Los más de 100 mensajes que se han cruzado desde el comienzo del hilo, representan una base suficientemente amplia para hacer un primer balance.
La mayor parte del debate se ha centrado en el eterno enfrentamiento entre liberales e intervencionistas, que resulta más cansino e insípida que la lucha crepuscular entre vampiros y licantropos.
A estas alturas de la película resulta obvio que hay que encontrar un equilibrio entre libre mercado y regulación en política económica. Acercarse a cualquier de ambos extremos conduce irremediablemente al precipicio.
Lo que no deja de alucinarme es la arrogancia de los defensores del liberalismo, repitiendo sus mantras una y otra vez. No sé como se puede ignorar que el libre mercado no conduce a ningún equilibrio (ya nos hemos olvidado de la última crisis financiera mundial???), que produce una polarización económico-social fuera de toda lógica, y que con su visión cortoplacista está devorando los pocos recursos naturales que nos quedan.
La idea del rrr tan solo es una iniciativa de regulación flexible para tratar de mitigar los excesos del libre mercado (no para imponer, como se desprende de algunos comentarios, una dictadura del proletariado).
Aunque creo que el rrr puede ser muy eficaz en términos sociales y económicos, devolviendo a la economía a una escala humana que ha perdido, también albergo algunas dudas. Porque a pesar de ser economista, rehuyo de la arrogancia cegadora y me atrevo a dudar.
Dudar dudamos todos, pero al mismo tiempo tenemos algunas cosas muy claras, las tenemos claras por la pura y simple experiencia.
Esta muy claro que obligar a una empresa a pagar a alguien
más de lo que la empresa quiere o considera, haciendo el puesto anti-rentable, dará lugar a que ese alguien acabe en el paro.
Esta muy claro que obligar a una empresa a pagar a alguien
menos de lo que ese alguien quiere
y puede conseguir en otro lugar, dará lugar a que este otro alguien se marche.
Dejar gente en el paro y perder talento son dos cosas bastante poco deseables, pero frecuentemente conseguidas por el intervencionismo estatal a base de meter palos en las ruedas de los libres acuerdos entre personas.
Si yo puedo llegar a un acuerdo económico con alguien, señal de que nos interesa a ambos, y llega un tercero (Estado) que va de listo, y por sus santos <s>narices</s> prejuicios, nos cambia las condiciones que habíamos pactado, pues basta con que a partir de ahí el acuerdo no interese a una de las partes, para que no haya acuerdo, y salgan perdiendo las dos. Cuando tales condiciones están implícitas de antemano por ley, los acuerdos no se llegan ni a plantear.
No es economía, es sentido común.