Un Ministerio entero convertido en gineceo. Harén de todas las mantenidas –concubinas legítimas, ilegítimas y con contrato; amantes, ex amantes, parientas y demás prespitación encubierta– de sus amos, todas ellas por fin reunidas en sede institucional papo-mancomunada por Real Decreto (sí, el Borbón en persona refrenda tal cosa). Símbolo máximo del manirrotismo femenino polisubvencionado, feminismo como religión oficial del estado, victimismo pasivo-agresivo profesional, drenando miles de euros/hora de las arcas del estado, regadas con la sangre y el esfuerzo de los hombres que deploran y satanizan; dedicadas con denuedo a la confección de calendarios feministas, chochocharlas, talleres de empoderamiento del suelo pelvico y reiki, cupos para el schoscho contra los techos de cristal en zanjas, andamios, galerías mineras y puestos avanzados de combate, y demás políticas inclusivas todo ello teñido de suaves tonos morados. Ah, y el 8 de marzo todas a la calle, huelga de chochos y berzas caidas, para denunciar y visibilizar las brechas salariales y otras pedradas en la cabeza.