A veces alucino con la impresión que tenéis muchos de lo que es montar o tener una empresa.
Pensáis que son todo ayudas del cielo, que no se pagan casi impuestos y que la vida es de tonalidad de rosa.
Y es justamente todo lo contrario. El 85% de las empresas que se crean no llegan ni a los dos años, dejan un pufos terribles a los dueños.
Y pensáis que los empresarios se van de rositas, sí. Os fijáis en el miniejemplo (porque son muy pocos) de tíos con miles de millones de euros que tienen 80 empresas, y si palman 10 y pierden un 30% de su patrimonio siguen siendo inmensamente ricos.
Pero no os fijáis en el 99'9% de los empresarios que solo tienen una empresa y que si tienen que cerrar la empresa se quedan sin nada.
Con deudas (los bancos no prestan a las sociedades si no hay patrimonio que lo respalde, si no se lo prestan a los socios), sin trabajo, sin paro, con acreedores.
Sería bonito (a parte de muy útil) que fuera obligatorio para todos los trabajadores montar una empresa. Tan útil como para todos los empresarios trabajar por cuenta ajena.
Ambas partes están en el mismo barco y a menudo ni se conocen. Ni saben las dificultades del otro, ni sus necesidades, ni cómo optimizar su relación. Mientras se consideren enemigos, no levantaremos cabeza.
Estoy de acuerdo, esto es así en la mayoría de los casos, y añadamos que el empresario también debe conocer y entender las necesidades de los empleados; a veces parece que la comprensión sólo debe tener un sentido. Por otro lado, comparar esos pequeños empresarios de los que hablas con gente como el de la CEOE, vamos, es que no hay manera. El pequeño (y no tan pequeño) empresario que crea que tiene los mismos intereses que el de la CEOE es que vive en los mundos de yupi. Y por supuesto, este se va de rositas, claro que se va de rositas.