Unas pocas:
- Tener un camión de transporte contratado dando vueltas al polígono, cargado con material que no tenía que salir en el inventario, hasta que el auditor se fuese.
- Usar el material destinado a un cliente, facturado, cobrado y almacenado en nuestras instalaciones por no poderlo llevar a obra, para dárselo a otro cliente por una "urgencia". Al primer cliente, una vez lo necesitaba, contarle una milonga como que se había caído al suelo al moverlo con el toro y que había que esperar a que viniera otra vez de fábrica. Como cabía esperar, el primer cliente era de los buenos, pagaba sin problemas y no daba por trastero; el segundo un autentico cabrón, apenas se sacaba margen con él y al que más favores se le hacían. Recurrente.
- Encontrarnos con el cliente anterior (el jefazo de la empresa) y su encargado en el Euromed, volviendo sin saberlo de la misma ciudad que nosotros, completamente tajado. Ellos en primera y nosotros en turista, claro. Apenas se sostenía en pie y se puso a hablar con nosotros al vernos, al venir desde la cafetería, camino de primera. Nos dijo que al llegar nos invitaba a irnos de pilinguis; que llevaba pasta, sacando un fajo del bolsillo. Con los bamboleos del tren, si no acabo encima de alguien del vagón fue de milagro. Apareció el revisor y ante tan dantesca escena intentó hacerlo salir al extremo del vagón para no dar el espectáculo con toda la gente delante. Fue en vano. El otro se enrrocó en el pasillo del vagón al grito de "ven tú aquí si tienes narices". Fue de un pelo que no pararan el tren para echarlo. Al final el encargado lo pudo aplacar y llevárselo a sus asientos. Como colofón final, al llegar a destino los vimos salir en coche de la estación... conducía el jefe.
- Perdernos, supuestamente en plataforma, una agencia de transporte un bulto de 300 Kg y más de 3 metros de largo, que sin darle su uso técnico, apenas tener valor como chatarra. Jamás apareció y pagó el seguro.