TYRELL
Madmaxista
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Marea humana contra los derribos
Unos doscientos vecinos de la Cañada invadieron ayer la carretera de Valencia en protesta por los desalojos. Advierten que reconstruirán cada vivienda que se tire y que están dispuestos a negociar con el Ayuntamiento
Diana Valdecantos
MADRID- Era viernes y al mediodía la mezquita de la Cañada Real estaba cerrada a cal y canto. Una insólita estampa idéntica a la que a esas horas se estaba produciendo en la carretera de Valencia. Unos doscientos vecinos del sector jovenlandés se dirigían a pie a la Junta Municipal de Vicálvaro. Lo habían decidido la tarde anterior. Era su forma de protestar, una vez más, por el derribo de una vivienda ilegal el jueves por la mañana.
A lo largo de casi diez kilómetros familias enteras, algunas con carritos de bebés incluidos, invadían la calzada en una marcha que ocasionó retenciones las tres horas que tardaron en llegar a su destino. Las Fuerzas de Seguridad les escoltaban y ni las amenazas de sanciones por desorden público ni las peticiones de los policías les hicieron desistir.
Una vez en Vicálvaro unos representantes vecinales entraron en la Junta Municipal para ser recibidos por algún responsable. Afuera, el resto de los vecinos coreaba «La Cañada unida jamás será vencida» o incluso el mítico canto de Verano Azul «No nos moverán». En los corros que se organizaron alrededor de la plaza se oían los mismos comentarios y quejas. «No hay derecho a lo que hicieron ayer. Nos trataron como si fuéramos animales», explicaba uno de los que vivió la batalla campal en primera línea.
Todos conocían a alguien que tenía magulladuras tras el enfrentamiento y alguno incluso no dudaba en levantarse la camiseta para mostrar sus heridas de guerra. Cuando se les recordaba que también había agentes ingresados en hospitales se defendían. «En nuestra cultura tocar a una mujer es algo muy serio. Cuando vimos a los policías empujando a nuestras madres, hermanas y esposas, perdimos los nervios. A lo mejor vosotros hubieseis hecho lo mismo», decía uno de los que el jueves admite que tiró piedras contra los antidisturbios.
Rodeados por más de una decena de lecheras de la UIP (Unidad de Intervención Policial) y agentes municipales. La muchedumbre coreaba, aplaudía y hasta cantaba disitintas consignas. Los más pequeños tuvieron también su minuto de gloria y gritaban «No peguéis a los niños, podrían ser los tuyos». Cuando los representantes vecinales abandonaron la Junta Municipal a eso de las dos de la tarde, nadie les había recibido.
No les importó. convocaron una rueda de prensa a las cinco de la tarde. Muchos tenían que volver a su barrio donde el imán, recién llegado de jovenlandia, les esperaba para una rezo de viernes con tres horas de retraso.
La vuelta a casa fue tanto más rápida que la ida, casi todos regresaron a la Cañada en Metro. El trabajador del suburbano de la estación de San Cipriano se las vio y se las deseó para controlar a la muchedumbre. Algunos niños era la primera que montaban en un vagón. «Qué grande», dijo uno al verlo aparecer. Dentro del convoy las conversaciones giraban en torno a lo mismo. Es casi el único tema del que hablan.
Antes de la llegada de la Prensa los corrillos se organizan en las puertas de las casas. Los más pequeños han inventado un juego nuevo en apenas unas horas. Su pasatiempo favorito es buscar y atesorar las bolas de colores que lanzaron los antidisturbios.
Vamos a reconstruir
Tras adecentar las instalaciones de la asociación de vecinos para las «teles» comenzó una multitudinaria rueda de prensa en la que Miguel Martín, portavoz de una de las cuatro asociaciones de vecinos de la Cañada Real, lamentaba la refriega del día anterior y en especial «los daños personales» de las dos partes implicadas. «Nunca hemos creído en la fuerza de la violencia», dijo.
Martín demandó al Ayuntamiento formar parte de la mesa de negociación que decida el futuro de las viviendas de la Cañada Real. Están dispuestos, dicen, a pagar por los terrenos ocupados «lo que haga falta». Mantienen además, que existe un bloque de viviendas en Rivas que invade la Cañada y por lo tanto es igualmente ilegal. De hecho, mostró unas fotografías aéreas que asegura confirman esa tesis.
Todos los portavoces de las asociaciones vecinales coincidían en que la demolición no era la solución al problema. Ante la pregunta «¿Vais a reconstruir la casa derribada?», contestaron que sí y que cualquier otra que tiren abajo. Un espontáneo del público incluso avanzó que este mismo fin de semana estaría terminada.
El dueño de la casa de la discordia apareció ante los medios y, apoyado y jaleado por sus vecinos, explicó que vive, de momento, en casa de unos familiares; «y dentro de poco lo hará en su casa», interrumpió otro vecino.
Los portavoces mostraron todo tipo de documentación en la que aseguran se demuestra que pagan el impuesto sobre bienes inmuebles (IBI) desde hace tiempo. Un dato que según ellos, les legitima a vivir en esas viviendas.
La portavoz del sector de Valdemingómez explicó además que ellos están empadronados, reciben el correo, tienen rutas escolares y servicios de limpieza en su zona.
Al otro lado de la Cañada Real, en Rivas, los vecinos en cambio no entienden la razón por la que los del otro lado tienen derecho a parcelas de tantos metros sin pagar casi nada. «¿Por qué yo estoy hipotecado hasta que me muera y ellos tienen jardín y de todo?», se preguntan.
http://www.larazon.es/noticias/noti_mad19491.htm
Unos doscientos vecinos de la Cañada invadieron ayer la carretera de Valencia en protesta por los desalojos. Advierten que reconstruirán cada vivienda que se tire y que están dispuestos a negociar con el Ayuntamiento
Diana Valdecantos
MADRID- Era viernes y al mediodía la mezquita de la Cañada Real estaba cerrada a cal y canto. Una insólita estampa idéntica a la que a esas horas se estaba produciendo en la carretera de Valencia. Unos doscientos vecinos del sector jovenlandés se dirigían a pie a la Junta Municipal de Vicálvaro. Lo habían decidido la tarde anterior. Era su forma de protestar, una vez más, por el derribo de una vivienda ilegal el jueves por la mañana.
A lo largo de casi diez kilómetros familias enteras, algunas con carritos de bebés incluidos, invadían la calzada en una marcha que ocasionó retenciones las tres horas que tardaron en llegar a su destino. Las Fuerzas de Seguridad les escoltaban y ni las amenazas de sanciones por desorden público ni las peticiones de los policías les hicieron desistir.
Una vez en Vicálvaro unos representantes vecinales entraron en la Junta Municipal para ser recibidos por algún responsable. Afuera, el resto de los vecinos coreaba «La Cañada unida jamás será vencida» o incluso el mítico canto de Verano Azul «No nos moverán». En los corros que se organizaron alrededor de la plaza se oían los mismos comentarios y quejas. «No hay derecho a lo que hicieron ayer. Nos trataron como si fuéramos animales», explicaba uno de los que vivió la batalla campal en primera línea.
Todos conocían a alguien que tenía magulladuras tras el enfrentamiento y alguno incluso no dudaba en levantarse la camiseta para mostrar sus heridas de guerra. Cuando se les recordaba que también había agentes ingresados en hospitales se defendían. «En nuestra cultura tocar a una mujer es algo muy serio. Cuando vimos a los policías empujando a nuestras madres, hermanas y esposas, perdimos los nervios. A lo mejor vosotros hubieseis hecho lo mismo», decía uno de los que el jueves admite que tiró piedras contra los antidisturbios.
Rodeados por más de una decena de lecheras de la UIP (Unidad de Intervención Policial) y agentes municipales. La muchedumbre coreaba, aplaudía y hasta cantaba disitintas consignas. Los más pequeños tuvieron también su minuto de gloria y gritaban «No peguéis a los niños, podrían ser los tuyos». Cuando los representantes vecinales abandonaron la Junta Municipal a eso de las dos de la tarde, nadie les había recibido.
No les importó. convocaron una rueda de prensa a las cinco de la tarde. Muchos tenían que volver a su barrio donde el imán, recién llegado de jovenlandia, les esperaba para una rezo de viernes con tres horas de retraso.
La vuelta a casa fue tanto más rápida que la ida, casi todos regresaron a la Cañada en Metro. El trabajador del suburbano de la estación de San Cipriano se las vio y se las deseó para controlar a la muchedumbre. Algunos niños era la primera que montaban en un vagón. «Qué grande», dijo uno al verlo aparecer. Dentro del convoy las conversaciones giraban en torno a lo mismo. Es casi el único tema del que hablan.
Antes de la llegada de la Prensa los corrillos se organizan en las puertas de las casas. Los más pequeños han inventado un juego nuevo en apenas unas horas. Su pasatiempo favorito es buscar y atesorar las bolas de colores que lanzaron los antidisturbios.
Vamos a reconstruir
Tras adecentar las instalaciones de la asociación de vecinos para las «teles» comenzó una multitudinaria rueda de prensa en la que Miguel Martín, portavoz de una de las cuatro asociaciones de vecinos de la Cañada Real, lamentaba la refriega del día anterior y en especial «los daños personales» de las dos partes implicadas. «Nunca hemos creído en la fuerza de la violencia», dijo.
Martín demandó al Ayuntamiento formar parte de la mesa de negociación que decida el futuro de las viviendas de la Cañada Real. Están dispuestos, dicen, a pagar por los terrenos ocupados «lo que haga falta». Mantienen además, que existe un bloque de viviendas en Rivas que invade la Cañada y por lo tanto es igualmente ilegal. De hecho, mostró unas fotografías aéreas que asegura confirman esa tesis.
Todos los portavoces de las asociaciones vecinales coincidían en que la demolición no era la solución al problema. Ante la pregunta «¿Vais a reconstruir la casa derribada?», contestaron que sí y que cualquier otra que tiren abajo. Un espontáneo del público incluso avanzó que este mismo fin de semana estaría terminada.
El dueño de la casa de la discordia apareció ante los medios y, apoyado y jaleado por sus vecinos, explicó que vive, de momento, en casa de unos familiares; «y dentro de poco lo hará en su casa», interrumpió otro vecino.
Los portavoces mostraron todo tipo de documentación en la que aseguran se demuestra que pagan el impuesto sobre bienes inmuebles (IBI) desde hace tiempo. Un dato que según ellos, les legitima a vivir en esas viviendas.
La portavoz del sector de Valdemingómez explicó además que ellos están empadronados, reciben el correo, tienen rutas escolares y servicios de limpieza en su zona.
Al otro lado de la Cañada Real, en Rivas, los vecinos en cambio no entienden la razón por la que los del otro lado tienen derecho a parcelas de tantos metros sin pagar casi nada. «¿Por qué yo estoy hipotecado hasta que me muera y ellos tienen jardín y de todo?», se preguntan.
http://www.larazon.es/noticias/noti_mad19491.htm
