Ya antes de que empezara toda esta hez, muchas noches malas me metía en la cama y me pegaba a mi chica sintiéndome agradecido por otro día juntos en paz.
Que sí, que las hemos pasado pilinguis, que lo más que nos hemos llevado han sido palos, pero juntos, y que la verdadera suerte es darle a interruptor y se haga la luz, abrir un grifo y salga agua, la nevera y aunque poco, haya algo de comer.
Y que nadie te tire la puerta abajo o tengas miedo de salir a la calle.
No sé si es conformismo, realismo, sentido de la fatalidad o simplemente humildad, pero al menos eso me queda, haberlo sabido valorar y estarlo valorando ahora como las últimas cucharadas de un helado.
me siento amigablemente en el WC mientras pienso en todo el puñetero planeta.