No es cuestión de opiniones, amijo, sino de realidad ineluctable. El hombre tiene el rol activo y la mujer el pasivo. El hombre tiene la facultad creadora, mientras la mujer debe contentarse con el segundo rango, el de la receptividad. Y esto es así en todos los órdenes actuantes de la vida y el universo.
Nunca ha habido igualdad de oportunidades en la historia porque en la vida nada es igual, siquiera dos gotas de agua, todo se ciñe a una ley de desigualdad perpetua. Ni tampoco la habrá nunca entre hombres porque existen diferentes castas de hombre que deben organizarse según sus respectivas propias aptitudes. Y efectivamente, son siempre unos pocos los escogidos, dado que igual a la jerarquía universal jerarquizada los individuos se jerarquizan a imagen y semejanza de esas leyes que les trascienden y dan sentido a su destino, siendo así que los hombres de espíritu aristócrata, las élites, deberán ser siempre los elegidos para gobernar. Ocurre que tú eres un demócrata, un iluso que cree que su misión en este mundo es alterar la naturaleza de las cosas, en lugar de simplemente comprender y acatar dicho orden, y contra tal patología no hay curación ni diálogo posible.
Como dijo Aristóteles: «Contra principia negantem non est disputandum»
Si no te agrada esta realidad que supera cualquier juicio de valor individual, pídele cuentas a Dios, su Hacedor Universal.
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