Aunque te respeto e incluso admiro como forero, siento disentir.
Normalmente, para comprobar si una medida va en la buena dirección o no, se suele llevar esa medida al extremo para ver si su efecto es positivo o negativo.
En este caso, supongamos que tienes razón y cerramos toda la industria porque podemos traer todo de fuera a mejor precio. Según tú, al poder comprar todo más barato, la gente tendrá más dinero disponible para consumir... ¿Para consumir qué? ¿Más productos importados?¿Qué podrán consumir que dé trabajo a la gente de aquí? ¿Turismo nacional y terracitas? Vaya, el tan famoso "pilinguis y camareros" de toda la vida. Y otra cosa, ¿Podrá toda la gente de las fábricas encontrar trabajo de recepcionista o camarero?
En un mundo completamente liberal donde aquí cerramos todas las fábricas, lo que pasaría sería que mucha gente se iría a China a buscar trabajo, porque aquí no podría encontrar nada. Difícilmente podrían crearse más puestos de camarero o de animador en Marina D'Or.
Quizá habría que volver al principio de todo, y preguntarse por qué es tan barato fabricar en China. La explicación es clara, porque allí ni la normativa laboral ni medioambiental es la misma. Y por muy liberal que seas, espero que estés de acuerdo conmigo en que, por mínima que sea, ambas deben existir para evitar el abuso del empleador y proteger el medio ambiente. Me refiero a protegerlo de verdad y no a chorradas sobre emisiones que se pagan con dinero, pero sólo en algunos países, claro.
El sentir es mútuo, creo que eres un gran forero, pero en este tema estás muy equivocado, como voy a tratar de exponer.
En primer lugar, el extremo del librecambismo no es la desaparición de la industria. Un sistema libre no implica la compra de todos los bienes en el exterior, lo cual no es económicamente posible, ya que los bienes importados se pagan con los bienes y servicios exportados. Implica solo la compra de los bienes mejor producidos en el exterior, a cambio de los bienes más necesitados por los extranjeros y que mejor producimos los nacionales.
En realidad es al revés, el extremo idealizado de autarquía es lo que lleva a la desaparición de las empresas.
Pensemos en una economía en que todo el mundo fuera autosuficiente. En un caso así, la gente tendría solo los medios necesarios y suficientes para producirse a si mismos todos los bienes que necesita.
Las industrias son empresas colectivas que por medio de la división del trabajo persiguen, y consiguen habitualmente, elevar la producción muy por encima de lo que las personas que la componen lograrían si no se asociaran.
Por supuesto, una empresa es mucho más que esto, pero debemos entender que en el capitalismo la búsqueda del interés personal ha llevado a la gente a producir bienes y servicios de forma colectiva, porque esto es MUCHÍSIMO MÁS eficiente que producir los bienes de forma individual.
En una autarquía de individuos, que es a lo que lleva el argumento recursivo de la división geográfica y la prohibición del comercio entre ellas, simplemente no hace falta organizar el trabajo en forma colectiva. Por tanto,
las empresas (y el comercio) DESAPARECEN.
Es imposible para nadie rebatir semejante argumento. Es totalmente imbatible.
Ahora, en un sistema de libre comercio (que no tiene nada que ver con acuerdos de ningún tipo, solo con ausencia de trabas legislativas al comercio interno o externo), los consumidores pueden elegir entre comprar los bienes a nacionales o a extranjeros.
Cuando compras bienes en el mercado internacional, es porque los precios de estos productos importados son menores que los equivalentes nacionales.
¿Que significan mayores precios de los productos nacionales?
Que los fabricantes patrios utilizan menos capital, y/o peores procesos, y que utilizan más recursos (MM.PP., salarios, etc.) lo que se traduce en productos más caros.
Pero que se utilicen más recursos es exactamente lo significa ser una sociedad más pobre. Las sociedades más ricas producen los bienes y servicios con menos recursos, con mayor cantidad de capital per cápita, y en menos tiempo. Lo que implica además producir más bienes y servicios.
Ahora, pensemos en términos de dinero, una forma de pensar bastante común (y errónea) que los keynesianos han introducido en el pensar económico.
Cuando compramos un producto en el exterior, disponemos de ese bien habiendo pagado un dinero menor que en el caso del producto nacional. El dinero extra nos permite comprar más bienes y servicios. Por tanto, como consumidores NO PODEMOS ESTAR PEOR.
Los productores nacionales de ese bien en cuestión si van a estar peor. Pero eso no es malo para la economía nacional, puesto que estos productores están siendo ineficientes (caros).
Lo que estamos haciendo cada vez que optamos por un bien de mayor calidad, o más barato, es un voto por la supervivencia del empresario eficiente. Y no solo eso, sino que exigimos como consumidores el desvío de los recursos del empresario ineficiente, que nos vende caro, hacia otros empresarios que son eficientes.
Si ese empresario ineficiente y caro es incapaz de mejorar los procesos para competir, SE ARRUINARÁ, y otros empresarios aparecerán en su lugar que deberán mejorar los procesos y el capital para hacer un producto que pueda competir.
El capitalismo de libre mercado tiende de forma natural a expulsar a los empresarios torpes, incapaces de mejorar los procesos de producción, y que no luchan por reducir los costes.
Es precisamente el tipo de mercado que crea el intervencionismo el que hace que existan empresarios ineficientes que explotan a los consumidores con precios de monopolio. Y solo mediante la intervención estatal esta explotación se hace permanente.
Por último, pensemos en como la falta de protección de los empresarios nacionales permitió a Alemania y Japón en los 70 y 80 ser potencias exportadoras, mientras tenían monedas fortalecidas por la política monetaria de la época.
Ninguna medida proteccionista funciona realmente en el largo plazo para proteger a una nación, solo para explotar a los consumidores que dejan de tener elección posible.