Durante el difícil mes de agosto de 2020 les envié a los cuatro partidos parlamentarios más importantes numéricamente una carta "cortesmente redactada" preguntando si estaban de acuerdo o no en que la "banderilla" fuera obligatoria.
Sólo obtuve una respuesta, única respuesta de VOX. Un escrito de 1 de septiembre siguiente. Algo largo, pero que en definitiva abogaba por que esta banderilla mantuviera su carácter voluntario a pesar de lo mucho que de avance en salud pública han tenido y tienen históricamente las banderillas. Además mantuvieron la oposición abierta al pasaporte el bichito.
Hasta ahora, tras casi tres años, no han cambiado de opinión, a pesar de ese doctorcito remilgado de guantes de vinilo azúl y cubreboca cerrado paseándose por las Comisiones del Congreso.
No voy a contar aquí mi evolución ideológica ni mis actuales convicciones políticas, curiosamente siempre ajenas a la derecha, pero me sentí agradecido y menos solo entre tantos prosimios de izquierdas y de derechas bien vacunaditos y aplaudidores de las ocho.
Y como comprenderás no me preocupa mucho que se suban el sueldo. Pero votar puede ser una cuestión de principios, de intereses, o de agradecimiento.