Evolucionismo, antirracismo y zoofilia. Nuestros "hermanos" los primates y orangutanes.

Voy de intimidador cuando sé que alguien viene a engañar. Es muy fácil verlo cuando se entienden las técnicas usadas. @ESC por ejemplo, piensa muy distinto que yo, u @ominae en algunos temas, pero no les hablaré sin respeto, porque no vienen con ánimo de engañar, sino de compartir opiniones.

Luego, por mucho que tengamos algunas guías ideológicas o filosóficas o incluso religiosas y espirituales de cierto eclecticismo no nos libra nadie, e incluso dentro del cristianismo este se "lava las manos" (entiéndase la expresión) en tanto en cuanto a libre albedrío y miserias existenciales se refiere. Ya decía el propio Jesucristo aquello de "al Cesar lo que es del Cesar".

Estamos ahí, vendidos sobre ciertos aspectos como quien dice. En nuestro libre albedrío.

Sobre el tema del hilo, yo lo que percibo es una "fuente de conflicto" a secas (entiendo que se está hablando de identidades raciales así como de fenotipos y genotipos) y todo lo que sea minimizar dichas fuentes de conflicto pues .... es un tema peliagudo.

¿Si desdeñas el conflicto y tienes fe ciega ya lo solventas?. No. Ya sea dicha fe desde un punto de vista cristiano o incluso humanista como muchos pretenden.

¿Cómo minimizas dicha fuente de conflicto Cesard?. ¿O no nos preocupamos por minimizar los conflictos?.

.....

Por pura casualidad youtube me ha recomendado el siguiente vídeo unos minutos antes de entrar en el foro:



No me lo he tragado entero, he pasado al minuto 10:53. La señora declara lo siguiente:

"Estamos en pleno siglo en el que todos queremos ser cosmopolitas".

Pues no, señora, no todos quieren ser cosmopolitas. Váyase usted a Kenia o a China y hábleles de cosmopolitismo.

Por lo tanto aquí tenemos una fuente de conflicto la cual en vez de tratar de minimizarla endureciendo la nacionalidad incluso hemos entrado en estado de endofobia. Porque llevan taladrando a la población durante décadas con que ser blanco es una fruta cosa.

Si te paras a pensarlo, en el largo plazo, Europa se mestiza y otras regiones del globo operan como una especie de parque natural protegido preservador de ciertos fenotipos y genotipos....

Conflicto Cesard. Conflicto.

¿Cómo minimizarlo?, pues con cierta mesura, algo que ni está ni se lo espera.
 
Última edición:
Y habría que preguntarle a esa misma señora si le agradaría que toda Africa decidiese mestizarse mientras ahonda en una endofobia. Estoy convencido de que en algún rincón de su cerebro tal perspectiva no le haría ni puñetera gracia por mucho que declarase lo contrario.

.....

Por lo tanto. @Ejquelosfajsistassonellos, ya me dirá.
 
Última edición:
Que el nazismo perseguía a los judíos y los perseguía por su raza, no por su religión?
El nazismo no "persiguió" a los judíos, simplemente les retiró todos sus derechos legales (por criterios raciales, evidentemente), relegándolos a ciudadanos de segunda clase que quedaron sujetos a una legislación especial para extranjeros. Y las autoridades alemanas fomentaron y favorecieron en todo momento su inmi gración.

Hay que tener ciudado con estas "matizaciones" semánticas, pues sabemos a donde nos conducen muchas veces. El sistema no se cansa de recordarlo día y noche... ¡cámaras de gas! o_O
 
Las trolas de los mentirosos ya las conozco:



Ver archivo adjunto 1666208

Y luego todas las veces, y son unas cuantas, donde Hitler denunciaba la masacre de cristianos en Rusia y España, denuncias que ni hicieron todas los países "democristianas", ni Inglaterra ni EEUU ni cosas.

Vaya a engañar a su progenitora, por favor.

Este artículo menciona muy bien que Hitler despreciaba el ateísmo pero tampoco era muy amigo del cristianismo.
 
Este artículo menciona muy bien que Hitler despreciaba el ateísmo pero tampoco era muy amigo del cristianismo.

Sí, ya sé que a los troleros las citas y los hechos de Hitler os importan una cosa, si no las webs de troleros como vosotros y de una web de "historia para ateos"
 
Este artículo menciona muy bien que Hitler despreciaba el ateísmo pero tampoco era muy amigo del cristianismo.
Ninguno de los dos sois sinceros con este tema.
La Alemania nancy toleró todas las creencias religiosas que no atentasen contra el estado y la raza y garantizó y protegió el culto de sus seguidores, pero el Estado fue aconfesional, y le retiró a la iglesia su poder de intervención en el mismo, relegándola únicamente a sus funciones pastorales.
Solo hay que observar la propaganda elaborada en el III Reich para constatar que no encontrarás en ella ni una sola representación cristiana y ni la más mínima referencia a nuestro señor Jesucristo.
 
Ninguno de los dos sois sinceros con este tema.
La Alemania nancy toleró todas las creencias religiosas que no atentasen contra el estado y la raza y garantizó y protegió el culto de sus seguidores, pero el Estado fue aconfesional, y le retiró a la iglesia su poder de intervención en el mismo, relegándola únicamente a sus funciones pastorales.
Solo hay que observar la propaganda elaborada en el III Reich para constatar que no encontrarás en ella ni una sola representación cristiana y ni la más mínima referencia a nuestro señor Jesucristo.
Aun que eso no quita el hecho que el Vaticano nunca fue aliado del Tercer Reich.
 
Bueno, mucho se ha hablado, escrito y deliberado sobre el ahora famoso Plan Kalergi y sus objetivos a corto plazo para mestizar y marronizar Europa y Occidente. No obstante, hay que señalar que los planes para la Europa del siglo XXI ya estaban de antemano diseñados.

El primer espaldarazo a las tesis antirracistas con las que se pretende sumergir a la raza blanca en el fango del mestizaje vienen de la mano de Charles Darwin, un naturalista aficionado, cuyas teorías, desarrolladas cuando tan sólo contaba con 24 años, fueron cálidamente acogidas y ampliamente divulgadas por la masonería a cuya fraternidad pertenecía la familia del autor de El origen de las especies (1859) [1], obra donde, de manera apresurada, se pretende explicar el origen y desarrollo de las especies vegetales y animales, incluyendo al hombre.

Ver archivo adjunto 1117976

Recordemos que su más entusiasta defensor fue un célebre y destacado masón, el Dr. Thomas H. Huxley, al que se llegó a conocer con el sobrenombre de «buldog de Darwin». Uno de sus antiguos alumnos, el escritor H. G. Wells, miembro de la inteligencia británica y “profeta” del NOM, se consagrará en el futuro como uno de los principales animadores de la Sociedad Fabiana y como «tutor» en la Universidad de Oxford del conocido filósofo Aldous Huxley, nieto del anterior.

No obstante, en la obra de referencia The League of the Iroquois (1851) de Lewis H. Morgan (1818-1881), decano de la antropología norteamericana y connotado francmasón ―al igual que su padre―, se pueden encontrar ya los rasgos esenciales y fundamentales del evolucionismo. Faltaban aún unos cuantos años para que, al final de la década, se publicara la primera parte de la teoría de Darwin, El origen de las especies. En 1877, en un ambiente muy marcado y condicionado ya por las teorías evolucionistas, vio la luz La sociedad primitiva, en la que Morgan retoma los principios y elementos clave de su concepción «etnológica», término que empleó para denominar su trabajo y el de otros como él que buscaban comprender científicamente a los indios americanos. Por entonces, Darwin acababa de dar a conocer su The Descent of Man (1871).

El segundo libro de Morgan se basó en una amplia documentación que el propio autor recogió mediante su trabajo de campo personal entre los indios nativos americanos, por los que estaba completamente fascinado —Morgan fue de hecho miembro de un club llamado The Grand Order of the Iroquois, que celebraba sus reuniones en la Masonic Lodge nº 110 de Aurora (New York)—, cuyas prácticas y costumbres comunitarias fueron consideradas supervivientes de una sociedad primitiva anterior a la constitución de las clases y los estados.

Esta teoría, a pesar de que no llegó a conseguir la unanimidad de los especialistas, encontró una adhesión sin reservas entre los fundadores del marxismo, siendo recogida por Carlos Marx y Federico Engels (ambos masones), en particular en la obra de este último: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). Ambos habían creído encontrar en el darwinismo una teoría «científica» que desde los enunciados de la Antropología les proporcionaba argumentos irrebatibles, puesto que atribuyeron a Morgan haber establecido los rasgos fundacionales de la concepción materialista de la historia a través de un evolucionismo unilineal y casi mecanicista en su desarrollo. Desde la perspectiva marxista —sustentada en la tesis evolucionista de Morgan―, en la comunidad primitiva comunista no había explotación del hombre por el hombre, y en consecuencia no había estado.

Lo cierto, es que la obra de Charles Darwin tuvo un impacto inmediato entre arqueólogos y antropólogos. Fue éste el primer intento puesto en práctica con el que «deshumanizar» a la humanidad aria a través del materialismo relativista, teoría completamente judía. Con el evolucionismo, el «ser divino descendido», náufrago de un pasado inmenso, extraterrestre, pasó a ser sólo un «mono subliminado».

Por el contrario, en oposición al mito evolucionista, el racialismo afirmará la perfección originaria de la raza y su posterior decadencia. De esta forma, la historia no era ya una marcha ascendente hacia la perfección, sino un descender de las condiciones normales y radiantes de los orígenes, para sumirse en la decadencia. El racialismo rechazará el mito evolucionista sosteniendo que la raza pura se encuentra en el origen, surgiendo posteriormente las mezclas y la decadencia.

La «lucha por la existencia» (struggle for life), concepto del que se apropió Darwin, había ya sido propuesto por el economista Thomas Malthus, quien influyó notablemente en el autor de El origen de las especies. En 1821, Malthus participó en la formación del Club de Economía Política, junto con James Mill (padre de John Stuart Mill, utilitarista militante) y el especulador judío sefardita David Ricardo, de quien fue amigo íntimo y compartió los mismos principios económicos, cuya «ley de hierro» y su teoría de la distribución de la riqueza, ha sido la base del neoliberalismo capitalista, que ha garantizado a éste la explotación de la sociedad y el trabajador, es decir, según el cual «el salario se reduce a lo estrictamente necesario que permita al obrero nada más que subsistir y reproducirse». Ante semejantes criterios, el racialismo se concebirá en rebeldía contra el mito evolucionista y dos de sus mayores concreciones contemporáneas: el materialismo y el progreso, sustento jovenlandesal de la realidad capitalista.

Las ideas evolucionistas, que casaban perfectamente con la ideología liberal, fueron posteriormente reforzadas por la «antropología cultural» del judío alemán emigrado a Estados Unidos, Franz Boas, el denominado "padre" de la antropología moderna y enemigo acérrimo y contumaz de buscar las diferencias del comportamiento humano en las características raciales.

El idealismo de Boas permitió sentar a lo largo de las primeras décadas del siglo XX una nueva base intelectual para el igualitarismo. Para Boas las diferencias entre razas humanas y grupos étnicos no procedían de su condición física o biológica, sino de la cultura. Las personas y los pueblos difieren exclusivamente porque difieren sus culturas, que a su vez son modeladas por el entorno. Nada más. La idea de que la cultura es la que configura la mente y no la biología, sirvió de supersticioso baluarte contra las teorías raciales del nacionalsocialismo, y por razones «humanitarias», se convirtió en la teoría preferida de marxistas, freudistas, cristianos y demoliberales.

Estas ideas se extendieron rápidamente y se apoderaron por completo del panorama científico —de manera muy especial en el campo de la sociología americana, liderada fundamentalmente por el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago, sostenida financieramente por John Rockefeller— que empezó a rechazar la explicación biológica como base de la conducta. Efectivamente, dicha corriente etnográfica —que en los años 40 tomará el relevo por la «antropologia social», época en que las ciencias sociales y las escuelas de investigación se verán repletas de judíos― influyó de manera notable en los iniciales fundadores de la sociología americana: Small, Sumner, Giddins, Ward, Cooley, Ross, Mead, Park, Thomas, etc, quienes apostarían cada vez más por los condicionamientos sociales y ambientales del comportamiento humano.

A ello habría que sumarle la difusión de las ideas del sociólogo H. Spencer, enemigo del Estado y partidario del "laissez faire", cuya influencia en la sociedad americana fue mucho mayor que la de Darwin. La doctrina spenceriana legitimó la filosofía liberal americana, la rápida expansión de los negocios y la competición desmedida, lo que vino a justificar los métodos más despiadados e inhumanos de explotación de los más débiles y desfavorecidos. Los empresarios, los hombres de negocio y los grandes capitalistas obtuvieron enormes ventajas de dicha filosofía, a la que apoyaron firmemente. No resulta extraño que Spencer contase entre sus principales admiradores al magnate y millonario de origen escocés Andrew Carnegie, de quien fue amigo íntimo, uno de sus grandes defensores y patrocinadores. Gracias a la generosidad de Carnegie, filántropo y masón (Assumpció Vidal, 2007: 184), se pudo inaugurar el 28/08/1903 el Palacio de la Paz de La Haya.

Para muchos de estos sociólogos americanos, en su mayor parte hombres de convicciones socialistas, progresistas y radicalmente democráticas e imbuidos del espíritu de reforma que rodeó el ambiente de la Escuela de Chicago, la idea de los roles de género convencionales y los prejuicios raciales eran producto de los hábitos culturales formados en los primeros estadios de la evolución, ya obsoletos, de tal manera que apoyaron campañas a favor de los derechos de los pagapensiones y por la educación e integración de los neցros (J. Picó & I. Serra, 2010: 68-71), uno de los aspectos más estudiados por los miembros de dicha Escuela, en el que se trabajó insistentemente y al que le dedicaron al menos 42 estudios entre 1914 y 1933. «El objetivo de las investigaciones realizadas durante este periodo era hacer accesible a la mirada de los lectores occidentales la vida cotidiana, los aspectos rituales, los estilos de vida, los valores, en una palabra, la cultura de las poblaciones "lejanas" y "exóticas", considerando como tales tanto la del Africa central como las de los guetos existentes en las ciudades» (J. Picó & I. Serra, op. cit., 136).

Robert E. Park (1864-1944), en concreto, uno de los padres de la Escuela y la etnografía moderna, influenciado naturalmente por Boas y sus secuaces y que había sido secretario del reformista de raza negra B. Th. Washington, antes incluso de incorporarse a la docencia en Chicago, había publicado ya un artículo, «Racial Assimilation in Secondary Groups with Particular Reference to the neցro» (1913), en el que trataba de la asimilación de los pagapensiones y los conflictos entre neցros y blancos, proponiendo la formación de una «nueva conciencia» racial y de grupo.

Resumiendo, los investigadores de la Escuela de Chicago, cuyo hilo dominante fue una sociología liberal aplicada a los procesos de cambio y progreso, se identificaron con la esperanza americana de asimilar dentro de la sociedad blanca a los grupos étnicos procedentes de Asia y África.

Lógicamente, sólo era cuestión de tiempo que la nueva justificación «científica» que pretende demostrar el origen africano de la humanidad, venga del antropólogo molecular de origen judío Morris Goodman, «el científico que descubrió que somos personajes» ("EL PAIS", 21.11.2010). Tesis recientemente «respaldada» por el mayor estudio genético —que abarca gran parte del Paleolítico Superior― efectuado sobre restos mortales de población europea, el cual vendría a desvelar una serie de episodios hasta ahora desconocidos sobre cómo se fueron sucediendo y reemplazando las diferentes culturas y poblaciones en el viejo continente, según ha indicado el también judío David Reich, genetista de la Universidad de Harvard y autor principal del trabajo, publicado en la revista "Nature" y recogido en el diario polanquista "EL PAIS" el 05.05.2016 (pág. 24) con el sugerente título «Cuando todos los europeos eran neցros».

David Reich, hijo de Walter Reich, primer director del United States Holocaust Memorial Museum, fue ―recordemos—, el encargado de liderar, junto con un tal Simón Myers, profesor de la Universidad de Oxford, el equipo de científicos que en julio de 2011 reveló por completo «el mapa genético más preciso del mundo», que sería publicado posteriormente por la muy oficiosa revista "Nature".

El círculo se cierra con la última locura denominada Proyecto Gran personaje (PGS) o The Great Ape Project (GAP) en inglés, una institución de alcance mundial fundada en 1994 que reclama una extensión del igualitarismo para los primates (chimpancés, orangutanes y gorilas) dentro de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, otra de las tantas artimañas repletas de formulismos y palabrería pseudojurídica con las que el consorcio judeomasónico pretende abatir con instrumentos «legales» y «humanitarios» los verdaderos derechos del hombre blanco, por lo que su aplicación constituye un peligro inmenso para la supervivencia de nuestra raza. Digamos por extensión, que el PGS es idea principalmente del filósofo judío de origen austríaco naturalizado australiano Peter Singer, quien la expuso en la obra programática del mismo nombre escrita en 1993 en la que contiene la «Declaración de los Grandes personajes».

Singer, que preside actualmente dicha organización (PGS), alcanzó relevancia en el pasado por su obra Un solo mundo: la ética de la Globalización y sobre todo Liberación Animal, escrita en 1975, libro que ejerció una influencia decisiva en las organizaciones que luchan por los derechos de los animales. Para Singer los personajes formarían con los hombres una «comunidad de iguales» o, por utilizar sus palabras, «la aceptación en calidad de persona de algunos animales no humanos».

Las propuestas de Singer, entre las que cabría incluir su defensa del aborto y la zoofilia, han sido entusiásticamente acogidas por la izquierda y la progresía que siempre lleva la batuta en cuestión de iniciativas de índole similar, donde los prejuicios ideológicos priman sobre las consideraciones científicas. Esta extensión de derechos constituye el último peldaño dotado de credenciales humanitarias, científicas e ideológicas con la que se intenta fundamentar la «cultura de la fin». Secundando a Singer en su proyecto se han destacado relevantes activistas de su misma raza, entre ellos Gary Yourofsky, Richard Kahn y Henry Spira, lo mismo que el anteriormente aludido Morris Goodman.

En nuestro país, la Comisión de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Congreso aprobó en junio del 2008, una proposición no de ley de IU-ICV que instaba al Ejecutivo socialista a adherirse al proyecto Gran personaje. La proposición fue apoyada por todos los grupos excepto el PP. El lector no debe de llevarse a engaños. La oposición de la derecha capitalista y neoliberal a dicho proyecto se traduce por el contrario en sustituir el «igualitarismo» judeo-marxista por el «igualitarismo» judeo-cristiano, que las primeras iglesias cristianas introdujeron en Europa, una idea por entonces ajena al pensamiento clásico occidental que chocó con la antigua creencia europea establecida sobre la desigualdad de los hombres.

No nos olvidemos que el rechazo más contumaz a las ciencias de la naturaleza humana proviene de los sectores religiosos coaligados, especialmente del integrismo cristiano. Los católicos conservadores y el protestantismo fundamentalista de Estados Unidos, por ejemplo, han odiado obstinadamente la eugenesia ―antónimo del término DISGENESIA, que es lo que realmente promueve la élite globalista judeomasónica―, porque para ellos no es más que un intento de las élites intelectuales y científicas de jugar a ser Dios. Tanto católicos como marxistas, son partícipes, pues, del desastre biológico y del etnicidio intencionado que se lleva perpetrando contra la raza aria-blanca.


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[1] «Darwin, al servicio de la masonería», revista "Año Cero", noviembre 2005.

@nuestralucha
Charles Darwin fue pionero de la teoría de que "todos venimos de África" y el negacionismo de la raza.
 
Charles Darwin fue pionero de la teoría de que "todos venimos de África" y el negacionismo de la raza.
Sus ideas han venido a fundamentar básicamente todo ese que señalas, algo que desarrollo con más detenimiento en el hilo.
 
Bueno, mucho se ha hablado, escrito y deliberado sobre el ahora famoso Plan Kalergi y sus objetivos a corto plazo para mestizar y marronizar Europa y Occidente. No obstante, hay que señalar que los planes para la Europa del siglo XXI ya estaban de antemano diseñados.

El primer espaldarazo a las tesis antirracistas con las que se pretende sumergir a la raza blanca en el fango del mestizaje vienen de la mano de Charles Darwin, un naturalista aficionado, cuyas teorías, desarrolladas cuando tan sólo contaba con 24 años, fueron cálidamente acogidas y ampliamente divulgadas por la masonería a cuya fraternidad pertenecía la familia del autor de El origen de las especies (1859) [1], obra donde, de manera apresurada, se pretende explicar el origen y desarrollo de las especies vegetales y animales, incluyendo al hombre.

Ver archivo adjunto 1117976

Recordemos que su más entusiasta defensor fue un célebre y destacado masón, el Dr. Thomas H. Huxley, al que se llegó a conocer con el sobrenombre de «buldog de Darwin». Uno de sus antiguos alumnos, el escritor H. G. Wells, miembro de la inteligencia británica y “profeta” del NOM, se consagrará en el futuro como uno de los principales animadores de la Sociedad Fabiana y como «tutor» en la Universidad de Oxford del conocido filósofo Aldous Huxley, nieto del anterior.

No obstante, en la obra de referencia The League of the Iroquois (1851) de Lewis H. Morgan (1818-1881), decano de la antropología norteamericana y connotado francmasón ―al igual que su padre―, se pueden encontrar ya los rasgos esenciales y fundamentales del evolucionismo. Faltaban aún unos cuantos años para que, al final de la década, se publicara la primera parte de la teoría de Darwin, El origen de las especies. En 1877, en un ambiente muy marcado y condicionado ya por las teorías evolucionistas, vio la luz La sociedad primitiva, en la que Morgan retoma los principios y elementos clave de su concepción «etnológica», término que empleó para denominar su trabajo y el de otros como él que buscaban comprender científicamente a los indios americanos. Por entonces, Darwin acababa de dar a conocer su The Descent of Man (1871).

El segundo libro de Morgan se basó en una amplia documentación que el propio autor recogió mediante su trabajo de campo personal entre los indios nativos americanos, por los que estaba completamente fascinado —Morgan fue de hecho miembro de un club llamado The Grand Order of the Iroquois, que celebraba sus reuniones en la Masonic Lodge nº 110 de Aurora (New York)—, cuyas prácticas y costumbres comunitarias fueron consideradas supervivientes de una sociedad primitiva anterior a la constitución de las clases y los estados.

Esta teoría, a pesar de que no llegó a conseguir la unanimidad de los especialistas, encontró una adhesión sin reservas entre los fundadores del marxismo, siendo recogida por Carlos Marx y Federico Engels (ambos masones), en particular en la obra de este último: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884). Ambos habían creído encontrar en el darwinismo una teoría «científica» que desde los enunciados de la Antropología les proporcionaba argumentos irrebatibles, puesto que atribuyeron a Morgan haber establecido los rasgos fundacionales de la concepción materialista de la historia a través de un evolucionismo unilineal y casi mecanicista en su desarrollo. Desde la perspectiva marxista —sustentada en la tesis evolucionista de Morgan―, en la comunidad primitiva comunista no había explotación del hombre por el hombre, y en consecuencia no había estado.

Lo cierto, es que la obra de Charles Darwin tuvo un impacto inmediato entre arqueólogos y antropólogos. Fue éste el primer intento puesto en práctica con el que «deshumanizar» a la humanidad aria a través del materialismo relativista, teoría completamente judía. Con el evolucionismo, el «ser divino descendido», náufrago de un pasado inmenso, extraterrestre, pasó a ser sólo un «mono subliminado».

Por el contrario, en oposición al mito evolucionista, el racialismo afirmará la perfección originaria de la raza y su posterior decadencia. De esta forma, la historia no era ya una marcha ascendente hacia la perfección, sino un descender de las condiciones normales y radiantes de los orígenes, para sumirse en la decadencia. El racialismo rechazará el mito evolucionista sosteniendo que la raza pura se encuentra en el origen, surgiendo posteriormente las mezclas y la decadencia.

La «lucha por la existencia» (struggle for life), concepto del que se apropió Darwin, había ya sido propuesto por el economista Thomas Malthus, quien influyó notablemente en el autor de El origen de las especies. En 1821, Malthus participó en la formación del Club de Economía Política, junto con James Mill (padre de John Stuart Mill, utilitarista militante) y el especulador judío sefardita David Ricardo, de quien fue amigo íntimo y compartió los mismos principios económicos, cuya «ley de hierro» y su teoría de la distribución de la riqueza, ha sido la base del neoliberalismo capitalista, que ha garantizado a éste la explotación de la sociedad y el trabajador, es decir, según el cual «el salario se reduce a lo estrictamente necesario que permita al obrero nada más que subsistir y reproducirse». Ante semejantes criterios, el racialismo se concebirá en rebeldía contra el mito evolucionista y dos de sus mayores concreciones contemporáneas: el materialismo y el progreso, sustento jovenlandesal de la realidad capitalista.

Las ideas evolucionistas, que casaban perfectamente con la ideología liberal, fueron posteriormente reforzadas por la «antropología cultural» del judío alemán emigrado a Estados Unidos, Franz Boas, el denominado "padre" de la antropología moderna y enemigo acérrimo y contumaz de buscar las diferencias del comportamiento humano en las características raciales.

El idealismo de Boas permitió sentar a lo largo de las primeras décadas del siglo XX una nueva base intelectual para el igualitarismo. Para Boas las diferencias entre razas humanas y grupos étnicos no procedían de su condición física o biológica, sino de la cultura. Las personas y los pueblos difieren exclusivamente porque difieren sus culturas, que a su vez son modeladas por el entorno. Nada más. La idea de que la cultura es la que configura la mente y no la biología, sirvió de supersticioso baluarte contra las teorías raciales del nacionalsocialismo, y por razones «humanitarias», se convirtió en la teoría preferida de marxistas, freudistas, cristianos y demoliberales.

Estas ideas se extendieron rápidamente y se apoderaron por completo del panorama científico —de manera muy especial en el campo de la sociología americana, liderada fundamentalmente por el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago, sostenida financieramente por John Rockefeller— que empezó a rechazar la explicación biológica como base de la conducta. Efectivamente, dicha corriente etnográfica —que en los años 40 tomará el relevo por la «antropologia social», época en que las ciencias sociales y las escuelas de investigación se verán repletas de judíos― influyó de manera notable en los iniciales fundadores de la sociología americana: Small, Sumner, Giddins, Ward, Cooley, Ross, Mead, Park, Thomas, etc, quienes apostarían cada vez más por los condicionamientos sociales y ambientales del comportamiento humano.

A ello habría que sumarle la difusión de las ideas del sociólogo H. Spencer, enemigo del Estado y partidario del "laissez faire", cuya influencia en la sociedad americana fue mucho mayor que la de Darwin. La doctrina spenceriana legitimó la filosofía liberal americana, la rápida expansión de los negocios y la competición desmedida, lo que vino a justificar los métodos más despiadados e inhumanos de explotación de los más débiles y desfavorecidos. Los empresarios, los hombres de negocio y los grandes capitalistas obtuvieron enormes ventajas de dicha filosofía, a la que apoyaron firmemente. No resulta extraño que Spencer contase entre sus principales admiradores al magnate y millonario de origen escocés Andrew Carnegie, de quien fue amigo íntimo, uno de sus grandes defensores y patrocinadores. Gracias a la generosidad de Carnegie, filántropo y masón (Assumpció Vidal, 2007: 184), se pudo inaugurar el 28/08/1903 el Palacio de la Paz de La Haya.

Para muchos de estos sociólogos americanos, en su mayor parte hombres de convicciones socialistas, progresistas y radicalmente democráticas e imbuidos del espíritu de reforma que rodeó el ambiente de la Escuela de Chicago, la idea de los roles de género convencionales y los prejuicios raciales eran producto de los hábitos culturales formados en los primeros estadios de la evolución, ya obsoletos, de tal manera que apoyaron campañas a favor de los derechos de los pagapensiones y por la educación e integración de los neցros (J. Picó & I. Serra, 2010: 68-71), uno de los aspectos más estudiados por los miembros de dicha Escuela, en el que se trabajó insistentemente y al que le dedicaron al menos 42 estudios entre 1914 y 1933. «El objetivo de las investigaciones realizadas durante este periodo era hacer accesible a la mirada de los lectores occidentales la vida cotidiana, los aspectos rituales, los estilos de vida, los valores, en una palabra, la cultura de las poblaciones "lejanas" y "exóticas", considerando como tales tanto la del Africa central como las de los guetos existentes en las ciudades» (J. Picó & I. Serra, op. cit., 136).

Robert E. Park (1864-1944), en concreto, uno de los padres de la Escuela y la etnografía moderna, influenciado naturalmente por Boas y sus secuaces y que había sido secretario del reformista de raza negra B. Th. Washington, antes incluso de incorporarse a la docencia en Chicago, había publicado ya un artículo, «Racial Assimilation in Secondary Groups with Particular Reference to the neցro» (1913), en el que trataba de la asimilación de los pagapensiones y los conflictos entre neցros y blancos, proponiendo la formación de una «nueva conciencia» racial y de grupo.

Resumiendo, los investigadores de la Escuela de Chicago, cuyo hilo dominante fue una sociología liberal aplicada a los procesos de cambio y progreso, se identificaron con la esperanza americana de asimilar dentro de la sociedad blanca a los grupos étnicos procedentes de Asia y África.

Lógicamente, sólo era cuestión de tiempo que la nueva justificación «científica» que pretende demostrar el origen africano de la humanidad, venga del antropólogo molecular de origen judío Morris Goodman, «el científico que descubrió que somos personajes» ("EL PAIS", 21.11.2010). Tesis recientemente «respaldada» por el mayor estudio genético —que abarca gran parte del Paleolítico Superior― efectuado sobre restos mortales de población europea, el cual vendría a desvelar una serie de episodios hasta ahora desconocidos sobre cómo se fueron sucediendo y reemplazando las diferentes culturas y poblaciones en el viejo continente, según ha indicado el también judío David Reich, genetista de la Universidad de Harvard y autor principal del trabajo, publicado en la revista "Nature" y recogido en el diario polanquista "EL PAIS" el 05.05.2016 (pág. 24) con el sugerente título «Cuando todos los europeos eran neցros».

David Reich, hijo de Walter Reich, primer director del United States Holocaust Memorial Museum, fue ―recordemos—, el encargado de liderar, junto con un tal Simón Myers, profesor de la Universidad de Oxford, el equipo de científicos que en julio de 2011 reveló por completo «el mapa genético más preciso del mundo», que sería publicado posteriormente por la muy oficiosa revista "Nature".

El círculo se cierra con la última locura denominada Proyecto Gran personaje (PGS) o The Great Ape Project (GAP) en inglés, una institución de alcance mundial fundada en 1994 que reclama una extensión del igualitarismo para los primates (chimpancés, orangutanes y gorilas) dentro de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, otra de las tantas artimañas repletas de formulismos y palabrería pseudojurídica con las que el consorcio judeomasónico pretende abatir con instrumentos «legales» y «humanitarios» los verdaderos derechos del hombre blanco, por lo que su aplicación constituye un peligro inmenso para la supervivencia de nuestra raza. Digamos por extensión, que el PGS es idea principalmente del filósofo judío de origen austríaco naturalizado australiano Peter Singer, quien la expuso en la obra programática del mismo nombre escrita en 1993 en la que contiene la «Declaración de los Grandes personajes».

Singer, que preside actualmente dicha organización (PGS), alcanzó relevancia en el pasado por su obra Un solo mundo: la ética de la Globalización y sobre todo Liberación Animal, escrita en 1975, libro que ejerció una influencia decisiva en las organizaciones que luchan por los derechos de los animales. Para Singer los personajes formarían con los hombres una «comunidad de iguales» o, por utilizar sus palabras, «la aceptación en calidad de persona de algunos animales no humanos».

Las propuestas de Singer, entre las que cabría incluir su defensa del aborto y la zoofilia, han sido entusiásticamente acogidas por la izquierda y la progresía que siempre lleva la batuta en cuestión de iniciativas de índole similar, donde los prejuicios ideológicos priman sobre las consideraciones científicas. Esta extensión de derechos constituye el último peldaño dotado de credenciales humanitarias, científicas e ideológicas con la que se intenta fundamentar la «cultura de la fin». Secundando a Singer en su proyecto se han destacado relevantes activistas de su misma raza, entre ellos Gary Yourofsky, Richard Kahn y Henry Spira, lo mismo que el anteriormente aludido Morris Goodman.

En nuestro país, la Comisión de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Congreso aprobó en junio del 2008, una proposición no de ley de IU-ICV que instaba al Ejecutivo socialista a adherirse al proyecto Gran personaje. La proposición fue apoyada por todos los grupos excepto el PP. El lector no debe de llevarse a engaños. La oposición de la derecha capitalista y neoliberal a dicho proyecto se traduce por el contrario en sustituir el «igualitarismo» judeo-marxista por el «igualitarismo» judeo-cristiano, que las primeras iglesias cristianas introdujeron en Europa, una idea por entonces ajena al pensamiento clásico occidental que chocó con la antigua creencia europea establecida sobre la desigualdad de los hombres.

No nos olvidemos que el rechazo más contumaz a las ciencias de la naturaleza humana proviene de los sectores religiosos coaligados, especialmente del integrismo cristiano. Los católicos conservadores y el protestantismo fundamentalista de Estados Unidos, por ejemplo, han odiado obstinadamente la eugenesia ―antónimo del término DISGENESIA, que es lo que realmente promueve la élite globalista judeomasónica―, porque para ellos no es más que un intento de las élites intelectuales y científicas de jugar a ser Dios. Tanto católicos como marxistas, son partícipes, pues, del desastre biológico y del etnicidio intencionado que se lleva perpetrando contra la raza aria-blanca.


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[1] «Darwin, al servicio de la masonería», revista "Año Cero", noviembre 2005.

@nuestralucha
La teoría de Darwin es bastante absurda así que yo también pienso que busca oscuros intereses.
 
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