Y hablando de ayuntamientos, algo tendrán que hacer para permanecer, en este caso, esta misma conocida me refirió su anécdota para captar votos de cierta minoría (confieso que puede parecer surrealista, pero creo que a nadie va a extrañar). En este caso, comunicaron al patriarca de esta comunidad lisonjas, a lo que este respondió “ya venís aquí a por los votos eh”. Dejando los sobres, a modo de tributo, que posteriormente son depositados en los buzones de los miembros de su comunidad.
Comunidad que pasó prácticamente impune los años pandémicos, al igual que otra comunidad, que, si bien en mi localidad no es muy perceptible, sí que se dejan ver en sitios como Cáritas o algunos centros de San Juan de Dios, apostados como buitres, que no prueban jamón york.
Con el estrato de los trabajos escasamente remunerados, generalmente en hostelería, por otra comunidad, que suelen hacer gala de un nepotismo tan patrio como el nuestro, diríase que España ha vuelto a una variante aberrante de esa mitificada convivencia de las tres culturas, en este caso zíngaros, hispanos y sarracenos.
Y para “cultura” la que cada vez más jóvenes de mi entorno memorizan en aras de una plaza pública futura; y es que no es ningún secreto que el que no oposita, rema, y el que no, doritocueva. En las semanas que llevamos de 2024 me han dado la buena nueva varios, generalmente de la franja entre 25-35 años, resultando en que ahora conozco más jóvenes con plazas públicas (u opositando a estas) que asalariados y autónomos.
Y con estudios me despido, pues no es raro que comente sobre la educación y los valores que se nos brinda desde la infancia en estos tiempos para proteger a nuestros niños. Hace poco supe de un colegio cuyos árboles (en este caso naranjos, pero no dudo que por toda nuestra geografía haya otras víctimas arbóreas) están rodeados de unas colchonetas, para evitar que se choquen los infantes. Yo siempre abogaba por la mercromina y la alpargata materna en esas situaciones.
No obstante, no sólo físicamente han de ser protegidos nuestros hijos, ya que cualquier trauma puede acecharlos. Así me lo indicaba una profesora, que imparte varias asignaturas de ciencia en un centro privado, y se ve incapaz de corregir falta de ortografía, ya que eso solo compete a las asignaturas de letras. Algunos alumnos con casi 30 años, eso sí. Y es que, al menos en ese centro, no es fácil suspender; es imposible, dada la cuantía que se desembolsa por alumno. Es bastante cliché, pero sucede. Al igual que otros alumnos extranjeros, que perpetúan su estancia en el centro para conseguir la nacionalidad, hecho que desconocía.
Y hablando de nacionalidades, hasta en la inglesa hemos de protegernos, pues no hace mucho, mientras realizaba un examen del idioma (EOI) me surgió como tema que tratar las traducciones “feministas” del malvado Homero, así como la hambruna que asoló Irlanda a mediados del XIX. Adivinen qué tema comentó la docente que querían que cambiaran para no “traumatizar a los alumnos con cosas tan tristes”.
Pero los burbumoris no podemos ponernos tristes ante este océano febril de miseria, locura, sinrazón y desenfreno. Podríamos coger unas palomitas, hasta llegar al siguiente octubre, entre rumanos locos, tractores, asesinatos y sinsabores. Abrazar, si no lo han hecho ya, el nadapasismo, y sin embargo saber que una de las más terribles conclusiones de esta realidad es que no ocurra nada.
Y nuestro sacrosanto hilo continúe.