Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española

LA MATANZA DE SACERDOTES DURANTE LA GUERRA DEL 36




- septiembre 01, 2008
.
"Se cree que murieron 6.844 religiosos: 12 obispos, 283 monjas, 4.184 sacerdotes y 2.365 monjes (1).

Muchos de estos crímenes estuvieron acompañados de una frívola y sádica crueldad. Por ejemplo, al parecer, el párroco de Torrijos, Liberio González Nonvela, dijo a los milicianos que lo hicieron prisionero: «Quiero sufrir por Cristo.» «¡Ah!, ¿si? - le contestaron -, pues entonces morirás como Cristo.» Lo desnudaron y lo azotaron despiadadamente. Luego cargaron un tronco sobre las espaldas de su víctima, le dieron a beber vinagre y lo coronaron de espinas. «Blasfema y te perdonaremos», decía el jefe de los milicianos. «Yo soy quien os perdona y os bendice», contesto el sacerdote. Los milicianos discutieron como lo matarían. Algunos querían crucificarlo, pero al final lo mataron a tiros. Su última voluntad fue morir de cara a sus torturadores, para poder bendecirlos.

El obispo de Jaén fue asesinado con su hermana por una miliciana apodada «la Pecosa» ante una multitud alborozada de dos mil personas, cerca de Madrid, en un terreno pantanoso conocido con el nombre de «el pozo del tío Raimundo». Los obispos de Guadix y Almería fueron obligados a fregar la cubierta del buque prisión Astoy Mendi antes de ser asesinados cerca de Málaga. El obispo de Ciudad Real fue asesinado mientras trabajaba en una historia de Toledo. Después de fusilarlo, destruyeron su fichero de 1.200 fichas. Una monja fue asesinada porque rechazo la proposición matrimonial que le hizo uno de los milicianos que irrumpieron en su convento de Nuestra Señora del Amparo, en Madrid. El «Comité de la sangre» de El Pardo, en las afueras de Madrid, se fue emborrachando con vino de misa mientras sus miembros juzgaban al párroco. Uno de los milicianos se afeito utilizando el cáliz para mojar la brocha. Hubo casos aislados de monjas violadas antes de ser ejecutadas. En la calle María de Molina de Madrid, fue abandonado el cadáver de un jesuita con un letrero colgado del cuello en el que se leía: «Soy un jesuita». En Cervera (Lérida), a unos monjes les metieron cuentas de rosario en las orejas hasta que les perforaron los tímpanos. En Barcelona, la exposición de los cuerpos exhumados de diecinueve monjas salesianas atrajo a grandes muchedumbres. A Antonio Díaz del jovenlandesal, en Ciempozuelos (cerca de Madrid), lo encerraron en un corral lleno de toros de lidia, que lo cornearon hasta dejarlo inconsciente. Después le cortaron una oreja, a imitación de la amputación de la oreja del toro que se hace en honor del torero, después de una buena faena. A menudo se pasearon orejas de sacerdotes. Algunas personas fueron quemadas, y otras enterradas vivas, después de verse obligadas a cavar su propia tumba. En Alcázar de San Juan, a un joven que se distinguía por su piedad le arrancaron los ojos. En esta provincia de Ciudad Real, los crímenes fueron realmente atroces. A la progenitora de dos jesuitas la obligaron a tragarse un crucifijo. Ochocientas personas fueron arrojadas al pozo de una mina. A menudo, el momento de la fin era acogido con aplausos, como si se tratara del momento de la verdad en una corrida. Luego venían los gritos de «¡Libertad! ¡Muera el fascismo!». Mas de un sacerdote se volvió loco ante estas atrocidades. Un párroco de Barcelona se paseo varios días enloquecido antes de que le pidieran su carnet sindical. «¿Que necesidad tengo de carnet? Soy el párroco de San Justo», contesto sin pensar . La matanza de los miembros de la Iglesia de Cataluña y Aragón dejó atónitos a muchos de los habitantes de estas dos regiones. Casi nadie sospechaba que el anticlericalismo fuera tan grande. Al fin y al cabo, desde 1931 allí no se había quemado ninguna iglesia.

En todo el país, la gente ya no decía «adiós», sino siempre «salud». Incluso un hombre llamado Fernández de Dios escribió al ministro de Justicia preguntando si podía cambiar su apellido por el de Bakunin, porque «no quería tener nada que ver con Dios» ". «¿Sigues creyendo en este Dios que nunca habla y que no se defiende ni siquiera cuando son quemados sus imágenes y sus templos?. Reconoce que Dios no existe y que vosotros, los curas, sois todos unos hipócritas que engañáis al pueblo». Estas preguntas se formularon en innumerables ciudades y pueblos de la España republicana. En ningún momento de la historia de Europa, y quizás incluso del mundo, se ha manifestado un repruebo tan apasionado contra la religión y todas sus obras.

.../...

Desde luego, el número de muertos entre los seglares fue muy superior al de los eclesiásticos. Cualquiera de quien se sospechara que sentía simpatía hacia el alzamiento nacionalista estaba en peligro. Al igual que entre los nacionalistas, las circunstancias irracionales de una guerra civil hacían imposible discernir que era traición y qué no lo era. Morían personas ilustres, y a menudo sobrevivían personas indignas. En la Andalucía oriental, los camiones de la CNT llegaban a los pueblos y ordenaban a los alcaldes que entregaran a los fascistas de la localidad. A menudo los alcaldes tenían que decir que todos habían huido, pero muchas veces había alguien que informaba a los terroristas, diciéndoles cuales de los ricos del pueblo que seguían allí; entonces estos eran detenidos y fusilados en un barranco próximo. En la mayoría de los casos, los muertos fueron labradores denunciados por personas que les debían dinero. Haber apoyado a la CEDA o ser miembro de la antigua policía catalana de la época de Martínez Anido, el Someten, bastaba para ser fusilado en Sitges (Barcelona). Haber sido miembro de la Falange era fatal en casi todas partes, aunque muchos escaparon gracias a la negligencia o el arrepentimiento de quienes los habían detenido. .../... En las zonas rurales, a menudo la revolución consistió básicamente en el asesinato de los miembros de la clase alta o la burguesía. Y así, la descripción que hace Ernest Hemingway en su novela "Por quien doblan las campanas" de como los habitantes de un pueblo golpean primero a los hombres de la clase media y luego los arrojan por un precipicio se aproxima a la realidad de lo que ocurrió en la famosa ciudad andaluza de Ronda (aunque de lo ocurrido fuera responsable una banda de Málaga). Allí fueron asesinadas 512 personas el primer mes de la guerra. En Guadix, un grupo de jóvenes terroristas de ideas más o menos anarquistas se apoderó de la ciudad y mato bastante indiscriminadamente durante cinco meses.

En las grandes ciudades, donde los enemigos potenciales eran más numerosos, se utilizaron procedimientos más sofisticados. Los partidos políticos de izquierdas crearon unos cuerpos de investigación que se enorgullecían de llamarse a si mismos, siguiendo el modelo ruso, con el nombre de «checas». Solamente en Madrid, había varias docenas. Estos primeros días de la guerra civil en las ciudades republicanas se caracterizaron por la aparición de un verdadero laberinto de grupos diferentes, todos ellos con poder para decidir sobre la vida y la fin, y cada uno responsable ante un partido, un departamento del Estado, o un simple individuo. Las diferentes checas a veces se consultaban unas a otras antes de llevar a sus víctimas a «dar un paseo». (El lenguaje procedía de Hollywood; un reflejo de la gran cantidad de cines construidos en tiempos de Primo de Rivera). Pero no siempre se respetaba esta formalidad. Los interrogatorios de los sospechosos a menudo se desarrollaban entre insultos y amenazas. A veces, el jefe de la checa enseñaba al acusado un carnet a cierta distancia, para hacerle creer que se trataba de su carnet de afiliado a un partido hostil al Frente Popular.






Milicianos disfrazados con vestiduras religiosas tras el saqueo de una iglesia.

Las sentencias de fin de estos «tribunales» se indicaban en los documentos correspondientes con la letra «L» de libertad seguida de un punto. Esto significaba que el prisionero debía ser ejecutado inmediatamente. De esta tarea se encargaban brigadas especiales, con frecuencia compuestas por antiguos delincuentes.

Quizá la checa mas temida de Madrid era la conocida con el nombre de «la patrulla del amanecer», por la hora en que llevaba a cabo sus actividades. Pero no había mucha diferencia entre esta banda y la «brigada de investigación criminal», dirigida por un antiguo impresor y ex-dirigente juvenil comunista, Agapito García Atadell, quien, al parecer con el beneplácito de las autoridades, instaló su «checa antifascista» en un palacio de la Castellana. Ambos grupos utilizaron los archivos del ministerio de la Gobernación para facilitar su tarea persecutoria con los miembros de los partidos de derechas. (La Falange había destruido su lista de miembros; pero los carlistas y la UME no.)"

Hugh Thomas, "La guerra civil española"
 
Los preliminares de la persecución religiosa en Madrid
Alberto Royo Mejía, el 28.01.13 a las 12:43 AM
18-20 JULIO 1936: COMIENZAN LOS ASESINATOS RELIGIOSOS EN LA CAPITAL
quema4.jpg
Un informador inmediato, y ajeno al conflicto, dada su condición de diplomático, el embajador latinoamericano Aurelio Núñez Morgado, nos proporciona las siguientes cifras globales acerca de los primeros días de la guerra civil española en Madrid: “Apenas producido el alzamiento militar en África el 18 de julio, estalló en Madrid la Revolución social que venía preparándose desde meses antes (…) El asesinato de millares de personas llevado a cabo por las milicias marxistas había sido atroz. Se mantuvo durante seis meses un ritmo de asesinatos de trescientos cincuenta a cuatrocientos por día, con recrudecimiento en relación con las derrotas de los ejércitos gente de izquierdas. Después de este periodo disminuyó hasta quedar reducido a diez o quince por día al cabo del primer año. Más tarde casi desapareció el asesinato callejero para quedar reducido a los que dictaban los tribunales populares, que también guardaban relación con los triunfos de Franco.
Explica José francisco Guijarro, experto en el tema, en su libro “Persecución religiosa y guerra civil", que esta situación de represión anárquica se puede decir, sin temor a equivocarnos, y con las indiscutibles excepciones, que en la capital duró desde las primeras noticias que se recibieron sobre el alzamiento de los militares en jovenlandia, hasta las eficaces medidas adoptadas por la Junta Delegada de Defensa de Madrid, a partir del día 7 de noviembre de 1936. En esta situación de violencia se fue imponiendo progresivamente el sistema de las checas, instaurado o por lo menos autorizado por el mismo gobierno del Frente Popular. A partir de las primeras funciones de la Junta Delegada de Defensa, se instauró la eliminación de detenidos mediante el procedimiento de las “sacas” de los establecimientos penitenciarios de Madrid. Cada uno de estos sistemas sucesivos de violencia tolerada, cuando no institucionalizada, causó un número considerable de bajas, tanto por motivos religiosos -que es lo que a nosotros nos interesa- como por otros motivos diferentes, principalmente políticos, que tampoco podemos perder de vista; pero se trata de fenómenos diferentes, que no pueden ser confundidos entre sí.
5811_7_49c2c30698452.jpg
Seguimos a José Francisco Guijarro, que nos explica que el primer acto violento con víctima mortal por motivos religiosos del que tenemos referencia es particularmente execrable, dentro de lo que siempre es cualquier atentado contra la vida humana de un inocente. Tuvo lugar por la mañana del mismo sábado 18 de julio de 1936, y fue el asesinato a sangre fría de un niño, hijo del sacristán de la parroquia de San Ramón, en el interior de la parroquia de San Ramón Nonato, en el Puente de Vallecas.
Al mismo tiempo, en la mañana del mismo sábado 18 de julio, en el Seminario Conciliar de Madrid se celebra un retiro espiritual para los seminaristas que estaban ya de vacaciones en sus casas, previsto para que asistieran los que vivían en Madrid o en los pueblos más cercanos, en el que les dirige la palabra el párroco de Carabanchel Bajo, don Hermógenes Vicente, que pocos días después será asesinado: murió, efectivamente, en Carabanchel Bajo, el 18 de septiembre.

Cuenta el sacerdote don Hermengildo López Gonzalo, testigo directo de los hechos que “ese mismo día, 18 de julio, en el seminario, sobre el mediodía, recuerdo que estando comiendo en el seminario de Madrid el Sr. Rector, el prefecto de teólogos y yo, bajó el portero del seminario a decirnos que estaban las turbas para apoderarse del Seminario e incluso que ya habían roto la mampara de cristales que impedía el libre acceso si él no abría. Enseguida nos fuimos a la capilla a consumir las Sagradas Especies y los tres vestidos de paisanos tuvimos que salir por la puerta posterior que había en la huerta del Seminario y que era para el servicio del hortelano. Nos separamos y cada uno se fue a su casa (…) Al día siguiente yo llamé al seminario preguntando si podía ir a celebrar la Santa Misa y ya me contestó un miliciano diciendo que me iba a escabechar
Otro acto de violencia contra la religión, con víctimas mortales, del que se han encontrado referencias, aunque no se haya podido llegar a identificar aún a las víctimas, tuvo lugar en la mariana del domingo 19 de julio, antes de que hubiera comenzado el primer acto propiamente de guerra en Madrid, que fue el asedio al Cuartel de la Montana. En el barrio de Torrijos, ante la iglesia de los Dominicos, pandillas de jovenzuelos, unos armados con pistolas y otros con mosquetones, la emprendieron a tiros contra los fieles, cuando estos salían del templo. En él se encontraba la familia del político Serrano Suñer, que asistían a las misas gregorianas en sufragio del alma de su padre, fallecido pocos días antes. Los fieles salieron de la iglesia como pudieron: unos por las puertas laterales y otros descolgándose por las ventanas. Varios fieles resultaron muertos y otros heridos.
No obstante, durante la mañana de aquel domingo aún se observaba, al menos en el centro de Madrid, una cierta normalidad religiosa. El domingo 19 se celebró en las Calatravas la última Misa, era la de una de una tarde, que siempre tuvo un concurso de devotos elegantes. Pero en este día se celebró en medio de un ambiente dramático. Eran ya pocas las gentes que se atrevían a salir de casa, y los fieles que asistieron lo hacen con el ánimo sobrecogido y conturbado ante la inminencia de la tragedia. Porque ya por la calle de Alcalá patrullas de obreros armados detenían a los transeúntes e imponían la autoridad de la Casa del Pueblo.
Todavía se celebran las misas y la Adoración diurna del Santísimo, como de costumbre, en la iglesia de la Consolación de la calle de Valverde. Sin embargo, en la noche del 19 al 20 se suspendió en Valverde la tradicional vela al Santísimo que celebraban los adoradores todas las noches sin interrupción desde hace 50 años. Las circunstancias son graves, y podían tomarla los revolucionarios como una reunión clandestina con la agravante de nocturnidad. Al día siguiente se suspendió también la Adoración diurna, después de 40 años de actuación. Durante la noche del 19 al 20 de julio, en Madrid, fueron incendiadas cincuenta Iglesias.
Queda confirmado que en el lunes 20 de julio, día en el que sobre las once de la mañana se culminó la operación militar de la conquista del Cuartel de la Montana, fueron asesinados en Madrid diecisiete, entre sacerdotes, religiosos y religiosas, a los que hemos de sumar, al menos, los dos hermanos paúles de Hortaleza, que dados por perdidos ya el día anterior, fueron vistos con vida en ese día, mas no después, y el párroco de Meco, Cecilio Hernández Caballero, fusilado según algunas versiones al amanecer del mismo dia 20.
Ese día 20 de julio por la mañana una banda de milicianos estaba tiroteando el edificio de la Congregación de San Pedro, en la calle de San Bernardo, con el pretexto de que desde el se estaba disparando “contra el pueblo soberano”. Cuando se cansaron de tirar sin que nadie les contestara, entraron en el edificio y su primera intención fue guitar los testigos de vista, y para ello apresaron a las 13 Religiosas Mercedarias que atendían a la casa y en un camión, entre insultos, burlas y denuestos las llevaron a la Dirección General de Seguridad. En las camas del Hospital se hallaban catorce sacerdotes enfermos y en la Residencia dieciocho. Fueron sacados y llevados al Hospital de La Princesa (hoy desaparecido), sito en la glorieta de San Bernardo. Las Religiosas pudieron salvar sus vidas, pero los sacerdotes fueron sacados poco a poco del Hospital de la Princesa y asesinados, sin que se haya podido saber dónde fueron a parar sus restos.
El mismo dia 20 de julio, cuenta el Agustino A. del Fueyo, “el P. Miguel de la Pinta Llorente telefonea a nuestro portero en lenguaje convencional y pintoresco, toda la tragedia del Convento e Iglesia del Beato Orozco, de la calle de Goya, 87. El P. Mariano Cil ha sido asesinado en la puerta de la calle; la Iglesia y el convento arden por los cuatro costados. El Cristo es mutilado y arrastrado por las calles con una soga al cuello. Las monjas, refugiadas en la casa de enfrente, contemplan horripiladas toda la tragedia.
De entre las víctimas del 20 de julio, han sido ya beatificadas como mártires dos religiosas del Instituto de Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús, la progenitora Rita-Dolores Pujalte Sanchez, y la hermana Francisca Aldea Araujo. Pertenecían a la comunidad del Colegio de Santa Susana, en la calle Pedro Heredia, en Ventas, que fue asaltado por unos milicianos sobre el mediodía del día 20 de julio, tras unas horas de tiroteo contra el edificio, y a pesar de que les advirtieron de que habla ni¬ñas en su interior. Consumado el asalto, la superiora del colegio, progenitora Amalia Bravo, rogó a los milicianos que dejaran salir a las hoy Beatas y que no les hicieran daño, pues eran muy ancianas. En efecto, la progenitora Rita tenía 83 años, estaba enferma de diabetes y casi ciega. Uno de los milicianos se ofreció a acompañarlas. Acompañadas por el miliciano, sor Victorina Uriarte, sor Lorenza Alonso y tres niñas huérfanas, se dirigieron a una casa de la calle Alcalá, no muy lejos del colegio.
En casa de esta señora comieron, pasando a descansar a continuación al domicilio de la vecina de la misma planta, y, a cabo de una hora y media o dos horas, los perseguidores arrestaron a las os ancianas religiosas hoy Beatas de una manera. A la progenitora Rita Pujalte que estaba ciega la bajaban dos milicianos tirando de ella y una miliciana detrás empujándola; iba ya como muerta. Los milicianos y milicianas que las apresaron tenían pensado matarlas en la plaza de toros. Dieron una vuelta en torno a la misma y acaso por la mucha gente que circulaba por este lugar, tomaron la carretera de Aragón hacia el inmediato pueblo de Canillejas. En la carretera de Aragón, cerca ya de Canillejas, los del control requisaron el coche a los milicianos, que hicieron bajar a las Siervas de Dios, les mandaron caminar hacia adelante y les dispararon diversas ráfagas de fusil. Y a juzgar por la relación que hicieron los médicos después en la autopsia, los que dispararon fueron varios, pues las dos religiosas tenían diversos disparos en la cabeza, en el pecho y en las piernas.
También en el lunes 20 de julio se sitúa la fin del sacerdote don Andrés Molinera, capellán de la parroquia de San Antonio de la Florida, después de saquear el templo, convirtiéndolo en lo que más adelante sería una checa, en la que se celebraron simulacros de juicios, y entre ellos el del mismo don Andrés, que seguidamente fue fusilado en la Casa de Campo. Y, entre otros, ese mismo día fueron asesinados dos religiosos, el Carmelita P. Paulino del Santísimo Sacramento, profesor en Roma y que se encontraba accidentalmente en Madrid, y el Paúl, P. Roque Catalán, de la comunidad de la Basílica de la Milagrosa. También en ese día tuvo lugar el asalto a la parroquia de El Salvador y San Nicolás, y la subsiguiente matanza de su clero. Eran los comienzos de una cruel persecución religiosa que duraría, con mayor o menor intensidad, varios meses.
 
Los 215 asesinatos del Frente Popular en Rivas Vaciamadrid
Juan E. Pflüger
/ 11 noviembre, 2016

La izquierda ha pasado por varias etapas en su interpretación del terror rojo durante la Guerra Civil española.Primero, durante la contienda, los medios de la zona controlada por el Gobierno republicano del Frente Popular presumían de la eliminación de los “fasciosos”; después, en la posguerra y durante el franquismo, se negaba la represión organizada y se minimizaba su número; tras la transición, directamente se obviaba la existencia de estos asesinatos. Finalmente, desde que se promulgó la zapaterista Ley de Memoria Histórica, se magnifican los crímenes del otro bando mientras que se achaca la responsabilidad de las muertes en la retaguardia propia alegando al descontrol de grupos no controlados por el Gobierno.
PUBLICIDAD

blog.jpg
p>



Uno de los principales argumentos que esgrimen al decir que fue obra de grupos incontrolados a los que el Gobierno “legítimo” quería poner coto es que las sacas comenzaron a partir de la huída del Gobierno de Madrid a Valencia el día 6 de noviembre de 1936, ante el miedo a caer en manos de los nacionales que estaban a punto de entrar en la capital de España. Según esta versión, en los días siguientes a la salida de los ministros de Madrid, se produjo un vacío de poder que los radicales aprovecharon hasta que la Junta de Defensa pudo hacerse cargo de la administración y paró esas sacas.
bloga.jpg
p>
Pero esto es falso. Días antes de la salida del Gobierno hacia Valencia, las sacas ya se estaban produciendo. Primero en Aravaca y Pozuelo y después, el día 5 de noviembre en la localidad de Rivas Vaciamadrid.
blog1.jpg
p>
Hay 215 asesinatos de presos de las cárceles de Madrid que se cometieron en las inmediaciones del cementerio de Rivas el día 5 de noviembre, un día antes de la huída del Ejecutivo del Frente Popular. Las víctimas fueron 190 militares y 25 civiles sacados a última hora de la tarde de aquel día de las cárceles de Porlier y San Antón y trasladados a ese pueblo del este de Madrid, donde fueron fusilados, sin mediar juicio alguno, y enterrados en unas fosas comunes que se habían excavado el día 4 por encargo del mismísimo ministro de Gobernación, el radicalsocialista Ángel Galarza.

blog2.jpg
strong>
Es una información que se conoce gracias al testimonio prestado por dos miembros de su cuerpo de seguridad en el viaje entre Madrid y Valencia, realizado a última hora del día 6 de noviembre. En el trayecto paró en Tarancón, desde donde realizón dos llamadas de teléfono. La primera fue a alguno de los nuevos responsables del orden en Madrid, al que le comunicó que autorizaba las evacuaciones de presos y añadía “pero evacuaciones definitivas”.
PUBLICIDAD

blog4.jpg
strong>
La segunda de las llamadas fue realizada al alcalde socialista de Rivas Vaciamadrid, en este caso preguntó si había realizado las zanjas que él mismo le había encargado el día 4 anterior. La respuesta fue clara: “hechas y utilizadas”. Allí habían enterrado a esas 215 víctimas.
Unas víctimas que, una vez acabada la Guerra Civil, fueron trasladadas al camposanto de Paracuellos del Jarama, donde sus restos permanecen junto a los miles que en esa zona, a orillas ddel río Jarama, fueron asesinadas en las semanas siguientes a las que murieron en Rivas Vaciamadrid.
 
Carmen, la niña de cinco años asesinada por las Juventudes Socialistas
Juan E. Pflüger
/ 08 enero, 2018
El día 11 de abril de 1935 Carmen Pérez Almeida, una niña de tan sólo cinco años, caía abatida por las balas disparadas por milicianos de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) cuando en compañía de su hermano Juan y de su hermana Guadalupe salían de la Academia Fray Luis de León de Salamanca. Juan era electricista y Guadalupe trabajaba como limpiadora en ese centro educativo.

Juan Pérez Almeida estaba afiliado a Falange y, junto a su hermana pequeña Carmen habían acudido a recoger a su hermana mediana para acudir a un teatro infantil. Cuando enfilaban el parque de la Alamedilla, un grupo de milicianos que había seguido a Juan y Carmen y que se encontraba oculto tras un muro, disparó una descarga con varias pistolas que causaron la fin inmediata de la más pequeña y heridas graves a Juan, que murió tras casi un mes de agonía el 5 de mayo. Guadalupe resultó ilesa en el ataque.



perezalmeida.jpg

Cuando la prensa republicana se hizo eco de la noticia, quiso minimizar el brutal asesinato señalando que la edad de la niña asesinada era de 12 años, cuando en realidad tenía solamente cinco. Y hacían especial hincapié en que el objetivo era Juan, “de filiación fascista”.
Este crimen muestra la bajeza jovenlandesal de la que hacían gala los milicianos marxistas durante la Segunda República. Las investigaciones policiales, que se cerraron sin la detención de los asesinos, concluyeron que el militante de Falange no solía acudir a buscar a su hermana Guadalupe a su centro de trabajo, y que además no era una persona conocida en Salamanca. Por lo tanto, los asesinos le habían seguido cuando, en compañía de la pequeña Carmen, había acudido a buscar a su otra hermana para acudir a la sesión de teatro infantil.
perezalmeida1.jpg

Es más, el seguimiento se produjo desde un local de Falange hasta casa de la familia, donde recogió a la pequeña y después hasta la academia. Por lo tanto, quienes dispararon sabían que al joven falangista le acompañaba la niña, algo que no les disuadió de cometer el brutal asesinato aun sabiendo que podría caer como víctima inocente la pequeña.

El brutal crimen conmocionó a la localidad de Salamanca porque las víctimas eran hijos de Luis Pérez Martín, un maestro de la localidad muy conocido por su amplia labor pedagógica. El entierro de la pequeña Carmen fue todo un homenaje a la niña y una manifestación de rechazo a los crímenes de los milicianos en una localidad en la que las tensiones sociales eran prácticamente inexistentes.
La pequeña Carmen recibió, además, un homenaje de la Sección Femenina de Falange (SF). Su caso está recogido en el libro “Teoría de la Falange”, de Julián Pemartín. Allí cuenta como la SF consideró a la niña como su primera caída y, a pesar de que no tenía edad para militar, se cuenta como la primera víctima femenina de la Falange.
 
El asesinato de una niña de 12 años y otras hazañas del comunismo en Amurrio
Juan E. Pflüger
/ 27 septiembre, 2017

Tras el levantamiento militar del 18 de julio, la mayoría del territorio de Álava quedó en manos del Ejército sublevado, solamente algunos municipios del norte de la provincia, entre los que se encuentra Amurrio, quedó bajo control del Frente Popular.


En la zona se desarrollaron varias acciones de carácter militar que, en ocasiones, iban acompañadas de represión contra personas que no eran partidarias de los partidos frentepopulistas. Esto ocurrió la noche del 25 al 26 de septiembre de 1936.



Varios milicianos venidos de Bilbao habían volado puentes de la línea ferrea para evitar el desplazamiento de tropas del bando nacional. Entre ellos se encontraban varios dinamiteros de Basauri.

Amurrio2.jpg
Documentos correspondientes a Causa General del A.H.N.

Tras realizar las voladuras se desplazaron a Amurrio para pernoctar. Allí fueron informados de la presencia de un vecino, José María Viguri y Berganza, de 46 años. Su vinculación política era conocida por todos los vecinos y era socio del casino tradicionalista. Este vecino era labrador y tenía una hija de doce años, María Guadalupe.
Padre e hija se encontraban en su casa aquella noche cuando los milicianos se presentaron en el domicilio para llevarse detenido al padre. La hija se agarró a él para intentar que no se lo llevaran y los milicianos decidieron llevarse a los dos. Los vecinos testificaron que el llanto de la niña no logró ablandar a los milicianos, que llegaron a golpearla con sus armas para hacerla caminar.

Amurrio3.jpg

Fueron sacados de su casa y llevados a una carretera próxima, la que se dirige a Larrinbe y Lezama y allí fueron fusilados. Padre e hija, sin ningún tipo de piedad hacia la niña. Los cuerpos fueron abandonados en aquel mismo lugar, junto a la huerta del Caserío Ugarte.
PUBLICIDAD

Muchos años después se erigió una cruz con una placa en recuerdo a estas dos víctimas y los sucesos que se conocen como el crímen de Amurrio. Hace unos años se retiró la placa y se vandalizó la cruz que había sobre ella. La Ley de Memoria Histórica ha decretado, con el apoyo de los partidos de izquierdas y la inacción y complejo del PP, que estas dos víctimas inocentes no tienen derecho a ser recordadas.
Amurrio.jpg
Documentos correspondientes a Causa General del A.H.N.

No fueron las únicas víctimas en esa zona de la retaguardia republicana. En Amurrio fueron asesinados otros seis vecinos. Un sacerdote de 28 años, Vicente Yabanes; el obrero de 28 años, Francisco Padura; Bruno Otaola, de 35 años y tratante de ganado; y tres labradores de 21, 29 y 23 años llamados Víctor Iturbe, Víctor Yomas y Evaristo Zuloaga.
 
Otro acto de violencia contra la religión, con víctimas mortales, del que se han encontrado referencias, aunque no se haya podido llegar a identificar aún a las víctimas, tuvo lugar en la mariana del domingo 19 de julio, antes de que hubiera comenzado el primer acto propiamente de guerra en Madrid, que fue el asedio al Cuartel de la Montana.
nada, aunque no se pueda documentar, y mira que hay fotos judiciales de cadáveres con un numero, tu lo sueltas.

lo que si está documentado es el asesinato el sabado de tres militares en campamento por no ceder el cuartel a los sublevados, y el fusilamiento de niños y mujeres que venian del rio:

La camioneta tiroteada el 19 de julio frente al Cuartel de la Montaña.
 
nada, aunque no se pueda documentar, y mira que hay fotos judiciales de cadáveres con un numero, tu lo sueltas.

lo que si está documentado es el asesinato el sabado de tres militares en campamento por no ceder el cuartel a los sublevados, y el fusilamiento de niños y mujeres que venian del rio:

La camioneta tiroteada el 19 de julio frente al Cuartel de la Montaña.
¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿Que entre infinidadad de asesinatos de los gente de izquierdas documentadísimos, se hable de un caso en el que hay referencias pero no se han identificado aún a las víctimas?
 
he dicho lo que he dicho, que los primeros muertos en madrid no fueron en el asalto a la montaña, sino unos domingueros que pasaban por la puerta y militares leales en su puesto.

y que no me creo ese supuesto y primer ataque republicano no documentado, cuando lo están todos.
 
Parece ser que la desesperación cunde en las filas "memorialistas". Para continuar haciendo el ridículo han optado por la via jurídica contra mi admirado Juan E. Pflugüer por un artículo publicado sobre las 13 Rosas titulado «Desmontando las mentiras de los gente de izquierdas: las Trece Rosas, otro mito de la izquierda que gusta a la clase política» artículo documentado en el que se hace referencia a la pertenencia de estas señoras a las JSU.

Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana.

ARTÍCULO : https://gaceta.es/blogs/crimenes-del-comunismo/13-rosas-mito-izquierda-gusta-clase-politica-01092015-1858-20150901-0000/

Alegan los denunciantes cosas como

Ante semejante artículo, se ha presentado una denuncia ante los juzgados de Lorca por las injurias y calumnias, además de por una presunta vulneración de la Ley de Memoria Histórica. En la denuncia, a la que ha tenido acceso Diario16, se indica que el artículo es un intento de «desvirtuar la verdad contrastada, presentando a las víctimas como verdugos, además de su falsedad manifiesta parecen comprendidos en la legislación penal expresada».

ARTÍCULO : https://diario16.com/denuncian-a-varios-medios-digitales-por-publicar-un-articulo-ofensivo-contra-las-trece-rosas-firmado-por-el-responsable-de-prensa-de-vox/

Lamentándolo mucho por los denunciantes, los únicos que pretenden desvirtuar, manipular o falsificar la historia son las asociaciones "memorialistas", algunos historiadores de pacotilla, partidos políticos u otras agrupaciones en relación directa con la justificación de la percepción de ayudas públicas.

Fácil lo tiene para no dejarse intimidar. El derecho a emitir información VERAZ contemplado en el artículo 20 de nuestra Constitución le ampara sobre la mordaza de una ley sectaria diseñada para imponer una visión parcial, sesgada y manipulada de la historia.


UN MENSAJE DE ÁNIMO A PFLÜGGER Y A TODOS LOS QUE LUCHAN CONTRA LA MANIPULACIÓN Y FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA.
 
ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana
si, antes de la menstruacción ya eran milicianas asesinas.
ese grupo terrorista que mencionas no habia dado de baja de la suscripción de la vita a nadie desde el final de la guerra, y hacia años que no se paseaba en madrid.

en cambio, si que habia terroristas sacando presos de los campos y trasladandolos a sus pueblos, donde no llegaban.
 
brigadas internacionales guerra civil




La historia no la cambia nadie, ni pueden cambiarla segun conveniencia, que es lo que quieren algunos.

Que nivel maribel,pone un titulo anunciando documentos desclasificados,y despues solo hay una retahila de autores "que estiman",noticias de hace años o decadas,y ningun documento desclasificado.honkhonk

Y el unico "documento" que pone,un documento grafico que asegura pertenece a las brigadas internacionales..resulta que es una vieja foto de los años veinte en africa por parte de legionarios!Fedesvinto,como puedes ser tan iluso meparto:meparto:meparto:meparto:meparto:meparto:meparto:

jovenlandia GUERRA DE ÁFRICA, 1922.- Artilleros y legionarios del Ejército español exhiben las cabezas | Foto | EFE Data | 63298

Que loteria hemos ganado para que el facherio venga aqui a darnos tanta risa con su nivel frutapenico
 
Genaro Arias Herrero, el terror socialista que, en plena Guerra Civil, torturaba y mataba a cualquier persona 'de derechas'
Concha Espina relató el suplicio de las tres enfermeras de Somiedo, en uno de sus libros publicado en 1941, 'Princesas del martirio'.
Javier Paredes 23/06/19 09:00
Genaro Arias Herrero, el terror socialista que, en plena Guerra Civil mandó fusilar a las tres enfermeras de Somiedo. De izquierda a derecha, Octavia Iglesias Blanco, Olga Pérez Monteserín Núñez y Pilar Gullón Iturriaga

Genaro Arias Herrero, el terror socialista que, en plena Guerra Civil mandó acabar a las tres enfermeras de Somiedo. De izquierda a derecha, Octavia Iglesias Blanco, Olga Pérez Monteserín Núñez y Pilar Gullón Iturriaga
Hace unos días, el pasado martes 11 de junio, el Papa autorizó promulgar los decretos de martirio para la beatificación de María Pilar Gullón Iturriaga (1911-1936), Octavia Iglesias Blanco (1894-1936) y Olga Pérez-Monteserín Núñez (1913-1936), tres enfermeras católicas laicas de la Cruz Roja, que fueron martirizadas por repruebo a la fe el 28 de octubre de 1936, en Pola de Somiedo (Asturias), durante la Guerra Civil española.
Poco antes de quedarse ciega, Concha Espina relató el suplicio y el martirio de estas tres mujeres en uno de sus libros publicado en 1941, que es una auténtica joya literaria, desde el título, Princesas del martirio, hasta la última página. Concha Espina describe la geografía donde tuvieron lugar los hechos con estas palabras: “San Pedro de Somiedo, una collación montaraz en el límite de dos provincias, trágico frente de guerra que divide a dos marcas españolas: la de León, llena de la fe en Cristo; la otra de Asturias, envenenada por los enemigos de Dios, enemigos también de la Humanidad”.
El victimario fue un socialista leonés, Genaro Arias Herrero, presidente de la Casa del Pueblo, que la noche antes de asesinarlas encerró a las tres enfermeras en la Casa del Pueblo del PSOE, convertida en checa, para que cuantos quisieran pudieran violarlas. El jefe de los socialistas trató de amortiguar los gritos de estas tres mujeres con el chirriar de una carreta de bueyes, que hizo circular alrededor de la checa durante toda la noche. La carreta llevaba el cadáver de un sacerdote, que él mismo había asesinado unas horas antes.
La noche antes de asesinarlas encerró a las tres enfermeras en la Casa del Pueblo del PSOE, convertida en checa, para que cuantos quisieran pudieran violarlas
Genaro Arias Herrero, conocido en la comarca por el alias de “El Patas”, tenía 34 años cuando asesinó a las tres enfermeras y todo un historial criminal, que le había convertido en el terror de su comarca. Había nacido en una aldea cerca de Cistierna (León), pero residía en Villaseca de Laciana a poca distancia de Villablino (León), donde era el líder del socialismo de la zona, ya que había sido elegido presidente del sindicato minero de la UGT y de la Casa del Pueblo del PSOE de Villaseca de Laciana.
Desde que se proclamó la Segunda República en 1931, El Patas dirigió todas las huelgas y las manifestaciones revolucionarias de la comarca. Cuando los socialistas fueron derrotados en las urnas y dieron el golpe de Estado en 1934, que algunos llaman falsamente Revolución de Asturias, Genaro Arias Herrrero asaltó la mina “Teófilo”. Y cuando estalló la Guerra Civil, concentró a un grupo de unos trescientos hombres, de los que se valió para realizar registros y saqueos en la zona de Villaseca de Laciana, robando animales, dinero y pertenencias de los vecinos. El Patas asaltó las casas cuartel de la Guardia Civil y detuvo a los guardias civiles de Villaseca de Laciana, Caboalles de Abajo, Villablino y Murias de Paredes y a las mujeres de los guardias civiles se las llevó a la zona roja.
A una de las vecinas, llamada Trinidad Feito, el socialista Genaro Arias Herrero le manifestó que no se ganaría la guerra, hasta que no se matara a todas las personas de derechas. El Patas, incluso, trató de asesinar a la progenitora de Trinidad Feito, alegando como motivo que cuatro de sus hijos luchaban en el ejército de Franco, crimen que el socialista no consiguió consumar, gracias a que los vecinos protegieron a aquella pobre mujer.
Cuando llegaron las tropas de los nacionales a Villaseca de Laciana, el 10 de agosto de 1936, El Patas huyó a Pola de Somiedo, donde se impuso como presidente del Comité revolucionario. En esta localidad asesinó a un guardia civil retirado, que ejercía como juez municipal, al secretario del juzgado y a otro vecino. Y aquello solo fue el principio de una serie de asesinatos y robos cometidos por él en el Valle de Somiedo, donde sembró el terror. Tras el asalto del ejército rojo al hospital de Somiedo, acudió al lugar para participar en la masacre, asesinó por su propia mano al sacerdote y se hizo cargo de los prisioneros de aquella avanzadilla del ejército nacional, entre las que se encontraban nuestras tres enfermeras de la Cruz Roja.
María Pilar, Octavia y Olga habían acudido voluntarias para atender a los enfermos del hospital del puerto de Somiedo. El 27 de octubre de 1936 comenzó su calvario, cuando los gente de izquierdas asaltaron esa posición y arrasaron el hospital, rematando hasta matarlos a los heridos en sus camas y haciendo prisioneras a las tres enfermeras.
La llamada Revolucion de Asturias no fue otra cosa que un golpe de Estado de los socialistas. Golpe de Estado revolucionario, naturalmente
De nada valieron las súplicas de los mandos militares, del médico y del sacerdote en favor de los heridos y de los convalecientes del hospital de Somiedo. El comportamiento de quienes solicitaron piedad para los asaltados, lo describe Concha Espina con estas palabras: “Acaso esperaban compasión para ellos, con esa hidalguía natural del que es «hijo de algo», miembro de las alcurnias del alma, brote de una creencia y de una virtud que decoran al soldado, lo mismo que al general, dentro del ejército católico”. Por otra parte, a los socialistas que asesinaron a los enfermos y apresaron a las tres enfermeras, Concha Espina les enjuicia así: “Pero los asaltantes eran «hijos de nada», producto del anarquismo y la disolución de Europa, mortífero veneno de la sociedad”.
Durante el asalto, a las tres enfermeras se les presentó la oportunidad de huir y ponerse a salvo de sus captores, pero se negaron a abandonar a sus enfermos. Olga, la más joven de las tres pues tenía solo tenía 19 años recién cumplidos, fue alcanzada en una ceja por el roce de una bala y de la herida brotó la sangre, que tiño de rojo su uniforme blanco. Al momento uno de sus pacientes le sugirió que dejase de atenderlos, para curarse ella misma, pero la enfermera le respondió:
—“¿Curarme? ¿Para qué? Ya es inútil; no hay tiempo. Vamos a morir y enseguida a resucitar entre los mártires del Señor. Nos separaremos apenas unos instantes para reunirnos eternamente”.
Indudablemente que una respuesta como esa solo brota en un alma cristiana, alimentada por la oración y los sacramentos. Las tres enfermeras durante octubre, mes del Rosario, practicaron esta devoción mariana y asistían a diario a la Santa Misa, que celebraba el sacerdote en el hospital de Somiedo. María Pilar pertenecía a las Hijas de María y a las Conferencias de San Vicente de Paúl. Octavia era de las mismas asociaciones que María Pilar y además estaba inscrita en Acción Católica.
Los que quedaron vivos del asalto del día 27 deoctubre fueron hechos prisioneros y la mayoría llevados a Gijón. A las tres enfermeras, junto con dos falangistas de la guarnición, José Fernández Marvá y Salvador González, les condujeron desde el hospital del puerto a Pola de Somiedo, distantes doce kilómetros, que recorrieron a pie.
En torno a los milicianos que conducían a los prisioneros —escribe Concha Espina— “se había formado un cortejo de furias, un bronco sartal de milicianas vestidas de mono, arisco el pelo y el semblante, agresivas las voces salpicadas de blasfemias y de insultos. Llevaban como botín de su mezquina victoria varias prendas mujeriles: un abrigo largo, una chaqueta de cuero, un estuche de tocador y un bolso elegante. Se lo repartieron a las milicianas entre burlas y denuestos. Y todos juntos cambiaron opiniones a gritos sobre la terrorífica suerte que esperaba a los prisioneros”.
Conocemos el nombre de esas mujeres y su rango, descrito por Concha Espina. Lola Sierra, “número visible del ejército rojo mujeril”; Evangelina, la secretaria, “con aberraciones intelectuales”; Milagros, “la valiente rematadora de moribundos” y Emilia Gómez, “un monstruo infernal de veinte años y degeneración humana hasta el fondo satánico de la materia”. Ellas forman parte del cortejo de los verdugos y con todos los recursos de la indecencia de sus palabras, de sus gestos y de sus manoseos excitan todas las bajezas animales de los que pronto van a ser los depredadores sensuales de las tres enfermeras.
Comienzan a temblar las tiorras, y como no consiguen apuntar, tres milicianos se colocan detrás de cada una de ellas, para sujetarles el arma
Así es que cuando llegan a la Pola de Somiedo separan a los dos falangistas de las tres enfermeras y las hacen subir a una habitación de la checa, que era la anterior Casa del Pueblo de los socialistas. Y allí, en la Casa del Pueblo del PSOE, donde dicen los seguidores de Pablo Iglesias que se democratiza la cultura para ponerla al servicio del pueblo, el socialista Genaro Arias Herrero, El Patas, les entregó a los suyos los cuerpos de aquellas tres mujeres, para someterlas al espantoso abuso de ellos durante toda una noche, antes de asesinarlas, a los que les dio la siguiente instrucción con estas palabras textuales: “Que aquella noche podían quedarse con las enfermeras y hacer de ellas lo que mejor les pareciera”.
Al día siguiente, cuando ya había salido el sol, El Patas sacó a las tres enfermeras de la checa, para fusilarlas. Y como hicieran el día anterior con las capas y los estuches de las cautivas, las "tiorras" —el calificativo es de Concha Espina— echan a suertes el gozo de matarlas. Y como discuten y no se ponen de acuerdo, tercia una de ellas:
—“A ver, que las señoritas escojan su propio verdugo ¡Vamos, pichonas! ¿Quién mata a quién?”
Por fin, Evangelina, Lola y Emilia se reparten la matanza. Se sitúan a tres metros de sus blancos y cuando las tiorras van a encarar el arma, un sargento detiene la ejecución y propone indultarlas, si levantando el puño gritan: ¡Viva Rusia! Pero como respuesta inmediata, tres gritos al unísono suben al Cielo:
—¡Arriba España! ¡Viva Cristo Rey!
Su respuesta deja paralizados a los milicianos y a las tiorras. María Pilar y Octavia rezan con los ojos fijo en el cielo. Y Olga, quizás por ser la más joven, la más atrevida, les mira a todos fijamente y les dice:
—¡Hasta para dar de baja de la suscripción de la vida sois cobardes!
Entonces comienzan a temblar las tiorras, y como no consiguen apuntar, tres milicianos se colocan detrás de cada una de ellas, para sujetarles el arma y ayudarlas a apuntar con firmeza. El desenlace se lo dejo contar a Concha Espina:
“Al fin las mujeronas disparan temblando. Y se desploman las muchachas de un solo golpe, una caída sorda en la hierba. Que, no obstante, levanta un eco pavoroso en todo el orbe civilizado. Y entonces cada mártir extiende el haz de sus cinco dedos, para balbucir todavía, un grito de fe en España y en la Cristiandad.
—Ya se acabaron las señoritas. —Ruge un fistro.
—Falto yo.
Hay un espasmo de terror y alarma entre el público. El capitán Sánchez se acerca a la moribunda, pistola en ristre.
—A ver ¿quién vive aquí? —protesta, iracundo.
Pilar, transfigurada su hermosura por una angélica lucidez, responde:
—¡Dios!
Recibe, sonriendo, el tiro de gracia, y se duerme entre sus compañeras”.
Y concluye su libro Concha Espina con una propuesta, que bien podría llevarse a cabo el día que tenga lugar la ceremonia de la beatificación de estas tres mártires. Esto es lo que propuso la autora de Princesas del martirio en 1941, cuando entonces ningún campanario de las iglesias españolas, fueran altos o bajos, se avergonzaba de nuestros mártires de la Segunda República y de la Guerra Civil y todos sin excepción llamaban a las cosas por su nombre: “Y desde el humilde tributo de estas páginas, yo solicito para las enfermeras de Astorga, un volteo nacional de los bronces, que aún se afirman en nuestros campanarios, un repique gozoso de aleluya, como cuando un niño transita, por inocente y puro, desde los brazos de su progenitora hasta el trono de la Virgen María”.

Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá
 
Mártires Concepcionistas. Dos de las religiosas que serán beatificadas fueron torturadas y asesinadas por milicianos comunistas, en Vicálvaro, en 1936
"Ha llegado la hora de Dios. Si es preciso, demos la vida por Él". La España de la la Guerra Civil fue la España de los mártires. Es memoria histórica.
Javier Paredes 16/06/19 09:00
https://www.hispanidad.com/uploads/s1/25/18/13/fotografias-hechas-por-el-sepulturero-de-vicalvaro-de-la-progenitora-ines-derecha-y-de-sor-ma-del-carmen-izquierda_1_640x384.jpeg
Fotografías hechas por el sepulturero de Vicálvaro de la progenitora Inés (izquierda) y de sor Mª del Carmen (derecha)
El próximo sábado, 22 de junio, a las 11 de la mañana, en la Catedral de la Almudena de Madrid, se celebrará la ceremonia de beatificación de 14 monjas concepcionistas franciscanas, que será presidida por el Cardenal Giovanni-Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Diez Hermanas pertenecían a la comunidad religiosa del convento de San José de Madrid; dos procedían del monasterio de El Pardo y otras dos religiosas pertenecían a la comunidad de Concepcionistas de Escalona.
El convento de San José y el monasterio de El Pardo son dos de un total de los 19 conventos fundados o comunidades reformadas por Sor Patrocinio. En toda la Historia de la Iglesia, yo no tengo noticia de que nadie haya fundado tantos. Y de los 19 debidos a la acción de Sor Patrocinio, dos de ellos han proporcionado 12 monjas elevadas a los altares. Y como de santidad hablamos, hay que mencionar que la Orden de las Concepcionistas, además de las monjas de América que están en proceso de beatificación, en España tienen abierto igual proceso las Madres Teresa Romero y Ana Alberdi, además de tres místicas de proyección gigantesca: la ya citada Sor Patrocinio, la progenitora Sor María Jesús de Ágreda y Sor Ángeles Sorazu.
De las concepcionistas franciscanas sabemos muy pocas cosas, porque ellas como todas las monjas de clausura son los cimientos en el edificio de la Iglesia. Y los cimientos de una catedral están ocultos en la tierra, pero sin ellos no podríamos contemplar la belleza de esas bóvedas de piedra que, desafiando la ley de la gravedad, se elevan al cielo para dar gloria a Dios. La visión de la hermosura de todas y cada una de esas almas, encerradas en la clausura, está reservada para el día que se abra el verdadero libro de la Historia, que será el día del Juicio Final. Mientras tanto tendremos que conformarnos con unas pequeñas pistas que ofrecen las vidas de esas monjas de clausura, que se hacen públicas, cuando son elevadas a los altares. Y por eso hoy las voy a seguir contando.
Sin duda, el martirio es una gracia de Dios, pero solo lo puede aceptar quien se prepara para ello con una profunda vida interior
De diez de las 14 que van a ser beatificadas, de las del convento de Santo José, ya me ocupé en dos artículos anteriores. La publicación de hoy se la voy a dedicar a los dos mártires del monasterio de El Pardo, fundado por Sor Patrocinio el 11 de diciembre de 1859, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Misericordias y San Antonio de Padua.
El comienzo de esta historia se localiza en un pueblecito de la provincia de Zamora, porque las dos mártires de El Pardo, además de hermanas de religión, lo eran también de sangre. Como el de todos los santos, el comienzo de estas dos tuvo lugar en la pila bautismal de la iglesia de Avedillo, una aldea a mitad de camino entre Puebla de Sanabria y la capital de la provincia. La mayor de las dos hermanas era Carmen, que nació en 1895, y cuatro años después vino al mundo Inés. Sin embargo, fue la pequeña la que ingresó primero en el monasterio de El Pardo, en 1908, y seis años después lo hizo su hermana Carmen.
Sin duda, el martirio es una gracia de Dios, pero solo lo puede aceptar quien se prepara para ello con una profunda vida interior. Y como muestra un botón de cómo era la de estas mujeres antes del martirio. Cuenta una de las monjas de El Pardo que vivió con ellas, que a Sor Inés se le quedaban cortas las dos horas de oración que la Regla destinaba a esta práctica, y por la noche le hurtaba tiempo a su descanso, para permanecer en la capilla. Con sencillez y sinceridad cuenta esto de lo que fue testigo: “En mi curiosidad de novicia pude comprobar, varias veces, que hacía la oración postrada en el coro. Con mucho cuidado salía de su celda, cuando todas las religiosas se habían ya retirado a descansar. Yo que tenía el sueño más ligero, me levantaba y de puntillas me acercaba al coro y siempre la encontraba orando sobre una cruz de madera. Otras veces por la cerradura de la puerta de la celda la veía hacer oración con los brazos en cruz”.
El 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil y se desbordó la persecución religiosa que los marxistas ya habían iniciado al proclamarse la Segunda República, con la quema de iglesias y conventos en mayo de 1931 y los asesinatos de religiosos tres años después, a la sombra del golpe de Estado que dieron los socialistas en 1934, que algunos llaman falsamente Revolución de Asturias.
El 21 de julio de 1936 asaltaron el monasterio de El Pardo, y mientras aporreaban las puertas del convento, exigiendo a las monjas que salieran, la progenitora Inés, que era abadesa desde el año anterior, ordenó a todas que se pusieran las ropas de seglares y bajaran a la portería. Y antes de abrir las puertas les dirigió estas palabras: “Hijas mías, ha llegado la hora de Dios. No olviden que somos religiosas, almas consagradas al Señor ¡Sean fuertes! Si es preciso, demos la vida por Él”.
Cuando abrieron las puertas, los milicianos y las milicianas, que de esas también había unas cuantas, formaron un pasillo y recibieron a las monjas entre insultos y blasfemias. Las rodearon y las empujaron con los fusiles hasta llevarlas a la plaza del pueblo, donde el cabecilla se dirigió a las gentes que allí habían acudido para soltar los tópicos marxistas de entonces y de ahora: que las monjas son enemigas del pueblo y aliadas de los ricos explotadores de los proletarios. Cuando el demagogo integró a las monjas en el bando de los ricos, a buen seguro que la progenitora Inés tuvo que acordarse en esos momentos de su infancia en Avedillo, y del trayecto de más de diez kilómetros que tuvo que hacer, a lomos de la burra del tío Ángel, para ir desde su aldea a Puebla Sanabria, donde cogió un tren para venir a Madrid, cuando ingresó en el monasterio de El Pardo como novicia.
Estalló la Guerra Civil y se desbordó la persecución religiosa que los marxistas ya habían iniciado al proclamarse la Segunda República, con la quema de iglesias y conventos en mayo de 1931
Acabado el mitin, las llevaron al puesto de control donde un autodenominado tribunal popular les tomó declaración entre los insultos y las vejaciones de los jueces gente de izquierdas. Y fue entonces cuando un grupo de familias de El Pardo salió en su defensa, ya que las monjas eran muy apreciadas en la población, porque desde que fundara el convento Sor Patrocinio había establecido que, como en todos los suyos, hubiera un colegio para atender a las niñas más necesitadas.
Estas familias consiguieron que las soltaran los milicianos y las acogieron en distintas casas. Pero poco duró la calma, porque a los cuatro días los socialistas y los comunistas hicieron público un bando en el que amenazaban con quemar las casas, donde se refugiara alguna de las monjas. Por este motivo, las mismas monjas decidieron abandonar una población tan pequeña como El Pardo, donde todos se conocían, para refugiarse en Madrid.
El capellán del convento había encargado a su progenitora, Doña Consuelo, y a su hermana que les buscara casas en Madrid, donde podrían estar más seguras. Y aunque dispersas por distintos barrios, la comunidad de El Pardo se mantuvo unida, gracias a que una de ellas, Sor Dolores, hizo de enlace. Sor Dolores les llevaba noticias unas de otras, les proveía de los alimentos que conseguía, pero sobre todo les llevaba la Sagrada Comunión, porque siempre que pudo fue portadora de las Sagradas Formas.
Las dos hermanas zamoranas, la progenitora Inés y Sor María del Carmen fueron acogidas por un matrimonio que vivía en el número 115 de la calle Ayala. Ellas se levantaban muy temprano, antes que los dueños, para hacer una oración más larga que la del convento, y cuando habían acabado todos los rezos acostumbrados, ya era la hora de que se levantaran los dueños de la casa. Entonces se unían a las tareas de limpieza, lavaban la ropa y cocinaban. Y cumplidas todas estas labores, se encerraban en su habitación durante el día para que las visitas no descubrieran su presencia.
No llevaban ni un mes en la casa de la calle Ayala, cuando el domicilio sufrió un registro. A primera hora de la tarde del día 20 de agosto de 1936, un grupo de milicianos armados se presentó en la casa y registró todas las dependencias de la misma. Cuando abrieron la puerta de su habitación, no dudaron de que habían encontrado lo que iban buscando:
—¿Vosotras sois monjas?
—Sí, para servir a Dios -respondió la progenitora Inés.
La repuesta les enfureció y descargaron su ira y su repruebo contra Dios en forma de insultos soeces y blasfemias. Se marcharon, pero dando a entender que pronto volverían.
En efecto, ese mismo día a las ocho de la tarde, regresaron los milicianos con una camioneta, en la que se llevaron a las dos monjas y al matrimonio que las había hospedado. Todos ellos fueron trasladados a la checa de Vicálvaro.
Inmediatamente las dos hermanas sufrieron un interrogatorio, en las que se les preguntó por el paradero del resto de la comunidad. Ante su negativa,comenzaron a torturarlas. No hubo parte de su cuerpo que no recibiera los golpes de las culatas de los fusiles y cuando vieron que era imposible sacarles nada, las arrojaron a una dependencia que hacía de calabozo.
El 20 de agosto de 1936 trasladaron a las dos monjas -Sor Inés y Sor Carmen- y al matrimonio que las había hospedado a la checa de Vicálvaro
Al amanecer del día 21 de agosto, las dos monjas fueron llamadas por su nombre y las ordenaron subir a una camioneta que esta aparcada en la puerta de la checa. Y conscientes de cuál era su destino, la progenitora Inés se dirigió a sus verdugos en estos términos:
—“A nosotras pueden matarnos, somos almas consagradas a Dios y daríamos mil veces la vida por ser fieles a Él. Pero a estos buenos señores, que por caridad nos han acogido y tratado con humanidad y cariño, les rogamos que no les hagan nada. Se habrían comportado igual con cualquier persona necesitada”.
Les hicieron caso y sacaron de la fila al matrimonio. A las dos monjas, como a todos los que subieron a la camioneta, a los que habían atado previamente las manos de dos en dos, les llevaron a un descampado, próximo al cementerio de Vicálvaro. E inmediatamente que se bajaron, fueron fusilados. El jefe de los verdugos fue el encargado de rematar a las víctimas con el tiro de gracia, a la progenitora Inés la disparó en la boca y a Sor María del Carmen en el estómago.
Los cadáveres fueron cargados en la camioneta y abandonados en las tapias del cementerio de Vicálvaro, como fardos de sarama. El enterrador que supo que las dos eran religiosas, pensando que algún día reclamarían sus cadáveres, lavó cuidadosamente sus rostros, puso en orden sus vestidos, las colocó en posturas decorosas, hizo una foto a cada una y enterró sus cuerpos uno al lado de otro y sobre su tumba puso una señal, que facilitara con el tiempo su identificación.
Al concluir la guerra, el sepulturero entregó al juez toda esta valiosa información, que ha permitido recuperar los restos de estas dos mártires Concepcionistas, porque de los de las otras doce que serán beatificadas el próximo sábado no ha sido posible encontrar ningún cuerpo. Los restos mortales de la progenitora Inés y de su hermana, Sor Mercedes, reposan actualmente junto con los de la fundadora de su Orden, Santa Beatriz de Silva, en la casa progenitora de las Concepcionistas de Toledo.
Javier Paredes
Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá
 
Volver