Precisamente el texto del testamento de Cristo sirve para ilustrar mi respuesta.
Ya he dicho que Cristo no era menos perfecto cuando nació que cuando predicó como adulto. Toda la gracia del Hijo de Dios estaba presente desde la Anunciación, y se fue desplegando a lo largo de sus años en la tierra.
Del mismo modo, la Iglesia ya existía antes de Pentecostés. Antes del testamento de Cristo (Juan 17), antes de que Cristo la asentara formalmente en Pedro, y antes de la llamada de los apóstoles. Dios había predestinado a esas doce personas para esa misión. Dios sabía que Judas iba a vender a Cristo, que Pedro le negaría, que Juan estaría al pie de la Cruz y que los otros diez se dispersarían. Durante la etapa de formación, Dios sabía que una porción (Juan) iba a aceptar a Cristo con toda naturalidad, que otra porción (Judas) le iba a traicionar escandalizado por el Evangelio (Mateo 11,6), y sabía que en las otras diez porciones se libraría un combate contra el pecado. Asi es la Iglesia: la carne en combate contra el Espíritu, pero el Espíritu siempre vence. Juan y los otros diez estuvieron en Pentecostés, solamente no estuvo allí el que se alejó porque Cristo no le trajo lo que deseaba en el momento en que lo deseaba.
El Espíritu Santo estaba sobre esos doce (sobre toda la Iglesia) desde el designio creador de Dios Padre. No estaba menos presente cuando aun no se había manifestado en el tiempo. De hecho, leyendo todo el Antiguo Testamento se puede seguir la pista del Espíritu Santo desplegándose sobre la Creación hasta encarnarse en un hombre, y desde ese punto, sobre la Iglesia constituida en torno a ese hombre hasta el fin de los tiempos en que todo estará hecho. La Creación no estará completa hasta ese momento, pero mientras tanto aquí estamos. Desde toda la eternidad está el Espíritu Santo en toda su plenitud sobre ese designio del Padre. Que aun no se manifieste plenamente sobre la materia no significa que no esté ya espiritualmente presente en plenitud.
Tengo que volver sobre el libro de Job, pero precisamente habla de esto, del misterio del mal en la Creación. Por qué Dios permitió que el diablo atormentase y tentase a Job? Job maldijo su propia vida tras su desgracia. Se podría argumentar la relación causa-efecto, pero desde la perspectiva de la eternidad, Job tenía la predisposición a automaldecirse ante el mal, es decir, a abrirle la puerta. Esto lo intuyó el diablo y pensó que conseguiría su alma y de ahí el desafío a Dios. Pero Dios sabía que tras su caída, Job recorrería el camino que le llevaría a ponerse en presencia de Dios aunque fuera para acusarle, y que tras la reprensión pediría clemencia. El mal que Dios permitió en la vida de Job sirvió para finalmente curar su debilidad congénita. El sufrimiento de Job fue autoinfligido.
Mi primer impulso en el instante de mi conversión fue el camino protestante de la relación directa con Dios. Un año después estaba confesándome. Tras vislumbrar el mal dentro de la Iglesia mi impulso fue el de señalar la etapa post-conciliar. Y ahora, defiendo al Papa pese a todo y con pleno convencimiento. Este es el camino que me ha hecho recorrer Dios.