Fin del primer capítulo.
Capítulo II
"Los números no dan, hay que poner pasta"
Es de noche aunque solo son las 18:30, y Javito llega a su hogar luego de una jornada larga. Tiene los pies mojados por usar los zapatos que se compró para su boda y no tener suela de caucho para aislar de la lluvia del invierno del norte de la península.
Un intercambio con su muhe de "Hola, como fue tu día?" sin la fogosidad de hace unos años en los que se fundían en un abrazo y besos que terminaba con un intercambio de fluidos que en un descuido se convirtió en un embarazo no previsto, pero que llenó de alegría el hogar. Javito quería, al igual que su padre, criar una familia con responsabilidad y esfuerzo. Quería demostrarse que era capaz de hacerlo. Había tenido la oportunidad de trabajar en la gestoría más importante de su aldea de la que su padre era socio al 5% luego de 40 años de trabajar para conseguir que el dueño, detrás de su habano y traje inglés de cachemira hecho a medida en un reconocido sastre de Savile Row, reconociera su esfuerzo y que le cambiará el ordenador pentium con el que seguí trabajando en pleno siglo XXI. Pero Javito quería hacer su camino de empresario, demostrar al mundo y demostrarse que era capaz de refundar la dinastía.
Así que luego de quitarse el abrigo de poliéster con un 10% de lana que había comprado en una reconocida cadena de tiendas de un famoso empresario del que guardaba un recorte de una entrevista en un periódico local en su billetera, se puso las pantuflas para tratar de darle algo de calor a sus insensibles pies, y en ese momento la muhe abre un diálogo que suena en su cabeza como un déjà vu de algo leído en algún foro de Internet cuando se escaqueaba de su trabajo por el hastío de tener que timar abuelas vendiéndole vajillas en la sucursal del banco local en el que le habían nombrado subdirector pero que hacía la faena de este mientras estaba todo el día almorzando con el director de la oficina de la competencia en el bar de la cooperativa agraria:
- Cari, los números no dan desde hace dos meses, hay que poner dinero.
- De ninguna manera, tira a la empleada y le pagas el despido con lo que te ahorras.
- Cari, no se puede, hay que ir a buscar al cole a la niña.
En este momento es cuando Javito se da cuenta que la empleada de la frutería en realidad que el fin de su trabajo es ir a buscar la niña al colegio.
Esto le queda rondando toda la noche en la cabeza y sueña con encontrar una solución y a la mañana siguiente, aún con los zapatos húmedos llega a su trabajo, y sin mediar con nadie ni siquiera un saludo, saca su calculadora Casio financiera que le regalaron sus padres al graduarse del cajón de su escritorio compartido en su puesto de la financiera donde trabaja, y rápidamente teclea varios números y se da cuenta que un autobús escolar le ahorraría si lo contrataran exactamente el 64,327569 % del dinero pagado en salarios a la empleada si la despidieran. Como está en un momento de inspiración holística, sigue haciendo números y calcula que si su mujer estuviera en el paro cobrando no sería necesario pagar la furgoneta escolar para ir a buscar a la niña y que lo que cobraría en el paro más lo que cuesta la furgoneta escolar sale por más de un SMI, lo que lo hace meditar que puede ser más rentable no trabajar y menos asumir riesgos en montar mini chiringuitos. Sigue pensando ensoñado en cómo hubiera sido su vida si viviera en Perú y recuerda su viaje de novios al Machu Pichu y lo bonito que le quedaba el traje de novia a su mujer aunque tuvieran que modificarlo para albergar los cambios de su figura por el embarazo de seis meses. Épocas pasadas felices sin tener que hacer cuentas para llegar a fin de mes.
Continuará....
Siempre quise saber si puedo molestar aún mas a los iluso de lo que ya los molesto