Franco no era simple. Sabía que lo de Alemania era una apuesta arriesgada y que con una España desangrada por la guerra civil era una locura salir de un fregao para meterse en otro mucho mayor. Y contra imperios multinacionales globales que poseían todos los recursos, por eso le dio respuestas a la gallega a Hitler. Por eso la condición era que o se derrotaba a Inglaterra, mediante la fallida operación Seelöwe, o España no se unía al esfuerzo bélico. O se derrotaba a Inglaterra o se derrotaba a la URSS, pero nada de guerra en dos frentes, como pasó con la I, que aunque el francés se hubiera hundido, Inglaterra seguía ahí y era cuestión de tiempo que los EE.UU. se metieran a enredar, como siempre.
Franco sabía que Alemania lo tenía difícil contra el resto del mundo, pero debía favores y de ahí lo de la división azul, pero ya en 1.942 empezó a ver que la cosa se tornaba seriamente contra Alemania y la presión de la diplomacia internacional hizo el resto. Y no convenía, después de la derrota de Alemania, cabrear a los aliados, por eso puso las barbas a remojar a tiempo. Tan pronto como lo de Hendaya, que Hitler salió con un cabreo de narices.
