Ante esa realidad de la condición humana tenemos dos opciones:
1- Asumir que somos potencialmente malvados y que por tanto necesitamos de alguien que nos guíe, dirija y controle.
2- Asumir que somos potencialmente buena gente y que por tanto, podemos hacer todo lo posible por alimentar esa faceta y no la contraria.
Si elegimos la primera opción, llegamos a aceptar el ESTADO, es decir aceptamos que alguien tenga infinito poder, al mandar sobre 40, 100 o mil millones de personas. Es decir, aceptamos que exista la dictadura, la tiranía, etc... porque el PODER nunca va a menos, siempre va a más, tal es su naturaleza. Además, esa delegación de todo en castas de expertos, produce atrofia en el pueblo según van pasando los años, los siglos... Y finalmente el pueblo, ahora sí, ya no es apto para nada y depende en todo del ESTADO.
Si elegimos la segunda opción, para empezar nos obligamos a implicarnos todos en la totalidad de nuestra existencia, lo cual permite que no se oxide ninguna de las capacidades que tenemos en tanto que humanos (que son muchas). Además, al no existir ESTADO, es muy difícil, casi imposible, que ninguna facción de poder que pueda surgir consiga atesorar el poder y apoyos suficientes como para convertirse en tirano totalitario.
La decisión reside en lo siguiente: o elegimos libertad y responsabilidad, o elegimos comodidad y seguridad. Ambas cosmovisiones son ANTAGÓNICAS. La primera ELEVA la condición humana; la segunda REBAJA la condición humana (tanto en mandantes como en mandados).