Costumbres bárbaras de los antiguos aztecas con todos los enemigos capturados

En esa parte de América, al no existir grandes mamíferos ni ganadería, la fuente de proteínas mas completa era la carne humana. Se lo leí a Marvin Harris y creo que tenía razón.
Me temo que sea otra chorrada más del citado ejperto, acaso no había caza, ni aves de corral, ni pesca en una laguna?
Las crónicas hablan de la enorme cantidad y variedad de comidas que ofrecía el mercado azteca en contraposición a los españoles que se malmantenían con maiz.
 
Última edición:
Me temo que sea otra chorrada más del citado ejperto, acaso no había caza, ni aves de corral, ni pesca en una laguna?
Las crónicas hablan de la enorme cantidad y variedad de comidas que ofrecía el mercado azteca en contraposición a los españoles que se malmantenían con maiz.


Lo que los cronistas describen es esto no los mercados aztecas


Claro que había miles de cazadores, pescadores, granjeros y recolectores dedicados a mantener esa mesa bien llena de manjares para Moctezuma y sus castuzos pero eso no era escalable para alimentar al pueblo.

En Europa no teníamos granjas de perros ni de gusanos ni recolectábamos larvas de hormigas por que teníamos animales con mejor relación coste/beneficio, vacas y gorrinos.
 
Lo que los cronistas describen es esto no los mercados aztecas


Claro que había miles de cazadores, pescadores, granjeros y recolectores dedicados a mantener esa mesa bien llena de manjares para Moctezuma y sus castuzos pero eso no era escalable para alimentar al pueblo.

En Europa no teníamos granjas de perros ni de gusanos ni recolectábamos larvas de hormigas por que teníamos animales con mejor relación coste/beneficio, vacas y gorrinos.
Ya estamos con la lucha de clases, que aburrimiento.
Que era inmensa la cantidad y variedad de productos de alimentación en los mercados aztecas es un hecho.
Que luego la mayoría de la población de una ciudad fuera pobre no se a quién le estrañaría.
Qué tiene eso que ver con comerte a tus semejantes es la cuestión, si podías irte a pescar.
 
Los aztecas iban continuamente a la guerra con los pueblos vecinos, fundamentalmente para capturar cautivos y así mantener un stock constante de sacrificables ya que diariamente era necesario inmolar uno para asegurar que el Sol saliera al día siguiente.

Interesante costumbre que como era de prever no lograba el afecto de sus vecinos.

Al contrario, eran temidos y odiados mortalmente, lo cual supo aprovechar Cortés ya que en su campaña de dominación logró ser ayudado por esos pueblos que eran carne de cañón de los aztecas.
Los Aztecas practicaban una guerra muy particular llamada "florida". Parece ser que era una guerra pactada de antemano y secretamente para ejercitar a sus guerreros y como sistema eugenésico puesto que el objetivo no era apiolar, sino capturar a los mejores guerreros del bando contrario. Luego estos eran llevados a la casa del captor durante un tiempo y recibían cuidados y muyeres .
Ya después eran sacrificados
 
Del libro de Jacques Soustelle -La vida cotidiana de los Aztecas - pongo un curioso protocolo que se seguía antes de iniciar una guerra:

"Las tres ciudades imperiales tenían sus propios embajadores, que desempeñaban sucesivamente su papel en la serie de gestiones con las cuales se buscaba obtener sin guerra la sumisión de la provincia en cuestión.
Primero los embajadores de Tenochtitlán, llamados Quauhquauhnochtzin" se presentaban ante las autoridades locales. Se dirigían sobre todo a los ancianos, haciéndoles ver las calamidades que se derivarían de una
guerra. ¿No sería más sencillo, les decían, que vuestro soberano admitiera
"la amistad y la protección del imperio"? Bastaba con que el señor diera su palabra de "nunca ser contrario al imperio, y dejar entrar y salir,
tratar y contratar a los mercaderes y gente de él".
Los embajadores solicitaban también del soberano que aceptara en su templo una imagen de Huitzilopochtli y la colocara en plan de igualdad con el supremo dios localy enviara a México un regalo en forma de oro, pedrería, plumas y mantas. Antes de retirarse, entregaban a sus interlocutores un cierto número de escudos y de macanas, "porque estuviesen apercibidos y no dijesen que los tomaban a traición". Entonces abandonaban la ciudad y acampaban en alguna parte del camino, dejándoles un término de veinte días (un mes indígena) para que tomaran su decisión.
Si una vez transcurrido el plazo fijado no había llegado aún una respuesta, o si la ciudad rehusaba aceptar la supremacía imperial, se presentaban los embajadores de Texcoco, los Achcacauhtzin. Éstos hacían una advertencia solemne al soberano del lugar y a sus dignatarios, "apercibiéndoles que dentro de otros veinte días que les daban de término se redujesen a paz y concordia con el imperio, con el apercibimiento que si se cumplía el tér-
mino y no se allanaban, que sería el señor castigado con pena de gloria,
conforme a las leyes que disponían hacerle pedazos la cabeza con una
porra, si no moría en batalla o cautivo en ella, para ser sacrificado a los
dioses; y los demás caballeros de su casa y corte asimismo serían castigados conforme a la voluntad de las tres cabezas del imperio: habiendo hecho este ofrecimiento al señor y a todos los nobles de su provincia, si dentro
de los veinte días se allanaba, quedaban los de su provincia obligados a dar un reconocimiento a las tres cabezas en cada un año, aunque moderado, y el señor perdonado con todos los nobles y admitido en la gracia y amistad de las tres cabezas; y si no quería, luego incontinenti le ungían estos embajadores el brazo derecho con cierto licor que llevaban, que era para esforzarle a que pudiese resistir la furia del ejército de las tres cabezas del imperio, y asimismo le ponían en la cabeza un penacho de plumería que
llamaban tecpittotl ("símbolo de nobleza") atado con una correa colorada, y le presentaban muchas rodelas, macanas y otros adherentes de guerra, y luego se juntaban con los otros primeros embajadores, aguardando a que
se cumpliese el término de los veinte días".
¿Había terminado este nuevo período de veinte días sin que la ciudad
"rebelde" se sometiera? Entonces se presentaba la tercera embajada, esta
vez enviada por el rey de Tlacopan, para hacer una postrera advertencia.
Estos embajadores se dirigían más particularmente a los guerreros de la ciudad, "que como tales personas habrían de recibir los golpes y trabajos de la guerra". Les fijaban un tercero y último plazo de veinte días, precisando
que, si persistían en su negativa, las armas imperiales devastarían su provincia, los prisioneros serían sometidos a la esclavitud y la ciudad reducida al estado de tributaria. Antes de retirarse, ofrecían a los oficiales y a los
militares escudos y macanas, y después iban a reunirse con las anteriores delegaciones.
Cuando había transcurrido el último término de veinte días, la ciudad y el imperio se encontraban ipso jacto en estado de guerra. Todavía se esperaba para iniciar las operaciones, cuando ello era posible, a que los adivinos hubieran indicado una fecha favorable, por ejemplo uno de los trece signos que comenzaban por ce itzcuintli, "uno perro", serie consagrada al
dios del fuego y del sol.
Los mexicanos se abstenían, pues, deliberadamente, de la ventaja que
proporciona la sorpresa. No sólo dejaban a sus adversarios el tiempo suficente para preparar la defensa, sino que aún les proporcionaban armas, aunque fuese en cantidad simbólica. Esta actitud, estas embajadas, estos
discursos, estos regalos, expresan perfectamente el ideal caballeresco que ani-
maba a los guerreros de la antigüedad americana."
 
Del libro de Jacques Soustelle -La vida cotidiana de los Aztecas - pongo un curioso protocolo que se seguía antes de iniciar una guerra:

"Las tres ciudades imperiales tenían sus propios embajadores, que desempeñaban sucesivamente su papel en la serie de gestiones con las cuales se buscaba obtener sin guerra la sumisión de la provincia en cuestión.
Primero los embajadores de Tenochtitlán, llamados Quauhquauhnochtzin" se presentaban ante las autoridades locales. Se dirigían sobre todo a los ancianos, haciéndoles ver las calamidades que se derivarían de una
guerra. ¿No sería más sencillo, les decían, que vuestro soberano admitiera
"la amistad y la protección del imperio"? Bastaba con que el señor diera su palabra de "nunca ser contrario al imperio, y dejar entrar y salir,
tratar y contratar a los mercaderes y gente de él".
Los embajadores solicitaban también del soberano que aceptara en su templo una imagen de Huitzilopochtli y la colocara en plan de igualdad con el supremo dios localy enviara a México un regalo en forma de oro, pedrería, plumas y mantas. Antes de retirarse, entregaban a sus interlocutores un cierto número de escudos y de macanas, "porque estuviesen apercibidos y no dijesen que los tomaban a traición". Entonces abandonaban la ciudad y acampaban en alguna parte del camino, dejándoles un término de veinte días (un mes indígena) para que tomaran su decisión.
Si una vez transcurrido el plazo fijado no había llegado aún una respuesta, o si la ciudad rehusaba aceptar la supremacía imperial, se presentaban los embajadores de Texcoco, los Achcacauhtzin. Éstos hacían una advertencia solemne al soberano del lugar y a sus dignatarios, "apercibiéndoles que dentro de otros veinte días que les daban de término se redujesen a paz y concordia con el imperio, con el apercibimiento que si se cumplía el tér-
mino y no se allanaban, que sería el señor castigado con pena de gloria,
conforme a las leyes que disponían hacerle pedazos la cabeza con una
porra, si no moría en batalla o cautivo en ella, para ser sacrificado a los
dioses; y los demás caballeros de su casa y corte asimismo serían castigados conforme a la voluntad de las tres cabezas del imperio: habiendo hecho este ofrecimiento al señor y a todos los nobles de su provincia, si dentro
de los veinte días se allanaba, quedaban los de su provincia obligados a dar un reconocimiento a las tres cabezas en cada un año, aunque moderado, y el señor perdonado con todos los nobles y admitido en la gracia y amistad de las tres cabezas; y si no quería, luego incontinenti le ungían estos embajadores el brazo derecho con cierto licor que llevaban, que era para esforzarle a que pudiese resistir la furia del ejército de las tres cabezas del imperio, y asimismo le ponían en la cabeza un penacho de plumería que
llamaban tecpittotl ("símbolo de nobleza") atado con una correa colorada, y le presentaban muchas rodelas, macanas y otros adherentes de guerra, y luego se juntaban con los otros primeros embajadores, aguardando a que
se cumpliese el término de los veinte días".
¿Había terminado este nuevo período de veinte días sin que la ciudad
"rebelde" se sometiera? Entonces se presentaba la tercera embajada, esta
vez enviada por el rey de Tlacopan, para hacer una postrera advertencia.
Estos embajadores se dirigían más particularmente a los guerreros de la ciudad, "que como tales personas habrían de recibir los golpes y trabajos de la guerra". Les fijaban un tercero y último plazo de veinte días, precisando
que, si persistían en su negativa, las armas imperiales devastarían su provincia, los prisioneros serían sometidos a la esclavitud y la ciudad reducida al estado de tributaria. Antes de retirarse, ofrecían a los oficiales y a los
militares escudos y macanas, y después iban a reunirse con las anteriores delegaciones.
Cuando había transcurrido el último término de veinte días, la ciudad y el imperio se encontraban ipso jacto en estado de guerra. Todavía se esperaba para iniciar las operaciones, cuando ello era posible, a que los adivinos hubieran indicado una fecha favorable, por ejemplo uno de los trece signos que comenzaban por ce itzcuintli, "uno perro", serie consagrada al
dios del fuego y del sol.
Los mexicanos se abstenían, pues, deliberadamente, de la ventaja que
proporciona la sorpresa. No sólo dejaban a sus adversarios el tiempo suficente para preparar la defensa, sino que aún les proporcionaban armas, aunque fuese en cantidad simbólica. Esta actitud, estas embajadas, estos
discursos, estos regalos, expresan perfectamente el ideal caballeresco que ani-
maba a los guerreros de la antigüedad americana."
Ese señor que escribio eso estuvo alli?
 
Lo que los cronistas describen es esto no los mercados aztecas


Claro que había miles de cazadores, pescadores, granjeros y recolectores dedicados a mantener esa mesa bien llena de manjares para Moctezuma y sus castuzos pero eso no era escalable para alimentar al pueblo.

En Europa no teníamos granjas de perros ni de gusanos ni recolectábamos larvas de hormigas por que teníamos animales con mejor relación coste/beneficio, vacas y gorrinos.
La ecuación tamaño de población e ingesta de proteínas no humanas indicaba claramente déficit, por lo tanto, como tantas veces en la historia se uso la ingesta de proteína humana.
Es difícil de entender para algunos, pero es así….
:cool
La otra posibilidad es reducir la población….
;)
 
Como dice Isaac en el muy interesante video , es notorio el blanqueamiento a nivel global que se hace de los crímenes perpetrados por los estamentos mesoamericanos , tanto así que parece que se busca hoy en día con todo nuestro nivel civilizatorio un "revival" de aquellas abominaciones , una regresión global a la violencia y barbarie cósmica cíclica . Que pudiere ser la razón del repruebo al cristianismo hispánico civilizador desatado desde todos los frentes una vez borradas en la memoria colectiva mal que bien las huellas de aquel holocausto , incluidos los olvidadizos países americanos afectados .
 
No es solo un españólete como tú dices, son muchos los que lo vivieron y lo vieron en su día y que dejaron constancia escrita de ello otra cosa es que muchos ignorantes de la historia de México y especialmente aquellos naturales de este país que se obstinan en no creerlo y a cambio tergiversan la historia deformando así lo que era la vida en aquella época en el imperio azteca. ¿De verdad crees que Hernan Cortés y sus 400 soldados que le acompañaban conquistaron ellos solos un "imperio" de más de 6 millones de habitantes?. Si llegaron a hacerlo fue porque hubo muchos pueblos que se aliaron con los españoles para acabar de una vez por todas con el estado de terror que habían impuesto los aztecas sobre los pueblos que oprimía, cuando los españoles con sus aliados indígenas entraron en la ciudad de México fueron los españoles los que frenaron el ansia de venganza de estos pueblos que estaban oprimidos por los aztecas.

Parece ser ahora que lo que hoy es México solo fue poblada por el pueblo azteca, pero la realidad es muy diferente, había muchos pueblos y muchos de ellos eran enemigos acérrimos de los odiados aztecas, que exigían sacrificios humanos como una forma de mantenerlos dominados y aterrorizados.

Era tal el infierno y el pavor que vivían los que estaban alrededor que no dudaron en unirse a esos "Dioses con vestidos de acero", esa es la realidad, o es que alguien se cree con dos dedos de frente que unos pocos cientos eran capaces de conquistar todo aquello que como poco tendría cientos de miles
 
Yo también se lo leí, pero no concuerdo.
El canibalismo azteca era más simbólico y ritual que una necesidad nutricional primaria.
Los aztecas sí tenían acceso a otras fuentes de proteína, como aves (guajolotes), perros domesticados (xoloitzcuintles), pescado, insectos y pequeños mamíferos, lo que reduciría la dependencia de la carne humana como alimento.
Nada de eso. No conocian la ganaderia ni la navegacion. La caza no abastece a poblaciones. Era una civilizacion autodestructiva. Los españoles los salvaron de si mismos.
 
Volver