Independentista_vasco
Madmaxista
¿Está crujiendo el dólar a las bolsas? Pues también
S. McCoy - 29/01/2010 - Elconfidencial.com
Nuevo viernes marcado por el color rojo con el que cerraron las bolsas mundiales el día anterior. Y van dos consecutivos. Un día para buscar respuesta a las preguntas formuladas por aquellos que no entienden muy bien lo que está pasando. Caídas similares a las del principio de 2009 que han pillado a muchos con el pié cambiado. Ruptura de soportes intermedios. Desconfianza y desorientación. Confusión ante la desfachatez de unos estrategas que son alcistas mientras su bono de final de año se gesta y bajistas cuando la pasta fresca descansa ya en la cuenta corriente, que tenemos todo el año por delante. Renovación de recientes temores, inmovilismo y estupefacción.
Hace exactamente una semana hicimos desde estas mismas líneas una sucinta enumeración de los principales motivos por los que los mercados de acciones habían tomado dirección Sur. Una opinión más que perseguía más proponer que pontificar. Sin embargo, se nos pasó por alto un elemento adicional que no he encontrado aún de modo extensivo en los informes de los estrategas y que, a mi juicio, resulta esencial para comprender lo que está ocurriendo en estos días. Y es el efecto dólar, entendido como el impacto que la apreciación de la divisa norteamericana tiene sobre los estados financieros de ese conjunto de compañías con fuerte exposición internacional que han sido la salvaguarda de los parquets estadounidenses desde su suelo allá por el mes de marzo. De hecho la correlación dólar-S&P500 fue, a lo largo del día de ayer, casi perfecta, próxima a 1.
En efecto. La constante devaluación del billete verde frente las principales monedas internacionales permitió a las multinacionales con sede en Estados Unidos (algo similar ocurrió con las británicas) aumentar artificialmente su cifra de ventas como consecuencia de los ingresos adicionales derivados de la conversión a débiles dólares de los ingresos generados en divisas extranjeras sobrevaloradas. No sólo eso: la propia depreciación de la moneda americana ayudó, sin duda, a las firmas locales a mejorar su posición competitiva, aumentar sus exportaciones y contribuir a la corrección, al menos parcial, del ingente déficit exterior acumulado durante años por la mayor economía del mundo.
Sin embargo, su reciente subida -que le ha llevado a romper la media de 200 sesiones contra una cesta formada por sus seis principales contrapartidas- trae como resultado inseparable la reversión de tan positivos efectos. Se produce el cambio en un momento, uno, de congelación de la facturación, como prueba el hecho de que, en el acumulado de los resultados publicados por el 20% de las firmas no financieras del S&P 500 para el último trimestre de 2009, el crecimiento interanual de ventas era del…0%; dos, en el que priman unas cuentas de resultados extraordinariamente apalancadas -dada la purga de costes tanto operativos como financieros acometidos en los últimos 18 meses- y, por tanto, extraordinariamente sensibles a mermas en su primera línea; tres, con una demanda retraída ante el ajuste sin fin del mercado inmobiliario y las nuevas oleadas de despidos que se cuentan de 10.000 en 10.000 (Wal Mart, Verizon, Astra Zeneca…), lo que limita el poder de fijación de precios y cuestiona la recuperación e medio plazo; y, cuatro, en el que existe un exceso de capacidad productiva que encarece las amortizaciones y restringe las nuevas inversiones.
Todo esto ha tenido que pesar en el ánimo de unos analistas que habían establecido unos estimados de beneficios excesivos para 2010, que se basaban en la prolongación del entorno benigno que había primado durante tres cuartas partes del ejercicio anterior. Cifras que eran el resultado de obviar, primero, tanto el carácter subsidiado como la ineficacia sobre la actividad real de las políticas monetarias y fiscales hiperexpansivas llevadas a cabo hasta el momento con las que ni el dinero circula, ni se crea empleo; y, segundo, el carácter estructural de algunos efectos de la crisis, que han venido para quedarse por un tiempo: el paro estructural será más elevado en las economías desarrolladas, la propensión al consumo menor y el exceso de capacidad incorregible en su totalidad. En tal sentido es muy ilustrativa esta pieza del New York Times: The Growing Underclass, Jobs gone forever.
¿Cuánto puede durar el dolor de muelas provocado por el dólar? Cuando allá por el mes de octubre McCoy se tiró a la piscina alcista, en una apuesta que fue objeto de mofa y escarnio entre muchas mentes ilustradas a las que sigo queriendo tanto más en la medida que aprendo de sus argumentos, lo hacía sobre la base de que cualquier escenario extremo, colas de la distribución de probabilidades, ayudaría al billete verde: si entraba el pánico, actuaría como refugio; y, si el temor era la inflación, se beneficiaría -en sus primeras manifestaciones- de las entradas de capital que acompañarían las previsibles subidas de tipos de interés. Ahora que un miembro de la Reserva Federal reclama subir el precio del dinero el mismo día en que la aversión al riesgo provoca que las letras del Tesoro estadounidense ofrecen rentabilidades negativas por primera vez desde marzo, se comprueba cómo la manifestación de ambos escenarios, junto con la liquidación de posiciones masivas de carry trade, permiten confirmar tal intuición.
Servidor cree que en el entorno actual es muy difícil hacer proyecciones a más de seis meses vista. Así lo manifesté en la encuesta de bloggers financieros en la que participé a finales de 2009. Y me mantengo en mis trece. De aquí al verano no veo riesgo hiperinflacionario brutal que hunda la moneda estadounidense. Es muy difícil que la masa monetaria latente coja velocidad de circulación mientras pesen tantas incertidumbres sobre la banca. Y pienso igualmente que es difícil que haya una recuperación sostenida en el precio de los activos materiales o financieros con las dudas que pesan entre sus adquirentes e inversores. Creo, sin embargo, que los precios de las materias primas permanecerán elevados, resultado del nuevo capitalismo que han ayudado a dibujar China e India. Por tanto, mi visión, de momento, no cambia. Y es que, en un escenario central de aparente normalidad, el dólar está a 1.50 sobrevalorado más de un 20% respecto a un tambaleante euro en términos de poder de paridad de compra (PPP). El viento sopla a su favor. Vigilen el 1,37 que, si lo rompe, veremos el 1,25. Buen fin de semana a todos.
S. McCoy - 29/01/2010 - Elconfidencial.com
Nuevo viernes marcado por el color rojo con el que cerraron las bolsas mundiales el día anterior. Y van dos consecutivos. Un día para buscar respuesta a las preguntas formuladas por aquellos que no entienden muy bien lo que está pasando. Caídas similares a las del principio de 2009 que han pillado a muchos con el pié cambiado. Ruptura de soportes intermedios. Desconfianza y desorientación. Confusión ante la desfachatez de unos estrategas que son alcistas mientras su bono de final de año se gesta y bajistas cuando la pasta fresca descansa ya en la cuenta corriente, que tenemos todo el año por delante. Renovación de recientes temores, inmovilismo y estupefacción.
Hace exactamente una semana hicimos desde estas mismas líneas una sucinta enumeración de los principales motivos por los que los mercados de acciones habían tomado dirección Sur. Una opinión más que perseguía más proponer que pontificar. Sin embargo, se nos pasó por alto un elemento adicional que no he encontrado aún de modo extensivo en los informes de los estrategas y que, a mi juicio, resulta esencial para comprender lo que está ocurriendo en estos días. Y es el efecto dólar, entendido como el impacto que la apreciación de la divisa norteamericana tiene sobre los estados financieros de ese conjunto de compañías con fuerte exposición internacional que han sido la salvaguarda de los parquets estadounidenses desde su suelo allá por el mes de marzo. De hecho la correlación dólar-S&P500 fue, a lo largo del día de ayer, casi perfecta, próxima a 1.
En efecto. La constante devaluación del billete verde frente las principales monedas internacionales permitió a las multinacionales con sede en Estados Unidos (algo similar ocurrió con las británicas) aumentar artificialmente su cifra de ventas como consecuencia de los ingresos adicionales derivados de la conversión a débiles dólares de los ingresos generados en divisas extranjeras sobrevaloradas. No sólo eso: la propia depreciación de la moneda americana ayudó, sin duda, a las firmas locales a mejorar su posición competitiva, aumentar sus exportaciones y contribuir a la corrección, al menos parcial, del ingente déficit exterior acumulado durante años por la mayor economía del mundo.
Sin embargo, su reciente subida -que le ha llevado a romper la media de 200 sesiones contra una cesta formada por sus seis principales contrapartidas- trae como resultado inseparable la reversión de tan positivos efectos. Se produce el cambio en un momento, uno, de congelación de la facturación, como prueba el hecho de que, en el acumulado de los resultados publicados por el 20% de las firmas no financieras del S&P 500 para el último trimestre de 2009, el crecimiento interanual de ventas era del…0%; dos, en el que priman unas cuentas de resultados extraordinariamente apalancadas -dada la purga de costes tanto operativos como financieros acometidos en los últimos 18 meses- y, por tanto, extraordinariamente sensibles a mermas en su primera línea; tres, con una demanda retraída ante el ajuste sin fin del mercado inmobiliario y las nuevas oleadas de despidos que se cuentan de 10.000 en 10.000 (Wal Mart, Verizon, Astra Zeneca…), lo que limita el poder de fijación de precios y cuestiona la recuperación e medio plazo; y, cuatro, en el que existe un exceso de capacidad productiva que encarece las amortizaciones y restringe las nuevas inversiones.
Todo esto ha tenido que pesar en el ánimo de unos analistas que habían establecido unos estimados de beneficios excesivos para 2010, que se basaban en la prolongación del entorno benigno que había primado durante tres cuartas partes del ejercicio anterior. Cifras que eran el resultado de obviar, primero, tanto el carácter subsidiado como la ineficacia sobre la actividad real de las políticas monetarias y fiscales hiperexpansivas llevadas a cabo hasta el momento con las que ni el dinero circula, ni se crea empleo; y, segundo, el carácter estructural de algunos efectos de la crisis, que han venido para quedarse por un tiempo: el paro estructural será más elevado en las economías desarrolladas, la propensión al consumo menor y el exceso de capacidad incorregible en su totalidad. En tal sentido es muy ilustrativa esta pieza del New York Times: The Growing Underclass, Jobs gone forever.
¿Cuánto puede durar el dolor de muelas provocado por el dólar? Cuando allá por el mes de octubre McCoy se tiró a la piscina alcista, en una apuesta que fue objeto de mofa y escarnio entre muchas mentes ilustradas a las que sigo queriendo tanto más en la medida que aprendo de sus argumentos, lo hacía sobre la base de que cualquier escenario extremo, colas de la distribución de probabilidades, ayudaría al billete verde: si entraba el pánico, actuaría como refugio; y, si el temor era la inflación, se beneficiaría -en sus primeras manifestaciones- de las entradas de capital que acompañarían las previsibles subidas de tipos de interés. Ahora que un miembro de la Reserva Federal reclama subir el precio del dinero el mismo día en que la aversión al riesgo provoca que las letras del Tesoro estadounidense ofrecen rentabilidades negativas por primera vez desde marzo, se comprueba cómo la manifestación de ambos escenarios, junto con la liquidación de posiciones masivas de carry trade, permiten confirmar tal intuición.
Servidor cree que en el entorno actual es muy difícil hacer proyecciones a más de seis meses vista. Así lo manifesté en la encuesta de bloggers financieros en la que participé a finales de 2009. Y me mantengo en mis trece. De aquí al verano no veo riesgo hiperinflacionario brutal que hunda la moneda estadounidense. Es muy difícil que la masa monetaria latente coja velocidad de circulación mientras pesen tantas incertidumbres sobre la banca. Y pienso igualmente que es difícil que haya una recuperación sostenida en el precio de los activos materiales o financieros con las dudas que pesan entre sus adquirentes e inversores. Creo, sin embargo, que los precios de las materias primas permanecerán elevados, resultado del nuevo capitalismo que han ayudado a dibujar China e India. Por tanto, mi visión, de momento, no cambia. Y es que, en un escenario central de aparente normalidad, el dólar está a 1.50 sobrevalorado más de un 20% respecto a un tambaleante euro en términos de poder de paridad de compra (PPP). El viento sopla a su favor. Vigilen el 1,37 que, si lo rompe, veremos el 1,25. Buen fin de semana a todos.