Lo que espera la industria es un crecimiento muy bajo de la demanda de uranio, puede ser que haya trillones de toneladas pero el caso es que, salvo los chinos, nadie se aventura a construir más centrales, algo saben o se temen que les hace no demandar pese a que está barato.
En cuanto a usar electricidad para calor, es un derroche y no es muy viable si se quiere mantener contenida la demanda eléctrica. Francia tiene un consumo eléctrico cercano al alemán teniendo menos de la mitad de industria y 1/3 menos de PIB y es precisamente por haberse pasado a las calefacciones eléctricas, dando lugar con ello unos picos invernales salvajes en la demanda. Y tampoco les vale para la industria en general, que sigue teniendo que tirar del gas.
Al final tienes que nadie espera un crecimiento importante del consumo de uranio pese a su bajo precio (señal de que no debe abundar demasiado a estos precios), que garantizarse el suministro exige tener cierto poder del blando y del duro (Francia se pasa el día masacrando a jovenlandeses para mantener su chiringuito), y que apenas genera el 10% de la electricidad mundial, que es el 0% en la mayor parte de países. Pero el futuro resulta ser la nuclear, a la que incluso Francia se plantea ir renunciando poco a poco. Puede ser una pequeña fracción del futuro para países que puedan garantizarse el suministro y estén dispuestos a meter dinero público en la construcción de unas centrales que el sector privado se niega a construir.
Obvias la nueva tecnología de extracción a diferentes profundidades y su posterior procesamiento del que algunos países tienen en cuenta para construir nuevos reactores
Si sale bien, problema resuelto otros 150 años
Si sale mal, game over países como Francia
Un proyecto financiado por el Departamento de Energía de EE.UU. ha referido notables progresos al respecto: basándose en el trabajo previo de investigadores japoneses, los laboratorios de Oak Ridge y del Pacífico Noroeste han creado un material que permite extraer el uranio del agua de mar.
El nuevo material se compone de fibras de polietileno trenzadas y recubiertas con amidoxima, un compuesto que, en el agua de mar, atrae el óxido de uranio y se enlaza con él en la superficie de las trenzas. Estas miden unos 15 centímetros de diámetro y presentan una longitud que puede alcanzar varios metros en función de dónde se coloquen.
Luego, un tratamiento con ácido extrae el uranio en forma de iones uranilo, un producto que debe ser procesado y enriquecido para convertirlo en combustible. Los resultados aparecieron publicados en
Industrial & Engineering Chemistry Research.
El procedimiento aún es caro e ineficiente. Pero, según Stephen Kung, miembro de la Oficina de Energía Nuclear del Departamento de Energía de EE.UU. que no participó en el proyecto, encontrar nuevas formas de obtener uranio constituye un paso necesario para planificar el futuro de la energía nuclear. Se cree que las fuentes terrestres de uranio solo durarán un siglo más. "Con este recurso hay que mirar lejos", observa Kung.
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