Las órdenes religiosas admiten ya 126 casos de abusos en España, El total de víctimas se eleva a más de 500.

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Y estos son solo los caso que "admiten" ...

Pederastia en la Iglesia Católica
Las órdenes religiosas admiten ya 126 casos de abusos en España
Tras los jesuitas, siete congregaciones reconocen 61 episodios de pederastia, mientras los obispos se niegan a revisar su pasado. El total de víctimas se eleva a más de 500

Iñigo Domínguez
|
Julio Núñez
Madrid - 01 feb 2021 - 09:56 CET

Los abusos de menores en la Iglesia católica en España siguen saliendo lentamente a la luz y, tras el paso de los jesuitas de hace dos semanas, al reconocer 81 víctimas de 65 religiosos desde 1927, y su intención de indemnizarlas, otras congregaciones ya están siguiendo el mismo camino. EL PAÍS ha consultado a 10 de las mayores y siete revelan que también han realizado investigaciones del pasado o están en marcha, e igualmente aceptan compensar a las víctimas. Son meras revisiones de archivos, no estudios rigurosos, que además no han hecho públicos, y están muy lejos de reflejar la realidad de los abusos en España si se comparan con los de referencia en otros países. Por otro lado, de esta decena de entidades, los Hermanos Maristas, La Salle y los Agustinos se siguen negando a revisar su pasado. El resto admite por el momento 61 casos de religiosos pederastas, 42 de ellos desconocidos hasta ahora. Si se suman estas cifras a las de los jesuitas —65 casos, 54 de ellos nuevos según estimaciones de este diario—, las órdenes admiten 126 casos, 96 de ellos desconocidos hasta ahora. Estos números disparan las estadísticas totales y elevan las víctimas de abusos en la Iglesia en España a más de 500, según la contabilidad que lleva EL PAÍS con información de sentencias, medios y sus propias investigaciones, ante la ausencia de datos de la Iglesia y oficiales.

Hasta este mes se conocían 125 casos desde 1986, pero de un plumazo hay que sumar 96 más. Total, 221 con al menos medio millar de víctimas desde 1927. Es decir, en unas semanas se han conocido casi los mismos casos que en 35 años. Y en octubre de 2018, cuando este periódico comenzó a investigar los abusos y abrió un correo electrónico de denuncia, solo se contaban 34 casos. Después, este diario recibió más de 200 mensajes y ha publicado una treintena de casos. La cifra ha ascendido a toda velocidad con numerosas denuncias de víctimas en los medios.

Escolapios, claretianos, corazonistas y Legionarios de Cristo ya han realizado investigaciones internas. Están en ello marianistas y salesianos, que dan cifras provisionales, 28 en el último caso, la más alta tras los jesuitas. El Opus Dei ultima su estudio interno. Estas investigaciones son solo un primer y mínimo paso hacia la verdad. Las órdenes constatan que en el pasado nunca se denunciaba, en la mayoría de las ocasiones solo se trasladaba al acusado, se lo expulsaba o dejaba la congregación, con lo que podía seguir cometiendo abusos en otros lugares y la institución se desentendía. Es solo un primer acercamiento a lo que sucedió. Otra iniciativa ha sido abrir correos electrónicos para recibir denuncias, una vía por la que han aflorado algunos de estos delitos. En otros casos la institución religiosa simplemente se entera por la prensa. A los corazonistas, por ejemplo, solo les consta un caso, el del alto comisionado del Gobierno contra la pobreza infantil, Ernesto Gasco, que reveló haber sido víctima de abusos en una entrevista hace dos meses.

Los escolapios de la provincia central de la orden en España solo han podido rastrear la pista de uno de sus miembros, acusado en 1972, que dejó la orden y acabó en Estados Unidos. Relatan que llegaron a contratar un detective para averiguarlo. Los abusos que han logrado determinar se produjeron en Madrid, Salamanca, Toro y la diócesis de Cádiz-Ceuta. Afirman que del resto no han conseguido saber más, ni dónde ocurrieron.

Las investigaciones de las órdenes no eran conocidas y solo salen ahora a la luz a preguntas de este diario. Sus resultados son muy limitados y no han sido realizadas por personas externas, salvo en la provincia catalana de los claretianos. No ofrecen detalles —nombres, lugar y fecha de los hechos—, que si se divulgaran podrían hacer aparecer más víctimas. Solo arañan la superficie, pero aun así son un avance en la Iglesia española, que hasta 2018 guardaba silencio. Y, sobre todo, pone aún más en evidencia la postura de la Conferencia Episcopal Española (CEE), un caso prácticamente único en los grandes países católicos: se niega a investigar el pasado y a plantearse una indemnización de estas víctimas.

Se cumplen dos años de la cumbre en el Vaticano sobre pederastia, celebrada en febrero de 2019, y la Iglesia española apenas ha dado pasos. Solo se han abierto oficinas de atención a las víctimas en cada diócesis, por orden del Papa. En octubre de 2018 creó una comisión contra la pederastia para actualizar los anacrónicos protocolos vigentes desde 2010, pero más de dos años después nada se sabe de su trabajo. En su web siguen apareciendo los antiguos. La CEE ha optado por no contestar a las preguntas de este diario y se remite a notas y ruedas de prensa de 2020. En noviembre, el portavoz de los obispos, Luis Argüello, solo declaró que las denuncias recibidas eran “cero o muy pocas”.

En cuanto a investigar, la consigna es que cada obispo haga lo que quiera, al contrario que las conferencias episcopales de Estados Unidos, Alemania, Holanda o Francia, que han liderado amplias investigaciones en sus países. En Alemania, los obispos encargaron una auditoría externa. Llevó cuatro años y en 2018 se hizo pública: desde 1946 sufrieron abusos 3.677 menores a manos de 1.670 religiosos. La propia Santa Sede publicó hace dos meses el demoledor informe McCarrick, que señalaba cómo Juan Pablo II y Benedicto XVI habían ignorado denuncias de abusos.

La respuesta de las 70 diócesis españolas ha sido lenta y poco transparente. Salvo algunos casos, en Cartagena, Madrid, Barcelona y Bilbao, los obispados se resisten a hacer públicos los números de casos que llegan a sus oficinas. La gran mayoría se niega a indagar en sus registros y a indemnizar a las víctimas. Lo cierto es que en todos los países la realidad de los abusos del pasado solo ha salido a la luz con auténticas comisiones de la verdad ―de los Gobiernos, de la Iglesia, o de ambos—, que daban la suficiente confianza de seriedad a las víctimas para dar el paso de contar su caso. Si no, siguen ocultas.

“El balance es muy pobre”, opina Juan Ignacio Cortés, autor de uno de los pocos libros sobre el tema publicados en España, Lobos con piel de pastor (San Pablo). “Sigue vigente un protocolo bastante infame, han abierto oficinas en las diócesis, pero se ha hecho muy poco. En España nadie hace nada, no interesa, ni a la Iglesia ni al Estado, que en el pasado debía vigilar porque muchas instituciones, de internados a orfanatos, eran parte del sistema de beneficencia estatal. Incluso ahora en los pocos casos que llegan a los tribunales a las víctimas no dejan de darles palos, como en el caso Gaztelueta, donde el Supremo rebajó la pena de 11 años de guandoca a dos. Hay una falta de sensibilidad total por parte de todos. Todo el mundo dice: qué barbaridad. Pero luego miran para otro lado”.

Infancia Robada, primera asociación nacional de víctimas, cree que pese a las órdenes explícitas del Papa, algunas conferencias episcopales “han avanzado muy poco y otras, como la CEE, nada”. Duda de la efectividad de las oficinas de las diócesis y las definen como “una estrategia de marketing” para lavar el pasado de la Iglesia. De momento, advierten, ninguna se ha puesto en contacto con las víctimas que han acudido a asociación en los dos últimos años, casi un centenar. “Dicen que ayudan a víctimas, pero todavía no han hecho público ningún informe. Tampoco se han puesto en contacto con nosotros”, subraya Juan Cuatrecasas, presidente de la asociación y padre de la víctima del caso Gaztelueta. “Volvemos a repetir que nos abrimos a colaborar con la Iglesia como intermediarios”, dice.

Gemma Varona, criminóloga de la Universidad del País Vasco y que hizo un estudio pionero en 2015 sobre los casos registrados en España, alaba la decisión de las órdenes de investigar, pero ante el único informe conocido, el de los jesuitas, es muy crítica. Opina que el resumen que han divulgado “es incompleto y metodológicamente muy dudoso”. “No explican cómo lo han hecho ni hacen público el estudio completo”, señala. Sobre todo, como han subrayado las víctimas, cree que el número de casos que registra es “ridículo”. “No es creíble, es más, es increíble que se atrevan a ponerlo, hace unos años, como inicio, se podía aceptar, pero llevamos mucho retraso”, apunta.

La investigación de los jesuitas señala que un 1% de sus miembros desde 1927 ha cometido abusos. Los estudios más rigurosos que se han presentado, por ejemplo en Estados Unidos, Alemania, Francia o Irlanda, coinciden en que la cifra media está entre el 4% y el 5% del clero. Por otro lado, informes como el de Pennsylvania en 2018 (300 sacerdotes acusados, 1.000 víctimas) o el más reciente de Francia (1.500 curas, 3.000 víctimas) muestran que frecuentemente un agresor abusa de más de un menor. Varona cree que “los informes deben ser para las víctimas, que son quienes lo necesitan, y por eso deben ser transparentes y bien realizados”. “Hay que contestar estas preguntas: ¿por qué las víctimas no denuncian? ¿por qué no se atreven? A eso se debe un número tan bajo”. Esta especialista trabaja en los últimos años en otro estudio sobre las víctimas, que presentará este año, y en todas las que ha entrevistado “la victimización secundaria es muy clara”: se refiere al nuevo sufrimiento que supone denunciar y no ser escuchado e incluso maltratado por la Iglesia.
“Me han robado nueve años más”

El caso de Javier Paz, víctima de abusos en Salamanca, y una de las primeras en aparecer en televisión en 2014, contando su caso, es significativo: “Me han robado nueve años más, desde que denuncié en 2011, porque confié en ellos, denunciando en el obispado, pero el proceso canónico que hicieron fue un teatro para tenerme engañado y en silencio, hasta que me acusaron de querer solo dinero, me humillaron y decidí salir en la tele. Te machacan otra vez y la herida no se cierra”. Añade, en todo caso, para señalar que otra parte de la Iglesia hace bien su trabajo, que en el actual obispo de Barbastro-Monzón (Huesca), Ángel Pérez Pueyo, sí ha encontrado todo el apoyo. Su último revés: ha pedido al Vaticano la documentación de su proceso canónico y se la han denegado.

Varias órdenes han pagado indemnizaciones o están dispuestas a hacerlo si llega el caso pero, al margen de la compensación económica, Josep Tamarit, catedrático de derecho penal en la Universitat Oberta de Catalunya y especializado en victimología, valora los procesos de justicia restaurativa: “Es un diálogo entre las partes involucradas, y tienen sentido porque muchos son delitos prescritos, no pueden acudir a la justicia penal, y es casi más satisfactorio para las víctimas”. Los escolapios catalanes, que se asesoraron con la Fundación Vicki Bernadet, recurrieron en algún caso a la mediación del defensor del pueblo, el Síndic de Greuges. “Era una víctima que localizamos y no quería saber nada de nosotros, y gracias a la mediación hablamos con él. Fue muy positivo, cayeron muchos fantasmas. Supongo que creyó que encontraría el colegio de los años cincuenta y al tratarnos cambió su percepción. En Navidad me llamó para felicitarme las fiestas”, relata el provincial de esta orden en Cataluña, Eduardo Pini. “Si el Parlament hace una comisión de investigación, que cuenten con nosotros, la Iglesia tiene que afrontar esto e investigarlo”.

“Para las víctimas es muy importante que haya una institución laica e independiente, porque no se fían”, explica una portavoz. del Síndic. “En las reuniones se hizo una escucha activa importante, que alguien les escuche ya es un paso, y luego se hicieron tareas de mediación con las congregaciones”. Los salesianos, por ejemplo, no contemplan indemnizaciones y se han centrado un proyecto de justicia restaurativa en el que, a través de un equipo de trabajo externo de la orden, ofrecen terapias de larga duración, de unos 20 meses. Ya han puesto en marcha nueve de estos procesos donde, subrayan, intentan “además de mejorar la salud de las víctimas, ser reconocidos en el daño sufrido”.

Pero la indignación de las víctimas no es solo con la Iglesia: “Es una vergüenza que el Gobierno no haga nada. Es un tema muy peliagudo y nadie quiere afrontarlo. Basta un grupo de expertos, una dotación económica y abrir un correo, investigar. No cuesta nada y le daríamos la vuelta a esto”, lamenta Manuel Barbero, presidente de Mans Petits y padre de una víctima. Es la asociación que abrió una causa contra los maristas en Barcelona y ha logrado una indemnización de 400.000 euros para 21 familias. “Falta implicación de las instituciones, que deberían haber asumido el protagonismo, como en otros países. En 2010 en Bélgica fue el Parlamento el que intervino, y se creó un órgano especial de reparación en colaboración con la Iglesia”, recuerda Josep Tamarit, catedrático en Derecho Penal de la Universitat Oberta de Catalunya y experto en víctimas. Fue uno de los miembros de la comisión que formó el Síndic de Greuges, el defensor del pueblo catalán, para investigar el fenómeno en Cataluña. El Síndic es una de las pocas instituciones que ha intervenido en el problema: en 2019 creó este equipo para escuchar a las víctimas y presentó un informe el año pasado para el Parlament. Pidió una comisión de investigación de los casos prescritos. También el Gobierno de Navarra ha sido sensible con las víctimas en la comunidad foral: fueron invitadas al parlamento regional, organizó un congreso sobre el problema y les ha financiado terapias psicológicas. En el resto de España, silencio.

Si conoce algún caso de abusos sensuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es
El Estado tampoco ha actuado ante el problema en dos años

La Conferencia Episcopal Española (CEE) y los obispos no son los únicos que no se mueve en la lucha contra los abusos de menores en la Iglesia, el Estado tampoco lo hace. El ministerio de Justicia, cuando estaba al frente Dolores Delgado (en la foto), hizo un primer movimiento en febrero de 2019, como reacción a la alarma social en un momento en que salían a la luz decenas de casos. Pidió a la CEE que le informara de los casos que conocía, un gesto que sentó mal en la jerarquía eclesiástica. Tanto que ni le contestaron. Lo siguiente que hizo Justicia fue pedir un informe a la Fiscalía General del Estado sobre el problema. Ese informe llegó en junio de 2019 y también fue polémico, porque señalaba la “opacidad” de la Iglesia. No obstante, no tenía datos, porque las estadísticas de la Fiscalía recogen los delitos, no la condición o profesión del acusado. En todo caso, el informe instaba a las autoridades a actuar porque “el panorama es deficiente” y se requerían “mecanismos de persecución y reparación en este tipo de conductas”. Es más, señalaba el compromiso de la Fiscalía para “colaborar e implicarse en las iniciativas que pudieran desarrollarse en nuestro país para obtener un conocimiento histórico” del problema. ¿Qué se ha hecho desde entonces? Muy poco.

El sistema estadístico sigue siendo el mismo y no da ninguna información. Un portavoz de la Fiscalía admite que “persiste esa dificultad de recabar los datos”, debido a las aplicaciones informáticas establecidas, y eso no depende de la Fiscalía. La unidad especializada de menores mantuvo contactos con la Conferencia Episcopal y otras instituciones religiosas, para reforzar la detección temprana del delito y la protección de la víctima. También abrió un expediente para recopilar todas las actuaciones en este ámbito, pero reconocen que con la esa época en el 2020 de la que yo le hablo todo se paró. “Este tema preocupa mucho en la Fiscalía y nos lo tomamos muy en serio, pero dentro de nuestro campo de acción y las herramientas que tenemos, nuestro ámbito de actuación es la investigación procesal”. El problema es que la inmensa mayoría de los casos del pasado han prescrito. En Chile, por ejemplo, la Fiscalía asumió la investigación de los casos y llegó a registrar varios obispados en busca de documentación, pero aquí no sería posible, sostiene el ministerio público.

Portavoces de Justicia también reconocen que después no se ha hecho nada. En parte debido a que el cambio de Gobierno en enero de 2020 conllevó el traslado de la competencia de Asuntos Religiosos a la Vicepresidencia Primera, de Carmen alopécico, y allí no han retomado este asunto. El único avance ha sido el anteproyecto de la ley de protección del menor, que amplía los plazos de prescripción. Es una de las principales reclamaciones de las víctimas, pero por otro lado critican que el texto no hace ninguna referencia concreta al problema específico de los abusos de menores en la Iglesia. La ley, en todo caso, está aún a la espera de tramitación parlamentaria.

Las órdenes religiosas admiten ya 126 casos de abusos en España
 
Los abusos sensuales que produce de la inmi gración en España superan esas cifras en un solo día.
Pero recuerda: si es jovenlandesito, no es delito.
 
gaies en la iglesia mandan, betillas. Todo sea por la inclusión y la agenda LGBTOIAUBSGDPANV.
 
Un anónimo destapa el drama del el bichito en la vieja Fe: "Hay pacientes atados. Me pedían que los matara"

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Extracto de la carta de la enfermera que denuncia el drama del viejo hospital La Fe. El Español

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Comunidad Valenciana cobi19
Un anónimo destapa el drama del el bichito en la vieja Fe: "Hay pacientes atados. Me pedían que los matara"

Una decena de sanitarios confirma a EL ESPAÑOL el duro escenario en Valencia: "Nos encontramos fallecidos al ir a verlos por las mañanas".

30 enero, 2021 02:46

Dani Valero @DaValero Valencia

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“El paciente ha acabado en el suelo muerto y ni nosotros sabíamos cuánto tiempo había estado así”. “Tengo pacientes que me han pedido que los matara, porque no podían soportar estar en esas condiciones”. “Una gran parte de ellos están atados. La justificación es que están desorientados, se quitan la vía y no damos abasto. Pero ¿Hay algo más inhumano y desolador que sujetar a una persona de las muñecas?”.
Estas son algunas de las frases del desgarrador escrito de una enfermera anónima sobre la situación en la Escuela de Enfermería del viejo Hospital La Fe de Valencia, reconvertida en el Espai Sanitari Ernest Lluch para la atención de pacientes de la el bichito-19.


EL ESPAÑOL acudió este viernes a las instalaciones para contrastar este testimonio, y una decena de sanitarios confirmaron las dramáticas escenas que viven en el centro, con algunas matizaciones. Pocas.

No se hablaba de otra cosa en las pausas para almorzar o fumar un cigarro junto al edificio. El escrito ha corrido como la pólvora entre los propios trabajadores. "Reenviado muchas veces", advierte WhatsApp al difundir el PDF de autor anónimo. “No sabemos quién es, pero tiene que ser de aquí. Da detalles muy precisos”, indicaban.

“Lo que describe sobre cómo está muriendo la gente aquí se ajusta a lo que está pasando. Pero no solo aquí, en muchísimos lugares de España o del mundo ¿O es que pensabas que la esa época en el 2020 de la que yo le hablo era una broma?”, espetó una de las sanitarias que atendió a este periódico.

El PP lleva al juzgado las “condiciones inhumanas” de los pacientes el bichito en la vieja Fe de Valencia

Los profesionales describen sus experiencias en el lugar con una estremecedora entereza. “Desde luego que nos encontramos fallecidos al ir a verlos por las mañanas. Y por las tardes y a cualquier hora”, afirma uno de ellos. “Claro que inmovilizamos a pacientes. Es durísimo, pero a veces es la única solución cuando están fuera de sí y se arrancan las vías”, justifica una experimentada enfermera.

Mari Luz Gascó, secretaria general del Sindicato de Enfermería SATSE en la Comunidad Valenciana, manifiestó a este diario preguntada al respecto que los hechos descritos por la enfermera “reflejan los graves problemas a los que se están enfrentando los sanitarios”.

“Sanidad de guerra”

Se está haciendo una sanidad de guerra. Los pacientes están muriendo solos y mal atendidos, porque el ratio de profesionales es bajísimo. Los sanitarios están haciendo todo lo que pueden, pero cuando son tantos los pacientes, que encima tienen que estar solos, ocurre esto”, detalla.
El sindicato ha consultado entre sus afiliados para conocer con mayor detalle la situación en la que se trabaja en la antigua Escuela de Enfermería de la vieja Fe.

La carta anónima la firma una “enfermera con corazón” que dice esconder su identidad “por las consecuencias que pueda tener” al difundir su mensaje.

https://s1.eestatic.com/2021/01/29/...cia_ernest_lluch.pdf#page=1&zoom=auto,-20,842

“Desde abril de 2020 tengo el famoso contrato de Acúmulo de Tareas por el bichito-19”, explica. “He ido pasando por diferentes puestos de trabajo hasta que, en noviembre del mismo año, me sacaron del servicio en el que estaba cubriendo una baja para irme a trabajar a la antigua escuela de enfermería ubicada en la antigua Fe de Valencia”, agrega.

Asegura haber pasado “por muchas salas el bichito”. “En todas ellas el ratio enfermera-paciente es de 1/6, además de la persona que está en el control de enfermería para atender el teléfono y pasar material, ya que la carga de trabajo debido al protocolo de vestimenta con EPI es bastante duro”, detalla.

“En el suelo muerto”

“Los pacientes están solos en sus habitaciones y si necesitan algo tienen el telefonillo para comunicarse con el personal sanitario. Por norma general, entras a las habitaciones tres veces si tu turno es de 12 horas diurnas, a no ser que ocurra alguna urgencia y el paciente sea capaz de tocar el timbre para avisarnos”, expone sobre su día a día.

Aquí comienza la parte más desgarradora de su relato: “Digo lo de ser capaz, porque ha sucedido más de una vez que al paciente le ha pasado algo grave, y por no poder avisarnos no nos hemos enterado. El paciente ha acabado en el suelo muerto y ni nosotros sabíamos cuánto tiempo había estado así. También ha ocurrido que si acabamos de quitarnos el EPI después de 3 horas seguidas con él puesto y llama alguien para pedir algo, se le hace caso dependiendo de cómo se valore de urgente esa necesidad, es decir, según la subjetividad del profesional que en ese momento esté”.

Según su testimonio, este funcionamiento provoca “sorpresas muy desagradables”. “Si su edad se encuentra en torno a los 70 años en adelante, la mayoría de pacientes ni son reanimables ni intensivables, por lo que si por la noche tienen una saturación baja, sabiendo cual va a ser su destino (la fin), no se vuelve a entrar a esa habitación hasta las 7 de la mañana. Así, se confirma lo que al inicio del turno se pensaba y se deja morir sola a una persona que ha tenido una vida tan completa como la de cualquier ser humano”, lamenta.

La enfermera tilda de “miseria” las condiciones en las que se encuentran los enfermos: “No tienen agua caliente para ducharse, los telefonillos no funcionan y suenan en el control de enfermería pero no puedes comunicarte con ellos, por lo que tienes que imaginarte lo que les pasa (y como he comentado antes, se entra a las salas el bichito según la valoración subjetiva y el cansancio de cada profesional)”.

Según denuncia, “la gran mayoría de habitaciones son minúsculas, pero dentro hay dos pacientes en camas de no se sabe qué año, una sarama donde se tiran los pañales y empapadores, y no hay ventilación”. “No os podéis imaginar el olor que hay ahí dentro y lo cargado que está el ambiente. No tienen televisión para hacerles las horas algo amenas”, agrega.
Camas de la vieja Fe, en una imagen difundida por la Conselleria de Sanidad. EE

Camas de la vieja Fe, en una imagen difundida por la Conselleria de Sanidad. EE

Los profesionales que atendieron a EL ESPAÑOL a la puerta de este hospital confirmaron que se está haciendo uso de camas muy antiguas y que los pacientes no tienen televisión. Por contra, consideran que la enfermera se excede en la carta “cuando habla de las condiciones de higiene”.
Creo que nos deja mal a las auxiliares. Nosotras también sufrimos la falta de personal de la que habla, pero, por lo que dice, parece que no hagamos nuestro trabajo. Yo muchos días termino sudando del esfuerzo, y no me puedo ni duchar porque en mi planta no hay agua caliente”, replica una de ellas, que sí coincide en este último asunto. “En nuestra planta sí teníamos hoy agua caliente por fin”, apunta otra.

La carta incide en la soledad de los pacientes. “No hay nadie allí que vaya a darles conversación, no tienen visitas de sus seres queridos. Muchos de ellos no saben ni usar un móvil. Te piden ayuda y la grandísima mayoría de veces no puedes dársela porque tienes diez pacientes más a tu cargo y no llegas a todo”, lamenta al respecto.

Según la autora, “las personas ingresadas lloran por el desconsuelo de estar allí, se revuelven en las camas, muchas de ellas pierden el norte, acaban desorientadas y con la fuerza muscular de una lechuga”, lo que atribuye a un mal servicio de fisioterapia.

“No hay nadie que vaya a hacerles rehabilitación en condiciones. Solo se contrata a una fisioterapeuta para todo el hospital” por lo que “aunque haya personas que ingresen siendo capaces de andar con libertad, la mayoría de ellos acaban o muriendo allí o volviendo a sus casas en sillas de ruedas por no poder moverse”, expone.

“Me piden morir”

La enfermera considera que lo que ocurre en la vieja Fe no se ha convertido en un escándalo por la imposibilidad de acceder al edificio. “¿Qué tiene de bueno el que no puedan tener visitas? Que a Conselleria no se le cae el pelo, porque si los familiares vieran las condiciones que hay ahí estarían llenos de denuncias por maltrato”, asegura.

“El trauma psicológico que se nos está creando al personal sanitario que estamos trabajando allí es importante, yo misma he pedido ayuda psicológica por ansiedad. Pero, ¿y los pacientes?, ¿y esas personas que ingresamos allí y tienen que vivir todo esto? Tengo pacientes que me han pedido que los matara, porque no podían soportar estar en esas condiciones”, afirma.

“Me piden que los desate, que los dejemos irse a sus casas. ¿La solución que se da? Al que da más problemas se le droja con Haloperidol para que no estorbe tanto. Los que aún mantienen cierta cordura te gritan que no hay derecho a tenerlos así, y yo no puedo hacer otra cosa que darles la mano y la razón”, lamenta.

La enfermera llega a afirmar que la fin es a veces un alivio para pacientes y profesionales. “Lloro en mi casa, antes de entrar a mi trabajo, a la salida y me muerdo la lengua para no llorar delante de ellos. Las muertes se normalizan y, sobre todo, aquí internamente se agradecen, porque la vida que les damos en el ‘hospital’ no es vida”, defiende.
Vista del edificio de la antigua Escuela Enfermería, convertida en hospital-Covid. EE

Vista del edificio de la antigua Escuela Enfermería, convertida en hospital-el bichito. EE

La Generalitat Valenciana, además de habilitar un hospital de campaña en cada provincia, anunció durante la primera ola la recuperación de espacios en desuso como esta antigua Escuela de Enfermería.

Cuenta con 166 camas y 173 profesionales -13 facultativos, 75 enfermeras, 75 auxiliares (TCAE), 10 celadores y personal administrativo-, según precisó la Conselleria de Sanidad en noviembre, cuando habilitó el espacio debido a la saturación hospitalaria.

Su objetivo era “descongestionar los hospitales de enfermos leves o que no muestran un cuadro clínico complejo”. Pero los profesionales que allí trabajan describen un escenario distinto. “Es al contrario. Esto es un hospital creado solo para casos de el bichito, por eso aquí es todo tan duro y muere tanta gente”, asegura una auxiliar a las puertas del centro.

“Sí hay pacientes más jóvenes en las plantas de abajo que vienen a ‘negativizarse’, que están hasta que dan negativo en las pruebas del bichito” -expone una enfermera de la primera planta- “pero en las de arriba sí hay muchos mayores que no se recuperan”.

“Realidad alterada”

La carta denuncia que las instalaciones carecen de “material, espacio para trabajar y, sobre todo, recursos humanos”. Preguntadas al respecto, fuentes de la Conselleria de Sanidad respondieron a este diario que no entrarían a valorar un escrito anónimo. A su vez, subrayaron que no tenían constancia de ninguna denuncia formal por parte de particulares ni sindicatos sobre anomalías en las instalaciones.

Ya por la tarde, la conselleria de Sanidad envió una nota de prensa en la que tildó de “realidad alterada” el testimonio de la enfermera recogido por este periódico, si bien confirmó varios aspectos de su relato.

En concreto, que el hospital, pese a ser ideado para casos leves, acoge a dos tercios de pacientes graves, el grueso “personas con más de 80 años que, además, padecen muchas enfermedades asociadas”

También confirma que se ven obligados a atarlos. “Cuando se adopta la decisión de aplicar una medida de contención física, el objetivo es evitar una posible caída o que se quite una vía o una sonda”, explicaron.

Denuncia del PP

Por su parte, el diputado autonómico del Partido Popular José Juan Zaplana puso este sábado en conocimiento del Juzgado de Guardia de Valencia las “condiciones inhumanas” y las “graves situaciones de desatención de los pacientes” en el hospital.

En concreto, Zaplana trasladó a la Justicia la carta revelada por EL ESPAÑOL. Según explicó, “tras las consultas con distintas fuentes del ámbito del personal sanitario”, puede “otorgarle veracidad a la carta referida”.
 
No se hasta que punto todo eso es cierto. Es un tema que jamás se había oído hablar de él en siglos y milenios y de repente hace unos 10 años aparecen en todos lados.
Lo que tiene pinta es que son todo casos de infiltrados que hay en la Iglesia desde hace décadas y que se metieron ahí precisamente para esto.
 
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