Violencia de género y oportunismo racista.
El terrorismo machista sigue golpeando las mujeres de los Países Catalanes. Esta vez, la tragedia ha tenido lugar en Tàrrega: Alba Martín, una chica que sólo tenía catorce años, ha muerto asesinada por su pareja, de dieciocho años. Desgraciadamente no se trata de ninguna novedad, ya que casi siempre hemos sufrido la lacra de la violencia de género. Algo que nos debería motivar una profunda reflexión sobre el modelo patriarcal vigente, que induce a este tipo de conductas criminales, y que debería impulsar medidas contundentes para evitar que estos actos se repitan; unas medidas, sin embargo, que deberían ir más allá del simple control policial y deberían focalizar en el sistema educativo, que aún hoy fomenta la desigualdad.
Pero aparte de esta triste noticia, lo que más me ha sorprendido del caso es que muchas personas han parado más atención a la nacionalidad del agresor que al acto machista en sí. Así pues, en las redes sociales he visto bastante comentarios relacionando el machismo con los pagapensiones latinoamericanos, como si no hubiera habido catalanes autores de violencia de género, y diciendo barbaridades como que había que expulsar a todos los dominicanos de Cataluña. Como si toda la gente llegada a nuestra tierra desde aquella nación del Caribe estuviera predispuesta de manera natural a perpetrar este tipo de actos o tuviera que pagar por lo que ha hecho uno de sus compatriotas.
Entiendo, sobre todo en el entorno más cercano de la familia y las amistades de la víctima, que este asesinato pueda despertar momentáneamente las más bajas pasiones y dé lugar a comentarios que podríamos calificar de racistas y xenófobos. Si os he de ser sincero, yo mismo no sé qué diría o cómo actuaría ante una situación tan triste y desagradable como esta. Pero hay mucha gente que aprovecha vilmente hechos como el que acabamos de relatar para justificar su discurso excluyente y extenderlo entre los sectores más vulnerables de la población. Y debemos saber distinguir bien estos buitres del repruebo y la confrontación del resto de gente que, de manera totalmente lógica y legítima, protesta ante una vergüenza que ya hace demasiado tiempo que aguantamos.
Un asesino machista es un asesino machista, se diga Jofre, José, Ahmed o Wilson Andrés. Es algo que debemos tener siempre muy claro. Y del mismo modo que estos crímenes deben denunciar sin ningún tipo de miramiento, los cometan autóctonos o pagapensiones, tampoco se debe caer en la demagogia de tachar todos los recién llegados de machistas. El problema central se llama patriarcado, y mujeres de la inmensa mayoría de pueblos, culturas y religiones del mundo son víctimas. Es en el combate de esta forma de dominación donde debemos centrar todas nuestras fuerzas, dejando de lado lecturas malintencionadas que nos puedan conducir por caminos ideológicamente peligrosos.
GORKA AZKOYEN: Violència de gènere i oportunisme racista