Quienes tenga formación clásica -o al menos amor por la literatura- supongo habrán leído
ANTIGONA, un drama (más bien es del género de la Tragedia) griego de Sófocles escrita unos 450 años antes de Cristo.
Antígona (Sófocles) - Wikipedia, la enciclopedia libre
Les sugiero su lectura (de la obra, no de la explicación de Wikipedia). Es corta y estremecedora.
Básicamente trata de la decisión de un Rey (
Creonte) que decide dejar el cuerpo de
Polinices -que se había resistido a su golpe de Estado- sin los honores del entierro (un tema degradante en esa época).
La hermana de Polinices (
Antígona), se enfrenta al dilema de obedecer la "ley" (la decisión del Rey) o de reclamar el digno entierro de su hermano (por derecho natural), cosa que hace y por ello es castigada con la pena de muerte.
La tragedia (bien a lo griego) sigue y termina con Antígona siendo perdonada pero, sin enterarse habiéndose suicidado y, el propio hijo del Rey (
Hemón) -su prometido-, matándose también.
Al enterarse de la muerte de su hijo, su madre (esposa del Rey)
Eurídice, también se suicida
El Rey termina -por no haber respetado las leyes divinas- con
su hijo Hemón muerto en los brazos y
su esposa Eurídice suicidada.
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Más allá del drama como tal (que es estremecedor y un llamado o no vulnerar, desde lo humano, la Ley Natural), los diálogos son BRUTALES y a esos es lo que quería remitirme porque aplican en este caso.
El texto completo lo tienen aquí:
https://assets.una.edu.ar/files/file/artes-dramaticas/2016/2016-ad-una-cino-antigona-sofocles.pdf
Destaco brevemente:
CREONTE (Dirigiéndose a ANTÍGONA.):
¿Conocías la prohibición que yo había promulgado? Contesta claramente.
ANTÍGONA (Levanta la cabeza y mira a CREONTE.):
La conocía. ¿Podía ignorarla? Fue públicamente proclamada.
CREONTE: ¿Y has osado, a pesar de ello,
desobedecer mis órdenes?
ANTÍGONA: Sí, porque no es Zeus quien ha promulgado para mí esta prohibición, ni tampoco Niké, compañera de los dioses subterráneos, la que ha promulgado semejantes leyes a los hombres; y
has creído que tus decretos, como mortal que eres, puedan tener primacía sobre las leyes no escritas, inmutables de los dioses. No son de hoy ni ayer esas leyes;
existen desde siempre y nadie sabe a qué tiempos se remontan.
No tenía, pues, por qué yo, que no temo la voluntad de ningún hombre, temer que los dioses me castigasen por haber infringido tus órdenes. Sabía muy bien, aun antes de tu decreto, que tenía que morir, y ¿cómo ignorarlo?
Pero si debo morir antes de tiempo, declaro que a mis ojos esto tiene una ventaja. ¿Quién es el que, teniendo que vivir como yo en medio de innumerables angustias, no considera más ventajoso morir?
Por tanto, la suerte que me espera y tú me reservas no me causa ninguna pena.
En cambio,
hubiera sido inmenso mi pesar si hubiese tolerado que el cuerpo del hijo de mi madre, después de su muerte, quedase sin sepultura. Lo demás me es indiferente. Si, a pesar de todo, te parece que he obrado como una insensata, bueno será que sepas que es quizás un loco quien me trata de loca.
... (más adelante)
ANTÍGONA: Pues, entonces, ¿a qué aguardas? Tus palabras me disgustan y ojalá me disgusten siempre, ya que a ti mis actos te son odiosos. ¿Qué hazaña hubiera podido realizar yo más gloriosa que de dar sepultura a mi hermano? (Con un gesto designando el CORO.)
Todos los que me están escuchando me colmarían de elogios si el miedo no encadenase sus lenguas. Pero los tiranos cuentan entre sus ventajas la de poder hacer y decir lo quieren.
CREONTE: Sin embargo, el uno asolaba esta tierra y el otro luchaba por defenderla.
ANTÍGONA: Hades, sin embargo,
quiere igualdad de leyes para todos.
CREONTE: Pero al hombre virtuoso no se le debe igual trato que al malvado.
ANTÍGONA: ¿Quién sabe
si esas máximas son santas allá abajo?
CREONTE: No; nunca un enemigo mío será mi amigo después de muerto.
ANTÍGONA: No he nacido
para compartir el repruebo, sino el amor
... y, finalmente, cierra la obra un coro que dice:
CORO: La prudencia es con mucho la primera fuente de ventura. No se debe ser impío con los dioses.
Las palabras insolentes y altaneras las pagan con grandes infortunios los espíritus orgullosos, que no aprenden a tener juicio sino cuando llegan las tardías horas de la vejez.