Indiscutiblemente.
Desde el punto de vista socioeconómico -dejarían de pagar dinero por productos y servicios de cagaluña, y a medio plazo las actuales empresas cagalanas, en su mayoría multinacionales alemanas, acabarían, por su propio interés, yéndose al lado de la frontera que tiene 35 millones de consumidores y dejando el lado de la frontera que tiene 7 millones de consumidores-.
Súmale el beneficio político de quitarse de encima a una gente problemática y de incrementar la homogeneidad cultural y lingüística del estado.