Nunca hasta ahora se había mencionado tanto en España a Bolonia, ciudad fundada por los etruscos que posteriormente se convirtió en colonia romana y en uno de los centros comerciales y culturales más importantes de Italia. Y en un centro del conocimiento, ya que una parte de los impuestos cobrados a los mercaderes era usada para pagar a los profesores de su famosa universidad, en la que hoy estudian más de 80.000 alumnos. Precisamente por esta vinculación histórica con el conocimiento se ha bautizado con el nombre de Bolonia a todo un proceso de cambio en la universidad europea, que persigue la construcción de un espacio europeo de educación superior. O lo que es lo mismo, una universidad europea sin fronteras. 'De manera que no estamos implantando en España un modelo que otros han decidido por nosotros, estamos inmersos en un proceso de construcción elaborado por 46 países, y definido a las particularidades de cada país', afirma Felipe Pétriz, director general de Universidades, que destaca que el proceso de Bolonia es fruto de un acuerdo a través de principios básicos y supone la 'armonización, que no homegeneización, con el fin de hacer los sistemas compatibles, comparables, reconocibles, pero sin hacer todos lo mismo'. Lo importante es que cuando un titulado acude a otro país se reconozca la formación adquirida en el lugar de origen, ya que lo que se consigue es ampliar el concepto de Unión Europea de libre circulación al ámbito del conocimiento y de las profesiones.
No es el único cambio. Hasta ahora, prosigue Pétriz, se contabilizaban las horas lectivas de un profesor que cursaba el estudiante. Con el nuevo plan, la medida que rige es el crédito (un crédito supone entre 25 y 30 horas), o lo que es lo mismo, el número de horas de trabajo de un estudiante, que equivale a su asistencia a clase, tutorías, prácticas y preparación de los exámenes. 'Hasta ahora eran horas de profesor y ahora son del estudiante. Por tanto, estamos ante un modelo basado en el esfuerzo y en el reconocimiento del estudiante, y vaya donde vaya le reconocerán esa formación'. La estructura de las titulaciones también cambia: existe el título de grado (que podía tener entre 180 y 240 créditos; España ha optado por esta última cifra, y hay países, como Italia, Gran Bretaña o Alemania que están estudiando la posibilidad de ir a la máxima opción), el máster y el doctorado. 'Hay países que viendo que el primer año de carrera la formación es generalista y el último lo es práctico están viendo que realmente se les queda corto', afirma Pétriz.
Es precisamente este componente práctico lo que también destaca José Luis del Val, decano de la facultad de Ingeniería de la Universidad de Deusto, quien asegura que la institución educativa propiedad de los jesuitas, empezará a ofrecer a partir del próximo curso hasta 18 grados de diferentes disciplinas y tres dobles grados. 'Hace varios años empezamos a aplicar el MAUD (Modelo de Aprendizaje Universidad de Deusto) que se basa en el desarrollo de la competencia y está inspirado en el modelo Bolonia', señala. Considera que con el nuevo plan de estudios 'se pondrá más énfasis a lo que necesitarán saber, se prima más lo práctico, lo que realmente le hará falta al alumno'. Del Val añade que los títulos, al tener reconocimiento internacional, 'permitirán una mayor movilidad' y un mayor acceso a otras entidades en Europa.
La libre circulación de los estudiantes y del profesorado por las universidades europeas es otro valor añadido. 'Pero además, todo esto estará reconocido porque ahora existirá un suplemento al diploma, que hasta la fecha sólo contenía la información que proporciona una firma, pero ahora recogerá todos los datos concernientes al expediente académico y todas las actividades, capacidades y habilidades desarrolladas por el alumno', afirma el director general de Universidades. O lo que es lo mismo, el diploma se convertirá en una mochila que acompañará al alumno a lo largo de su vida profesional. 'Hay que empezar a entender que la formación ha de ser a lo largo de toda la vida', dice Pétriz. Lo corrobora también la vicerrectora de Ordenación Académica de la Universidad del País Vasco (UPV), Carmen González Murua, quien asegura que 'no sólo se va a la universidad una vez'.
La complejidad burocrática de la adaptación es uno de los reproches del movimiento estudiantil que rechaza Bolonia, además del propio contenido de la reforma. Los equipos de gobierno de las universidades andaluzas coinciden, por ejemplo, en admitir que no se ha sabido comunicar bien las bondades de este cambio, por ello reclaman al Ministerio de Ciencia e Innovación una campaña explicativa que acalle las críticas. En el lado de las censuras estudiantiles se coloca Lara Monrosi, delegada de los alumnos de la Facultad de Comunicación de Sevilla, a quien le preocupa especialmente los 'criterios de mercado' que imperan en la reforma en detrimento de los argumentos de mejora formativa. A su juicio, esta prioridad explica por ejemplo la pérdida de peso que sufren las humanidades y la especial atención que se dedica a las disciplinas técnicas. Monrosi también rechaza el encarecimiento de los créditos, aunque admite que gracias a la movilización universitaria se han creado becas extraordinarias. En cuanto a la implantación, señala que 'se está trabajando a destajo por el gran follón burocrático' que implica la adaptación. 'Los planes de estudio no se pueden hacer deprisa y corriendo', añade esta alumna, que sí respalda una reforma universitaria más sosegada y con la participación de todos.
Pero no todos los alumnos están en contra de Bolonia, como explica Rafael Pérez, de la Universidad de Sevilla, que destaca las potencialidades de los unos títulos sin fronteras en Europa y el acercamiento de la educación universitaria al sistema productivo. Tampoco la totalidad del profesorado se muestra a favor de la reforma, como señala Mercedes Comella, integrante de la plataforma de Profesores por el Conocimiento. A su entender, se habla de la universidad en términos de 'producción y endeudamiento para adaptarse al mercado, relegando el desarrollo del saber' en materias como la literatura o la historia. Niega esta tesis el secretario general de Universidades de la Consejería de Innovación de la Junta de Andalucía, Francisco Triguero, que no cree que se estén apartando las humanidades, ya que quedan integradas como materias transversales. Sobre el incremento en los precios de las matrículas, González Murua, del País Vasco, insiste en que serán 'los mismos que con las titulaciones antiguas', y que las tasas públicas 'razonables' se extenderán a los posgrado, 'un complemento que hasta ahora estaba casi ceñido a la iniciativa privada'. Y agrega que habrá una ventaja añadida y es que con el grado 'se podrá acreditar el ejercicio profesional'.