Cierto, el el bichito 19 o los errores médicos de 2020 aumentarán la esperaza de vida en 2020 aunque la reducirán un poco en años posteriores. Sin embargo, ese hecho no puede ser descrito por un experto diciendo "El el bichito 19 hará caer la esperanza de vida" porque el efecto inmediato del el bichito 19 es aumentar la esperanza de vida, no reducirla.
Y esto no es una mera pedantería académica, sino una muestra de que el el bichito 19 no es una epidemia trágica. Una Gripe como la de 1918 ocurrida en 2020, o una epidemia de tuberculosis sin antibióticos, habrían producido, al contrario que el el bichito 19, un fuerte descenso de la esperanza de vida.
En una Gripe de 1918 o en la tuberculosis antes de los antibióticos mueren muchos bebés, niños y veinteañeros, lo que hace que esas epidemias sean trágicas. La epidemia de el bichito no es trágica.
La idea de que las muertes de ancianos por el el bichito y negligencia médica asociada, son muertes que podrían haberse evitado, es una idea buenista, ingenua.
Cuando un país, como es el caso de España, construye una pirámide demográfica totalmente anti-natural, basada en alargar artificialmente la vida de los más mayores, está construyendo algo así como una bomba de relojería en la que la explosión es solo cosa de tiempo.
Esa demografía anti-natural es algo así como un bosque con mucha maleza y completamente seco en condiciones ideales para propagar explosivamente un incendio. Por mucho cuidado que se ponga en que nadie arroje una colilla, tarde o temprano habrá un incendio devastador porque el sistema es inestable.
Esto ocurre por lo siguiente: las causas de fin por razones médicas, como las trombas de lluvia, el consumo eléctrico o el uso de las autopistas, tienen una fuerte variabilidad que produce 'picos'
Aunque el tráfico en las carreteras pueda tener un promedio de 100, hay días en el año con un tráfico 850. Aunque en los días de lluvia normales llueva 6 litros, hay días de lluvia, cada 10 años, que llueven 500 litros.
Esto significa que aunque es posible construir una red de carreteras, una red de alcantarillas o un sistema de distribución eléctrica capaz de hacer frente a la mayoría de las situaciones, no es posible, por los límites de la economía, construir una red de carreteras que no se atasque en la 'operación salida' o una red de alcantarillas que soporte una 'gota fría'
Con un Sistema Sanitario ocurre lo mismo. En 'nivel de atención' sanitaria de esa población muy vulnerable y mantenida artificialmente podría ser de 100 (cifra ilustrativa) en una semana corriente, pero ese nivel de atención podría saltar hasta 650 durante un episodio de emergencia sanitaria, una epidemia, por ejemplo.
Los Estados del Bienestar como el español, permiten mantener esa atención sanitaria de valor 100 en condiciones normales, o sea, permiten mantener el bosque cuando no hay incendio. Con este mantenimiento sanitario en condiciones promedio, mientras los ancianos enferman ordenadamente de uno en uno, el sistema mantiene la ilusión de que esa pirámide demográfica anti-natural puede mantenerse a largo plazo con los recursos económicos disponibles.
Esto, sin embargo, no es cierto. Mantener a medio plazo esa pirámide demográfica no solo exige medios: hospitales, personal, medicamentos, equipo clínico, capaces de alargar la vida rutinariamente en situación normal, con una intensidad 100, sino también ser capaces de la atención en situación de emergencia, con intensidad 650.
Es un caso análogo a los países pobres que se industrializan rápidamente y sin prever el coste real de esa industrialización. En seguida comienzan a haber 'apagones de luz' y atascos en las carreteras, líneas de ferrocarril y puertos. Y es que aunque su sistema de producción y distribución eléctrica puede sostener el consumo durante el 98% del tiempo, el sistema se cae catastróficamente en un apagón el 2% del tiempo que corresponde a los picos.
Occidente, y en especial España, no han calculado el coste y nivel económico real que son necesarios para mantener su anti-natural demografía: no es suficiente con ser capaces de alargar la vida artificialmente a esas personas día a día, sino que hay que tener medios para atender una crisis sanitaria.
Es como dimensionar el parque de bomberos necesario en una ciudad o en una zona forestal: ¿Tiene que tener el tamaño suficiente para erradicar el peor incendio previsto en un año normal? ¿El peor incendio que se produce cada 5 años? ¿Cada 10 años, cada 50, una vez cada siglo?
Si decidimos diseñar el parque de bomberos con la capacidad para afrontar el peor incendio que se produce cada 10 años, podemos estar seguros de que cada 12 años habrá un incendio que los bomberos no lograrán apagar.
La visión cortoplacista de la población y de los políticos crean estos espejismos. Sabemos que la falla de San Francisco matará en unas horas más de un millón de personas algún día o que el Vesubio matará a 1 millón de milaneses en minutos. Sin embargo se crea la ilusión de que no es necesario cambiar de lugar las ciudades de San Francisco o Milán.
Esta es una ilusión pueril y buenista: como se sabe que no es posible asumir el coste de trasladar esas ciudades ni el coste de un Sistema Sanitario 3 veces mayor que el actual, se cruzan los dedos, se cierran los ojos y se desea muy muy fuerte que no ocurran los terremotos, las erupciones volcánicas o las epidemias que dan el pasaporte a los vulnerables.
Sin embargo, cuando invocamos a la catástrofe construyendo ciudades sobre fallas sísmicas que han demostrado su ferocidad, o en las laderas de un volcán activo o construimos demografías explosivas, podemos estar seguros de que la catástrofe ocurrirá.
Siendo optimistas, podemos entregar a un niño de 4 años un mechero y encerrar al niño del mechero en un polvorín, no sin antes advertirle de que no encienda el mechero bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, a veces es mejor no ser optimista para luego no tener que culpar al niño que encendió el mechero, ya que la catástrofe no la causó el niño al encender el mechero.