Hoy he tenido tocamiento de narices, y como esto es un consultorio lo voy a soltar.
Tenemos un toque de queda -jamás pensé que diría esto- y tengo irme a mi casa rapidito que viene Pedro y me castiga. Pero mi cuñada puede seguir yendo a clases de crossfit -ni aforo ni palos- sin mascarilla. No puedo sacar al puñetero perro después del toque de queda, pero mis cuñados se pueden ir de punta a punta de la provincia a jugar al puñetero fútbol en furgonetas llenas de adolescentes. Se jugaba en una ciudad que tiene cierre perimetral además, ojo al dato que es para llorar. Se está hablando de confinamientos "flexibles", confinamientos de fin de semana, confinamientos de su reputísima progenitora, pero no está sobre la mesa hacer algo con mi sobrina que va al colegio con 25 niños en el mismo aula sin ningún tipo de medida. Los colegios no se cierran ¡oiga! y a tomar por ojo ciego la bicicleta. Mi cuñada dando clases con mascaras quirúrgicas chinas, de las chinas malas, que es la que le dan desde la comunidad. Para eso tampoco hay plan.
Pero como narices esto no va a degenerar en disturbios, si hasta los testigos de febrero que somos fieles de la iglesia covidiana de los últimos quince días empezamos a estar hasta la grandísima platano. Empiezo a pensar que ese es plan, que esto estalle y de esa forma justificar la instauración de un régimen tiránico. No me creo lo de la inutilidad, es que es imposible ser tan inútil. Jodidamente imposible.
Con estás medidas no vamos a superar ni la esa época en el 2020 de la que yo le hablo, ni la crisis, ni vamos a conservar derechos, ni nada de nada.
Hasta aquí mi pataleta. Ya son muchos meses lidiando con badulaques en la calle, en la familia, en la política, en los hospitales, y en todos los frentes. Uno pensaba que el país era Paco, pero este tiempo ha sido una sobredosis de realidad brutal.