crisis de sobreproducción insisto!!!

¿ Porque lo llama crisis de sobreproducción cuando quiere decir crisis de demanda? El artículo es interesante, aunque erroneo en muchos puntos, para empezar en el título. Sí el autor dice que cada vez hay menos consumo porque el reparto de renta se está polarizando está dando la definición de lo que es una crisis de demanda clasica, y cuya salida con caracter general, se hace favoreciendo una redistribución de la renta, pero sin embargo habla de sobreproducción ... ante lo cual Hacendado me deja ... Por lo demás, efectivamente es un tochazo, pero tochazos de este tipo son los que añaden a burbuja. Igual no es para leerselo en la playa, pero sí merece la pena hacerlo, aunque repito, contiene puntos erroneos y el primero de ello es calificar una crisis de demanda de libro como una crisis de sobreproducción.
 
A mi me parece interesante, y al menos hay para leer y pensar un buen rato. Gracias por el reflote.
 
Me leeré el tocho mañana, pero para mí en esencia la crisis emerge de una política monetaria totalmente expansionista que tiene su auge con Greenspan el frente de la FED.
Dinero extremadamente barato e impresión indiscriminada de billetes dando lugar a innumerables burbujas (.com, inmobiliarias, financieras... )
El problema viene cuando estas inversiones no valen lo que cuestan y el ajuste repercute principalmente en empleo, consumo y presión fiscal (ajuste de expansión del Estado al calor de estas "bonanzas" mediante aumentos impositivos)
 
¿ Porque lo llama crisis de sobreproducción cuando quiere decir crisis de demanda? El artículo es interesante, aunque erroneo en muchos puntos, para empezar en el título. Sí el autor dice que cada vez hay menos consumo porque el reparto de renta se está polarizando está dando la definición de lo que es una crisis de demanda clasica, y cuya salida con caracter general, se hace favoreciendo una redistribución de la renta, pero sin embargo habla de sobreproducción ... ante lo cual Hacendado me deja ... Por lo demás, efectivamente es un tochazo, pero tochazos de este tipo son los que añaden a burbuja. Igual no es para leerselo en la playa, pero sí merece la pena hacerlo, aunque repito, contiene puntos erroneos y el primero de ello es calificar una crisis de demanda de libro como una crisis de sobreproducción.


Crisis de exceso de capacidad productiva.

En la medida que las sucesivas depresiones se fueron superando las tesis de los automatismos del mercado se impusieron en las facultades de economía. Pero, en realidad, el escapismo frente a las crisis de sobreproducción ocurría por elementos ajenos al sistema. La colonización, la depredación, la privatización de comunales y bienes públicos, ..., en definitiva, el espíritu de frontera del sistema, la conquista del Oeste capitalista, "la globalización", hasta englobar todos los recursos, todos los territorios, todas las culturas, ... todo el planeta, solía ser el catalizador de nuevas fases expansiva. Otro catalizador, cada vez más evidente, eran las guerras y la consecuente destrucción aparejada.

.... Pero resulta que el planeta es finito (cosa poco importante mientras uno no llega a los límites)

El elemento determinante de las crisis de sobreproducción es la concentración del capital, la polarización social y el retraimiento de la inversión por la disminución de los beneficios a causa de la contracción de la demanda. En capitalismo el capital se va concentrando cada vez más hasta que el sistema alcanza su fase monopolista, fase en la que todos los sectores económicos acaban en manos de unas pocas corporaciones multinacionales que se aprovechan imponiendo situaciones de monopolio u oligopolio.

El sistema polariza la distribución de la riqueza hasta tal punto que deja la producción sin posibilidad de ser absorbida por el consumo normal. Lo que se nos presenta como "normal" es el consumo de lujo de unos pocos y el consumo forzado - mediante agresivas campañas de publicidad y de crédito compulsivo - de un sector decreciente de la población mundial (los consumidores) cada vez más desquiciado (capitalismo del desperdicio).

Y por si fuera poco, vamos descubriendo que la capacidad del planeta para absorber cosa también es finita...

Desde 2001 el porcentaje del PIB chino exportado ha pasado del 3% al 10%. Pero los ingresos acumulados (superávit comercial) no se han traducido en un aumento de la demanda china al exterior sino que las empresas reinvierten en capacidad exportadora y en sustitución a las importaciones.

Encima, territorios y pueblos que antes eran cotos para la depredación, se han convertido ellos mismos en depredadores.


...Y, puestas así las cosas, ¿ Qué pueden hacer los poseedores de grandes masas de capital para aumentarlo si lo clásico (fabricar cosas) ya no funciona porque tenemos exceso de capacidad productiva ? :


El "dinamismo" de la "nueva economía"era en realidad sinónimo de opacas técnicas contables, proliferación de oscuros tinglados societarios (sociedades de préstamo hipotecario, sociedades de empaquetamiento de préstamos, Hedge Funds, Private Equity Funds) que compensaban sus operaciones en cámaras de Compensación bancaria internacional con cuentas secretas numeradas (Clearstream , Euroclear), ... para condimentar un apetitoso menú de productos financieros aderezados con altas expectativas de rentabilidad y de "control del riesgo" y con la impunidad que ofrecen los paraísos fiscales, y centros offshore para digerir y acumular las ganancias.

La "creatividad" financiera dio vida a un monstruoso sistema financiero en la sombra ("shadow financial system") en el que entidades financieras no bancarias de todo tipo (bancos de inversión, fondos hedge, fondos del mercado monetario, SIVs, conduits, etc.), como si de bancos se tratara, piden prestado a corto y prestan o invierten a largo, fuera de cualquier marco regulado, sin plegarse a ningún control o reglamentación de riesgo, creando de la nada un verdadero océano de instrumentos de crédito sin respaldo real alguno.

Al contrario de los bancos, estas criaturas están libres de las regulaciones bancarias -ratio de capital y reservas, coeficiente de caja, etc. - y no gozan de la red de seguridad del banco central como prestamista de última instancia en caso de que los depositarios se pongan nerviosos y retiren de golpe sus depósitos.

En total se creó y se vendió un total de unos 900 billones de $ de deuda titulizada. (El PIB anual de EEUU es de 14 billones y el PIB total del planeta de 65)

¿ Qué va a ser ? ROBAR

(Como siempre pero ahora ya sin tapujos ni coartadas de la "creación de riqueza" ni gaiadas por el estilo)
 
Subo este tocho porque merece la pena (creo que en la crisis de sobreproducción está el punto para entender toda esta crisis sistémica), y porque hay demasiada cosa poco buena en el principal que merece hundirse en el abismo.
 
Un articulito de rebelion.org sobre el asunto:

¿Y si fuera una crisis de sobreproducción?

Ibán Díaz Parra
Rebelión


En los últimos años he oído hablar de que la causa de la crisis es el sistema financiero, las hipotecas sarama, la codicia de los mercados, la mala gestión de los políticos y las instituciones reguladoras, etcétera, etcétera. Probablemente todas esta tienen parte de razón, algunas bastante más que otras. Sin embargo, como decía hace algún tiempo David Harvey (ver Crises of Capitalism < http://youtu.be/qOP2V_np2c0>), parece que lo último que se les ha pasado por la cabeza a la mayor parte de economistas y/u opinadores profesionales es que la causa de la crisis sea el propio sistema, que se trate de una crisis estructural. También hace años, alguien preguntó en un grupo de discusión en el que participaba si la crisis que entonces empezaba a vislumbrarse era una típica crisis de producción. Entonces consideraba que sí, y es una opinión que sigo manteniendo.

La teoría clásica de la crisis

En la teoría marxista clásica las crisis capitalistas tienen su origen en empresas que no encuentran mercado para su producción. Sobreproducción por lo tanto que tiende a coexistir con una situación de desempleo, que no es en conjunto sino capital y fuerza de trabajo (otro tipo de capital) que no encuentran oportunidades para ser invertidos y generar beneficios. Esto no quiere decir que no haya escasez. La sobreproducción implica excedentes de mercancías y las mercancías no se dirigen a cubrir las necesidades humanas sino la demanda solvente. Así, podemos encontrar un stock, por ejemplo mercancía-vivienda, que no encuentra salida al mercado y por lo tanto se acumula sin ser utilizado. ¿A alguien le suena esto? En este país hay 3.5 millones de viviendas vacías y, sin embargo, en un contexto de destrucción de empleo, miles de familias encuentran problemas para solucionar una necesidad tan básica como es la de tener un techo.

La causa de que el sistema capitalista tienda a desembocar en este tipo de crisis es que, tras un periodo de expansión, la diferencia entre la capacidad de producción y la demanda solvente se hace cada vez más profunda, así que la demanda se hace insuficiente, los precios se estancan y bajan, caen las ganancias, las empresas quiebran y los trabajadores se quedan en el paro. Así que, para enfrentarse a la crisis o para evitarlas, hay que crear oportunidades donde invertir capital y mano de obra y/o incrementar la demanda solvente. Ambas cosas están íntimamente relacionadas, dado que si se destruyen puestos de trabajo, la demanda solvente se reduce y viceversa.

Así las cosas, diría que las últimas crisis del capitalismo global, desde la década de los setenta, han sido crisis de las soluciones para evitar la crisis de sobreproducción. Estas soluciones han sido, primero, la intervención del Estado sobre la economía y, segundo, la liberalización del sistema financiero y la creación de complejos sistemas de deuda. En ambos casos la cuestión de la vivienda y la urbanización en general han jugado un papel fundamental (y esta última es una idea que tomo directamente de David Harvey que a su vez trabaja sobre las tesis de Henri Lefebvre).

La solución estatal

Vamos con la crisis de los setenta. Esta fue una crisis del sistema de regulación fordista-keynesiano, que se habría desarrollado a su vez como respuesta a la terrible crisis del 29 y a la depresión de los años 30 del siglo XX. El problema era alcanzar un conjunto de estrategias que pudieran estabilizar el capitalismo en las cuales la intervención del Estado, frente al liberalismo predominante con anterioridad, iba a jugar un papel crucial. Frente a la crisis de sobreproducción Keynes propugnaba la intromisión del Estado en la gestión de la relación entre fuerza de trabajo y acumulación del capital. El principal problema a solucionar era mantener el poder adquisitivo, distribuir salario y renta para conseguir elevar el nivel de consumo y salir de la recesión. Tras una crisis de la actividad en la que economía se estanca, la única forma de salir del circulo vicioso de “reducción del consumo=reducción de la producción=desempleo= reducción del consumo” es incrementar el consumo mediante la intervención del Estado en la economía.

En este periodo el Estado asumió varias obligaciones. Para empezar, la producción en masa fordista (que ya venía desarrollándose antes de la crisis, pero que alcanza su madurez tras la IIGM) exigía fuertes inversiones en infraestructuras y necesitaba a su vez condiciones de demanda relativamente estables para ser rentable. Así, durante el período de posguerra el Estado trató de dominar los ciclos de los negocios por medio de una mezcla apropiada de políticas fiscales y monetarias. Estas políticas estaban dirigidas hacia aquellas áreas de inversión pública (transporte, servicios públicos, etc.) que eran vitales para el crecimiento de la producción y del consumo masivo, y que también garantizarían el pleno empleo. Los gobiernos también se dedicaron apuntalar fuertemente el salario indirecto a través de desembolsos destinados a la seguridad social, al cuidado de la salud, la educación, la vivienda y cuestiones semejantes. Además, el poder estatal afectaba, de manera directa o indirecta, los acuerdos salariales y los derechos de los trabajadores. Esta fue base para el prolongado boom de posguerra, en el que los países capitalistas avanzados alcanzaron fuertes tasas de crecimiento económico, se elevaron los niveles de vida y se frenaron las tendencias a la crisis. Todo ello con un indudable coste ecológico y limitado a un ámbito geopolítico muy definido, por supuesto.

Un elemento al que Harvey concede un gran peso en esta ola de expansión es el crecimiento urbano y, para el caso anglosajón, la suburbanización. El auge de los espacios residenciales suburbanos, se produce en EEUU y RU especialmente tras la IIGM. Este modelo de urbanización se basaba en la compra de viviendas en propiedad y en la construcción de zonas residenciales de bajas densidades, dando lugar a un inmenso mercado del suelo y la vivienda, además del desarrollo de innovadores sistemas de crédito a las familias. Asimismo, otros aspectos fundamentales del modelo fueron el automóvil privado como solución primordial al desplazamiento y la construcción de autopistas. Así que, los crecientes capitales y la mano de obra eran absorbidos por la fábrica fordista, pero también por la construcción de grandes infraestructuras y por la construcción y reconstrucción de ciudad. En la Europa continental, la suburbanización tiene un peso menor y su desarrollo es más tardío. De hecho su verdadero auge comienza a partir de la década de los setenta. No obstante, el mismo papel que juegan los suburbios en el caso estadounidense, lo juegan los barrios funcionalistas periféricos promovidos por el sector público y la intensa renovación urbana de los centros urbanos, tan necesaria en una Europa devastada por la guerra.

No obstante, este modelo colapsaría en los años setenta, cuando empezaron a aflorar los problemas de rigidez de la industria de tipo fordista, basada en inversiones a largo plazo y a gran escala, que daba por supuesto el crecimiento estable del consumo. Surgieron también problemas de rigideces en los mercados de la fuerza de trabajo y todo intento de superar estas rigideces chocaba con la fuerza de los sindicatos y de la clase obrera organizada en general, poco dispuesta a ceder la estabilidad y el nivel de vida que había alcanzado en las décadas anteriores. En este contexto, la competencia de los nuevos países industrializados empezaba a hacer mella en la industria occidental. Además, las rigideces de los compromisos estatales también se agravaron cuando el gasto en salarios indirectos (seguridad social, pensiones, sanidad, etcétera) creció por la presión de mantener una cierta legitimidad en el contexto de recesión. Ante esta situación, el único instrumento con capacidad de dar una respuesta flexible era la política monetaria, por su capacidad de imprimir moneda cuando hacía falta para mantener la estabilidad de la economía. Y de este modo comenzó la ola inflacionaria que pondría fin al boom de la posguerra cuyos hitos fundamentales para Harvey (ver Breve historia del neoliberalismo , editado por AKAL) fueron las quiebras de Reino Unido y de Nueva York.

De la crisis de los setenta surgiría un nuevo modelo para el capitalismo occidental y, paulatinamente, una nueva estructura geopolítica y geoeconómica. Así, una parte importante de los problemas de rigidez del fordismo y de los crecientes costes de una fuerza de trabajo organizada fue la reconversión industrial, que resultó en parte automatización, en parte deslocalización y en parte pura y simple desindustrialización durante las décadas de los setenta y ochenta. Por su parte, los grandes centros urbanos occidentales se irían especializando en una economía terciaria fundamentada en un sector financiero cada vez más determinante y sobredimensionado. Creo que un buen ejemplo de esto es el caso de Reino Unido. Aquí, mientras la industria naval y automovilística se desplazaba al sureste asiático y el norte industrial y minero de Gran Bretaña se hundía y su característica clase obrera se lumpenproletarizaba, el centro financiero de Londres no hacía sino crecer hasta convertirse en la base de la economía del Estado. El proyecto de renovación urbana de los docklands resulta paradigmático en este sentido, eliminando los históricos astilleros de Londres y su principal enclave industrial histórico para sustituirlo por un parque de oficinas, el nuevo centro financiero de Canary Wharf. Un nuevo modelo económico en el que se multiplicaban los directivos y profesionales bien pagados, pero también un proletariado del sector servicios sometido a una precariedad extrema, una sociedad cada vez más dualizada si se quiere, término que empezó a popularizarse en este contexto.

Uno de las bases del nuevo modelo fue la desregulación del sistema financiero, que había estado rigurosamente controlado por el estado desde 1930. A partir de la crisis de 1973 la presión para la desregulación financiera ganó fuerza y para la segunda mitad de los ochenta era un hecho. La desregulación y la innovación financiera se convirtieron en ese momento en una condición de supervivencia para cualquier centro financiero mundial dentro de un sistema global altamente integrado, resultando además fundamental para incentivar el endeudamiento a través de formulas para la financiación de viviendas y créditos para el consumo, al mismo tiempo que crecían los nuevos mercados de acciones, divisas o futuros de deuda. La consecuencia ha sido una economía sometida a ciclos cortos cada vez más violentos y muy vinculados a los vaivenes del mercado inmobiliario. Así, el ciclo hiperespeculativo de la segunda mitad de los ochenta acabaría con el estallido de la burbuja inmobiliario financiera de EEUU, Reino Unido y Japón en 1990, que en este último país daría lugar a la que se conoce como década perdida. En España el estallido se prorrogó un poco más, gracias a los macreventos de 1992 que permitieron seguir canalizando inversiones especulativas en el mercado inmobiliario y creando oportunidades de inversión a través de la creación de las grandes infraestructuras que requerían eventos como la Exposición Universal o las Olimpiadas de Barcelona. Tras esto, un periodo de estancamiento y vuelta a empezar en 1997 y hasta el nuevo estallido, infinitamente más violento, 10 años después. De esta forma, la actual crisis encuentra su detonante precisamente en los disparatados productos financieros desarrollados para permitir que el endeudamiento familiar de los estadounidenses, contra toda razón, siguiera incrementándose. Un dato que evidencia la necesidad de seguir ampliando mercado y seguir firmando hipotecas para que los precios siguieran subiendo y no explotase la enorme burbuja de especulación y deuda que se había conformado en los tres lustros anteriores.

Quizás la interpretación de la crisis como una crisis esencialmente urbana y de la vivienda no sea válida para todos los países, pero al menos resulta evidente en los casos de algunas de las economías más importantes del mundo, como Reino Unido o EEUU, o de algunas de las economías que han sufrido el hundimiento más acelerado desde 2007 como Grecia, Irlanda o España. Actualmente, los países que están en una mejor situación son precisamente aquellos que han desarrollado o mantenido una economía productiva en el contexto postfordista. No obstante, los efectos sobre la economía mundial del hundimiento del consumo en los países occidentales no pasan desapercibidos para nadie. De poco sirve que ciertos países mantengan una potente economía exportadora si sus principales clientes no pueden seguir comprándoles.

En definitiva, resulta evidente que los salarios indirectos que pagaba el Estado, y que lo hacían deficitario, y la seguridad y estabilidad laboral, fruto del poder de los sindicatos y de la negociación colectiva, han venido siendo sustituidos en occidente por créditos e hipotecas, por un terrible endeudamiento familiar que ha permitido hasta ahora el continuo incremento del consumo, los precios y las plusvalías. Así que, esta es, de nuevo, una crisis de los instrumentos dispuestos para evitar la crisis de sobreproducción. Por esta razón es tan irreal tanto la actual insistencia en aplicar las mismas tesis y medidas en las que se basa el modelo que actualmente se está derrumbando, como proponer volver a un “idílico” pasado keynesiano, que en parte nunca existió y en parte ya fracasó. El tiempo de las certezas, incluidas las de aquello que era o no posible en política económica, pasó. En un lugar entramos en un tiempo de múltiples posibilidades.
 
Y otro, de unos marxistas minoritarios:

Economía
¿Por qué la crisis de la deuda?

La economía mundial está al borde del precipicio. La amenaza de una gran depresión, incluso peor que la de 1929, se vuelve cada vez más apremiante, incluso opresiva. Bancos, empresas, municipios, regiones, incluso los Estados ahora son empujados hacia la quiebra, la bancarrota. Los medios de comunicación no hablan más que de “la crisis de la deuda”.
Cuando el capitalismo se enfrenta al muro de la deuda

El siguiente gráfico representa la evolución de la deuda mundial desde 1960 (1) hasta nuestros días. Esta deuda se expresa como un porcentaje del PIB mundial.

Según este gráfico, en 1960, la deuda era igual al PIB (100 %). En 2008, es 2,5 veces superior (250 %). En otras palabras, hoy, un reembolso completo de la deuda global contratada desde 1960 ¡sería toda la riqueza producida en año y medio de la economía mundial!

Esta evolución es espectacular en los llamados países “desarrollados”, como se muestra en el gráfico siguiente que representa la deuda pública de los Estados Unidos.

En los últimos años, ¡la acumulación de la deuda pública es tal que la curva de su evolución, visible en el gráfico anterior, es vertical! Esto es lo que los economistas llaman el “muro de la deuda”. Y es por este muro que el capitalismo ha sido duramente golpeado.
La deuda, producto de la decadencia del capitalismo

Era fácil ver que la economía mundial terminaría golpeando finalmente este muro. Entonces, ¿Por qué todos los gobiernos del planeta, ya sean de derecha o izquierda, extrema izquierda o extrema derecha, supuestamente “liberales” o “estatista”, no hicieron más que facilitar el crédito, ahondar los déficits, pugnar activamente por el aumento de la deuda de los Estados, empresas y hogares desde hace más de medio siglo? La respuesta es simple: no tenían otra opción. Si no lo hubieran hecho, la terrible recesión a la que entramos hoy habría comenzado a principios de la década de 1960. En realidad, hace décadas que el capitalismo vive, o mejor dicho sobrevive gracias al crédito. Para comprender el origen de este fenómeno, hay que penetrar, como Marx, “el gran secreto de la sociedad moderna: la producción de la plusvalía”. Aquí, se impone un pequeño viaje teórico.

El capitalismo lleva en sí, desde siempre, una especie de enfermedad congénita: produce una toxina en abundancia que su cuerpo no puede eliminar, la sobreproducción. Produce más mercancías de las que el mercado puede absorber. ¿Por qué? Tomemos sólo un ejemplo didáctico: un trabajador que trabaja en una cadena de montaje o detrás de una microcomputadora y, al final del mes cobra 800 €. De hecho, lo que ha producido no es el equivalente de 800 euros que recibe, sino el valor de 1600 euros. Ha realizado trabajos no pagados o, en otras palabras, un plus valor. ¿Qué hace el capitalista con los 800 euros que ha robado a los obreros (siempre que sea capaz de vender la mercancía)? Una parte es para su consumo personal, digamos 150 euros. Los 650 euros restantes, los reinvierte en el capital de su empresa, la mayoría de las veces bajo la forma de compra de máquinas más modernas, etc. Pero ¿por qué el capitalista procede así? Porque económicamente está obligado a hacerlo. El capitalismo es un sistema competitivo, debe vender productos más baratos que el vecino que produce el mismo tipo de productos.

En consecuencia, el patrón no solo debe reducir sus costos de producción, es decir, los sueldos, sino también usar una proporción cada vez mayor del trabajo sin pago al trabajador para la prioritaria reinversión en máquinas más eficientes para aumentar la productividad. Si no es así, no se puede modernizar y tarde o temprano su competidor, que lo hará, podrá vender más barato y va a ganar el mercado. El sistema capitalista es así afectado por un fenómeno contradictorio: a no pagar a los trabajadores el equivalente de lo que realmente aportaron como trabajo y los patrones a renunciar a consumir una gran parte de la ganancia extraída, el sistema produce más valor del que se puede distribuir. Nunca, ni los trabajadores ni los capitalistas juntos pueden por lo tanto absorber solos todos los bienes producidos. El capitalismo debe vender este excedente de mercancías fuera de la esfera de su producción a los mercados aún no conquistados por las relaciones capitalistas de producción, los mercados llamados extra capitalistas. Si no lo logra, hay una crisis de sobreproducción.

Se encuentra aquí resumida en algunas líneas una parte de las conclusiones a las cuales arribaron los trabajos de Karl Marx en El Capital y Rosa Luxemburgo en La acumulación del capital. Para ser más concisos aún, he aquí sintetizados algunos puntos de esta teoría de la sobreproducción:

• El capital explota a los obreros (en otras palabras sus salarios son menos importantes que el valor real que ellos crean por su trabajo).

• El capital puede vender sus productos con ganancias, a un precio que, más allá del salario del trabajador y el plus valor, incluirá también la amortización de los medios de producción. ¿Pero la pregunta es: a quién?

• Por supuesto, los trabajadores compran estas mercancías… con sus salarios. Por lo tanto, queda aún una buena parte por vender. Su valor es equivalente al trabajo de los trabajadores que no les ha sido pagado. Esta tiene el poder mágico para el capital de generar ganancias.

• Los capitalistas también consumen… y por lo general no son infelices. Pero ellos solos no pueden comprar todas las mercancías portadoras de valor. Esto no tendría sentido. El capital no puede comprarse a sí mismo sus mercancías para hacer ganancias. Sería como si tomara dinero de su bolsillo izquierdo para meterlo en el derecho. Nadie se enriquece así, dirán los pobres.

• Para acumular, para desarrollarse, el capital debe encontrar compradores distintos de los trabajadores y capitalistas. En otras palabras, debe encontrar oportunidades fuera de su sistema, bajo pena de encontrarse con mercancías sin vender en los brazos y solo saturan el mercado: ¡es la “crisis de sobreproducción”!

Esta “contradicción interna” (esta tendencia natural a la sobreproducción y esta obligación a buscar constantemente oportunidades externas) es una de las raíces del dinamismo increíble de este sistema los primeros días de su existencia. Desde su nacimiento en el siglo XVI, el capitalismo tuvo que vincular el comercio con todas las esferas económicas alrededor de él: la antigua clase dirigente, los campesinos y artesanos de todo el mundo. En los siglos XVIII y XIX, las principales potencias capitalistas participan así en una verdadera carrera para conquistar el mundo; gradualmente comparten el planeta en colonias y forman verdaderos imperios. De vez en cuando, se encuentran codiciando el mismo territorio. Los menos poderosos deben retirarse a buscar otro rincón de la tierra para obligar a su población a comprar sus mercancías. Es así que las economías arcaicas se transforman y son integradas poco a poco al capitalismo. No sólo las economías de las colonias son cada vez menos susceptibles de representar una salida para las mercancías procedentes de Europa y los Estados Unidos, sino a su vez, generan incluso una sobreproducción.

Esta dinámica del capital en los siglos XVIII y XIX, esta alternancia de las crisis de sobreproducción y períodos de prosperidad y expansión, así como la progresión inexorable del capitalismo en su decadencia, Marx y Engels la han descrito magistralmente: “una epidemia que, en cualquier otro momento, habría parecido un absurdo, se abate sobre la sociedad, la epidemia de la superproducción”. La sociedad repentinamente se encuentra reducida a un estado de barbarie momentánea; parece que una hambruna, una guerra de exterminio le hubiese cortado todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. ¿Y por qué? “Porque la sociedad tiene demasiada civilización, demasiados medios de subsistencia, demasiada industria, demasiado comercio” (<!--[if !supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]-->).

• En esta época sin embargo, debido a que el capitalismo estaba en pleno crecimiento, podía simplemente conquistar nuevos territorios, cada crisis daba lugar a un nuevo período de prosperidad. “Empujado por la necesidad de mercados siempre más amplios para sus productos, la burguesía invade toda la superficie del globo. Debe incrustarse en todo el mundo, construir y establecer relaciones en todas partes. El precio de las mercancías es la artillería pesada con la que derriba todas las murallas de China y obtiene la capitulación de los bárbaros incluso más xenófobos. Obliga a todas las naciones, bajo pena de extinción, a adoptar el modo burgués de producción; Les obliga a importar con ellos lo que llaman civilización, dicho de otra forma, hacen naciones burguesas. En una palabra, crea un mundo a su imagen...” (<!--[if !supportFootnotes]-->[3]<!--[endif]-->).

• Pero ya en aquel momento, Marx y Engels percibían en estas crisis periódicas algo más que una simple crisis cíclica eterna que llevaría siempre a la prosperidad. Ellos veían la expresión de contradicciones profundas que minan el capitalismo. Con “la conquista de nuevos mercados, [la burguesía] prepara crisis más amplias y profundas, mientras se reducen los medios para prevenirla” (<!--[if !supportFootnotes]-->[4]<!--[endif]-->). O: “en tanto la masa de los productos crece y por lo tanto también la necesidad de mercados más amplios, el mercado mundial se contrae cada vez más; cada vez menos mercados permanecen disponibles para la explotación, ya que cada crisis precedente sometió al mundo comercial a un mercado no conquistado o superficialmente explotado” (<!--[if !supportFootnotes]-->[5]<!--[endif]-->).

Pero nuestro planeta es sólo una pequeña pelota redonda. A comienzos del siglo XX, se conquistaron todos los territorios y grandes naciones históricas del capitalismo compartieron el mundo. A partir de este momento no se trata ya de nuevos descubrimientos, sino de tomar por la fuerza militar, los territorios dominados por las naciones competidoras. No se trata ya de una raza en África, Asia o América, sino de entablar una guerra despiadada por defender sus áreas de influencia y capturar a fuerza de cañonazos las de sus competidores imperialistas. Es una verdadera cuestión de supervivencia para las naciones capitalistas. No es una casualidad que Alemania, con muy pocas colonias y dependiente de la buena voluntad del Imperio británico para el comercio en sus territorios (dependencia insostenible para una burguesía nacional), provoca la Primera Guerra Mundial en 1914. Alemania se muestra más agresiva debido a la necesidad de hacer lo que más tarde explícitamente formulará Hitler en la marcha hacia la Segunda Guerra Mundial: “Exportar o morir”. Por lo tanto, el capitalismo, después de cuatro siglos de expansión, se convierte en un sistema decadente. El horror de las dos guerras mundiales y la gran depresión de la década de 1930 será una dramática prueba irrefutable. Sin embargo, incluso después de agotar los mercados extra capitalistas que permanecieron aún en la década de 1950, el capitalismo no se había sumido en una crisis de sobreproducción mortal. Después de más de cien años de agonía lenta, este sistema sigue de pie, titubeante, trastabillando pero de pie. ¿Cómo sobrevive? ¿Por qué su cuerpo aún no está completamente paralizado por la toxina de la sobreproducción? Es aquí que el uso de la deuda entra en juego. La economía mundial ha logrado evitar una dramática caída recurriendo más y más masivamente a la deuda. Así, fue capaz de crear un mercado artificial. Los últimos 40 años se pueden resumir en una serie de recesiones y relanzamientos financiados a golpes de crédito. Y no se trata solamente de apoyar el “consumo doméstico” por la vía de las ayudas estatales…No, los propios Estados también están endeudados para mantener artificialmente la competitividad de su economía frente a otras naciones (directamente mediante el financiamiento de una inversión en infraestructura, préstamos a los bancos a la tasa más baja posible, por lo que estos a su vez pueden prestar a las empresas y a los particulares). Las válvulas del crédito fueron abiertas, el dinero comenzó a fluir y, poco a poco todos los sectores de la economía se encuentran en una situación clásica de endeudamiento: cada día más y más nuevas deudas deben ser contraídas para… pagar las deudas del pasado. Esta dinámica inevitablemente condujo a un callejón sin salida. El capitalismo global está hoy en la parte inferior de este callejón sin salida, frente al “muro de la deuda”.
La “crisis de la deuda” es al capitalismo lo que una “sobredosis” de morfina es a los moribundos

Por analogía, la deuda es al capitalismo lo que la morfina es para un enfermo terminal. Al usarla, la crisis es temporalmente superada, el sufrimiento calma momentáneamente. Pero poco a poco, la dependencia a estas dosis cotidianas aumenta. El resultado, inicialmente salvador, comienza a ser nocivo… ¡hasta la sobredosis!

La deuda del mundo es un síntoma de la decadencia histórica del capitalismo. La economía mundial ha sobrevivido con el apoyo de créditos desde la década de 1960, pero hoy las deudas están en todas partes del cuerpo, saturan todas las partes del cuerpo, cada célula del sistema. Más y más bancos, empresas, municipios, Estados están y se declararán insolventes, incapaces de pagar sus préstamos.

El verano de 2007 ha abierto un nuevo capítulo en la historia de la decadencia del capitalismo iniciada en 1914 con la primera guerra mundial. La capacidad de la burguesía para enlentecer el desarrollo de la crisis por el uso del crédito cada vez más masivo ha finalizado. Ahora, los temblores se van a suceder uno a otro sin que exista un estímulo o respiro real. La burguesía será incapaz de encontrar una solución real y duradera a esta crisis, no porque repentinamente se vuelva incompetente sino porque es un problema sin solución. El capitalismo no puede resolver la crisis del capitalismo. Porque, como hemos tratado de demostrar, el problema es el capitalismo, el sistema capitalista como un todo. Y este sistema está ahora en bancarrota.
 
Algo tendrá que ver el aumento de la desigualdad del reparto de la riqueza en esta crisis.
 
¿ Porque lo llama crisis de sobreproducción cuando quiere decir crisis de demanda? El artículo es interesante, aunque erroneo en muchos puntos, para empezar en el título. Sí el autor dice que cada vez hay menos consumo porque el reparto de renta se está polarizando está dando la definición de lo que es una crisis de demanda clasica, y cuya salida con caracter general, se hace favoreciendo una redistribución de la renta, pero sin embargo habla de sobreproducción ... ante lo cual Hacendado me deja ... Por lo demás, efectivamente es un tochazo, pero tochazos de este tipo son los que añaden a burbuja. Igual no es para leerselo en la playa, pero sí merece la pena hacerlo, aunque repito, contiene puntos erroneos y el primero de ello es calificar una crisis de demanda de libro como una crisis de sobreproducción.

Son sinónimos en economía, que hay mas capacidad de producir que consumo. Que la demanda no consume todo lo que se es capaz de producir
 
Son sinónimos en economía, que hay mas capacidad de producir que consumo. Que la demanda no consume todo lo que se es capaz de producir

Y de ahí la destrucción de capacidad productiva: más paro-menos demanda solvente- menos consumo -más exceso de producción...

De ahí que para algunos marxistas la guerra, la destrucción masiva de capital, sea la única salida que el sistema encuentra a su exceso de capacidad productivo, el único punto desde donde iniciar un nuevo ciclo de acumulación.
 
Y de ahí la destrucción de capacidad productiva: más paro-menos demanda solvente- menos consumo -más exceso de producción...

De ahí que para algunos marxistas la guerra, la destrucción masiva de capital, sea la única salida que el sistema encuentra a su exceso de capacidad productivo, el único punto desde donde iniciar un nuevo ciclo de acumulación.

Marxismo de guerra...jorobaer macho lo que fumáis algunos. Cuando algo no te gusta ponle la etiqueta de Marxista, el toro que mato a manolete era marxista...(y de nombre Islero, neցro bragado)
 
Marxismo de guerra...jorobaer macho lo que fumáis algunos. Cuando algo no te gusta ponle la etiqueta de Marxista, el toro que mato a manolete era marxista...(y de nombre Islero, neցro bragado)

Perdón, no había leído bien, estoy de acuerdo contigo...
 
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