El sistema está roto a estas alturas, y supongo que nadie sabe exactamente qué va a pasar.
Por una parte se está manteniendo la ficción de que no ha pasado nada, y que Biden va a ser nombrado presidente siguiendo el proceso normal.
Por la otra parte se están tocando todos los resortes, para ver si alguno pone en marcha cualquier tipo de mecanismo que no sea autoreferencial. Con autoreferencial quiero decir que no suponga que Trump (o Pence) decidan que se ha producido fraude (por muchos indicios o pruebas que tengan de que así ha sucedido) y se auto-proclamen presidente (y vicepresidente).
Pero a estas alturas los dos lados han de ser conscientes de que el sistema, que ya era inoperativo de por sí, se ha roto.
Trump no va a dejar la presidencia si no se demuestra antes la inexistencia de fraude.
Y el sistema no prevé mecanismos para investigar ese fraude.
Y el único órgano que podía haber salvado ese impedimento, que era el Supremo, que podía haber tratado de llegar a algún tipo de solución de compromiso, ha decidido abstenerse de todo contacto con el asunto y seguir en su torre de marfil.
Con lo que volvemos al sistema roto, y a las dos posibilidades:
Que se nombre a Biden, como si aquí no hubiese pasado nada, y que la consiguiente riada de cosa se lo lleve todo por delante (supongo que la siguiente sería un impeachment inmediato y a partir de ahí, Dios sabe).
Que Trump dé un golpe encima de la mesa, por medio de alguno de los instrumentos que le quedan (constitucionales con alguna argucia, o la famosa orden ejecutiva, que he de reconocer qué no sé qué solución prevé para las elecciones en las que han intervenido potencias extranjeras).
Sería necesario empezar a explicar desde ya mismo que la administración federal no tiene nada que ver con estas elecciones, que son en realidad cincuenta elecciones paralelas, una en cada uno de los estados, organizadas y regidas por los cincuenta gobernadores y sus cámaras de representantes, que son los que han podido dar el pucherazo y, en todo caso, son los responsables del desaguisado hasta ahora.
Porque el noventa por ciento de la opinión pública desinformada va a empezar a decir que Trump ha organizado las elecciones y que cuando el resultado de sus elecciones no le ha gustado, ha tirado la urna al suelo y ha hecho trampas para mantenerse en el poder.
Cuando en realidad, a Trump todavía no le han dejado ver qué ha pasado. No solo no le han dejado ver qué ha pasado, sino que están poniendo toda la carne en el asador para que no lo pueda ver nunca.