Los que decís de castrarse o de suicidarse no es una actitud cristiana. El quietismo (entendido como aislarse, no hacer nada) creyendo erróneamente que ello ayudará a ser santo es una herejía condenada por la Iglesia. También se sabe del caso de un hombre al que la Iglesia católica quiso canonizar (reconocerle como santo), pero que luego se echó atrás al enterarse finalmente de que se había castrado pensando que ello le ayudaría a ser continente. Y es que la Iglesia no quiere castrados ni estatuas. Ser santo no es ser como una estatua (y en este sentido, decir también que muchos interpretan mal la doctrina de la no acción del budismo zen que, igualmente, para nada quiere decir quietismo en el sentido apuntado, ni necesariamente aislarse de la sociedad, encerrarse entre cuatro paredes, pobreza extrema, etc.).
Es mejor ser libre, humano y razonablemente sociable aunque con ello parezca que tendremos más probabilidades de sufrir tentaciones, que atentar contra nuestra propia naturaleza, integridad o incluso vida pensando que así no tendremos tantas tentaciones. Dios nos quiere libres y el Evangelio de Jesucristo es libertad. No hay que atentar contra nuestra manera de ser, que nunca podremos cambiar, sino encauzarla en el sentido cristiano; así, Saulo tenía un carácter muy celoso con la ley, fanático, y tras su conversión no lo cambia, sino que lo sublima: ahora su celo es por la gracia del Evangelio de Jesucristo, y su violencia ya no se dirige contra los cristianos, sino que ahora es capaz de vencerse sobre sí mismo al llegar al martirio. No se trata de que echemos de nosotros las piedras que nos constituyen (y cada uno tiene las suyas) sino de que las ordenemos, esas mismas piedras y no otras, en el sentido que Dios quiere.