Ladrillo Mortal
Será en Octubre
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La verdad es que este tema SIEMPRE se enfoca desde el punto de vista "estupendo". De lo solidarios que debemos ser, de lo fantástico que es ser generoso y salvar la vida a los demás...
Pero lo que nunca se traslada es el lado oscuro.
Hace dos años recuerdo una noticia de una donación a un bebé, la progenitora salió llorando en rueda de prensa, lloraba de emoción porque había conseguido salvar a su hija pero se le escapó lo que el fondo todos pensamos...
"Menos mal que al final llegó el órgano, porque esto no terminaba nunca"
En el fondo, ésta es la parte que no queremos ver, la que incomoda al mensaje positivo, y es que quien necesita un transplante, en sus entrañas, sabe que alguien debe morir para vivir. Se podrá disfrazar, darle mil vueltas, pero cuando quitas capas y más capas ahí está, la cruda realidad.
A mí sinceramente me joroba, debo reconocerlo me repatea esa mezcla de victimismo y ánimo de supervivencia. Me desagrada porque sé que en su situación pensaría lo mismo, pasaría por el mismo calvario, y además tendría un cargo de conciencia terrible. Ese sentimiento se acentúa cuando veo las sonrisas o la felicidad que desprenden las personas recíen transplantadas, ¿cómo son capaces de sentirse así de bien SABIENDO que están viviendo gracias a la fin de otros?. La respuesta automática será descargar las culpas, y es cierto, en parte, ellos no tienen la culpa de los accidentes, de las muertes trágicas pero por otro lado se aprovechan de esa desgracia para seguir viviendo.
Sólo de imaginar cómo sería perder a un hijo y que venga alguien, que no conoces, a reclamar rápidamente sus órganos como si fuesen buitres me resulta repulsivo; sin embargo al mismo tiempo reconozco que es su trabajo y que no deja de ser por una buena causa.
Si el tema fuese tan fácil o tan natural no sería necesario hablar una y otra vez de sus bondades, ocultando lo negativo y eludiendo las implicaciones jovenlandesales o atávicas de este asunto.
El transplantado tiene derecho a una segunda oportunidad, pero el muerto vacío y al ollo.
Pero lo que nunca se traslada es el lado oscuro.
Hace dos años recuerdo una noticia de una donación a un bebé, la progenitora salió llorando en rueda de prensa, lloraba de emoción porque había conseguido salvar a su hija pero se le escapó lo que el fondo todos pensamos...
"Menos mal que al final llegó el órgano, porque esto no terminaba nunca"
En el fondo, ésta es la parte que no queremos ver, la que incomoda al mensaje positivo, y es que quien necesita un transplante, en sus entrañas, sabe que alguien debe morir para vivir. Se podrá disfrazar, darle mil vueltas, pero cuando quitas capas y más capas ahí está, la cruda realidad.
A mí sinceramente me joroba, debo reconocerlo me repatea esa mezcla de victimismo y ánimo de supervivencia. Me desagrada porque sé que en su situación pensaría lo mismo, pasaría por el mismo calvario, y además tendría un cargo de conciencia terrible. Ese sentimiento se acentúa cuando veo las sonrisas o la felicidad que desprenden las personas recíen transplantadas, ¿cómo son capaces de sentirse así de bien SABIENDO que están viviendo gracias a la fin de otros?. La respuesta automática será descargar las culpas, y es cierto, en parte, ellos no tienen la culpa de los accidentes, de las muertes trágicas pero por otro lado se aprovechan de esa desgracia para seguir viviendo.
Sólo de imaginar cómo sería perder a un hijo y que venga alguien, que no conoces, a reclamar rápidamente sus órganos como si fuesen buitres me resulta repulsivo; sin embargo al mismo tiempo reconozco que es su trabajo y que no deja de ser por una buena causa.
Si el tema fuese tan fácil o tan natural no sería necesario hablar una y otra vez de sus bondades, ocultando lo negativo y eludiendo las implicaciones jovenlandesales o atávicas de este asunto.
El transplantado tiene derecho a una segunda oportunidad, pero el muerto vacío y al ollo.
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