la sociedad que si obedeciera la Voz inmediatamente sin interpretación.

Así que creo que, en esta situación, la única manera de salvar la Democracia en Occidente -y por Occidente también me refiero a los Estados Unidos- no es tratar de detener a Hitler. Puede intentarse desviarlo, pero detenerlo será imposible sin la Gran Catástrofe para todos. Su voz le ordena unir al pueblo alemán y conducirlos hacia un futuro mejor, un lugar más grande en la tierra, una posición de gloria y riqueza. No puede impedir que intente hacerlo. Sólo puede esperar influir en la dirección de su expansión. Lo que digo es que le dejen ir hacia el Este.

Desvíen su atención de Occidente, o mejor dicho, anímenle a que la mantenga alejada. Dejen que vaya a Rusia. Ésa es la cura lógica para Hitler. No creo que Alemania se sienta satisfecha con un trozo de África, sea grande o pequeño. Alemania mira a Gran Bretaña y a Francia con sus magníficos imperios coloniales, e incluso a Italia con su Libia y Etiopía, y piensa en su propio tamaño, setenta y ocho millones de alemanes contra cuarenta y cinco millones de británicos en sus islas, y cuarenta y dos millones de franceses, y cuarenta y dos millones de italianos, y está obligada a pensar que debería tener un lugar en el mundo no sólo tan grande como el ocupado por cualquiera de las otras tres grandes potencias occidentales, sino mucho más grande. ¿Cómo va a conseguir eso en Occidente sin destruir una o más de las naciones que ahora ocupan Occidente? Sólo hay un campo en el que operar, y ése es Rusia.

¿Y qué pasará con Alemania cuando intente ajustar cuentas con Rusia?

Ah, eso es asunto exclusivamente suyo. Nuestro interés es simplemente que ello salvará a Occidente. Nadie ha penetrado jamás en Rusia sin arrepentirse. No es un bocado fácil de engullir. Podría llevar a los alemanes cien años digerir esa comida. Mientras tanto, nosotros debemos estar a salvo, y por nosotros, me refiero a toda la civilización occidental. El instinto debería decir a los estadistas occidentales que no toquen Alemania en su estado de ánimo actual. Es demasiado peligrosa.

El instinto de Stalin era correcto cuando le dijo que dejara que las naciones occidentales tuvieran una guerra y se destruyeran unas a otras, mientras él esperaba a recoger los restos. Eso habría salvado a la Unión Soviética. No creo que hubiera entrado jamás en la guerra del lado de Checoslovaquia y de Francia, a menos que fuera al final, para aprovechar el agotamiento de ambos bandos.


Así que, estudiando Alemania como si fuera un paciente y Europa como la familia y los vecinos de un paciente, digo: déjenle ir a Rusia. Hay una gran cantidad de tierra, una sexta parte de la superficie de la tierra. A Rusia le da lo mismo si alguien toma un cacho y además, como ya dije, a ninguno de los que lo hizo le fue bien. ¿Cómo salvar a los U.S.A. democráticos? Deben, por supuesto, ser salvados, si no todos nos hundimos. Debéis manteneros alejados de la locura, evitar la infección. Mantened vuestro ejército y vuestra armada grandes, pero a salvo. Si llega la guerra, esperad. América debe mantener grandes fuerzas armadas para ayudar a mantener el mundo en paz, o para decidir la guerra si llega. Sois el último recurso de la democracia occidental.

Pero, ¿cómo se va a conservar la paz de Europa occidental dejando que Alemania «se vaya al Este», como dice usted, puesto que Inglaterra y Francia han garantizado formalmente las fronteras del nuevo Estado de Checoslovaquia? ¿No habrá entonces guerra de todos modos si Alemania intenta incorporar los restos de ese Estado a su sistema administrativo?

Inglaterra y Francia no harán más honor a la nueva promesa realizada a Checoslovaquia que el que Francia hizo a la anterior. Ninguna nación mantiene su palabra. Una nación es un gusano grande y ciego, ¿siguiendo qué? El destino, tal vez. Una nación no tiene honor; no tiene palabra que guardar. Ésa es la razón por la que, en los viejos tiempos, trataron de tener reyes que poseyeran honor personal y una palabra. ¿No sabe que si elige a cien de las personas más inteligentes del mundo y las junta a todas, se convierten en una mafia estulta? Diez mil de ellos juntos tendrían la inteligencia colectiva de un caimán. ¿No se ha dado cuenta de que en una cena cuanta más gente invita más estulta es la conversación? En una multitud, las cualidades que todo el mundo posee se multiplican, se acumulan y se convierten en las características dominantes de toda la multitud. No todo el mundo tiene virtudes, pero todo el mundo tiene los instintos animales bajos, la sugestión de las cavernas primitivas básicas, las sospechas y los rasgos viciosos del salvaje. El resultado es que cuando se consigue una nación de muchos millones de personas, ni siquiera es humana. Es un lagarto o un cocodrilo o un lobo. Sus estadistas no pueden tener una jovenlandesalidad superior a la del animal que da forma la masa jovenlandesal de la nación, aunque los estadistas individuales de los estados democráticos pueden tratar de comportarse un poco mejor.

Respecto a Hitler, sin embargo, más que respecto a cualquier otro estadista en el mundo moderno, sería imposible esperar que mantuviera en cualquier pacto, acuerdo o tratado internacional la palabra de Alemania en contra de su interés. Porque Hitler es él mismo la nación. Eso, por cierto, es por lo que Hitler siempre tiene que hablar tan alto, incluso en una conversación privada, porque está hablando con setenta y ocho millones de voces. Eso es lo que es una nación: un monstruo. Todo el mundo debe temer a una nación. Es algo horrible. ¿Cómo puede tal cosa tener honor o una palabra? Por eso soy de naciones pequeñas. Pequeñas naciones significan pequeñas catástrofes. Las grandes naciones significan grandes catástrofes.

Sonó el teléfono. En la quietud del estudio y con un día sin viento, pude oír a un paciente gritar que en su dormitorio un huracán estaba a punto de barrerlo bajo sus pies. "Acuéstate en el suelo y estarás a salvo", aconsejó el médico. Es el mismo consejo que el sabio médico da ahora a Europa y América, ya que el gran viento de la Dictadura hace estragos en los cimientos de la Democracia.

Interesante opinión. Dio en el clavo.
 
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