La educación no verbal era la mejor.
Una leche con la mano abierta del profesor evitaba:
- mal comportamiento,
- peleas,
- insultos,
- amenazas,
- indisciplina,
- olvidar quién es la autoridad,
- olvidar que a la escuela se va a aprender,
- perder el respeto...
... entre otras cosas.
Luego se lo decía a tu padre y este reforzaba cariñosamente con la correa lo que el profesor había aplicado en clase, puesto que el profesor era la autoridad en la que tu progenitor había delegado tu educación, por lo tanto si el profesor había tenido que ponerte la mano encima
era por algo. Y así, a correazos, el hijo:
- aprendía a comportarse bien,
- no se metía en peleas,
- no usaba palabras impropias,
- no iba de matón amenazando a nadie,
- era obediente y disciplinado,
- reconocía a la autoridad,
- iba a aprender a la escuela,
- respetaba a todos...
... entre otras cosas.
Todo con un prodigioso método pedagógico no verbal que era una maravilla. Pero llegaron los gente de izquierdas con sus psicólogos, psicopedagogos, dijeron que eso era violencia, que los niños sufrían, que se frustraban y que, ¡por supuesto!, ellos lo harían mucho mejor.
Y hoy tenemos la fosa séptica que tenemos, tanto escolar como social.