Yo también repruebo el ruido. Hay una correlación entre baja inteligencia/cultura y ruido. El ruido es cosa de necios, de gente que no piensa, que no lee, que no reflexiona, que no escucha música (no es lo mismo escuchar que oir, y no es lo mismo música que vulgares e inferiores ritmos Sudamericanos y neցroides), gente que no tiene vida interior. Paletos gritones y borreguiles que gustan de arrejuntarse todos juntitos y apelotonados en espectáculos de masas, bares y discotecas. Luego sufren pérdida auditiva y tienen que poner el TV y música a todo volumen, y hablar a gritos.
Al irse a vivir a un sitio, hay que descartar aquellas viviendas que son exteriores y que dan a sitios en donde hay bancos, porque ahí se ponen en verano todos los chusmosos hasta las tantas de la noche.
También hay que descartar pisos con vecinos encima. Es mejor que el "enemigo" esté debajo a que esté encima de ti. Es mejor y más factible patalear al de abajo cuando se propasa en el ruido que golpear el techo.
Los edificios muy antiguos son más ruidosos (y tienen peor aislamiento térmico también) por viejos y por no cumplir ciertos estándares de calidad de construcción. Y los construídos durante la burbuja inmobiliaria son de mala construcción y también son ruidosos. Los mejores son los anteriores a esa fecha, diría yo, ni demasiado antiguos ni demasiado nuevos, construídos sin la avaricia de hacerse rico en una burbuja ni tan viejos que han perdido sus cualidades.
Lo ideal es también huir de sitios en donde hay invasión inmigrante, porque cumplen con lo dicho en el párrafo primero, si hay dinero para irse a un sitio mejor, aunque lo ideal sería que se fueran ellos con los suyos a su país a gritar, a berrear y a hacer el inane, y no nosotros.
El verano es una época especialmente chunga, porque a los chusmosos les parece que tienen derecho a poner la música el doble de fuerte lo que se junta con tener las ventanas abiertas y ya la tenemos liada. El frío, además de mantener más barreras al ruido por cerrar las ventanas y puertas, produce además una especie de recogimiento interior, a diferencia de la expansión psicológica del calor y del verano.