Cuando comparamos el temperamento de Quevedo o de los que echaron a los franceses con el del español común de hoy en día tendríamos que detectar cual es la principal diferencia entre uno y otro. Que tiene uno y de que carece el otro.
El español necesita celo por su fe que lleve al amor por su patria y de ahí nazca todo lo demás. Los españoles que admiramos eran menos, más enanos y esmirriados, peor nutridos, con menos esperanza de vida, pero tenían fuego en el alma. Sin fuego en el alma es imposible vivir para el honor o despreciar el peligro. Sin fuego en el alma uno vive para los placeres y evita cualquier riesgo o sacrificio.