Pues yo he visto más hombres que mujeres en las residencias y tiene sentido. Las abuelas aguanten mejor el tipo con la ancianidad, se les va más tarde la olla y si son agresivas es más fácil contenerlas.
Los varones degeneran más rápido y realmente pueden ser un problema porque no se trata de los cuidados, que también, se trata de poder contenerlos en sus ataques de ira o de lo que sea. A la que yo fui tenían a un par de armarios para esas labores y todos los abuelos estaban bastante sumisos.
Siempre me ha gustado más una residencia que los cuidadores en casa. Pienso que si es a edad temprana y se empieza con un régimen abierto tienen tiempo a habituarse, de verlo con buenos ojos, pensar que es en beneficio suyo y de toda su gente y que lo llevan bien. Las residencias tendrían que tener y fomentar obligadas legalmente un régimen semiabierto progresivo que hiciera que los abuelos las pudieran ir incluyendo en sus rutinas, descargando a los familiares. Y todos tendríamos que ser conscientes de la carga que podemos suponer para nuestros seres queridos y actuar responsablemente.
Yo prefería una residencia y así se lo mostré con sinceridad pero no consintió. La excusa fue que aunque inicialmente era un régimen abierto no veía bien que se le pudiera restringir la libertad de movimientos. Craso error porque finalmente no queda otra y lo tuvo que soportar igual pero en régimen de confinamiento con mucha soledad, cosa que en una residencia con el trajín de gente que hay se puede evitar. Uno quiere que las necesidades básicas de su familiar estén resueltas pero es que no somos sólo eso. También necesitamos sentirnos parte de algo, comunicarnos... Y como los niños que lo hacen mejor con niños a los abuelos les conviene estar con abuelos de su época y generación. Los cuidados de niños y viejos siempre a cargo de adultos responsables a los que no les es necesario ponerse a su altura. Su misión es otra. Los familiares deben estar incluidos en la rutina de la vida de los ancianos pero no como cuidadores sino como familiares de la misma forma en que los padres de unos hijos lo son pero no son maestros, médicos ni enfermeros o colegas/amigos de sus hijos.
Lo que sucede en la familia es que es doloroso acompañar en los momentos degenerativos y eso se acusa y mucho. Por muy buena voluntad que se tenga, realmente no se tiene buena disposición porque ahí se junta el hambre con las ganas de comer, el dolor por ver a los padres vencidos por la edad con la rabia de los abuelos por no poderse valer por si mismos. El resultado final de ese cóctel es devastador porque se lleva por delante todo lo bueno vivido antes.
Nosotros tuvimos cuidadores y la verdad es que bien, excepción hecha de una tal esperanza que en su primer día le metió un guantazo a mi madre por no se qué. También dicen que tuvo alzeimer (mi madre) y convenimos en que se aguantaría si era sostenible pero nada de encarnización terapeútica. La mayoría quería cuidados en domicilio. Yo no. Su calidad de vida fue buena dentro de las limitaciones que tenía pero siempre es un proceso degenerativo en el que se van perdiendo facultades poco a poco. Esto no es un crucero de placer. No es nada agradecido ese cuidado y siempre es mejor que la cuidadora no empatice mucho porque sino se desgasta más rápido. Lo ideal es gente seria y eficaz pero preparada para la experiencia que no se deje avasallar y vaya a lo suyo: tantas horas, tanto dinero, condiciones claras, limpieza, cuidado, medicinas, salubridad y que dejen el relevo limpio a quien sustituya. Creo que los ancianos se entienden mejor entre ellos que con gente más joven e incluso familiares.
Después de que infinidad de cuidadoras y algunos familiares se dieran por vencidos, mi madre falleció finalmente en una residencia a la que no le dio tiempo a acostumbrarse. En el estado en el que entró para ella era de lejos lo mejor, e iba convencida pero quiso hacer un esfuerzo por estar a la altura, las cosas no le salieron bien y del cabreo que pilló, ya con las fuerzas demasiado justas, se durmió y ya no se despertó. Odié tener razón, la verdad pero es que cuando como en mi caso de pobre se consigue salir adelante no se deja voluntariamente mucho espacio a las decisiones equivocadas que se pueden evitar.
Mucho antes, cuando ya no tenía libertad, tomaba medicación y no se encontraba bien, aunque tenía movilidad y estaba bien cuidada me preguntó acongojada que que le estaba pasando. Yo le dije que ya la había avisado y que a sus problemas de salud se había añadido lo doloroso del aislamiento y que cuando quisiera volvíamos al plan inicial. En la familia se identificaba residencia como abandono (como si el dejarla semanas enteras sola con la cuidadora no fueran lo mismo!) y nuevamente se la disuadió.
Sea como sea yo formé parte de la rutina de mi madre, supervisé su cuidado y la acompañé como familiar, y también a sus cuidadoras, entablé relación con ellas y sus familias sin abandonar a nadie. Lamenté la soledad del cuidado domiciliario tanto para el cuidador como para enfermo cuando se está impedido. Ahí el entorno de la residencia hubiera sido positivo en su justo momento y no a destiempo.