Pues agarraos a los machos porque está a punto de entar la normativa que permitirá que los perros puedan viajar en el metro y en los autobuses. De hecho, en el tren ya hace tiempo que está establecido.
En países como Alemania, Suiza o Rusia esta normativa ya está implantada.
Qué agradable será pasearse por el metro entre meadas de perro en los andenes o entre los pasillos de los transbordos, o aguantar los ladridos de turno del típico perro histérico en pleno vagón de metro lleno de gente. Peor lo tendrán los que tengan que viajar 4 o 5 horas en autocar, en tanto surge el interrogante de cómo los amos de los chuchos lograrán evitar que a los perros les de por orinarse en cualquier rincón del transporte durante el largo trayecto.
Yo ya me las tuve hace poco con una oronda maruja que, justo en el momento en que se disponía a bajar del tren (qué casualidad!), a su linda perrita le dio por orinarse en mitad del espacio que hay entre los cuatro asientos dispuestos uno enfrente del otro, y en los que la señora venía aposentado su gigante trastero. La micción no fue pequeña, se extendió a lo largo del pasillo hasta casi alcanzar la puerta de salida. La puse de vuelta y medía delante de los demás pasajeros. Al menos se marchó con la cabeza gacha y sonrojada de vergüenza.
Tener perros en la ciudad es un puro esnobismo, una necesidad absurda y una falsa coartada de ''amor por los animales''. El perfil medio de los que tienen perro suele ser el de individuos bobos, insulsos, ignorantes en no pocas ocasiones y, sobre todo, sumamente irrespetuosos con los animales, por mucho que ellos rebuznen siempre lo contrario. Jamás en la historia de la humanidad las sociedades se habían infestado tanto de perros por todas partes, y en cada familia y hogar. Casi puede definirse el fenómeno como otra patología más del mundo moderno.
Siempre reitero lo mismo: una de las principales endemias de nuestra cochambrosa sociedad es que hay poca violencia. A los amos de los perros les sucede como a otros tantos personajes de otros colectivos conflictivos: les han roto poco la cara.