La Unificación de Europa (Y que va a pasar con España), Segunda Edición

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4 Nov 2009
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Siempre que se habla de la salida de Grecia del euro me acuerdo de Starkiller XD, la situacion esta interesante por alli, de verdad habra sido una sorpresa lo del anuncio del plebiscito? y los mandos militares que han sido"despedidos"? q estara pasando por alli?
 

jgl

Madmaxista
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24 Ago 2009
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Recordando unas páginas atrás, con el tema de Rota, el escudo antimisiles y la OTAN.
Supongo que lo habreis leído:

http://www.burbuja.info/inmobiliaria/burbuja-inmobiliaria/260714-se-lia-en-oriente-proximo.html

http://www.burbuja.info/inmobiliari...n-el-gobierno-para-lanzar-un-ataque-iran.html

Ya dije que me recordaba a uno de los capítulos del Alternate Future 2025; lo situaban hacia 2014, y estaban implicados Turquía y los Kurdos

Según dice el artículo en The Guardian, se ha dado visto bueno para adelantar la operación.

Y el 19 se publicó esto:

El Ejército turco entra en el norte de Irak tras los ataques del PKK

no se, no se.....
 

pringaete

Madmaxista
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21 Nov 2010
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Vaya, tenemos ya novelas bélicas.

Lo cachondo es que en los comentarios, nada más y nada menos que los letones dan la bienvenida al oso ruso. Cosas veredes...

Siguiendo la Bonita Hipótesis, lo que toca es el desmembramiento mundial del imperio anglo y su sustitución por nuevas élites e ideologías adaptadas al nuevo mundo. No se puede vivir del management, el petróleo, los portaaviones, el casino financiero y el dólar por más tiempo, igual que no se pudo vivir del catolicismo, el oro de América, los tercios y el monopolio comercial por siempre.

Los imperios colapsan y se reparten. Si Europa se lo monta bien, puede tener una posición privilegiada.

España no tiene ninguna deuda histórica con EEUU y UK; todo lo contrario: su deber es aniquilarlas. Desde Isabel I, hasta Trafalgar y Cuba, la anglificación de Filipinas, el saqueo del s. XX de nuestros hijos hispanoamericanos y demás claman venganza desde las páginas de la Historia.

Franceses, alemanes y rusos han sido vejados también por el poderío pragmático de los que no tienen ambición más allá del saqueo comercial. Destruyamos la Anglosfera. Destruyamos la globalización, el dólar, la economía financiera y devolvamos el Gran Capital a la Industria y la Ciencia.

Ellos están aterrorizados con la serie Felipe II-Napoleón-Hitler-Stalin. No hagamos que se salgan de nuevo con la suya.
Como he dicho antes, España tiene cuitas pendientes con todos esos hijos de fruta, no solo con los anglos. Si nos ponemos patrioteros, los gabachos bien que se merecen varias venganzas. Y los ruskis que se llevaron el oro. Etc.

Así que mejor no destapar la caja pendenciera que vaya a ser que se den cuenta de con quienes andan tratando, ya sabe.
 

pringaete

Madmaxista
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21 Nov 2010
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Inopia
¿Y?... sigo sin ver la relación de que ese estado de cosas desencadene una guerra de pepinos... Si me dices de un mad max temporal (no necesariamente generalizado y sí posiblemente localizado por zonas, países, ciudades más peligrosas u horas más peligrosas...) como transición para que luego comiencen a remansarse las aguas sociales y empezar a ver que hacen los que queden... pues bueno, eso sí lo veo muy posible. Pero una guerra..., GUERRA.... de todos contra todos o algo parecido... no lo veo.
Porque la guerra es una solución "fácil": quita parados, resetea el sistema, demuele edificios e infraestructuras que luego reconstruir, genera miedo y confusión para tomar decisiones dramáticas... etc.

No sería una guerra para todos. Sería una guerra que se libraría en las lindes de los imperios. Más guerra fría, más pisotear a los chicos. Y tal como nos hemos quedado tras este lento desangrar, seríamos de los chicos.

Así que guerra mejor no, que no me viene bien para esas fechas, plis.

Y además, como le han dicho arriba, los europeos no sabemos estar separados sin darnos de ostras. Más de dos mil años de historia lo corroboran. Esta pax es anecdótica y hay que hacer todo lo posible para mantenerla.

Que pronto se pierde en el olvido la sinrazón de la guerra y sus consecuencias... :mad:
 

Alvin Red

El antepenúltimo del floro
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17 Ene 2007
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No es el momento de guerras, a nadie en el fondo le interesan, salvo alguna pequeña escaramuza en países lejanos, sin materias primas, ni industria para ir probando material bélico nuevo y gastar el obsoleto.

Aunque no es descartable algún ataque "preventivo" que la puede liar subida de peso, pero creo, sin llegar a una guerra abierta.

Europa como pueblo se va cohesionando aunque los políticos sigan con su rollo, la gente ve que a pesar de las miles de trampas realizadas por el sistema de castas puede ir logrando avances que ponen cada vez más nervioso a todo el sistema mundial.

La típica crisis de superproducción ha comenzado a extenderse poco a poco y va siendo amplificada por el sistema financiero.

German Unemployment Unexpectedly Rises First Time in More Than Two Years - Bloomberg
Bovespa Falls as Brazil Growth Forecasts Cut Amid Europe Crisis - Businessweek
Surveys show slow growth in China manufacturing - CBS News
India Exports Growth Slows - WSJ.com

Se van a ralentizar los intercambios mundiales debido al menor consumo por el menor poder adquisitivo de los países desarrollados, sea por reducción en salarios, inflación en los países de origen o mayor coste de las materias prima y el transporte. Para esa crisis no hay receta, pues la crisis sera global y en tiempos de crisis es cuando aparece el descontento social, las revueltas y las revoluciones, sean pacificas o no.

Los ejércitos estarán más volcados a controlar la situación interior que a realizar aventuras en países lejanos.

Si se destruye esta Unión Europea, al cabo de unos pocos días aparecerá otra más o menos similar, espero que sin tantos defectos, es la única manera de ir tirando hasta lograr un nuevo equilibrio, aunque el principal escollo que se encontrara la actual o una nueva unión europea sera el mantener las balanzas por cuenta corriente, lo que gasta e ingresa un país equilibradas.
 

Delta_Juliet

Madmaxista
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9 May 2007
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Hay prisa, mucha prisa en democratizar el Magreb..... :pienso:
Hoy en Bloomberg:


Desertec Plans Power-Plant Deal With Algeria, Handelsblatt Says


The Desertec Sahara solar venture expects to sign an agreement with Algeria next month to build a power plant in the North African country, Handelsblatt reported, citing an interview with the project manager.

The proposed plant would be Desertec’s third amowing plans for stations in Morocco and Tunisia, the newspaper said, citing Paul van Son, chief executive officer of Dii GmbH, Desertec’s Munich-based project-management company. No facilities have yet been built.

Desertec Plans Power-Plant Deal With Algeria, Handelsblatt Says - Bloomberg

Creo que somos bastantes los que estamos expectantes sobre el affaire Desertec y el hecho de que aún no se haya construido nada invita a la prudencia. La democratización del Magreb, después de los sucesos conocidos como Primavera Árabe, está en manos de sus ciudadanos y se equivocará fatalmente Europa (y occidente) si pretende interferir y simplificar esos procesos democráticos.

Recomiendo la lectura de algunos artículos publicados en el Real Instituto Elcano

Túnez: retos económicos de la Asamblea Constituyente
Aunque la tarea de la Asamblea Constituyente surgida de las elecciones esté en principio limitada a elaborar una nueva constitución y convocar elecciones, también deberá formular y aplicar la política económica. El futuro gobierno afronta un contexto internacional adverso, una profunda crisis económica interna y unas elevadas expectativas económicas de la población, que se han plasmado en promesas electorales poco realistas. El ganador Ennahdha ha sido especialmente pródigo: crecimiento del 7% del PIB en 2012-2016, lo que implicaría un incremento del PIB per cápita de casi el 40%; o la creación de cerca de 600.000 empleos, casi el número actual de desempleados. Todo ello reduciendo la inflación a la mitad, mejorando el déficit comercial y aumentando la inversión sin endeudarse en el exterior.

Estos objetivos contrastan con la situación de la economía tunecina. El PIB cayó abruptamente en el primer trimestre (-3,3%) y menos de lo esperado en el segundo (-0,5%), para crecer un 1,5% en el tercero. Sólo un fuerte repunte en el cuarto trimestre permitirá al país eludir la primera tasa anual de crecimiento negativa desde 1986. Desde entonces el crecimiento del país se mantuvo en el 4-5%, cerca de su tasa de crecimiento potencial, aunque bajó al 3% en 2009 y 2010. Y ello pese a una expansión fiscal y monetaria considerable, el buen comportamiento de las exportaciones de bienes y una pluviometría favorable que ha procurado cosechas récord. Pero el hundimiento de los ingresos del turismo (una caída del 43% en los primeros ocho meses del año) y de la inversión extranjera (27%), así como la caída de las remesas por la situación libia (7%), se ha traducido en un fuerte presión sobre las reservas, que han caído a niveles históricamente bajos (unos 4-5 meses de importaciones)[1]. Sólo la ayuda de emergencia recibida en agosto del Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo y la agencia francesa de cooperación ha permitido evitar el colapso exterior de la economía. Las previsiones apuntan a que el déficit público se doblará alcanzando cerca del 10% en 2011, mientras que el déficit por cuenta corriente pasará del 2,2% del PIB en 2010 al 8% en 2011.

Debe apuntarse que existe una curiosa división de opiniones, especialmente entre los observadores extranjeros, sobre la interpretación de estos datos. Los optimistas consideran que el deterioro económico ha sido menor de lo esperado, y que el coste económico de la revolución está siendo asumible, en la medida en que el país no ha caído en una recesión profunda y se han empezado a registrar signos de reactivación en el tercer trimestre de 2011. Los pesimistas, concediendo el primer punto, creen que algunos de los factores que han inducido la crisis económica permanecerán en el tiempo, y que el país puede entrar en una fase de indefinición constituyente que deprima las tasas de crecimiento de los próximos años. En realidad, más que opuestas, resultan visiones complementarias con un foco temporal distinto: si bien es cierto que el desastre económico no se ha consumado, no lo es menos que las perspectivas de crecimiento se han reducido y que la incertidumbre sobre el modelo económico no se ha despejado.

Lo que nadie discute es que la situación social se ha deteriorado notablemente, especialmente en materia de desempleo, que se sitúa cerca del 20%. Al medio millón de parados heredados de Ben Alí se han añadido 100.000 desempleados expulsados del sector turístico y actividades conexas, los 50.000 emigrantes tunecinos retornados de Libia, y un número semejante de universitarios licenciados este verano. Dos notas finales pueden ilustrar la naturaleza de los retos económicos de la Asamblea Constituyente. Primero, Fitch ya ha advertido que la conformación de un consenso constitucional es clave para evitar una nueva revisión a la baja del rating de Túnez. Finalmente, tras su triunfo electoral, Ennahdha se apresuró a tranquilizar a los empresarios, los inversores y los socios tradicionales del país con un compromiso con la economía de mercado, el respeto a los tratados internacionales y la apertura a la economía internacional.

[1] Datos y previsiones del Economist Intelligence Unit.
Gonzalo Escribano - Director del programa de Energía, Real Instituto Elcano.
Nota para el “Observatorio: Crisis en el mundo árabe” nº 47, 27 de octubre de 2011


La transición en Egipto (I): los actores (ARI)
Tema: En esta serie de dos ARI se analiza la transición iniciada en Egipto tras la caída del presidente Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero, teniendo en cuenta los actores y los temas que están marcando dicha transición.

Resumen: Han pasado nueve meses desde el desencadenamiento del movimiento popular que resultó en el derrocamiento del presidente Hosni Mubarak después de casi 30 años de ejercicio de un poder cada día más autoritario, represivo, caprichoso, corrupto y alejado de la realidad política, social y económica del país. Los millones de egipcios que se sumaron a las manifestaciones durante 18 días en todas las grandes ciudades del país no tenían, sin embargo, el único propósito de destituir a su presidente de tres décadas. Éste sólo era un medio para realizar sus objetivos esenciales expresados en los tres eslóganes del movimiento: libertad, dignidad y justicia social. Esta realización suponía el desmantelamiento completo del régimen y la construcción de un nuevo sistema político verdaderamente representativo y democrático, que obrara en el interés general, entendido como el de la mayoría de la población. Cabe preguntarse nueve meses después dónde ha quedado la realización de los objetivos del movimiento.

Análisis: Al emprender el análisis del proceso desencadenado en Egipto a partir del pasado 25 de enero, es importante recordar algunas de sus características más significativas. El movimiento popular, cuyos actores consideran como una verdadera revolución y no un simple levantamiento, ha carecido de líderes. Éste fue un movimiento horizontal con participación de grupos diversos llevados por una juventud de clase media y media-alta. Otra característica significativa resultante de la primera es que los revolucionarios de enero y febrero no buscaron hacerse con el poder como fruto de su sublevación. Su movimiento sacudió fuertemente el régimen y lo despojó de toda legitimidad, pero dejó a otros, a los militares, que se deshicieran de su cúpula y que así cosecharan el ejercicio del poder.

Finalmente, el proceso ha tenido lugar dentro de una escena mediática totalmente inédita para movimientos revolucionarios y para la edificación de nuevos sistemas políticos. La multiplicación de medios audiovisuales y de redes sociales permitió una ampliación vertiginosa en magnitud y en velocidad de las protestas y del desafío. Esto fue determinante en la rápida caída del presidente Mubarak. Pero el transcurrir de los meses ha mostrado que esta multiplicación también permitió el surgimiento de una infinidad de actores políticos y sociales que expresan opiniones y actitudes imposibles de ignorar. Los medios de comunicación actuales permiten acceder al estatuto de actores políticos a grupos que no lo podían adquirir previamente. Lo bien fundado de las actitudes y opiniones expresadas por estos importa poco. La multiplicación de medios de comunicación así haría el consenso necesario para acordar reglas y normas y para construir nuevo sistema difícil de conseguir. Pero, tal vez, también haga difícil la supresión de las expresiones de oposición. El autoritarismo sería así casi imposible de reproducir.

Antes de pasar revista a las cuestiones más importantes que plantea cada uno de los dos objetivos de desmantelamiento del régimen y de la edificación de un nuevo sistema político, y las etapas por las que atravesaron desde la caída del presidente Mubarak el 11 de febrero, determinaremos los actores políticos, sociales y económicos más significativos en el período actual de transición que vive Egipto. La multiplicación de actores tratando de influir sobre las opciones del Estado, los nuevos temas planteados y los medios utilizados para actuar en política apuntan todos hacia la modelación de un nuevo sistema político. El nacimiento de éste tropieza con la resistencia del antiguo sistema que se niega a desaparecer. Se trata de saber si habrá continuidad en los sistemas o ruptura entre ellos. O más bien, la pregunta puede ser sobre las medidas en las que habrá continuidad y ruptura. Terminaremos con una conclusión que tratará de los posibles escenarios futuros a corto y medio plazo.

Los actores de la transición política
Seis grupos de actores de la transición pueden ser identificados en la actualidad. El primer grupo es el de los actores estatales, es decir el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) y el gobierno. Luego vienen tres grupos de actores políticos constituidos por los movimientos y partidos religiosos, laicos y los grupos de jóvenes revolucionarios. Un quinto grupo es el de los “residuos”, formado por los nostálgicos del régimen de Mubarak. Finalmente, existe el grupo de actores sociales que plantean cuestiones específicas relacionadas con el nivel de vida, el empleo o la organización social. Es de notar que un gran número de actores, obviamente con excepción de los del primer grupo, siguen sin estatuto jurídico legalizado. Los difíciles criterios de creación de partidos y de organizaciones no gubernamentales impuestos por la ley resultaron en una informalidad de la política. Como en el sector informal de la economía, el acceso es fácil, pero sin estatuto jurídico reconocido, la actividad es frecuentemente de baja productividad y poca calidad y su continuidad es imprevisible. Esto se debe en gran medida al manejo del proceso de transición que trataremos en la siguiente sección.

(1) Actores estatales
El CSFA (también nos referiremos a él como Consejo Militar) ejerce el poder supremo desde que se anunció que el presidente Mubarak había decidido renunciar a ejercerlo y se lo confiaba. En realidad, todo indica que el CSFA pidió o impuso al presidente que dejara el poder y que se retirara al balneario de Sharm El Sheij. El Consejo se compone del jefe de estado mayor, de los comandantes de las fuerzas de tierra, mar y aire, de las zonas militares y de las diferentes ramas del ejército, así como de los vice-ministros de Defensa. El presidente del Consejo es el comandante en jefe de las fuerzas armadas y ministro de Defensa del presidente Mubarak durante cerca de 20 años, el mariscal Muhammad Hussein Tantawy. Todos los miembros fueron nombrados por el presidente Mubarak, trabajaron de cerca con él y se reunieron como CSFA con frecuencia bajo su presidencia. Con excepción de los de su presidente, de su vice-presidente, del jefe de estado mayor y de otros tres o cuatro miembros, los nombres de los otros integrantes del Consejo Militar no son conocidos por el público. El Consejo ejerce los poderes ejecutivo y legislativo después de la disolución de las dos cámaras del Parlamento y de la abolición de la Constitución de 1971.

El gobierno participa con el Consejo Militar en el ejercicio del poder ejecutivo, pero le ha sido netamente subordinado hasta el momento. Curiosamente, el derrocamiento del presidente Mubarak no ocasionó un cambio de gobierno. Permaneció aquel que había sido formado el 31 de enero para salvar al régimen. Fue solamente tres semanas después del derrocamiento que un nuevo gobierno fue formado, pero por el mismo primer ministro y guardando un gran número de ministros de Mubarak. Un mes más tarde, y bajo presión de la calle, el primer ministro fue por fin cambiado. El nuevo fue un candidato de los jóvenes revolucionarios. Introdujo cambios pero guardó un gran número de ministros de la era Mubarak, incluidos aquellos que en plena revolución habían accedido a finales de enero a entrar en el gobierno para salvar al régimen tambaleante. Fue únicamente a mediados de julio que el primer ministro tuvo las manos más libres para formar su segundo gobierno, en donde de un golpe cambió a 14 ministros. Con todo, aunque en un numero mucho más reducido, sigue guardando ministros de la era Mubarak.

(2) Movimientos y partidos religiosos
La principal fuerza política organizada, entre religiosos y no religiosos, es la de los Hermanos fiel a la religión del amores. Su sólida organización se debe a décadas de trabajo subterráneo en la ilegalidad. Aunque se abstuvieran de participar al principio de las manifestaciones iniciadas el 25 de enero, se sumaron a ellas después y su juventud jugó un papel valioso en defensa de la revolución el 2 de febrero, día de la infame “batalla del camello” lanzada por el régimen contra los manifestantes. Los Hermanos fiel a la religión del amores han creado recientemente el Partido de la Libertad y Justicia.

Los salafistas, que de aquí en adelante llamaremos “tradicionalistas”, constituyen el segundo grupo religioso. Éstos están distribuidos en una multitud de grupos. La principal preocupación de los tradicionalistas es la vuelta a los valores del islam de los primeros precursores. Nunca antes se habían manifestado en la escena política. En realidad, basándose en interpretaciones suyas de los textos y de la tradición, siempre se habían opuesto a todo rechazo del poder constituido. En enero, habían explícitamente declarado su oposición a las manifestaciones contra el régimen del presidente Mubarak. Con todo, varios partidos tradicionalistas han sido constituidos. Sobresale entre ellos el Partido al-Nur (la luz), cuya base se encuentra en Alejandría. Se sospecha que los tradicionalistas, y en especial al-Nur, han recibido ayudas financieras sustanciales provenientes de países del Golfo. Estas ayudas habrían permitido a al-Nur abrir decenas de sedes del partido en Alejandría.

La Gama’a Islamiya (asociación islámica) es un grupo de ideas extremas que ha practicado la violencia y recurrido a asesinatos durante los años 80 y 90. A ella se atribuye el asesinato del presidente Sadat en 1981. En los últimos años, y desde las cárceles, se había retractado de sus tesis violentas. La justicia administrativa acaba de reconocer la legalidad de al-Bena’ wal Tanmiya (Construccion y Dsarollo), el partido constituido por la Gama’a.

El Partido del Wasat (centro) es una escisión de hace casi dos décadas de una parte de los entonces jóvenes de los Hermanos fiel a la religión del amores. En lucha continua por su legalización, este partido ha sido más próximo al movimiento social y político, esencialmente constituido por laicos, que el movimiento de sus orígenes. También lo distingue una disciplina menos férrea.

Los sufíes son los últimos componentes de las tendencias religiosas. Nunca habían intervenido en política a pesar de sus millones de adeptos. Una gran hostilidad los separa de los tradicionalistas puesto que estos consideran que los sufíes han desfigurado la pureza del islam de los principios con sus prácticas y su veneración de los santones. De hecho, los sufíes solo quieren preservar sus prácticas y no tienen problema alguno con el sistema social y cultural imperante en el país. Los sufíes han constituido más de un partido como el del Tahrir (liberación) o de Sawt al-Horreya (voz de la libertad).

(3) Movimientos laicos
Tres tendencias pueden ser identificadas entre los movimientos laicos: los liberales, la izquierda y los naseristas. Grupos que atraviesan estas tendencias constituyen el cuarto componente de los movimientos laicos. Aquí sólo pasaremos revista a los partidos y grupos más conocidos en estos movimientos.

Por liberales no se entiende necesariamente a los adeptos de políticas económicas liberales, sino a los partidarios del liberalismo político hecho de multipartidismo, libertad de expresión y asociación, protección de derechos civiles e igualdad entre los ciudadanos, y de Estado de Derecho. Estos abarcan a grupos y partidos desde la derecha económica neoliberal hasta la social democracia, adepta de netas políticas redistributivas y de un claro papel del estado en la regulación y rectificación del mercado. Hay que reconocer, sin embargo, que las diferencias entre los partidos liberales, así entendidos, son difíciles de percibir.

Los liberales incluyen a un partido histórico, el Wafd, que, reconocido legalmente durante el régimen de Mubarak, había sido reducido a un papel de apéndice destinado a garantizar la cosmética aparentemente pluralista del sistema. Los liberales también cuentan con el Frente Democrático que también ya existía en el sistema político previo. Su combate esencial, en el margen del sistema, había sido la instauración de un verdadero pluralismo. Se acaba de unir a los liberales el recientemente legalizado al-Ghad al-Gadid (nuevo mañana). El líder de ese partido, Ayman Nur, y también fundador del antiguo al-Ghad, había sido candidato a las elecciones presidenciales en 2005 y había pagado su atrevimiento con años en la guandoca. Otros partidos recientemente constituidos incluyen a los de los Liberales Egipcios, de corte económico liberal; el Democrático y Social, de orientación socialdemócrata como su nombre indica; al-Adl (justicia), con un matiz de fondo cultural de la religión del amor; y Misr al-Horreya (el Egipto de la libertad).

La izquierda también incluye a un partido cuya representación simbólica en las dos cámaras del Parlamento bajo Mubarak había servido la cosmética del régimen. Éste es al-Tagamo’, que había empezado en los años setenta y ochenta como claro partido de asociación de izquierdas opuesto a las políticas económicas introducidas por Sadat. Otros grupos de izquierda ahora manifestándose públicamente incluyen a partidos que actuaban previamente en la clandestinidad y otros recientemente formados. Entre estos últimos se distingue la Alianza Popular y Socialista, que incluye a ex miembros del Tagamo’ insatisfechos con su liderazgo y con la manera en que el partido se había transformado en apéndice del régimen en el periodo anterior al 25 de enero, así como a intelectuales y personalidades de izquierdas previamente no organizados. El Partido Comunista Egipcio, heredero en nombre por lo menos de una tradición que remonta por lo menos a los años 40, y el Partido Obrero Marxista, después de décadas en la clandestinidad, salieron los dos a la superficie. El Partido Obrero Democrático y la Corriente de Renovación Socialistason otros grupos de izquierda que se han dado a conocer en los últimos meses.

Los naseristas forman el tercer movimiento que quiere distinguir entre política y religión. Como los demás grupos laicos, están divididos en varios partidos y organizaciones como el Partido Árabe Naserista, el Partido Karama (dignidad) y la Campaña Hamdein Sabahi para la Presidencia de la República. Los naseristas subrayan sus temas preferidos de alianza interclasista, socialismo, papel preponderante para obreros y campesinos, y panarabismo pero con una nueva adhesión al multipartidismo.

El cuarto componente de movimientos laicos es aquel constituido por grupos que fueron los primeros en oponerse abiertamente al régimen del presidente Mubarak, al proyecto de sucesión de padre a hijo y a las políticas económicas neoliberales puestas en práctica. Éstos son Kifaya (basta ya), que desde 2004 se opuso en la calle a la reelección en 2005 de Mubarak; el Movimiento 6 de Abril, que toma su nombre de las huelgas de los trabajadores del sector textil en Mahalla el-Kubra por mejores salarios y condiciones de trabajo en 2006; y la Asociación Nacional para el Cambio, que desde 2009 exigía cambios democráticos en el país y declaraba su confianza y adhesión a Muhammad ElBaradei como alternativa presidencial. Este candidato potencial también goza de la adhesión de la Campaña Independiente de Apoyo a Muhammad ElBaradei.

(4) Los partidos de los “residuos”
Los “residuos” (folul) es el término utilizado en el Egipto actual para caracterizar a los nostálgicos del régimen del ex presidente Mubarak y a los que defienden intereses adquiridos gracias a él. Partidos como el antiguo al-Ghad y varios otros recientemente constituidos reúnen a los residuos. No hay que tomar a la ligera el peso que pueden adquirir esos nuevos partidos en zonas rurales donde los lazos tradicionales y los medios financieros de los residuos pueden hacerles ganar influencia en procesos electorales.

(5) Grupos de jóvenes
Si es arduo identificar a los partidos liberales y de izquierdas, hacerlo con los grupos de jóvenes revolucionarios lo es mucho más. Si el decreto ley sobre partidos políticos sigue imponiendo criterios difíciles para la constitución legal de partidos, el único estatuto que puede regir a los grupos de jóvenes es el de las organizaciones no gubernamentales. Éste está incluido en una ley de la era de Mubarak, rechazada por la sociedad civil por las restricciones que impone a la libertad de asociación y por el derecho de intervención en la vida asociativa que le otorga al gobierno. La ausencia de un marco jurídico, la liquidez que caracteriza a cambios revolucionarios y el ahora fácil acceso a la calle y a los medios de comunicación facilitaron la multiplicación de grupos. No se puede saber si tal o cual grupo se limita a un nombre y una pancarta o si implica un grado de organización y goza de influencia. Pero es de entre estos grupos que nació la chispa del cambio en enero, y son esencialmente estos grupos los que mantienen la presión por este mismo cambio.

Entre estos grupos se distingue la Coalición de la Juventud de la Revolución, que agrupa a ocho grupos de jóvenes que van desde la izquierda de Justicia y Libertad pasando por liberales del partido del Frente Democrático, de al-Ghad, del Movimiento 6 de Abril, de la Asociación Nacional para el Cambio y llegando hasta la Juventud de los Hermanos fiel a la religión del amores. Esta Juventud, cabe señalar, ha tenido varios problemas con su organización principal. Su trabajo e interacción con los otros grupos de jóvenes en enero y febrero los acercó a estos y los socializó en las ideas de libertad, igualdad y pluralismo.

Los grupos de la Coalición, con grupos virtuales como Kolonna Jaled Said (todos somos Jaled Said, en recuerdo del joven asesinado por la Seguridad del Estado en Alejandría en el verano de 2010) son indudablemente los máximos artífices del estallido del movimiento popular revolucionario el 25 de enero y de sus posterior desarrollo hasta la caída de su cúpula. La Coalición parece guardar un grado razonable de organización en diferentesciudades del país. La Unión de Juventud de la Revolución es un grupo de jóvenes que declaró su existencia después de la caída del presidente Mubarak el 11 de febrero. La Unión de la Juventud de Maspero, formada por jóvenes coptos, y la Liga de Juventud Progresista son otras agrupaciones activas.Más grupos de jóvenes son creados continuamente a nivel nacional o local. Obviamente, la multiplicación de éstos diluye en particular el peso de la Coalición y de sus grupos constitutivos. Los grupos de jóvenes no han creado partidos políticos. Sin embargo, algunos de sus miembros más notables se han adherido, e incluso participan en el liderazgo, de algunos de los partidos laicos señalados anteriormente.

(6) Actores sociales
En Egipto, la libertad sindical no era respetada. Una sola central sindical, íntimamente vinculada al Estado, supuestamente representaba a los intereses de los trabajadores. Pero los sindicatos de facto establecidos en los últimos dos años o después de la caída del presidente Mubarak se erigieron en actores sociales de peso innegable. La central llamada oficial no desapareció, sin embargo, y siguió librando una batalla de supervivencia. Los círculos económicos privados, sonados en un primer tiempo por las revelaciones sobre la envergadura de la corrupción en que algunos de sus elementos estaban involucrados, recobraron rápidamente su equilibrio. La Federación de Industrias Egipcias (FIE), en especial, y la Federación General de Cámaras de Comercio continuaron defendiendo los intereses del sector privado. Grupos de pensionistas, de desempleados, de empleados precarios, de vecinos de asentamientos informales, de gente sin vivienda y otros se constituían día a día, cada cual presionando por su causa mediante formas de protesta como un sinfín de huelgas y manifestaciones.

Conclusión: Los actores delimitan las fronteras de un sistema político. Su multiplicación después de la caída de Mubarak el 11 de febrero y la diversidad de sus preocupaciones indican una ampliación de facto del sistema político egipcio. Esta diversidad a su vez refleja una sociedad compleja que se resiste a la simplificación con la que algunos actores internos como externos la retratan. Los actores se han situado en relación con los temas del desmantelamiento del régimen, cuya cúpula cayó el 11 de febrero, y de la construcción del nuevo sistema político. Pero el ritmo frenético de los acontecimientos en los últimos meses, la situación económica y las reivindicaciones populares también les han obligado a pronunciarse. Así se ha visto que los actores se pueden dividir en primera instancia en dos grupos: los actores estatales, en particular el CSFA, no parecen desear ir muy lejos en los cambios en el sistema y en sus procedimientos. Esto no debería sorprender puesto que dichos actores provienen del Estado y han sido algunos de sus pilares esenciales en las últimas décadas. Con estos actores estatales, se sitúan los “residuos” del régimen del ex presidente y un gran número de intereses económicos. Los demás actores desean un cambio profundo. Pero surge otra división entre ellos que se refiere en particular al lugar que le corresponde a la religión en el sistema político. Esta división se refleja continuamente ante la perspectiva de las elecciones convocadas para finales de noviembre. En la segunda parte de este análisis trataremos de los temas de la transición y de las actitudes de los actores respecto de esos temas. Además del desmantelamiento del régimen y de la construcción del nuevo sistema político, los recientes acontecimientos han impuesto a la cuestión confesional y a la cuestión de la justicia social como temas centrales de la transición.
Ibrahim Awad
Profesor de políticas públicas en la Universidad Americana de El Cairo
ARI 144/2011 - 26/10/2011


El fin de Gaddafi y la difícil (pero no imposible) construcción de una Libia estable y próspera (ARI)
Tema: Muammar Gaddafi ya no impondrá su voluntad y caprichos dentro y fuera de Libia, pero su sombra seguirá sobrevolando la vida de los libios durante mucho tiempo. La creación de una sociedad de ciudadanos libres en un país abierto al mundo dependerá de cómo pasen página a 42 años de tiranía.

Resumen: Gaddafi tuvo el final que siempre trató de evitar mediante el recurso a la fuerza y al terror: el del prófugo capturado y sometido a la humillación ante el mundo entero. Su eliminación física el pasado 20 de octubre, tras ocho meses de revueltas y siete de enfrentamientos armados con la intervención de la OTAN, y después de dos meses de la caída de su régimen en Trípoli, abre una nueva etapa en la historia moderna de Libia. A nadie se le escapa la dificultad de construir una nación allá donde Gaddafi dejó todo tipo de problemas y fomentó las divisiones y el enfrentamiento. A pesar de las dificultades y de las incertidumbres, la voluntad de deshacerse de esa nefasta herencia puede ser el principal aliciente para que los libios abandonen las viejas prácticas y avancen en la construcción de un Estado moderno con instituciones legítimas y representativas.

Análisis: Las revueltas antiautoritarias iniciadas en Túnez a comienzos de 2011 y extendidas por varios países árabes ya han descabezado a tres regímenes tiránicos. Algo así era inimaginable hace tan sólo un año. A Ben Ali se le permitió huir de Túnez y exiliarse en Arabia Saudí tras pocas semanas de revueltas sociales, cuya represión dejó algunos centenares de muertos y heridos. Mubarak fue depuesto y llevado a juicio tras 18 días de manifestaciones millonarias que recorrieron Egipto y que se saldaron con algunos miles de muertos, heridos y desaparecidos. Gaddafi optó por la resistencia sangrienta que, ocho meses después, ha resultado en decenas de miles de muertos, heridos y damnificados en medio de una destrucción extendida por todo el país. El “decano de los dirigentes árabes” encontró la muerte tras ser localizado por rebeldes libios mientras huía de su último refugio posible en Sirte. Esos tres finales deberían hacer reflexionar a los autócratas árabes que aún siguen en el poder. Parece demostrado que a mayor represión sangrienta del régimen, más dura la respuesta de los opositores y más sonada la caída de quien ostentaba el poder y de su círculo inmediato.

El fin de un tirano
Antes de la caída del régimen de Gaddafi en Trípoli el pasado 22 de agosto, se planteaban los siguientes tres escenarios sobre cómo se podría producir el desenlace tras meses de combates: (1) forzando la retirada de Gaddafi y de sus hijos del poder por medios militares o a través de un “golpe de palacio”; (2) negociando una retirada de los Gaddafi del poder a cambio de mantener cierta capacidad de influencia en el nuevo sistema político; o (3) permitiendo a los Gaddafi una salida segura hacia el exilio.

Entre las distintas fórmulas que iban desde la “continuidad del régimen”, aunque debilitado y con su influencia limitada a ciertos territorios, hasta el “colapso del régimen”, el desenlace de la era Gaddafi contiene algunos aspectos positivos. Muchos hubieran preferido capturarlo con vida y llevarlo a juicio (de hecho, en los vídeos que circulan del momento de su captura se escucha a varios combatientes gritar “dejadlo vivo”, aunque el líder tuvo la “mala suerte” de caer en manos de rebeldes de Misrata, la ciudad martirizada sin piedad por las brigadas de sus hijos). Sin embargo, la muerte de Gaddafi –o su asesinato o ejecución, según determine una investigación independiente– tras su huida de su último bastión y ciudad natal, Sirte, cierra una etapa negra en la historia de Libia, sin que haya posibilidad de vuelta atrás. A falta de que se capture –y, a ser posible, se lleve ante la justicia– al ex heredero oficioso, Saif al-Islam, parece desvanecerse la amenaza de una guerra de guerrillas o de grandes atentados fomentados por los Gaddafi.

Otro de los aspectos positivos es que la desaparición de Gaddafi y de varios de sus vástagos involucrados en la represión y en la corrupción a gran escala, puede permitir que haya una transición más rápida hacia un sistema de gobierno más abierto y legítimo que si los Gaddafi siguieran campando a sus anchas. Por otra parte, las imágenes que se han visto en todo el mundo, en las que el autoproclamado “rey de reyes de África” suplicaba clemencia a los mismos a los que había llamado “ratas” –y cuyas familias, propiedades y vidas había destrozado– después de que lo localizaran escondido en una tubería de desagüe, deben servir de lección para cualquier futuro dirigente del país que tenga la tentación de gobernar recurriendo a los métodos empleados por el “hermano líder de la revolución”. A pesar del alivio que siente la mayoría de la población libia por la muerte de Muammar Gaddafi, no hay constancia de que su liquidación respondiera a una orden de las nuevas autoridades del país.

Un futuro plagado de dificultades, aunque…
Más de cuatro décadas con Gaddafi al frente de un régimen tiránico, personalista y distorsionador de la realidad han hecho mucho daño a una sociedad en la que cerca del 75% de sus habitantes no conocieron a otro líder. El sistema de la yamahiriya (Estado de las masas) ideado por él supuestamente buscaba promover la “democracia directa” a través de consejos locales, comités populares y otros mecanismos asamblearios. Sin embargo, en la realidad sirvió como herramienta para asegurar su poder autocrático y para ejercer el control casi absoluto de la vida política, económica, social y cultural del país. En ese sistema, los lazos tribales y las relaciones de parentesco eran una piedra angular de la organización política, así como un elemento clave para acceder a los recursos y a distintos privilegios. De esa forma, Gaddafi pudo mantener su dominación del país aprovechándose de las divisiones internas que fomentó, de las contradicciones y de la opacidad inherentes al sistema y de la manipulación de las fuerzas políticas y sociales gracias a los enormes ingresos de los que disponía provenientes de los hidrocarburos.

Una consecuencia directa del estilo de gobierno de Gaddafi es que en Libia no ha existido durante mucho tiempo ni una noción clara de ciudadanía ni instituciones sólidas y legítimas. La prohibición de la actividad política y asociativa al margen de las estructuras de la yamahiriya ha dificultado la aparición de una sociedad civil organizada. Sin embargo, eso no ha impedido que el deseo ampliamente extendido de acabar con el régimen de Gaddafi se haya hecho realidad partiendo de una movilización social pacífica en sus inicios, aunque militarizada tras la represión y las amenazas del régimen.

El Consejo Nacional de Transición (CNT), que ha asumido la gestión de los asuntos públicos a la espera de que se forme un gobierno de transición, se enfrenta ahora a una serie de retos formidables, de cuya forma de abordar dependerá el futuro del país. Por un lado tendrá que trabajar por la reconciliación nacional y sanar las heridas abiertas si se quiere que el país prospere y se evite caer en una espiral de violencia y venganzas. A eso hay que sumar los retos de poner las bases para un nuevo sistema político que cuente con la más amplia aceptación popular posible, de recuperar la capacidad productiva de hidrocarburos para sufragar los costes de la reconstrucción y facilitar el desarrollo socioeconómico del país, así como de garantizar el orden y la seguridad interior a través de instituciones legítimas. Un aspecto clave al que se enfrenta el CNT es el desarme, desmilitarización, desmovilización y reinserción de los combatientes que han luchado desde el pasado febrero para derrocar al régimen de Gaddafi, la mayoría de ellos sin formación militar previa y muchos deseosos de volver a sus vidas anteriores.

En línea con lo anterior, existe mucha preocupación por la gran cantidad de armas que han quedado fuera de control, tanto las repartidas por el régimen entre sus leales como las que les arrebataron los rebeldes. Hará falta cooperación internacional para recuperar esas armas y municiones y así evitar que sean utilizadas dentro de Libia o que caigan en manos de grupos terroristas transnacionales o de redes de traficantes. Sean o no empleadas esas armas para crear inestabilidad interna o para cometer atentados en otros países, el hecho es que se le había permitido al brutal régimen de Gaddafi acumular enormes cantidades de material bélico, mucho más del que hace falta para defender al país de amenazas externas. Es necesario que, en la nueva etapa, las grandes potencias inviertan en el desarrollo de la nueva Libia, en lugar de buscar lucro mediante la firma de grandes contratos armamentísticos, más allá de los necesarios para equipar a un reformado ejército nacional al servicio del Estado y no del régimen.

Los rebeldes del CNT tenían en común un objetivo principal que era decapitar el régimen. Una vez logrado, están surgiendo discrepancias entre sus integrantes, que incluyen a nacionalistas, islamistas, liberales, laicos, políticos profesionales, líderes tribales, mandos militares y elites retornadas del exilio. Es de esperar que el CNT se transforme en distintos grupos o partidos políticos, lo que en sí mismo no sería malo para el futuro del país, siempre y cuando se controle a aquellos elementos que no respeten la pluralidad de opiniones y no crean en la alternancia y en el reparto del poder.

Existe el riesgo de que se produzcan enfrentamientos a partir de las divisiones tribales, regionales y étnicas en la lucha por el reparto del poder. Hasta el momento, no se ha recurrido a las armas para dirimir las disputas políticas, en parte debido a que prácticamente todos disponen de armas. De ahí que la clave de cara al futuro inmediato consista en la formación de un gobierno de transición inclusivo y pactado, en el que estén representados los distintos componentes de la sociedad libia comprometidos con el respeto a la diversidad y la convivencia pacífica. Durante los ocho meses que faltan para la celebración de las primeras elecciones libres, tal como ha anunciado el CNT, se deberían asentar las bases del buen gobierno y la transparencia en la gestión de los asuntos públicos y del sector energético.[1] La colaboración internacional es imprescindible para superar con éxito los obstáculos heredados del viejo régimen.

… también hay motivos para el optimismo
Después de recibir imágenes de combates en Libia durante ochos meses y ver la destrucción causada por una campaña militar cruenta, resulta mucho más fácil identificar las potenciales causas de inestabilidad que los posibles factores favorables a una transición antiautoritaria. Como se ha visto más arriba, los retos en la nueva Libia son gigantescos, pero también lo son las ansias de vivir en paz, con dignidad y con justicia social. La población libia ha luchado para dejar atrás la pesadilla que le impuso el régimen de Gaddafi. Precisamente la voluntad de deshacerse de esa nefasta herencia es el principal aliciente para que los libios abandonen las viejas prácticas y avancen en la construcción de un Estado moderno con instituciones representativas y dotadas de legitimidad social.

Libia tiene una población relativamente pequeña (cerca de 6 millones) y bastante homogénea en términos étnicos, lingüísticos y religiosos, lo que puede facilitar la búsqueda de consensos nacionales. Por otra parte, cuenta con las mayores reservas de petróleo de África. Existen distintas teorías sobre la relación entre los recursos naturales y las situaciones de conflicto. Lo que está claro es que los países con rentas per cápita más altas tienen mejores resultados en la etapa de reconstrucción post-conflicto que aquellos con rentas per cápita más bajas, en igualdad de otras condiciones. Libia se encuentra en una situación muy distinta a la de la mayoría de países que salen de conflictos armados y que suelen ser países empobrecidos: los libios disponen de una fuente de ingresos constante que no depende de donantes externos.

A pesar del gran coste humano y económico de los combates de los últimos meses, no se ha producido la partición de Libia en dos o tres mini Estados fallidos, tal como algunos auguraban, ni nada hace creer que eso se vaya a producir en la nueva etapa. Tampoco ha hecho falta una oleada turística terrestre extranjera para acabar con el régimen de Gaddafi, lo que habría sido rechazado frontalmente por la propia población libia y las de los países vecinos. De hecho, la intervención de la OTAN, amparada por Naciones Unidas y apoyada por algunos Estados árabes, ha despertado recelos, pero no ha sido criticada desde amplios sectores de la opinión pública árabe, como habría sido de esperar en otras circunstancias y en otro lugar. El anuncio rápido del fin de la intervención de la OTAN, una vez caído el régimen, podría ser un paso más en el cambio gradual de percepciones en el mundo árabe tras décadas de apoyo occidental a regímenes autoritarios.

El hecho de que el régimen de Gaddafi haya resistido durante varios meses antes de caer ha tenido una consecuencia positiva, ya que el CNT ha tenido tiempo para organizarse –no sin dificultades– y crear las estructuras de un proto Estado que pueda sustituir a la errática yamahiriya. Eso también ha permitido cierto grado de planificación para la reconstrucción post-conflicto del país, por lo que no se parte de un estado de improvisación, aunque necesariamente los planes diseñados tendrán que ir adaptándose a las necesidades y al nuevo contexto. Entre otras cosas, el CNT presentó en agosto un “borrador de Constitución para la etapa transitoria”, elaborado tras meses de debates, que debe servir como base para la construcción de un país más democrático. Asimismo, los representantes del CNT han tenido que viajar por el mundo buscando la aprobación internacional y dando garantías a sus socios y vecinos. Como consecuencia de ello, no ha dejado de recibir reconocimientos internacionales como única autoridad legítima del país.

Un signo positivo de cara a la aparición de una sociedad civil en Libia es que en las zonas orientales del país, que fueron las primeras en ser “liberadas” del control del régimen, la vida continuó con un grado de normalidad más alto de lo que cabía esperar en condiciones tan difíciles. A pesar de que la campaña militar seguía su curso, las nuevas autoridades mantuvieron un nivel aceptable de orden público, facilitaron asistencia humanitaria, ofrecieron una diversidad de servicios a la población y evitaron el desabastecimiento en los mercados. Por otra parte, a pesar de las multitudinarias celebraciones tras la caída del régimen, no ha habido noticias de incidentes graves ni los despojos del gaddafismo han sido capaces de hacer una demostración de fuerza para vengar a su desaparecido líder, aunque seguramente lo intentarán. Esto no significa, ni mucho menos, que el peligro haya desaparecido, pero sí son signos positivos hacia una normalización de la vida en el país.

Entre otras cosas, los libios pueden encontrar, por primera vez en décadas, prensa independiente y variada en los quioscos y sus hijos no tendrán que estudiar el libro verde en el colegio. La nueva Libia tendrá que cultivar el pluralismo y la transparencia frente a la opacidad que caracterizó al gaddafismo. Ese pluralismo se verá beneficiado si las nuevas autoridades son capaces de atraer a las decenas de miles de expatriados y exiliados libios con alta formación profesional y amplia experiencia internacional. La labor de los medios de comunicación nacionales e internacionales tendrá un papel crucial en la nueva etapa. A pesar de los errores y de los abusos cometidos por los rebeldes, los incidentes graves en los que se vieron involucrados periodistas internacionales durante la revolución libia, incluida la muerte y secuestro de varios reporteros y fotógrafos, fueron responsabilidad de las tropas pro-Gaddafi. De cara al futuro, Libia debería dejar de ser el desierto que fue para la prensa internacional durante largas décadas.

El anuncio de la liberación completa de Libia, hecho el pasado 23 de octubre en medio de grandes celebraciones populares, coincidió con las primeras elecciones democráticas celebradas desde el inicio de las “primaveras árabes”. Concretamente en Túnez, vecino inmediato de Libia y el país que demostró que los autócratas árabes no eran más fuertes que sus pueblos. El futuro del proceso democrático en Libia se verá afectado por la evolución de las transiciones ya iniciadas en sus dos vecinos: Túnez y Egipto. A su vez, lo que ocurra en Libia podrá influir en esos dos países, tanto en un escenario de inestabilidad que genere problemas contagiosos, como en caso de una transición fluida donde haga falta mano de obra cualificada, presente tanto en Egipto como en Túnez. El proceso abierto en Túnez, tras la elección de una Asamblea Constituyente, con el fin de redactar una nueva Constitución democrática puede servir de inspiración para las autoridades libia, lo que puede contribuir a moderar algunas de las posturas más extremas.

Algunas consecuencias internacionales
El apoyo internacional ha sido decisivo para el avance de los rebeldes. Aquellos países que colaboraron activamente para evitar el aplastamiento de las revueltas en Libia y contribuyeron militarmente a la caída del régimen de Gaddafi –integrantes del Grupo Internacional de Contacto sobre Libia– aún tienen una enorme tarea por delante. En el nuevo contexto, es imprescindible ayudar a los centros de poder libios a trabajar conjuntamente para mantener el orden en el país y construir un gobierno y una economía que funcionen y sirvan a la población. Para ello, hará falta realizar un importante esfuerzo de asistencia técnica, formación de capacidades y asesoramiento institucional, entre otras cosas. La mejor forma de prestar ese apoyo sería a través de organismos independientes, organizaciones no gubernamentales o Naciones Unidas, con el fin de evitar los efectos no siempre positivos de la competición por tener mayor influencia de algunos gobiernos con afán de protagonismo.

Según algunas informaciones, el coronel Gaddafi podría haber sacado del país más de 200.000 millones de dólares repartidos entre cuentas bancarias e inversiones en empresas e inmuebles en el extranjero.[2] De ser cierto, esa cantidad correspondería a 30.000 dólares aproximadamente por ciudadano libio. Es necesario que se liberen los fondos congelados del anterior régimen, de forma gradual y negociada con un futuro gobierno libio legítimamente elegido. Esos fondos, bien gestionados, pueden contribuir a garantizar la seguridad y la estabilidad de Libia, al tiempo que se promueve el desarrollo socioeconómico y se establecen las bases del buen gobierno. Su empleo con fines productivos dentro de Libia contribuiría a la estabilidad regional y generaría oportunidades de inversión, intercambios comerciales y mayores contactos humanos, lo que ayudaría a normalizar la situación de Libia en su vecindario.

España ha participado activamente en los esfuerzos para acabar con el despotismo de Gaddafi. Ahora debe estar en la primera línea ofreciendo a las nuevas autoridades libias asistencia y asesoramiento para avanzar en la construcción democrática. España tiene una amplia experiencia que puede compartir en ámbitos como la reforma del sector de la seguridad, la vertebración territorial del Estado y el desarrollo económico y social, entre otros. Por otra parte, una incorporación gradual de Libia a los foros regionales sería una ruptura con el pasado y le permitiría participar activamente en los marcos de cooperación euromediterránea, una vez que se den las condiciones para su relanzamiento. España cuenta a su favor con la ausencia de contenciosos recientes y conflictos históricos con Libia. Además, tiene un interés genuino en que las futuras autoridades libias tengan una actitud más abierta hacia el mundo exterior y jueguen un papel constructivo en su entorno norteafricano y mediterráneo, alejándose de las erráticas aventuras a las que Gaddafi arrastró a su país en el pasado.

La caída definitiva de Gaddafi tendrá consecuencias para el resto de regímenes autoritarios árabes. Una vez que los focos dejen de estar puestos en Libia, habrá más presión sobre los regímenes de Damasco y de Saná para que dejen de dar de baja de la suscripción de la vida a sus pueblos y de fomentar las divisiones internas con la esperanza de así poder salvarse. Al principio de las revueltas, los regímenes de Bashar al-Asad y de Ali Abdalá Saleh tenían dos opciones: hacer cambios o ser cambiados. Sin embargo, sus cabecillas hace tiempo que han pasado el punto de no retorno y están dispuestos a dejar a sus respectivos países en un estado de enfrentamiento civil y colapso económico. Es necesario que los gobiernos democráticos trabajen más de cerca con las oposiciones antiautoritarias en esos dos países, y en el conjunto del mundo árabe, pues los procesos de transformación que vive la región siguen en marcha a pesar de las dificultades, y así lo demuestra la caída del gaddafismo.

Conclusiones: Tras la muerte de Gaddafi y el colapso de su régimen, Libia se enfrenta a la enorme tarea de construir una nación allá donde sólo había un vacío político y asociativo al margen de las estructuras de la yamahiriya. Las dificultades de la nueva etapa son inmensas y no resulta difícil identificarlas. Sin embargo, la sociedad libia también cuenta con factores potencialmente favorables a una transición democrática. España, en colaboración con otros países, debe estar en la primera línea ofreciendo a las nuevas autoridades libias asistencia y asesoramiento para construir una nueva nación unificada, responsable y productiva. Una vez que se ha desmoronado el régimen de Gaddafi, a los libios les espera ahora la tarea más difícil: la creación de una sociedad de ciudadanos libres en un país abierto al mundo. A pesar de las dificultades, podrían contar con más elementos a su favor de lo que parece.


[1] Véase Gonzalo Escribano, “Una agenda energética para Libia: seguridad, reconstrucción y gobernanza”, ARI nº 139/2011, Real Instituto Elcano.

[2] “Kadafi had a ‘Staggering’ $200 Billion Stashed Around the World”, Los Angeles Times, 21/X/2011
Haizam Amirah Fernández
Investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano
ARI 145/2011 - 27/10/2011



Pd: para una lectura en profundidad es mejor acudir al original, porque con el copy&paste se pierden los enlaces de referencia de las notas.
 

nief

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No me jodais que se ha ido Starkiller.

Pues buena la hemos hecho, el que es el padre de estos magnificos hilos que desentrañan un poco lo que esta pasando.
 

Tendero

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¡¡¡STARKILLER, VUELVE¡¡¡¡¡
Yo aqui venga a pasar hojas , y resulta que tas ido, por mosqueos con el dueño del bar, shishi¡ y los parroquianos que hacemos?

querido líder entrega (lo necesario para la vuelta de Starkiller)
 

bruto

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¿Hemos entrado en una nueva era? · ELPAÍS.com

TRIBUNA: PAUL KENNEDY
¿Hemos entrado en una nueva era?
La disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis de la ONU son indicadores de cambio que anuncian que hemos cruzado una línea divisoria histórica

Un parteaguas es una línea divisoria de aguas, un límite entre dos zonas en las que las aguas caen en direcciones opuestas. La palabra puede emplearse también para describir un fenómeno histórico y político: un hito, un momento trascendental, el instante en el que las actividades y circunstancias humanas atraviesan la línea divisoria que separa una época de la siguiente. Mientras ocurre, son muy pocos los contemporáneos que se dan cuenta de que han entrado en una nueva era, a no ser, claro está, que el mundo esté saliendo de una guerra cataclísmica, como las de Napoleón o la II Guerra Mundial. Pero esas transformaciones históricas tan bruscas no son el objeto de este artículo. Lo que nos interesa aquí es la lenta acumulación de fuerzas transformadoras, en su mayor parte invisibles, casi siempre impredecibles, que, tarde o temprano, acaban convirtiendo una época en otra distinta. Nadie que viviera en 1480 podía reconocer el mundo de 1530, 50 años después; un mundo de naciones-estado, la ruptura de la cristiandad, la expansión europea hacia Asia y las Américas, la revolución de Gutenberg en las comunicaciones. Tal vez fue la mayor línea divisoria histórica de todos los tiempos, al menos en Occidente.

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Ya no resulta fantasioso imaginar un mundo con tres grandes divisas de reserva: dólar, euro y yuan

Asia da un paso al frente en el escenario, mientras Europa se convierte en un coro distante

Existen otros ejemplos, por supuesto. Cualquiera que viviera en Inglaterra en 1750, antes de que se generalizase el uso de la máquina de vapor, se habría quedado estupefacto al ver sus usos 50 años después: ¡había llegado la Revolución Industrial! En ocasiones, las transformaciones entre una era y otra son incluso más rápidas, como ocurrió con el épico periodo entre 1919 y 1939. A principios de los años treinta, la democracia estaba desgastada, y la economía mundial, en descomposición, pero ¿quién podía imaginar que eso iba a desembocar en guerra y holocaustos?

¿Y qué ocurre hoy? Muchos periodistas y expertos en tecnología destacan con entusiasmo la actual revolución en las telecomunicaciones -teléfonos móviles, iPad y otros artilugios- y sus consecuencias para los Estados y los pueblos, para las autoridades tradicionales y los nuevos movimientos de liberación. De ello hay pruebas evidentes, por ejemplo, en todo Oriente Próximo e incluso en el movimiento Occupy Wall Street, aunque habría que preguntarse si alguno de los profetas de las altas tecnologías que proclaman la nueva era en la política internacional se ha molestado jamás en estudiar las repercusiones de la imprenta de Gutenberg o las charlas radiofónicas de Roosevelt que oían decenas de millones de estadounidenses en los inquietantes años treinta y primeros cuarenta del siglo pasado.

Cada era está fascinada por sus propias revoluciones tecnológicas, de modo que voy a centrarme en algo bastante distinto: los indicadores de cambio que señalan que estamos acercándonos -o tal vez incluso las hayamos cruzado- a ciertas líneas divisorias históricas en el duro mundo de la economía y la política.

El primer indicador es la erosión constante del dólar estadounidense como divisa única o dominante de reserva en el mundo. Quedaron atrás los tiempos en los que el 85% o más de las reservas de divisas internacionales consistían en billetes verdes; las estadísticas fluctúan enormemente, pero la cifra actual se aproxima más al 60%. Pese a los problemas económicos de Europa e incluso China, ya no resulta fantasioso imaginar un mundo en el que haya tres grandes divisas de reserva -el dólar, el euro y el yuan-, con algunas alternativas menores como la libra esterlina, el franco suizo y el yen japonés. La idea de que la gente va a seguir acudiendo al dólar como "refugio" no se sostiene al ver que el país está cada vez más endeudado con acreedores extranjeros. Ahora bien, un mundo con varias divisas de reserva, ¿ofrecerá más o menos estabilidad financiera?

La segunda transformación es la erosión y la parálisis del proyecto europeo, es decir, el sueño de Jean Monnet y Robert Schuman de que las heterogéneas naciones-Estado de Europa se unieran en un firme proceso de integración comercial y fiscal, primero, y luego mediante una serie de compromisos serios e irreversibles de trabajar para un continente políticamente unido. Las instituciones encargadas de hacer realidad ese sueño -el Parlamento Europeo, la Comisión, el Tribunal de Justicia- ya existen, pero la voluntad política de darles auténtica vida se ha desvanecido, tristemente debilitada por el mero hecho de que unas políticas fiscales nacionales muy diferentes son incompatibles con la divisa europea común. Para decirlo claro, Alemania y Grecia, con sus respectivos historiales presupuestarios, no pueden ir juntas hacia unos Estados Unidos de Europa; pero nadie parece tener la respuesta a esta dicotomía, salvo para empapelar las grietas con más eurobonos y préstamos del FMI.

En otras palabras, los europeos no tienen ni el tiempo, ni la energía, ni los recursos para dedicarse a nada que no sean sus propios problemas. Eso significa que existen muy pocos observadores en el continente que hayan estudiado la que podría ser la tercera gran transformación de nuestros días: la enorme carrera de armamentos que está desarrollándose en la mayor parte del este y el sur de Asia. Mientras los Ejércitos europeos están convirtiéndose en una especie de gendarmerías locales, los Gobiernos asiáticos están construyendo armadas para navegar en aguas profundas y nuevas bases militares, adquiriendo aviones cada vez más avanzados y probando misiles de alcance cada vez mayor. Los escasos debates que hay se centran en el refuerzo militar de China, pero mucho menos en el hecho de que Japón, Corea del Sur, Indonesia, India e incluso Australia están imitando su ejemplo. Si la desaceleración del crecimiento económico, los daños al medio ambiente y el desgaste del tejido social en China empujan a sus futuros dirigentes a hacer demostraciones de fuerza en el extranjero -por ahora, la verdad, sus líderes son muy cautelosos-, sus vecinos están preparándose para responder con firmeza. ¿Alguien en Bruselas sabe -o le importa- que 500 años de historia, que representan el mundo de 1500, están a punto de terminarse? Asia se dispone a dar un paso al frente en el escenario, mientras que Europa se convierte en un coro distante. ¿No será este fenómeno, para los historiadores futuros, otra línea divisoria de inmensa importancia en los asuntos internacionales?

El cuarto cambio es, por desgracia, la lenta, firme y creciente decrepitud de Naciones Unidas, en especial de su órgano más importante, el Consejo de Seguridad. La Carta de la ONU se redactó con sumo cuidado para ayudar a que la familia de las naciones disfrutara de paz y prosperidad después de los terribles males del periodo 1937-1945. Pero la Carta era un riesgo calculado: al reconocer que las grandes potencias de 1945 tenían derecho a que se les concediera un papel desproporcionado (como el veto y el sitio permanente en el Consejo), los redactores, sin embargo, confiaban en que los cinco Gobiernos supieran trabajar juntos para hacer realidad los altos ideales de la institución mundial. La guerra fría echó por tierra esas esperanzas, y la caída de la URSS las revivió, pero ahora están volviendo a desaparecer por el cínico abuso del poder de veto. Cuando China y Rusia vetan cualquier medida para impedir que el da repelúsnte régimen sirio de El Assad siga matando a sus propios ciudadanos, y cuando Estados Unidos veta cualquier resolución para detener el avance de Israel en tierras palestinas, la organización mundial pierde su razón de ser. Y da la impresión de que a Moscú, Pekín y Washington les parece bien.

Hemos visto la disminución del peso del dólar, la desintegración de los sueños europeos, la carrera armamentística en Asia y la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU cada vez que se amenaza con un veto; ¿acaso no indican todas estas cosas que estamos entrando en terreno desconocido, en un mundo agitado, y que, en comparación con él, la visible alegría de los clientes que salen de una tienda Apple con un dispositivo nuevo resulta, no sé, sencilla y sin importancia? Es como si estuviéramos de nuevo en 1500, saliendo de la Edad Media hacia el mundo moderno, cuando las multitudes se maravillaban ante cualquier arco nuevo, más grande y más poderoso. ¿No deberíamos tomarnos nuestro mundo un poco más en serio?

Paul Kennedy ocupa la cátedra Dilworth de Historia y es director de Estudios sobre Seguridad Internacional en la Universidad de Yale. © 2011, Tribune Media Services, INC Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
 

Marlo

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no ha sido por los antiero sino que ha sido una implosion por no saber gestionar bien el euro,s eguramente en unos meses ya se esté volviendo a la peseta y el sueño europeo perdiendose por la tuberia del vater
Ni en tus sueños más húmedos.
 

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Ni en tus sueños más húmedos.
respecto a lo del euro lo veo asi, no ha hecho falta nadie de fuera para ver que sin union politica y economica europea la cosa no iba bien
y los paises tienen un cierto aguante no van a estar aguantando años en los que la economia se resienta