La investidura de Biden marca un nuevo punto de inflexión en la historia del mundo

Mateo77

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Entiendo que esa objeción se refiere a que una nueva acción del Espíritu Santo venga a revelar cosas nuevas, es decir, el error es afirmar que la Revelación no esté aun completa.
Yo no sé qué va a ocurrir, pero entiendo que a lo que se refiere la gente que habla de esto es a un impulso de gracia que facilite la conversión de mucha gente. Yo lo veo en mi vida. Durante los muchos años en que no tenía fe tenía una idea difusa de la existencia de Dios, pero era sencillamente refractario al modo de evangelización que se practica en esta época. Y si me convertí no fue directamente por el esfuerzo humano aunque Dios puso a alguna persona puntualmente en mi camino, sino a una acción directa del Espíritu Santo sobre mi. Ahora reconozco la Divina Providencia a lo largo de toda mi vida, no solamente desde mi conversión, pero solo en aquel momento Dios se me acercó.

Supongo que esto es lo que ocurre en toda la conversión, pero creo que el modo en que me ha ocurrido a mi puede ser significativo para esta época porque yo estaba en la misma situación en la que están tantos otros hoy día. En general, si presto atención a algunos de estos mensajes es porque encajan en lo sucedido en mi conversión y en lo que he ido discerniendo a lo largo de mi camino.

Tal y como lo entiendo, Dios busca el mejor momento para que cada persona se convierta. Prepara el camino, "abona la higuera" (Lc 13,6-9), y en el momento en el que la persona está en situación de responder a la llamada libremente, actúa para que la llamada se produzca. Esto se hace por etapas. A lo largo de la vida tenemos momentos cruciales en los que tomamos decisiones que nos acercan u alejan de Dios un poco, y son decisiones libres. De este modo, en el Juicio Final, nadie podrá argumentar que ha rechazado a Dios porque no le conocía, sino que todo el mundo habrá expresado libremente el deseo de acercarse a Dios o de alejarse de Él. En el Purgatorio se acabaría de recorrer el camino que se inició en esta vida, pero lo imprescindible es esa profunda decisión de escoger a Dios o no. Y si el Hijo se encarnó fue para que todos tuviesemos esta oportunidad de escoger en libertad.

Por eso cuando me parece notar que la divina Providencia está actuando en alguna persona o circunstancia suelo recomendar que la gente preste atención a lo que está sucediendo. Externamente puede parecer poca cosa, pero la decisión profunda que se tome puede marcar la vida.
 

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Acepto que puede no ser la mejor forma de expresarlo. Sin embargo, también está la intuición de que el plan de Dios se va desplegando por etapas. Si bien en Cristo está presente toda la plenitud como un germen, este no se ha manifestado aun en su totalidad en la Iglesia. Sin haber nada nuevo, el Espíritu Santo puede añadir un nuevo impulso en cada época destinado a superar y restaurar el daño provocado por una manifestación específica del mal (que a su vez es previamente desatada para traerla a la luz). En ese sentido sería una novedad lo que Dios disponga para clausurar esta sub-etapa histórica (si es que no es ya la última).
 

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Cristo no era menos perfecto cuando era un recien nacido que cuando comenzó su vida pública. Aunque no estuviera plenamente expresada en el tiempo, su naturaleza era la misma. La característica de la vida sujeta al tiempo es la de crecer, multiplicarse.

Mateo 13, 31-33
Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.»​

La potencialidad de la planta ya está plenamente en la semilla. Por esta misma razón un simple óvulo fecundado ya es un ser humano, pero ha de crecer hasta llegar a ser todo lo que está llamado a ser. Y sin embargo, este crecimiento nunca puede ir en contra de su naturaleza, como defienden muchos dentro de la Iglesia al pretender que para seguir creciendo hay que romper con la Tradición, el Magisterio y hasta con las Escrituras.

Es obvio que aunque el Reino de los Cielos ya esté entre nosotros, aun no lo está plenamente. Aun tienen que ocurrir muchas cosas hasta llegar a la plenitud, y sin embargo todas estas cosas ya están presentes en la semilla que vino a traer Cristo hace 2000 años.
 

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Precisamente el texto del testamento de Cristo sirve para ilustrar mi respuesta.
Ya he dicho que Cristo no era menos perfecto cuando nació que cuando predicó como adulto. Toda la gracia del Hijo de Dios estaba presente desde la Anunciación, y se fue desplegando a lo largo de sus años en la tierra.
Del mismo modo, la Iglesia ya existía antes de Pentecostés. Antes del testamento de Cristo (Juan 17), antes de que Cristo la asentara formalmente en Pedro, y antes de la llamada de los apóstoles. Dios había predestinado a esas doce personas para esa misión. Dios sabía que Judas iba a vender a Cristo, que Pedro le negaría, que Juan estaría al pie de la Cruz y que los otros diez se dispersarían. Durante la etapa de formación, Dios sabía que una porción (Juan) iba a aceptar a Cristo con toda naturalidad, que otra porción (Judas) le iba a traicionar escandalizado por el Evangelio (Mateo 11,6), y sabía que en las otras diez porciones se libraría un combate contra el pecado. Asi es la Iglesia: la carne en combate contra el Espíritu, pero el Espíritu siempre vence. Juan y los otros diez estuvieron en Pentecostés, solamente no estuvo allí el que se alejó porque Cristo no le trajo lo que deseaba en el momento en que lo deseaba.

El Espíritu Santo estaba sobre esos doce (sobre toda la Iglesia) desde el designio creador de Dios Padre. No estaba menos presente cuando aun no se había manifestado en el tiempo. De hecho, leyendo todo el Antiguo Testamento se puede seguir la pista del Espíritu Santo desplegándose sobre la Creación hasta encarnarse en un hombre, y desde ese punto, sobre la Iglesia constituida en torno a ese hombre hasta el fin de los tiempos en que todo estará hecho. La Creación no estará completa hasta ese momento, pero mientras tanto aquí estamos. Desde toda la eternidad está el Espíritu Santo en toda su plenitud sobre ese designio del Padre. Que aun no se manifieste plenamente sobre la materia no significa que no esté ya espiritualmente presente en plenitud.

Tengo que volver sobre el libro de Job, pero precisamente habla de esto, del misterio del mal en la Creación. Por qué Dios permitió que el diablo atormentase y tentase a Job? Job maldijo su propia vida tras su desgracia. Se podría argumentar la relación causa-efecto, pero desde la perspectiva de la eternidad, Job tenía la predisposición a automaldecirse ante el mal, es decir, a abrirle la puerta. Esto lo intuyó el diablo y pensó que conseguiría su alma y de ahí el desafío a Dios. Pero Dios sabía que tras su caída, Job recorrería el camino que le llevaría a ponerse en presencia de Dios aunque fuera para acusarle, y que tras la reprensión pediría clemencia. El mal que Dios permitió en la vida de Job sirvió para finalmente curar su debilidad congénita. El sufrimiento de Job fue autoinfligido.

Mi primer impulso en el instante de mi conversión fue el camino protestante de la relación directa con Dios. Un año después estaba confesándome. Tras vislumbrar el mal dentro de la Iglesia mi impulso fue el de señalar la etapa post-conciliar. Y ahora, defiendo al Papa pese a todo y con pleno convencimiento. Este es el camino que me ha hecho recorrer Dios.