El arca de La Sagra
Vio Jehová que la maldad de los despojos con apariencia humana era mucha en La Sagra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal; llenarlo todo de mierda, engancharse ilegalmente a la corriente eléctrica, criar perros sin control, cultivar maría y mentir eran las ocupaciones en las que los sagreños pasaban el día.
6 Y se arrepintió Jehová de haber puesto panchitos en La Sagra, y le dolió en su corazón.
7 Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de La Sagra a los okupas e inquilinos, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.
8 Pero Noel halló gracia ante los ojos de Jehová.
Dijo, pues, Dios a Noel: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de basura a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra.
14 Hazte un arca de un contenedor de la Maersk; harás aposentos en el arca, la calafatearás con brea por dentro y por fuera y te cagarás del calor.
17 Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá.
18 Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; dos lumis rumanas, dos lumis panchitas, dos lumis moriscas y dos lumis sagreñas de pura cepa.
El año seiscientos de la vida de Noel, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y llovió durante cuarenta días y cuarenta noches.
Al día cuarenta y uno del diluvio, abrió Noel la puerta y se encontró con los propietarios de los putis, que le increpaban y le exigían el pago de un mes y diez días de servicios sexuales.
-¿Pero que no os habéis ahogado, jombres impíos?, preguntó Noel.
-¿Ahogado? Te vamos a ahogar a ti si no pagas, cabrón, listo los cojones; íralo al tío, qué cachondo, no te jode.
Jehová no había tenido en cuenta el tórrido clima sagreño.
Los cuarenta días y cuarenta noches de lluvia habían dejado un barrillo apenas molesto, que al caer la tarde estaba ya reseco.