Juan Antonio Cortés
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2021_05_06 - Posibles elecciones en Catalunya - Jordi Juan - Director de La Vanguardia
Gustará más o gustará menos la candidata popular Isabel Díaz Ayuso, pero los madrileños están cerca de volver a tener un gobierno regional. En Catalunya, en cambio, siguen sin haber noticias sobre si habrá un gobierno bueno, malo o todo lo contrario. Seguimos en la inopia. Desde enero del 2020 cuando el entonces presidente Quim Torra anunció que la legislatura estaba agotada y que convocaría elecciones tras la aprobación de los presupuestos, Catalunya lleva 15 meses pendiente de la llegada de un nuevo ejecutivo que supere el estancamiento actual. Las elecciones de Madrid y el congreso de Junts de este fin de semana deberían servir de estímulo para no alargar más esta agonía y que los dos grandes partidos independentistas lleguen finalmente a un acuerdo, con la creación de un nuevo ejecutivo, o a un desacuerdo, que facilite un gobierno de ERC, bien en solitario o bien con la CUP.
Pero la hipótesis de que se precipiten unas nuevas elecciones no debería descartarse y más después del resultado producido el martes en Madrid. Los sectores de Junts partidarios de no entrar en el Govern con ERC y propiciar unas nuevas elecciones tienen ahora más argumentos para sus tesis. Son los que siempre han defendido el “cuanto peor, mejor” y ahora se felicitan de la victoria de Ayuso y de la vigencia de Vox. Los populismos se retroalimentan mutuamente. Y muchos independentistas de Junts están convencidos que el auge del PP puede animar a muchos votantes a decantarse por ellos porque son los que tienen una posición más beligerante contra el Estado. Se sienten más reforzados y en cambio ven más debilitados a los que han defendido una vía más pactista, como son el PSOE y ERC. Están convencidos de ganar en una nueva cita con las urnas.
Los republicanos, a su vez, siguen intentando llegar a un acuerdo con Junts y creen que cada día lo tienen más cerca. Los posconvergentes anuncian que consultarán el pacto con sus bases, lo que lo complica todo más. El 26 de mayo está cada día más cerca. Ojalá suceda como en Andalucía, donde se ha impuesto el sentido común y no habrá elecciones anticipadas, pero en Catalunya el seny parece que se haya ido de vacaciones. Veremos. Otras elecciones serían un auténtico desastre.
2021_05_06 - Madrid amanece a trozos - Màrius Carol Consejero editorial - La Vanguardia
No es serio que un sociólogo como José Félix Tezanos dijera a las puertas de las elecciones madrileñas que el PP en Madrid se nuclea en torno a las tabernas. Y añadiera sin pudor que Isabel Díaz Ayuso cuando dice levantar la bandera de la libertad se refiere a la libertad de las tabernas. Poco análisis había en quien vive de ellos. Del presidente del CIS se espera una disección de la realidad, no un exabrupto tabernario. Si la sociología tuviera VAR (con uve), a Tezanos le hubieran sacado tarjeta roja. No una cualquiera, una descalificante.
Madrid no es como aquella ciudad en blanco y oscuro, de señores de bigotito y de espadas que más que torear soñaban con comerse al toro, que retrata Antonio Díaz-Cañabate en Historia de una taberna , escrito en las madrugadas brumosas de 1942. Este caballero tiene una placa en el barrio de Salamanca pues era abogado, crítico taurino y escritor de teatro. Y, además, presumía de no levantarse antes de las tres, no usar el teléfono y no haber entrado nunca en unos grandes almacenes. Sin embargo, supo retratar el Madrid noctámbulo de posguerra: “Los amaneceres de Madrid son chiquitos, porque en Madrid amanece a trozos. Cada calle tiene su amanecer para ella”.
La victoria de Ayuso también es el triunfo del individualismo sobre la solidaridad
Pero ayer la capital se despertó eufórica. Ayuso ganó en los veintiún distritos de la capital, incluidos Carabanchel, Vallecas o la Latina. Y no por un pelo, sino por goleada. Como consecuencia de todo ello, Ciudadanos y Pablo Iglesias fueron enviados a la papelera de la historia. Y el PSOE –no solo sosoman Gabilondo– acabó con la cara llena de hematomas.
Ya hemos visto grandes triunfos de lideresas en Madrid, como el que consiguió Esperanza Aguirre, que no cambiaron la historia del país ni de su partido. Pero el fenómeno Ayuso no se puede despachar en cuatro tópicos o tres frases hechas. La gente del DF ha apostado por sus políticas. No solo la derecha, sino muchos ciudadanos que, siendo electores de izquierdas, entendieron que ahora convenía votarle. Seguramente porque pensaron que a ellos les iría mejor. La solidaridad está bien para aplaudir a los sanitarios, pero ahora manda el individualismo. Y se impone el sálvese quien pueda. Si amanece a trozos, como escribía Díaz-Cañabate, cada uno quiere el pedazo que cree que le corresponde. El fenómeno Ayuso no es exportable a la España vaciada, ni a la España periférica, pero merece un análisis sereno y profundo, no un insulto tabernario.
2021_05_06 - Iglesias o la izquierda plasta - Joaquín Luna - La Vanguardia
Adiós a Pablo Iglesias, el hombre que tuvo una gran oportunidad y la dilapidó. Nada nuevo en cierta izquierda muy antigua que se pierde dando lecciones de moral, ideología y ética hasta conseguir lo que otros con el mal beber: hacerse plastas.
A Pablo Iglesias no le ha derrotado el gran capital, una conjura mediática o las fuerzas tenebrosas, sino los votos del pueblo y la distancia –cada día mayor– entre lo que prometía y lo que hacía hasta culminar en la despedida del berrinche, carente de la generosidad política de la que tanto presumía.
A Iglesias no le ha derrotado el gran capital, sino el pueblo, harto de lecciones
Sin duda, su carrera, su economía y su porvenir son mejores hoy que hace cuatro años, pero deja poco a la sociedad, salvo que en España el bipartidismo o el diluvio.
Naturalmente, el triunfo de Díaz Ayuso es trumpismo y su electorado unos tabernarios a los que les abres los bares y te votan. Tampoco es novedoso: a las izquierdas y sus torres de marfil siempre les ha perdido la soberbia y el desdén por la realidad, eso que en el viejo periodismo se llamaba el pulso de la calle.
He pasado unos días en Madrid haciendo cosas parecidas a Barcelona, con el plus de un café a las seis y cena a las nueve. La diferencia en el estado de ánimo es grande: hay moral de victoria en una ciudad y desánimo en la otra porque a todos nos gusta tener esperanza (a Barcelona también le sobra la política plasta). Madrid ha gestionado diferente la esa época en el 2020 de la que yo le hablo –y antes la política fiscal o un clima de más negocio y menos burocracia–, con un balance sanitario malo pero no tan alejado del de París, Berlín o La Mancha. Y ahora sale el sol. ¿Es pecado?
Al final, Pablo Iglesias era la caricatura del izquierdista enfurruñado, el profesor cuya paga jamás peligra y viene a salvarte del fascismo, el personaje que convierte en debate llevar corbata, contar chistes inofensivos o ir a los toros (con el fútbol, tan megacapitalista , ya no se atreven), cazar perdices o veranear en Torremolinos. Y que pretenden corregir las desigualdades mediante fondos públicos sin entender que proceden de la actividad privada y esta también la generan, en parte, empresarios que pueden ser pequeños e hijos del vecino del quinto.
Sin siquiera darse cuenta, la izquierda solemne y henchida de concienciación está cediendo un espacio que Ayuso llama “libertad” –menos lobos–: disfrutar y vivir la vida sin tantos anatemas. ¿O es que acabaremos en el infierno?
Gustará más o gustará menos la candidata popular Isabel Díaz Ayuso, pero los madrileños están cerca de volver a tener un gobierno regional. En Catalunya, en cambio, siguen sin haber noticias sobre si habrá un gobierno bueno, malo o todo lo contrario. Seguimos en la inopia. Desde enero del 2020 cuando el entonces presidente Quim Torra anunció que la legislatura estaba agotada y que convocaría elecciones tras la aprobación de los presupuestos, Catalunya lleva 15 meses pendiente de la llegada de un nuevo ejecutivo que supere el estancamiento actual. Las elecciones de Madrid y el congreso de Junts de este fin de semana deberían servir de estímulo para no alargar más esta agonía y que los dos grandes partidos independentistas lleguen finalmente a un acuerdo, con la creación de un nuevo ejecutivo, o a un desacuerdo, que facilite un gobierno de ERC, bien en solitario o bien con la CUP.
Pero la hipótesis de que se precipiten unas nuevas elecciones no debería descartarse y más después del resultado producido el martes en Madrid. Los sectores de Junts partidarios de no entrar en el Govern con ERC y propiciar unas nuevas elecciones tienen ahora más argumentos para sus tesis. Son los que siempre han defendido el “cuanto peor, mejor” y ahora se felicitan de la victoria de Ayuso y de la vigencia de Vox. Los populismos se retroalimentan mutuamente. Y muchos independentistas de Junts están convencidos que el auge del PP puede animar a muchos votantes a decantarse por ellos porque son los que tienen una posición más beligerante contra el Estado. Se sienten más reforzados y en cambio ven más debilitados a los que han defendido una vía más pactista, como son el PSOE y ERC. Están convencidos de ganar en una nueva cita con las urnas.
Los republicanos, a su vez, siguen intentando llegar a un acuerdo con Junts y creen que cada día lo tienen más cerca. Los posconvergentes anuncian que consultarán el pacto con sus bases, lo que lo complica todo más. El 26 de mayo está cada día más cerca. Ojalá suceda como en Andalucía, donde se ha impuesto el sentido común y no habrá elecciones anticipadas, pero en Catalunya el seny parece que se haya ido de vacaciones. Veremos. Otras elecciones serían un auténtico desastre.
2021_05_06 - Madrid amanece a trozos - Màrius Carol Consejero editorial - La Vanguardia
No es serio que un sociólogo como José Félix Tezanos dijera a las puertas de las elecciones madrileñas que el PP en Madrid se nuclea en torno a las tabernas. Y añadiera sin pudor que Isabel Díaz Ayuso cuando dice levantar la bandera de la libertad se refiere a la libertad de las tabernas. Poco análisis había en quien vive de ellos. Del presidente del CIS se espera una disección de la realidad, no un exabrupto tabernario. Si la sociología tuviera VAR (con uve), a Tezanos le hubieran sacado tarjeta roja. No una cualquiera, una descalificante.
Madrid no es como aquella ciudad en blanco y oscuro, de señores de bigotito y de espadas que más que torear soñaban con comerse al toro, que retrata Antonio Díaz-Cañabate en Historia de una taberna , escrito en las madrugadas brumosas de 1942. Este caballero tiene una placa en el barrio de Salamanca pues era abogado, crítico taurino y escritor de teatro. Y, además, presumía de no levantarse antes de las tres, no usar el teléfono y no haber entrado nunca en unos grandes almacenes. Sin embargo, supo retratar el Madrid noctámbulo de posguerra: “Los amaneceres de Madrid son chiquitos, porque en Madrid amanece a trozos. Cada calle tiene su amanecer para ella”.
La victoria de Ayuso también es el triunfo del individualismo sobre la solidaridad
Pero ayer la capital se despertó eufórica. Ayuso ganó en los veintiún distritos de la capital, incluidos Carabanchel, Vallecas o la Latina. Y no por un pelo, sino por goleada. Como consecuencia de todo ello, Ciudadanos y Pablo Iglesias fueron enviados a la papelera de la historia. Y el PSOE –no solo sosoman Gabilondo– acabó con la cara llena de hematomas.
Ya hemos visto grandes triunfos de lideresas en Madrid, como el que consiguió Esperanza Aguirre, que no cambiaron la historia del país ni de su partido. Pero el fenómeno Ayuso no se puede despachar en cuatro tópicos o tres frases hechas. La gente del DF ha apostado por sus políticas. No solo la derecha, sino muchos ciudadanos que, siendo electores de izquierdas, entendieron que ahora convenía votarle. Seguramente porque pensaron que a ellos les iría mejor. La solidaridad está bien para aplaudir a los sanitarios, pero ahora manda el individualismo. Y se impone el sálvese quien pueda. Si amanece a trozos, como escribía Díaz-Cañabate, cada uno quiere el pedazo que cree que le corresponde. El fenómeno Ayuso no es exportable a la España vaciada, ni a la España periférica, pero merece un análisis sereno y profundo, no un insulto tabernario.
2021_05_06 - Iglesias o la izquierda plasta - Joaquín Luna - La Vanguardia
Adiós a Pablo Iglesias, el hombre que tuvo una gran oportunidad y la dilapidó. Nada nuevo en cierta izquierda muy antigua que se pierde dando lecciones de moral, ideología y ética hasta conseguir lo que otros con el mal beber: hacerse plastas.
A Pablo Iglesias no le ha derrotado el gran capital, una conjura mediática o las fuerzas tenebrosas, sino los votos del pueblo y la distancia –cada día mayor– entre lo que prometía y lo que hacía hasta culminar en la despedida del berrinche, carente de la generosidad política de la que tanto presumía.
A Iglesias no le ha derrotado el gran capital, sino el pueblo, harto de lecciones
Sin duda, su carrera, su economía y su porvenir son mejores hoy que hace cuatro años, pero deja poco a la sociedad, salvo que en España el bipartidismo o el diluvio.
Naturalmente, el triunfo de Díaz Ayuso es trumpismo y su electorado unos tabernarios a los que les abres los bares y te votan. Tampoco es novedoso: a las izquierdas y sus torres de marfil siempre les ha perdido la soberbia y el desdén por la realidad, eso que en el viejo periodismo se llamaba el pulso de la calle.
He pasado unos días en Madrid haciendo cosas parecidas a Barcelona, con el plus de un café a las seis y cena a las nueve. La diferencia en el estado de ánimo es grande: hay moral de victoria en una ciudad y desánimo en la otra porque a todos nos gusta tener esperanza (a Barcelona también le sobra la política plasta). Madrid ha gestionado diferente la esa época en el 2020 de la que yo le hablo –y antes la política fiscal o un clima de más negocio y menos burocracia–, con un balance sanitario malo pero no tan alejado del de París, Berlín o La Mancha. Y ahora sale el sol. ¿Es pecado?
Al final, Pablo Iglesias era la caricatura del izquierdista enfurruñado, el profesor cuya paga jamás peligra y viene a salvarte del fascismo, el personaje que convierte en debate llevar corbata, contar chistes inofensivos o ir a los toros (con el fútbol, tan megacapitalista , ya no se atreven), cazar perdices o veranear en Torremolinos. Y que pretenden corregir las desigualdades mediante fondos públicos sin entender que proceden de la actividad privada y esta también la generan, en parte, empresarios que pueden ser pequeños e hijos del vecino del quinto.
Sin siquiera darse cuenta, la izquierda solemne y henchida de concienciación está cediendo un espacio que Ayuso llama “libertad” –menos lobos–: disfrutar y vivir la vida sin tantos anatemas. ¿O es que acabaremos en el infierno?