Las mitologías nacen de los hombres y expresan su búsqueda de Dios, son intentos de los hombres de acercarse a lo trascendente. Y lo hacen con categorías humanas. ¿Contienen verdad? Sí, pero sobre los hombres que buscan a Dios, no sobre Dios mismo. A Dios no podemos acercarnos, es Él quien viene a nosotros.
Con más capacidad, con más cultura, surge la Filosofía. El hombre, como imagen de Dios, puede decir algo sobre Dios usando el intelecto, chispa divina en el hombre, las semillas del Verbo de las que hablaba San Justino:
"Su premisa fundamental es que la razón humana (logos -con minúscula-) es una participación del Verbo (Logos), en consecuencia, todo hombre posee una «semilla del Logos» (Spermatikos Logos o Semina Verbi ). Mediante tal concepto explica que «Cristo es el primogénito de Dios, el Logos del que todo hombre participa, y todos los que viven en conformidad con el Logos son cristianos como, entre los griegos, Sócrates, Heráclito y gente como ellos» (Apología I, 46,2-3). Así mismo, las verdades oscuras e incompletas de los filósofos griegos eran sólo «Semillas» del Logos. Para otros Padres de la Iglesia posteriores como san Agustín y san Jerónimo en la mentalidad pagana hay diversos elementos de verdad que deben ser purificados y apropiados."
Después tenemos la Revelación, Dios habla a un pueblo a través de unos elegidos, los profetas, que a través de su predicación y su vida le recuerdan a ese pueblo su Alianza.
Finalmente, tenemos a Dios mismo encarnado, caminando entre los hombres (y entregándose a ellos posteriormente como alimento en la Eucaristía).
Y no hay más.
CARTA A LOS HEBREOS 1, 1-3
1 Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras,
2 ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.
3 El es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo.