Hace un rato que he llegado a casa después de ser presidente de una mesa electoral en Barcelona y aún estoy alucinando. A parte de varias irregularidades que no detallaré para no alargarme, pero que demuestran las enormes fallas del sistema, he alucinado con un montón de cosas. Primero: después del recuento, faltaban un par de votos que no aparecían. La responsable de la junta electoral insistía en que "eso es normal, nunca cuadra". Yo le he dicho que tenía que cuadrar, a lo que dice, "es igual, en este caso los votos que no se encuentren se ponen en blanco y ya está". Luego se ha unido a la fiesta el Apoderado del PP, que insitía en declarar los votos que faltaban como votos en blanco, "vamos, lo que se hace siempre". Yo les he dicho que no, que además, "cómo lo voy a cuadrar luego" y ahí ha venido mi primera sorpresa, me dicen “qué cuadrar?, si ahora cuando firmes el acta todos estos votos van a la basura” y digo “¿cómo? ¿No los tengo que llevar al juzgado escoltado por la policía?” y me dicen, “claro que no, tú a los juzgados llevas solo las actas con los resultados finales” Es decir, pensad en un pueblo o ciudad pequeña de esas de la España profunda donde todos se conocen, se juntan los tres de la mesa y rellenan lo que les sale de las narices porque no hay que entregar luego los votos para demostrar nada. De hecho, si hubiera querido, yo mismo hubiera alterado los resultados, pues en muchos ratos del día hemos estado solos en la mesa dos personas.
Luego viene el cachondeo del voto por correo: a primera hora te entregan un fajo de sobres con los votos por correo, pero a la hora de la verdad, el control es mínimo, por no decir en algún momento nulo. Quién me dice que en uno de esos pueblos de la España profunda no cogen todos los sobres de correo y los cambian por otros. Están todo el día encima de la mesa y nadie los custodia.