Los trabajadores chinos se plantan y no vuelven al trabajo
No sabemos ni dónde están ni qué hacen". Es una de las frases que más se escuchaba ayer en los despachos de las fábricas chinas. El primer día laborable después de la semana festiva del particular Año Nuevo del gigante asiático, los empresarios han tenido que hacer un peculiar control de daños. Era el momento de contar a los trabajadores, muchos de ellos emigrantes rurales, que se han reincorporado a su puesto de trabajo. En algunas fábricas de delta del río Perla, al sur del país, las ausencias han alcanzado el 50% de la plantilla. Y las empresas vascas también sufren este problema. "Aunque hoy (por ayer) sólo ha faltado el 5% de los trabajadores, lo cierto es que, desde diciembre, el 35% se ha marchado", reconocía el gerente de una importante implantación industrial guipuzcoana de Kunshan, cerca de Shanghai.
Y todo apunta a que la resaca del año del tigre no se les va a ir ni con aspirinas a quienes tienen negocios en China. Porque el plante de ayer es sólo la punta de un iceberg que puede hundir lo que muchos han denominado como "el paraíso de la mano de obra barata". "Los sueldos se disparan entre un 15% y un 20% anual, y ni siquiera así conseguimos retener a los trabajadores de línea", comentaba ayer este industrial al que el problema de la rotación no le preocupa tanto por su costo, la mano de obra supone sólo el 3% del precio de su producto, sino por las dificultades que provoca para mantener el ritmo de producción. En el pabellón contiguo al suyo, sin embargo, otra marca vasca se ha encontrado con un panorama más complicado: de 35 empleados diez han preferido quedarse en casa sin aviso previo. No va a ser fácil encontrarles sustituto.
Pero mucho peor lo están pasando, sin duda, en el sur de China. En la ciudad manufacturera de Dongguan, por ejemplo, es necesario cubrir 150.000 vacantes y se ofrecen dos puestos de trabajo por cada persona que busca empleo. En Zhongshan hacen falta 130.000 empleados, y en la vecina Shenzhen sólo mil trabajadores se han presentado a la "feria del trabajo" que siempre sigue al Año Nuevo, y que solía atraer a decenas de miles de hombres y mujeres con el petate todavía al hombro. Según el diario oficial China Daily, algunos sectores industriales situados en el delta del río perla, que produce en torno al 25% de todo lo que exporta China y el 10% de su PIB, tienen actualmente un 80% de puestos vacantes. Las empresas, desesperadas, aumentan los salarios hasta un 30%. En vano.
11 MILLONES DE EMPLEOS Sin embargo, hace sólo un año, cuando la crisis mundial se encontraba en su cenit, China se encontró con 20 millones de parados de la noche a la mañana. Las exportaciones se desplomaron y las fábricas tuvieron que actuar rápido. Algunas, casi cien mil, tuvieron que echar el cierre. 2009 fue el año en el que los emigrantes rurales regresaron a sus casas para celebrar el Año Nuevo del buey y no volver.
Ante la posibilidad de un estallido social, el Gobierno también tomó cartas en el asunto con celeridad. Se puso en marcha el mayor plan de estímulo económico de la historia, con más de 420.000 millones de euros en inversiones y con la mirada centrada en desarrollar el centro y el oeste del país. Así, el trabajo siguió a estos emigrantes hasta sus casas, y el Partido Comunista respiró aliviado después de crear nada menos que 11 millones de puestos de trabajo.
Pero ahora la demanda interna ha explotado, las exportaciones se recuperan, y las empresas necesitan poner a pleno rendimiento sus líneas de producción. Pero no tienen con quién. "El trabajador es cada vez más exigente, aunque todo suele reducirse a un tema de salario", explica otro gerente vasco, en este caso del sector de automoción.
"Y el problema está en que, cuando se le sube el sueldo a uno, éste no tarda en ir corriendo a contárselo a sus compañeros y se traslada en un aumento generalizado". Por su parte, diferentes gobiernos regionales están incrementando el salario mínimo, y eso también supone una presión sobre los pequeños márgenes de beneficio de las exportaciones. China no es ninguna ganga.
Pero los trabajadores se plantan. Las condiciones de trabajo son malas y los sueldos no son como para echar cohetes. El mínimo interprofesional oscila entre los 65 y los 120 euros, aunque, como reconoce el industrial de la automoción, "la mayoría termina ganando en torno a 160-200 euros con las horas extra". Claro que ésas dependen de la carga de trabajo de la fábrica, y parte del jornal sale disparado hacia el lugar de origen del empleado, donde espera la familia. Así, no es de extrañar que se den casos como el de Zhang Minggi, un obrero que llegó el domingo a la estación de Guangzhou con la intención de encontrar trabajo pero con las ideas claras: "Si no está bien pagado, me daré la vuelta", contó a China Daily.
Curiosamente, y al contrario de lo que sucedía hace sólo unos años, no es difícil conseguir puestos que requieren cierta formación. El número de nuevos diplomados y licenciados se ha disparado. Eran poco más de dos millones en 2004, y se prevé que superen los seis millones a finales de este año. La competencia, por lo tanto, es brutal y mantiene los salarios en niveles "razonables".
Hace mucho tiempo que deje de reírme de los chinos. Ahora envidio los narices que tienen.