Documentos desclasificados implican al PSOE en las peores matanzas de la Guerra Civil española


Los noruegos no son nadie para venir a dar lecciones de "derechos humanos" y mucho menos si son comunistas.


Camilo de Dios y su familia fueron parte de una banda de guerrilleros comunistas. Empezó su "carrera" a los doce años ya que su padre fue fundador del PCE en su pueblo. Éste y su hermano fallecieron en combate . Su progenitora y su hermano fueron interceptados por la Guardia Civil mientras intentaban escapar armados a Francia. Su hermano cayó en combate con las Fuerzas de seguridad y su progenitora fue detenida. En ningún caso eran "inocentes civiles represaliados"

"Poco antes de que Carrillo renunciase a la guerra de guerrillas y los maquis enfilasen los Pirineos, un chaval de apellido mesiánico se echaba al monte. Camilo había nacido tres años antes del comienzo de la Guerra Civil en Sandiás. Hijo del fundador del PCE en ese pequeño pueblo de Ourense, a los doce ya ejercía, como su progenitora y su hermano mayor, de enlace. Muerto el padre, los tres pasaron a la clandestinidad. Un quinceañero rebelde. Un guerrillero imberbe. Un preso sin juventud."

"progenitora e hijo partían hacia Madrid disfrazados de segadores, ajenos a las penalidades de Camilo en prisión. Los acompañaban otros dos guerrilleros, Manuel Rodríguez y Juan Sorga, cuando la Guardia Civil los interceptó en el pueblo abulense. Sorga pudo haber llegado a Francia, el destino final que pretendían alcanzar los fugados; a Rodríguez le dieron garrote tras detenerlo días más tarde; y Perfecto fue cosido a balazos allí mismo. Su progenitora, en vez de huir, lo remendó a abrazos, uno por cada año de guandoca, hasta cumplir trece. Camilo se enteró de su fin meses después, cuando llegó la carta remitida por Carmen Fernández Seguín.

A pesar de que había pruebas más que suficientes de su pertenencia a una célula terrorista comunista, la "malvada justicia franquista" le conmuta la pena de fin a su progenitora y a él no lo procesa por ser menor de edad. MENUDA "REPRESIÓN" ...

Entre ambos medió una correspondencia macabra. Desde el penal de Alcalá escribía un muerto. Y una muerta devolvía las palabras desde la prisión de Segovia. Ambos habían sido condenados a la pena capital, si bien él se libró por ser menor y a su progenitora le conmutaron la pena.

FUENTE : Camarada Camilo, guerrillero antifranquista

Sin embargo, LOS NORUEGOS COMO EL zascandil DEL REPORTAJE NO FUERON TAN "AMABLES" CON LAS MUJERES A LAS QUE ACUSARON EXAGERADAMENTE DE COLABORAR CON LOS NAZIS. LOS MEMORIALISTAS HIPÓCRITAS Y LOS COBARDES gente de izquierdas NORUEGOS DE LA MANITA, rindiéndo honores a los guerrilleros "demócratas" de Stalin y tapando sus vergüenzas en los panfletos oficiales de la "industria de la memoria".

Esta conducta había pasado inadvertida en la historia hasta ahora. Sin embargo, después de que el Centro Noruego de Estudios sobre el Holocausto y las Minorías Religiosas haya desvelado que entre 30.000 y 50.000 mujeres del país sufrieron represalias tras la Segunda Guerra Mundial, el gobierno noruego les ha pedido perdón más de siete décadas después. «En el período que siguió a la liberación, muchas chicas y mujeres noruegas que habían mantenido una relación con los soldados alemanes o eran sospechosas fueron víctimas de un trato indigno. Hoy, en nombre del gobierno, quiero pedir disculpas», afirmó la primara ministra Erna Solberg durante un acto en conmemoración del 70 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.

Con todo, el caso de las «chicas alemanas» no es el único que ha levantado ampollas en el país. Otra de las injusticias más sonadas involucró a los hijos que estas mujeres tuvieron con los soldados alemanes, entre 10.000 y 12.000.

Estos pequeños fueron también blanco de las autoridades locales y, en los casos más extremos, fueron apartados de sus familias y reubicados en instituciones gubernamentales. El abuso que sufrieron hizo que un grupo de estos jóvenes demandara a su país el 2.007 frente al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Con todo, su queja no fue admitida por la cantidad de tiempo que había pasado desde que ocurrieron los hechos.

Tras ser capturadas, el castigo más habitual al que tenían que hacer frente estas mujeres ( por descontado, sin juicio previo ) era que les afeitasen la cabeza delante de una muchedumbre que jaleaba al «esquilador». A partir de entonces, pasaban a convertirse en «Femmes tondues» ( «Mujeres afeitadas» ) y eran objeto de escarnio público. El siguiente paso solía consistir en subirlas a un camión descubierto y pasearlas por la ciudad para que todos los vecinos viesen sus caras. Aquel estigma las acompañaba durante años. Aunque hubo otros más drásticos que consistían en grabar esvásticas en su frente.

Con todo, el escarnio público fue el menor de los castigos. Las más desafortunadas fueron apalizadas o asesinadas a golpes en mitad de las calles. Otras fueron fusiladas en el acto sin que tuvieran posibilidad de explicarse. Todo ello, para asombro y enfado de algunos líderes de la Resistencia."


FUENTE : El cruel castigo de Noruega hacia las «chicas alemanas» que se acostaron con nazis
 
Sobre los españoles en noruega, primera batalla de la 2gm, sin contar la guerra de España

Tuvieron que ir los republicanos españoles porque los cagalones comunistas noruegos no tuvieron narices de combatir a los alemanes. Y QUIEREN VENIR AQUÍ A DAR LECCIONES DE LUCHA "ANTIFASCISTA" ...

Y para quitarse el cargo de conciencia de lo que le hicieron a sus mujeres después de que otros echaran a los alemanes vienen a dar una limosna para desenterrar a bandoleros comunistas ...

Menuda vergüenza de Noruegos. Menuda vergüenza de "memorialistas" ...
 
La columna de los 8.000: VIOLENCIA, MALDAD, CRUELDAD, TERROR y fin en Extremadura, el franquismo más letal
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Sólo 15 días después del golpe fascista, salieron desde Sevilla hacia Madrid las columnas del comandante Castejón y del teniente coronel Asensio. Atravesaron Extremadura para conquistar Badajoz uniendo los territorios golpistas del sur al norte de España. A su paso por las poblaciones ejecutaban sistemáticamente a todos quienes tenían que ver con partidos, sindicatos, organizaciones Republicanas. A medida que los franquistas avanzaban, miles de Republicanos escapaban del horror y la fin huyendo hacia el último territorio Republicano de la provincia de Badajoz.
A mediados de septiembre de 1936 el oeste de la provincia de Badajoz estaba tomado por los nazionales, salvo la pequeña bolsa Republicana en la zona de Llerena, Jerez de los Caballeros, Fregenal de la Sierra y Villanueva del Fresno, lugares donde se habían concentrado miles de Republicanos de una gran cantidad de pueblos de la provincia de Badajoz. A esta bolsa solo les quedaba luchar hasta la fin o huir. A Fregenal llegaban cientos de personas que huían del horror, triplicando caóticamente la población hasta casi las 6.000 personas. Alojar, alimentar a tantísima gente era un problema sin solución, sabiendo además que en breve esa zona también sería conquistada. Algunos se internaron en Portugal, arriesgándose a ser detenidos por la PIDE portuguesa y devueltos a los franquistas o falangistas, que los fusilaban de inmediato. Un grupo de unas 1.400 personas se salvaron gracias a la solidaridad del pueblo portugués de Barrancos y a la valentía y humanidad del teniente Seixas. Muchos otros no tuvieron tanta suerte.
Hacia el 15 de septiembre muchos desesperados intentaron llegar hasta Azuaga, recorriendo unos 100 km de vías de secundarias, en poder de los Republicanos, donde estarían seguros y tendrán el camino abierto hacia Madrid. Gran parte de la columna estaba compuesta por familias, mujeres, niños y viejos, que llevaban en animales sus escasas pertenencias, gentes sencillas, que huían de sus pueblos por miedo o por sus ideas políticas. Había también personas significadas en el organigrama republicano de sus poblaciones. La columna, de unas 8.000 personas, dió nombre a la expedición. Se internaron hacia Fuente de Cantos, cruzaron la peligrosa Vía de la Plata, de noche, para evitar encuentros con los sublevados. Atravesaron dehesas, padecían falta de agua por la sequedad estival. Se avanzaba difícilmente a marchas forzadas. En la vanguardia algunos milicianos armados con escopetas de caza, fusiles y alguna bomba de mano de fabricación casera. Era una operación arriesgada, la zona estaba en poder de los fascistas.
El plan era conocido por los nazionales de Sevilla, Queipo de Llano había declarado, “Que no quede nadie vivo”. Tenían informadores, incluso un avión de reconocimiento. Sabían perfectamente que era una columna de civiles fugitivos, el limitado armamento que llevaban, pero la atacaron como si tratara de un ejército regular. Al atardecer del 17 de septiembre la columna estaba ya cerca de la zona Republicana, pero los fascistas del comandante Gómez Cobián les esperaban en el Cerro de la Alcornocosa: Una compañía del Regimiento de Granada y 500 voluntarios, falangistas y guardias civiles bien pertrechados tenían preparada la encerrona. Además en Llerena los fascistas tenían unos mil efectivos con la intención de conquistar Azuaga, lo que ocurrió el 24 de septiembre.
Varias ametralladoras estratégicamente preparadas masacraron a todos, hombres, mujeres y niños, prácticamente desarmados. Confusión, gritos, horror, huida en desbandada. Familias que se separaron no volvieron a encontrarse jamás. Se desconoce el número exacto de víctimas. Muchos supervivientes huyeron a las vías del tren, al otro lado se encontraba la zona Republicana, pero los franquistas les esperaban desde una máquina de tren con 2 vagones, desde donde les dispararon a fin. Sin embargo algunos supervivientes pasaron durante la noche y llegaron, heridos y agotados a Azuaga, desde donde salieron hacia Madrid y allí formaron un batallón formado casi enteramente por milicianos extremeños, los Castúos.
Muchos de los que retrocedieron se desperdigaron por las desconocidas sierras vecinas, su futuro era incierto, en sus pueblos les esperaba la fin. Durante meses vagaron sin rumbo de noche, escondidos de día, acosados por fascistas que les diezmaron poco a poco. Quien sabe cuantas y donde están la multitud de fosas comunes, a menudo excavadas en el lugar mismo donde fueron abatidos. En el pozo de San Antonio, cerca de Reina, fueron arrojadas un número indeterminado de asesinados en uno de los ataques. Una batida del teniente de la guardia civil Antonio Miranda Vega asesinó a un grupos de huidos, los enterró allí mismo tan mal que posteriormente animales hurgaban la tierra y sacaban restos humanos a la superficie. Cerdos que llevaban días sin comer por el abandono de los cortijos abandonados se alimentaron de cadáveres allí olvidados.
Unas 2.000 personas fueron hechas prisioneras por el capitán Tassara y conducidas hasta Fuente del Arco, donde tropas de jovenlandeses apostados rodearon a los Republicanos a los que ejecutaron masivamente; los que intentaron escapar por las azoteas fueron detenidos y asesinados. El resto del grupo fue conducido hasta Llerena donde los encerraron en la Plaza de Toros y “La Maltería”, los almacenes de la fábrica de cerveza, separando a mujeres y niños de los hombres. Empezó la “limpieza”: Los vecinos escuchan los lamentos de los presos que un camión trasladaba cada madrugada al cementerio, sabían que les esperaba la fin. En las tapias eran fusilados con una ametralladora y arrojados a fosas comunes cavadas por las mismas víctimas, el repique de disparos se escuchaba en todo el pueblo. El ritual se repitió obstinadamente durante un mes.
Muchos de los cadáveres fueron quemados porque ya no cabían en las fosas. Solo unas pocas muertes fueron inscritas es los registros civiles. Cuando algunos condenados se resistían a traspasar la verja, a culatazos les partían los brazos para soltarlos, y malheridos engrosaban la fosa común. Antes de un mes la mayor parte habían sido fusilados, probablemente mas de un millar. En el cementerio de Llerena existe una zona identificada como “la fosa común”.
El tiempo y la dictadura se encargarían de cubrir de olvido aquella triste aventura iniciada unas semanas antes en las serranías del norte Huelva y sur de Badajoz: Miles de personas entre ellos niños, mujeres y ancianos fueran asesinadas por intentar huir de los carniceros del ejército golpista. Que nadie sepa sus nombres y apellidos, que estos asesinatos no consten en ningún registro, que los asesinos queden impunes.

 
La columna de los 8.000: VIOLENCIA, MALDAD, CRUELDAD, TERROR y fin en Extremadura, el franquismo más letal

Otra patraña similar a la "Desbandá". Se oculta que dicha columna está formada por milicianos que huyen del avance nacional y por civiles, bien engañados por esos mismos milicianos, bien familiares de éstos o bien de personas que han cometido crímenes durante la dominación roja.

Como en la "desbandá" se vuelve a esconder a milicianos armados utilizando a civiles como escudos humanos en su huída :

"El primer grupo del que tengamos noticias que utiliza esa ruta es el formado por unos setecientos hombres a caballo bien pertrechados. Hay testimonios de vecinos de Fuente del Arco y de personas que vivían en los cortijos de la zona que los ven pasar en torno al 15 de septiembre. Este grupo no fue atacado, quizá debido a la rapidez con que se movían."

De igual forma que en la "desbandá", la columna se aprovisiona mediante el robo y saqueo, violentamente la mayoría de las veces. Siguen reconociendo el importante papel de los milicianos armados aunque lo excusen o minimicen aludiendo a la escasez de material :

"Tras cruzar la Vía de la Plata, la columna se interna en la Senda, un conocido camino que atraviesa de oeste a este los términos de Montemolín, Puebla del Maestre y Llerena, a través de un paisaje de dehesas. El efecto visual que producirían miles de personas avanzando por el camino debería de ser impactante. Lo primero que se veía de la columna era una gran nube de polvo provocada por la sequedad del terreno en época estival. El avance estuvo marcado por las tremendas dificultades padecidas. El principal problema era la falta de agua. Había sido un verano caluroso y los arroyos y charcas estaban secos. Cada familia llevaba sus propias provisiones. Atravesaron varios cortijos importantes como Gallicanta o el Puerto del Águila, donde consiguieron víveres; a veces de manera violenta. A pesar de las dificultades, se avanzaba a marchas forzadas. Sabían el peligro que corrían. Para hacer frente a posibles ataques, la vanguardia estaba compuesta por milicianos armados. Un armamento irrisorio. Escopetas de caza, fusiles y alguna bomba de mano de fabricación casera. Varios testimonios nos hablan de una mujer a caballo que iba continuamente arengando y animando a los miembros de la columna para que continuaran avanzando."


En el primer ataque llevado a cabo por fuerzas nacionales cerca de Llerena, los milicianos llegaron a fusilarse entre ellos. Como es habitual ni se sabe el número de bajas y se enmascara el que fueron a consecuencia de los combates :


"Al caer la tarde del 17 de septiembre, la columna dejó la senda y se internó en la cañada real del Pencón. Estaban ya muy cerca de la vía del tren y con ello de la llegada a zona republicana. No sabían que a pocos kilómetros el ejército sublevado les esperaba. El lugar elegido para la emboscada fue el Cerro de la Alcornocosa, junto a la Cañada Real del Pencón. Un paraje cercano a los pueblos de Reina y Fuente del Arco, y a pocos kilómetros de la vía del tren. Seguramente se eligió este lugar por las facilidades de comunicación que ofrecía. Los sublevados montaron estratégicamente varias ametralladoras en la parte alta del cerro. En cuanto la columna estuvo a tiro iniciaron el ataque. Desde una posición privilegiada, las tropas golpistas masacraron a milicianos y civiles, superiores en número, pero prácticamente desarmados.

En medio de la confusión y el horror, la columna se partió. Unos lograron pasar. Otros, los más demorados, pudieron dar marcha atrás. Muchos salieron huyendo en desbandada, aterrados, hacia las sierras vecinas sin saber a donde ir. Amigos y familiares que se separaron en ese momento no se volverían a encontrar en la vida. Durante la noche, en medio de la confusión y el pánico, hubo sucesos violentos de todo tipo. Muertes, terror, desconcierto. Incluso ardieron algunas sierras de la zona. El resultado, según las cifras oficiales fue de ochenta muertos y treinta heridos, aunque nunca sabremos el número exacto de bajas. En la confusión del ataque y de la noche, hubo milicianos que fueron asesinados por sus propios compañeros para impedir su huida"



Los que pasaron, se incorporaron a la defensa de Madrid. Es obvio que estamos hablando de una "columna" con manifiesto valor militar y no de "inocentes refugiados civiles".


"Algunos de los que lograron llegar, como Miguel Santana, nos describieron la situación y nos contaron como salían continuamente trenes llenos de personas hacia Madrid a través de Peñarroya. Estos trenes pertenecían a la línea de ferrocarril de vía estrecha que unía Fuente del Arco, Azuaga y Peñarroya. Muchos de estos milicianos acabaron recibiendo formación militar en Madrid, ciudad que preparaba su defensa. Algunos batallones se formaron casi enteramente con milicianos extremeños. Entre ellos destacó el llamado “Batallón de los Castúos”."



La información anterior está extraída de la presentación del documental “La Columna de los Ocho mil” organizada en el marco del Abril Republicano de IU Extremadura por el Coordinador Local de Izquierda Unida Badajoz, Adrián Rodríguez en el Salón de Actos del MEIAC ( Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo ). ¡¡¡ Cómo será la realidad cuando los de IZQUIERDA HUNDIDA reconoce los datos anteriores !!!


Para saber más del asunto y conocer la verdadera historia tanto de ésta como la de las otras "columnas" rojas ...

https://laverdadofende.blog/2013/02/10/guerra-civil-en-badajoz-las-verdaderas-columnas-de-la-fin/
 
Telmo Comesaña Pampillón. La Memoria de Vigo

«Lo único que quisiera es que me diera tiempo antes de morirme, porque tengo 85 años, que esto se acabase, que se cerrara el capítulo, que el Estado se hiciera cargo de poner fin a esto, porque esto es una tortura más...»
María Torres / 3 de julio de 2019

Telmo Comesaña Pampillón, hijo de José y de Eusebia, nació el 15 de abril de 1934 en el barrio de La Garita de Alcabre, al borde de la zona norte de la playa de Samil, cuando ésta era un paraíso repleto de dunas.
Tiene 85 años, atesora muchos recuerdos y una vida que se ha sido una constante búsqueda de la verdad en relación con el asesinato de su padre: José Comesaña Pérez.
Militante férreo en la Memoria, referente de la Memoria Histórica en Galicia, fundador y presidente de la Asociación Viguesa Pola Memoria Histórica do 36, activista vecinal, se jubiló un año y medio antes para tener tiempo de buscar respuesta a muchas preguntas. Ateo,«gracias a la Iglesia», en 1969 no dudó en señalar la complicidad de ésta en el asesinato de su padre cuando le espetó al cura de la parroquia: «Acúsolle de serconvivente do asasinato do meu pai.»
José Comesaña era albañil y secretario de la Sociedad de Labradores y Ganaderos de Alcabre (Vigo). En abril de 1936 se celebró en Gondomar el Congreso de Sociedades Agro-Ganaderas, al que acudió junto a Emilio Comesaña Sobreira (presidente), su hermano Antonino Comesaña (contador) y Fernando Costas Iglesias (vocal). Unos meses después, tras el golpe de estado perpetrado por los generales traidores, José Comesaña y sus compañeros acudieron al cuartel de la Guardia Civil de Bouzas en busca de armas para defender a la República. Y este acto, según cuenta Telmo, es el que los «sentenció».
Días después fueron detenidos. El mayor de los hermanos Comesaña se entrevistó con el general Cuervo para pedir que fueran liberados. La respuesta que obtuvo fue que el problema tenía una fácil solución: sólo necesitaban un escrito o aval de buena conducta firmado por el cura de la parroquia. El sacerdote se negó a firmar el aval alegando que «eran socialistas y que no iban a misa.
La madrugada del 6 de octubre de 1936, sacaron a seis hombres del frontón habilitado como guandoca y los transportaron hasta Vincios en dos vehículos. En el lugar de A Pasaxe mataron a José Comesaña y a su hermano Antonino, así como a Emilio Giraldez Rodríguez, ferroviario de Nigrán. En Bichicans fueron asesinados Emilio Comesaña Sobreira, Fernando Costas Iglesias y Manuel Villar Cimadevilla.
En 1979 Telmo Comesaña obtuvo del Juzgado de Gondomar un informe en el que figuraba el testimonio de un vecino de Vincios que relataba lo ocurrido tras los asesinatos. El 6 de octubre de 1936, el testigo tenía doce años y su abuelo, propietario de una taberna, recibió la orden de la Guardia Civil de recoger con su carro de bueyes, los cadáveres que se encontraban arrojados al borde de la carretera desde las cuatro de la madrugada. El tabernero los recogió a las cinco de la tarde y los llevo hasta el cementerio de Mañufe donde debían ser enterrados en una fosa común, pero hubo una persona que no consintió aquello: Don Rogelio de la Granja, un noble maestro, presidente de la comisión del cementerio, que consiguió que cada uno de los cadáveres tuviese su fosa y tomó información de su vestimenta y objetos personales para que pudiesen ser identificados más adelante.
El 6 de octubre de 1936 cambió la vida de la familia Comesaña. Telmo, de dos años y medio perdió a su padre y a su tío Antonino, que dejó viuda y dos hijos de 5 y 7 años. Cecilia Comesaña, hermana de los asesinados, embarazada y progenitora de seis hijos, se quedó sola, pues su marido tuvo que huir por miedo a la represión. Fue acosada repetidamente por los falangistas para que confesara dónde se escondía su esposo. Una noche, cuando estaba embarazada de ocho meses, fue sacada de su domicilio, conducida a un camino y la raparon la cabeza.
A Adelina, progenitora de los asesinados y abuela de Telmo, el dolor le acompañó hasta su fin en 1947.
Eusebia Pampillón, progenitora de Telmo, se quedó viuda con 25 años. Junto a Telmo se fue a vivir a casa de sus padres, Eusebio y Peregrina. Tuvo que dejar a su hija Margarita de ocho meses al cuidado de unos tíos hasta que cumplió los cuatro años. Trabajó sin descanso, educó a sus hijos sin rencor y procuró cumplir el deseo de su marido: «quiero que mis hijos se críen en un país laico y libre y que estudien». Se empleó en Alfajeme y se sacrificó para llevar a sus hijos a un "colegio de pago". Cuenta Telmo que en Vigo hubo dos empresas ejemplares que contrataban a las viudas de los represaliados: Alfajeme y La Artística.
A Telmo nunca le contaron que habían dado de baja de la suscripción de la vita a su padre. Recuerda haber crecido en un hogar triste, rodeado de luto. Recuerda que cada domingo junto a su progenitora tomaba el tranvía hasta Ramallosa y enlazaba con el de Gondomar hasta llegar al cementerio de Mañufe. Después acudían a visitar al maestro Don Rogelio de la Granja y a su esposa.
Con 15 años comenzó a trabajar en una empresa, su jefe era falangista y jamás le dirigió la palabra, porque sabía que era hijo de José Comesaña. Recuerda que el primer día de trabajo se puso un pantalón prestado por su tío Pepe y que su progenitora le despidió en la puerta de la casa con estas palabras: «Bo, agora xa eres un home. E pensa, o que neste mundo quere gozar, ten que oir, ver e calar». El entonces no las entendió, pero más tarde supo que el temor de su progenitora era que él de adulto intentara vengarse de la fin de su padre y acabara mal. Asegura que «toda mi vida de trabajo tuve que estar en silencio. Nunca pude decir quién era.»
En un momento de la conversación Telmo desnuda su alma y su corazón, me habla del fallecimiento de su progenitora y de cómo el día que dejó de existir, y se encontró a solas junto a su cadáver, sintió que algo le conectaba y le acercaba al padre que lo arrebataron y que perdió la vida en una cuneta.
Se ha pasado toda su existencia luchando, queriendo saber. Le pregunto si se considera una víctima y duda en afirmar que lo es. No hay rencor en sus palabras, tampoco en sus gestos ni en su mirada. Es un hombre bueno que confiesa que «si alguien ha asesinado a mi padre, me ha agraviado, lo lógico es que confiese, que se arrepienta y que pague" (...) Estoy dispuesto a darle un abrazo.»
«Lo que de verdad me gustaría es que... la situación de España es tan distinta a la de todos los países que en el siglo XX tuvieron dictaduras, porque todos condenaron la dictadura, reconocieron a las víctimas... España es el único país que no ha condenado nada. La dictadura es legal, el franquismo es legal. Todos los demás somos enemigos de la verdad.»

Y yo solo puedo decirle que tiene razón y darle las gracias. Gracias Telmo, por tu nobleza, por tu sabiduría, por tu coherencia, por tu trabajo en la Memoria, por compartir conmigo tus recuerdos, por regalarme dos horas de tu tiempo, por no darte por vencido y ser un ejemplo a seguir.

 
Telmo Comesaña Pampillón. La Memoria de Vigo


Siempre ocultando los datos que encierran las respuestas. Cuando se asaltan cuarteles de la Guardia Civil para conseguir armas en un contexto bélico hay que asumir las consecuencias :


"Unos meses después, tras el golpe de estado perpetrado por los generales traidores, José Comesaña y sus compañeros acudieron al cuartel de la Guardia Civil de Bouzas en busca de armas para defender a la República. Y este acto, según cuenta Telmo, es el que los «sentenció»".


Importante sobre todo si el contexto en el que ocurren los hechos era éste :


"La batalla de Vigo fue un enfrentamiento que tuvo lugar entre el ejército sublevado y las milicias republicanas viguesas, a principios de la Guerra Civil . Tuvo lugar entre el 18 y el 28 de julio de 1.936, aunque los acontecimientos más relevantes sucedieron los días 20 y 21. Fue el combate más relevante que hubo en Galicia, sin contar con los posteriores movimientos guerrilleros. Esta breve batalla se saldó con unas 50 bajas entre ambos bandos, además de cientos de heridos y prisioneros. El resultado de la batalla fue la victoria de los sublevados frente a la resistencia republicana, aunque cabe destacar que la comarca de Vigo fue la última zona de Galicia en caer en manos nacionales; en concreto, la última batalla se produjo en A Volta da Moura (Tuy)"


Sobre todo como se las gastaban las bandas de "paramilitares demócratas" en Galicia y en concreto Vigo YA ANTES DE LA GUERRA, pero claro, eran todos muy buenos y tolerantes :

"Así fue como sucedió que en febrero de 1936, a las nueve de la noche, irrumpieron en el local que tenía la falange en la calle General del Riego – actual calle de Alfonso XIII – varios sindicalistas armados profiriendo gritos y amenazas a los presentes para que levantaran las manos y se pusieran de cara a la pared. Ante la negativa de algunos de los que estaban dentro del local, alguien apagó la luz de la única vela que estaba encendida en ese momento sobre una mesa, dando comienzo a un intenso tiroteo."

"Una vez los disparos empezaron a sonar, los falangistas se tumbaron en el suelo y trataron de arrastrarse hasta la puerta para salir a la calle perseguidos por los asaltantes. La batalla pasó del interior del edificio a la avenida en la que se encontraban, causando el pánico entre los transeuntes que circulaban por la vía. Los asaltantes decidieron huir por la avenida de García Barbón mientras continuaban disparando hacia atrás pensando que alguien les perseguía."


FUENTE : Los inicios de la Guerra Civil en Vigo y el sangriento ataque a la sede de Falange - Vigoe.es
 
La Guerra Civil que nunca se aprendió en las escuelas

La Guerra Civil que nunca se aprendió en las escuelas
Por: Julián Casanova | 01 de abril de 2014
Cartel de Arnau sobre un parte oficial del cuartel del Generalísimo. / Biblioteca Nacional
"En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado", decía
el último parte oficial emitido desde el cuartel general de Franco el 1 de abril de 1939, con la voz del locutor y actor Fernando Fernández de Córdoba.
Atrás había quedado una guerra de casi mil días, que dejó cicatrices duraderas en la sociedad española. El total de víctimas mortales, según los historiadores, se aproximó a las 600.000, de las cuales 100.000 corresponden a la represión desencadenada por los militares sublevados y 55.000 a la violencia en la zona republicana. El desmoronamiento del ejército republicano en la primavera de 1939 llevó a varios centenares de miles de soldados vencidos a cárceles e improvisados campos de concentración. A finales de 1939 y durante 1940 las fuentes oficiales daban más de 270.000 reclusos, una cifra que descendió de forma continua en los dos años siguientes debido a las numerosas ejecuciones y a los miles de muertos por enfermedad y desnutrición. Al menos 50.000 personas fueron ejecutadas entre 1939 y 1946.
Los hechos más significativos de la Guerra Civil han sido ya investigados y las preguntas más relevantes están resueltas, pero esa historia no es un territorio exclusivo de los historiadores y, en cualquier caso, lo que enseñamos los historiadores en las universidades y en nuestros libros no es lo mismo que lo que la mayoría de los ciudadanos que nacieron durante la dictadura o en los primeros años de la actual democracia pudieron leer en los libros de texto del Bachillerato. Además, millones de personas nunca estudiaron la Guerra Civil porque no hicieron Bachillerato o porque nadie les contó la guerra en las asignaturas de Historia.
Setenta y cinco años después de su final, puede ser el momento de recordar cinco cosas básicas que todo ciudadano informado debería saber sobre la Guerra Civil, pero nunca le enseñaron.
1. ¿Por qué hubo una Guerra Civil en España?
En 1936 había en España una República, cuyas leyes y actuaciones habían abierto la posibilidad histórica de solucionar problemas irresueltos, pero habían encontrado también, y provocado, importantes factores de inestabilidad, frente a los que sus gobiernos no supieron, o no pudieron, poner en marcha los recursos apropiados para contrarrestarlos.
La amenaza al orden social y la subversión de las relaciones de clase se percibían con mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de la República. La estabilidad política del régimen también corría mayor peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las divisiones sociales y sus incitaciones a atacar al contrario, había impregnado gradualmente la atmósfera española. La República intentó transformar demasiadas cosas a la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, la educación, las relaciones laborales. Suscitó grandes expectativas, que no pudo satisfacer, y se creó pronto muchos y poderosos enemigos.
La sociedad española se fragmentó, con la convivencia bastante deteriorada, y como pasaba en todos los países europeos, posiblemente con la excepción de Gran Bretaña, el rechazo de la democracia liberal a favor del autoritarismo avanzaba a pasos agigantados. Nada de eso conducía necesariamente a una guerra civil. Ésta empezó porque un golpe de Estado militar no consiguió de entrada su objetivo fundamental, apoderarse del poder y derribar al régimen republicano, y porque, al contrario de lo que ocurrió con otras repúblicas del período, hubo una resistencia importante y amplia, militar y civil, frente al intento de imponer un sistema autoritario. Sin esa combinación de golpe de Estado, división de las fuerzas armadas y resistencia, nunca se habría producido una guerra civil.

Vista la historia de Europa de esos años, y la de las otras República que no pudieron mantenerse como regímenes democráticos, lo normal es que la República española tampoco hubiera podido sobrevivir. Pero eso no lo sabremos nunca porque la sublevación militar tuvo la peculiaridad de provocar una fractura dentro del Ejército y de las fuerzas de seguridad. Y al hacerlo, abrió la posibilidad de que diferentes grupos armados compitieran por mantener el poder o por conquistarlo. El Estado republicano se tambaleó, el orden quebró y una revolución radical y destructora se extendió como la lava de un volcán por las ciudades donde la sublevación había fracasado. Allí donde triunfó, los militares pusieron en marcha un sistema de terror que aniquiló físicamente a sus enemigos políticos e ideológicos. Era julio de 1936 [en la imagen, cartel de ese mes conservado en la Biblioteca Nacional] y así comenzó la Guerra Civil española.
2. ¿Por qué la propaganda domina a la historia cuando se trata de la violencia?
Para los españoles, la guerra civil ha pasado a la historia, y al recuerdo que de ella queda, por la deshumanización del contrario y por la espantosa violencia que generó.
Los bandos que se enfrentaron en ella eran tan diferentes desde el punto de vista de las ideas, de cómo querían organizar el Estado y la sociedad, y estaban tan comprometidos con los objetivos por los que tomaron las armas, que era difícil alcanzar un acuerdo. Y el panorama internacional tampoco dejó espacio para las negociaciones. De esa forma, la guerra acabó con la aplastante victoria de un bando sobre otro, una victoria asociada desde ese momento a los asesinatos y atrocidades que se extendían entonces por casi todos los países de Europa.
La apelación a la violencia y al exterminio del contrario fueron además valores duraderos en la dictadura que se levantó sobre la Guerra Civil y que iba a prolongarse durante casi cuatro décadas. Por eso, la sociedad que salió del franquismo y la que creció con la democracia mostró índices tan elevados de indiferencia hacia la causa de las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. Y sigue sin haber acuerdo fácil en esa cuestión, porque todas las complejas y bien trabadas explicaciones de los historiadores quedan reducidas a quién mató más y con mayor alevosía. En ese tema, todavía hoy, la propaganda, con sus habituales tópicos y mitos, suele sustituir al análisis histórico.
3. ¿Cómo se vio y se ve la Guerra Civil española en el exterior?
Pese a lo sangrienta y destructiva que pudo ser, la Guerra Civil española debe medirse también por su impacto internacional, por el interés y la movilización que provocó en otros países. En el escenario internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y de fascismo, España era, hasta julio de 1936, una país marginal, secundario. Todo cambió, sin embargo, a partir de la sublevación militar de ese mes. En unas pocas semanas, el conflicto español recién iniciado se situó en el centro de las preocupaciones de las principales potencias, dividió profundamente a la opinión pública, generó pasiones y España pasó a ser el símbolo de los combates entre fascismo, democracia y comunismo.
Lo que era en su origen un conflicto entre ciudadanos de un mismo país derivó muy pronto en una guerra con actores internacionales. La situación internacional era en ese momento my poco propicia para la República, y para una paz negociada, y eso marcó de forma decisiva la duración, curso y desenlace de la guerra civil española. La Depresión había alimentado el extremismo y minado la fe en el liberalismo y la democracia. Además, la subida al poder de Hitler y los nazis en Alemania y la política de rearme emprendida por los principales países europeos desde comienzos de esa década crearon un clima de incertidumbre y crisis que redujo la seguridad internacional.
Los mejores expertos sobre la financiación de la guerra y su dimensión internacional han destacado el desequilibrio a favor de la causa franquista de suministros de material bélico, pero también de asistencia logística, diplomática y financiera. Al margen de las interpretaciones canónicas de un lado o de otro, esos historiadores subrayan la trascendencia de la intervención extranjera en el curso y desenlace de la guerra. La intervención de la Alemania nancy y de la Italia fascista y la retracción, en el mejor de los casos, de las democracias occidentales condicionaron de forma muy importante, si no decisiva, la evolución y duración del conflicto y su resultado final.
Pero a España no sólo llegaron armas y material de guerra. Llegaron también muchos voluntarios extranjeros, reclutados y organizados en las Brigadas Internacionales por la Internacional Comunista, que percibió muy claramente el impacto de la Guerra Civil española en el mundo y el deseo de muchos antifascistas de participar en esa lucha. Frente a la intervención soviética y a las Brigadas Internacionales, los nazis y fascistas [en la foto, una compañía del ejército fascista de marcha por España en 1937, retratados por el teniente italiano Guglielmo Sandri] incrementaron el apoyo material al ejército de Franco y enviaron asimismo miles de militares profesionales y combatientes voluntarios. La guerra no era sólo un asunto interno español. Se internacionalizó y con ello ganó en brutalidad y destrucción. Porque el territorio español se convirtió en campo de pruebas del nuevo armamento que estaba desarrollándose en esos años de rearme, previos a una gran guerra que se anunciaba.
4. ¿Por qué se movilizaron tantos extranjeros en la guerra española?
Dentro de esa guerra internacional en suelo español hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y de la nación, y una guerra de ideas que estaban entonces en pugna en el escenario internacional. En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por la crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo. Por eso tanta gente de diferentes países, obreros, intelectuales y escritores, se sintió emocionalmente comprometida con el conflicto.
5. ¿Por qué ganó Franco la guerra?
Los militares sublevados en julio de 1936 ganaron la guerra porque tenían las tropas mejor entrenadas del ejército español, al poder económico, estaban más unidos que el bando republicano y los vientos internacionales soplaban a su favor. Después de la Primera Guerra Mundial y del triunfo de la revolución en Rusia, ninguna guerra civil podía ser ya sólo “interna”. Cuando empezó la Guerra Civil española, los poderes democráticos estaban intentando a toda costa “apaciguar” a los fascismos, sobre todo a la Alemania nancy, en vez de oponerse a quien realmente amenazaba el equilibrio de poder. La República se encontró, por lo tanto, con la tremenda adversidad de tener que hacer la guerra a unos militares sublevados que se beneficiaron desde el principio de esa situación internacional tan favorable a sus intereses.
La victoria incondicional de las tropas del general Francisco Franco, el 1 de abril de 1939, inauguró la última de las dictaduras que se establecieron en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial. La dictadura de Franco, como la de Hitler, Mussolini u otros dictadores derechistas de esos años, se apoyó en el rechazo de amplios sectores de la sociedad a la democracia liberal y a la revolución, quienes pedían a cambio una solución autoritaria que mantuviera el orden y fortaleciera al Estado.

Setenta y cinco años después, pocos creen ya que el objetivo del historiador es presentar a sus lectores “la verdad sin mancha ni pintura”, o que el pasado existe independiente de la mente de los individuos y lo que tiene que hacer el historiador, en consecuencia, es representarlo de forma objetiva. Que los hechos de la historia nunca nos llegan a nosotros en estado “puro” es algo que popularizó Edward H. Carr hace ya muchos años y había sido ya dicho por los historiadores norteamericanos de la “New History” a comienzos del siglo XX. Pero asumiendo que la verdad absoluta es inalcanzable, la función del historiador debería ser todavía, en palabras de François Bedarida, “la de descubrir modestamente las verdades, aunque sean parciales y precarias, descifrando parcialmente en toda su riqueza los mitos y las memorias”. Y algunas verdades relativas y bastantes certezas tenemos ya sobre la Guerra Civil, después de tantos intentos por reconstruir aquellos hechos y las vidas de los que los presenciaron, y por ampliar el foco, las fuentes y las técnicas de interpretación.
Además de difundir el horror que la guerra y la dictadura generaron y de reparar a las víctimas durante tanto tiempo olvidadas, hay que convertir a los archivos, museos y a la educación en las escuelas y universidades en los tres ejes básicos de la política pública de la memoria. Más allá del recuerdo testimonial y del drama de los que sufrieron la violencia, las generaciones futuras conocerán la historia por los libros, documentos y el material fotográfico y audiovisual que seamos capaces de preservar y legarles. Archivos, erudición, análisis, debates y buenas divulgaciones de los conocimientos. Eso es lo que necesitamos para seguir construyendo las partes del pasado que todavía quedan por rescatar. La propaganda y la opinión son otra cosa.
Julián Casanova es autor de España partida en dos. Breve historia de la guerra civil española (Crítica).
 
El destierro republicano
Cerca de un millón de hombres, mujeres y niños dejaron España en 1939
Conocieron la 'hospitalidad' gala, el nazismo y sufrieron los campos de concentración de Hitler
Una generación perdida que desaprovechó el capital de 5.000 intelectuales en el exilio

Manuel Leguineche

Tras la retirada y el éxodo republicano de España a Francia, los de la División 26 pasaron los primeros días en una fortaleza situada a unos veinte o treinta kilómetros de la frontera española. Las autoridades francesas los llevaron allí con el ánimo de atarles corto y más tarde disgregarlos. Antonio García Barón, natural de Monzón (Huesca), de 80 años, hoy residente en un lugar del Alto Amazonas boliviano, recuerda el último episodio de la Guerra Civil.

"Alguien llamó a la nuestra, la de los anarquistas de Durruti, la División de los Pastores. Por allí cruzamos con nuestros rebaños, por el embudo que se forma entre Seo de Urgel y Puigcerdá. Así dijimos adiós a España, derrotados pero no vencidos. La gente se agolpaba en las orillas para verlos pasar. En Seo de Urgel empezaba una estrecha carretera, que tomamos. Todo eran rumores. Se decía que el ejército francés se aprestaba a cerrar la frontera a cal y canto. Tan sólo los civiles podrían franquearla".

"El comportamiento de las autoridades francesas fue escandaloso. 'Pasaremos por las buenas o por las malas', dijimos. Nos desarmaron o rompimos nuestros fusiles contra los muretes de cemento. Pero antes venderíamos cara nuestra piel. Aquel 10 de febrero de 1939 agotamos nuestras municiones al abrir fuego hasta el último cartucho contra los aviones de Franco desde la misma raya fronteriza, en presencia de los fotógrafos. Vacié el cargador y tiré mi fusil sobre el montón. Yo creo que los de la 26 fuimos los últimos soldados de la República en la sierra. Acarreamos rebaños de vacas, caballos, mulos. Los franceses se quedaron con todo; aunque hay que decir, en honor a la verdad, que más tarde lo devolvieron a España".

Así terminó la guerra para Antonio García Barón, que se había incorporado a la Columna Durruti a los 14 años, cuando el líder leonés pasó por su pueblo, Monzón. Pero le esperaban otras guerras tal vez más crueles, el combate de nuevo contra los nazis que le pisaban los talones en la Francia ocupada. Luego, cinco años en el campo de exterminio de Mauthausen (Austria). Entraron 8.000 o 9.000 españoles, de los que tan sólo sobrevivieron entre 1.500 y 2.000. Antonio fue uno de ellos. Los vencedores de la Guerra Civil pusieron precio a su cabeza. A su progenitora le cortaron el pelo y la encerraron en prisión.

Tras la retirada y el éxodo republicano de España a Francia, los de la División 26 pasaron los primeros días en una fortaleza situada a unos veinte o treinta kilómetros de la frontera española.
García Barón construye trincheras en la línea Maginot con las Compañías de Trabajo, trata de escapar junto con las fuerzas británicas en Dunkerque; pero, como tantos otros españoles, queda tirado en la playa mientras contempla desilusionado cómo aquella improvisada flotilla de barcos de fortuna enviada por Churchill surca el canal hacia la salvación en los blancos acantilados de Dover. Intentó abrirse paso hacia los bosques de la Alta Saboya, donde combatían los suyos en el maquis, cuando una patrulla de la Wermacht le hizo prisionero y debió caminar hasta Núremberg. Desde la ciudad de las manifestaciones hitlerianas, en un camión de ganado, le trasladaron a Mauthausen, donde recibió, como todos, un triángulo azul a la altura de pecho y la S de Spanier. A partir de ese momento eran subhombres.

Los fugitivos republicanos, unos 470.000, los de la España peregrina que cruzaron por Cataluña, acampaban en los prados, comían lo que podían, curaban las heridas, se preguntaban qué sería de ellos. Pronto lo sabrían.

A Antonio y a sus compañeros de armas los encerraron en un campamento en el que hicieron acto de presencia unos señores bien vestidos, con sombreros de copa y relojes de bolsillo de oro, armados de máquinas fotográficas de fuelle.

"Parecían, rellenitos y relucientes, la caricatura de alguna publicación anticapitalista. Regaron el campo de monedas y cigarrillos. Tenían a punto sus máquinas fotográficas para recoger el sublime instante: los harapientos españoles lanzados como locos sobre las monedas. Nadie se movió, nadie se levantó para coger nada. Aquellos señorones redoblaron la rociada de monedas y pitillos. Nada, los refugiados seguimos como estábamos, recostados, tumbados en el suelo, mirándolos con desprecio. Ninguno de nosotros movió un músculo".

Los guardias franceses o senegaleses requisaron los rebaños de la 26.

"Yo me negué a abandonar mi burro. Llegó un gendarme con aires de mando y ordenó que me bajara. Le respondí que no, que no me apeaba de mi burro. Debió ver mucha determinación en mi voz porque se fue al cabo de un rato. Sólo me bajé al descubrir a dos personas de edad, paisanos de Monzón. Uno de ellos, Simón, era un anciano que me había visto nacer. Le quité los serones al jumento y lo llevé del ronzal. Al llegar a un castillo nos obligaron a desprendernos del asno. Nos retuvieron veinte días. Algunos refugiados llevaban consigo sus guitarras y acordeones. De esta manera, con cantes y música, olvidamos un poco las penas, que eran muchas y profundas, y nuestro lamentable estado físico".

Llegaba en el campo de Le Vernet, en el Ariege, como en Gurs, Argelés, Saint-Cyprien o Barcarés, Arlés y Prats, la primera oferta para volver a la España de Franco. En esa repatriación tramposa estaban por medio los Cruces de Hierro, los fascistas franceses. La propagandadecía que los que regresaran serían recibidos con los brazos abiertos. Algunos ingenuos picaron el anzuelo.

Así dijimos adiós a España, derrotados pero no vencidos.
"Pronto recibimos noticias de los que decidieron regresar. 'Volved, no nos ha pasado nada, no nos han hecho nada'. A los primeros no les hicieron nada, en efecto; pero a los segundos y terceros… Leyeron mi nombre por los altavoces: 'Antonio García, le reclaman en el barracón de mando'. Es una trampa, pensé. Yo tenía un lema: el que se fía es hombre muerto.De modo que repitieron tanto mi nombre que ya por la tarde decidí presentarme. Me salió al paso un oficial del ejercito francés, de expresión afable:

-¿Antonio García? -preguntó-, ¿su segundo apellido?

-Barón.

-A usted es a quien buscamos. Tiene familia en Francia y sus parientes quieren ponerse en contacto con usted. Uno de ellos ha depositado unos miles de francos para que pueda comprarse ropa y se reúna con ellos.

Yo tenía mil moscas detrás de la oreja. El oficial me señaló un coche neցro, de cortinillas bajadas, de aspecto fúnebre. Cualquier moribundo podría haber aceptado de buen grado aquel coche para su entierro.

-Antonio García Barón, puede subir al coche. Es usted libre, un hombre afortunado. Puede marcharse.

Al ver mi cara de desconfianza, el oficial se atrevió a echarme un discurso.

-Es usted muy joven, 17 años; tiene toda la vida por delante, dinero y una familia que le acoge. ¿Qué más puede pedir?

-Sí, pero mi porvenir está en América; quiero marcharme lejos de aquí.

-Es menor de edad, le han tachado de la lista de candidatos a la emigración. No sea simple, suba al coche, donde le harán entrega del dinero".

Había un pequeño detalle, Antonio no tenía ningún pariente en Francia. En aquel coche funerario, según dice, le esperaban los pistoleros fascistas con las metralletas cargadas. Salió del barracón para correr a refugiarse en el corro de los amigos y camaradas.

"Ese coche', dije a los de la 26 cuando partió sin mí a una orden del oficial, 'era mi ataúd". Unas semanas después, los refugiados empezaron a criar forúnculos y pupas como consecuencia de la pésima alimentación y las condiciones de vida.

"Nos comían los piojos y las chinches en medio de aquel lodazal. La ración de agua era de un cuarto de litro por cabeza y día, 3.000 litros de agua pestilente para 16.000 personas. Eso es lo que nos regalaba el Gobierno socialista francés. Nos trataron muy mal. Cientos de miles de los nuestros, famélicos y andrajosos, vivieron una doble derrota. A algunos les quedó humor y ganas para cantar: 'Allez, allez, reculez, reculez, / que tengo que echar el pie / desde Cervera a Argelés".

Llegaban de La Junquera, Puigcerdá, Portbou, a través de Le Perthus o los pasos de montaña para conocer la calidad de la hospitalidad francesa. Fue una vergüenza. El periodista y escritor soviético Ilya Ehrenburg se hizo eco del recibimiento: a cada seis hombres les dieron un pan y una cantimplora de agua sucia. Los trataron con desprecio, mientras que en París el ministro de Asuntos Exteriores de Hitler, el vendedor de champaña Ribbentrop, era objeto de una fastuosa recepción.

Los fugitivos republicanos acampaban en los prados, comían lo que podían, curaban las heridas, se preguntaban qué sería de ellos. Pronto lo sabrían.
"Nos invadieron los piojos, la sarna, las pústulas. Sufrimos de disentería, tifus y otras plagas. Éramos los sales rouges, los sucios gente de izquierdas, caídos en mala hora sobre las playas y los bancales de arena de Argelés-sur-Mer y otros lugares. Mi compañero, el anarquista Miguel Jiménez, tuvo el valor de dirigir una carta desde la barraca 152 al ministro francés de Interior. Le informaba que los barracones de madera, de piso de tierra, eran de una superficie de 123 metros cuadrados para 110 hombres".

"Hasta mayo nos tuvieron sobre el fango y en las playas heladas. No había luz ni calefacción bajo la tormenta, el granizo y la nieve, el viento y las ratas, sin retretes y en algunos casos sin barracas o mantas. Nos desparramaron por las playas, nos separaron de las mujeres. Olía a pus, a gangrena, a heridas ulceradas, a pis y a cosa".

"En la primera oleada de la fin cayeron unos 35.000 españoles; 150.000 volvieron a España. Los guardianes senegaleses no los perdían de vista. Uno voló por los aires por el efecto de una granada: había dado de baja de la suscripción de la vita a tiros a uno de los nuestros. Mientras se despiojaban unos a otros inventaron esta canción: 'neցros senegaleses, / sois neցros como el tizón, / tenéis los ojos amarillos; / la progenitora que os parió".

El regreso del campo de exterminio tuvo un cariz muy distinto.

"Yo salí de Mauthausen con 35 kilos y la columna vertebral herida. Era otra Francia la que nos recibía. Se había tragado las heces de su propia derrota y humillación. De Gaulle nos trató mejor que los socialistas. Nuestros compañeros republicanos, más habituados a hacer la guerra, echaron una mano a Francia desde la resistencia. Éramos esqueletos ambulantes. Ahora teníamos solidaridad, ropa, comida, vivienda".

El viaje desde el hotel Lutecia, hasta entonces uno de los cuarteles generales de los jerarcas nazis, se llevó a cabo desde París hasta Toulouse dos meses después de la liberación de Mauthausen por las tropas norteamericanas. Fue la apoteosis para 1.000 o 1.500 españoles, a los que Albert Camus, hijo de menorquina, saludaría en su columna en el diario Combat: "Era un tren especial para los deportados. En cada estación nos recibieron con bandas que tocaban La Marsellesa o la Canción de los guerrilleros; nos colmaron de vino, flores, pasteles. Hombres y mujeres se acercaban hasta nuestras ventanillas con sus regalos, sus besos y sus sonrisas. Fue una reparación jovenlandesal para los supervivientes de los campos. Ahora los franceses sabían lo que era sufrir".

En los andenes los esperaban algunos de los 10.000 guerrilleros españoles que combatieron en la resistencia, o que tomaron París con el general Leclerc, con el que avanzaron desde el África central. En el cementerio francés de Bir Hakeim he visto las tumbas de los republicanos españoles, Treviño, Muñoz, Castaño, García, y otros encuadrados en la I Brigada de la Francia Libre. Su sacrificio permitió a los británicos organizar el dispositivo de defensa y ataque contra Rommel en una de las batalla decisivas de la guerra, El Alamein. En el cementerio de guerra británico recogí la frase de un español aliadófilo: "Desde España", decía, "estuve de corazón cerca de vosotros. Gracias por vuestro sacrificio".

"De cada cinco guerrilleros de la resistencia francesa", señaló el ministro inglés Anthony Eden en la Cámara de los Comunes, "tres eran republicanos españoles". Sus carros de combate al liberar París se llamaban Guadalajara, Madrid, Don Quijote, Belchite o Guernica.Ayudaron a liberar ciudades como París, Toulouse, Vichy, Clermont-Ferrand, La Rochelle, Annecy (donde levantaron un monumento a "les espagnols morts pour la liberté"). Combatieron en la Alta Saboya "por su luz visible".

"No reivindicaron", escribe José Ángel Valente desde el cementerio de Glières, "más privilegio que el de morir para que el aire fuera más libre en las alturas y más libres los hombres".

Formaron parte, como el salmantino Celestino Alfonso, de grupos de resistencia y sabotaje al lado del poeta y obrero en la Citroën el armenio Manouchian, cantado por León Felipe: "Genio prometeico, / que la poesía de esta hora no debe ser música ni medida, sino fuego".

Alfonso cayó, junto con Manouchian y una veintena de guerrilleros urbanos, en una redada de la Gestapo en París. Los torturaron durante tres meses y los pasaron por las armas en febrero de 1944.

Había un pequeño detalle, Antonio no tenía ningún pariente en Francia. En aquel coche funerario le esperaban los pistoleros fascistas con las metralletas cargadas.
Los guerrilleros españoles hicieron cerca de 10.000 prisioneros y mataron en combate a unos 3.000 nazis. Fueron también españoles los que ocuparon el hotel Continental de París, cuartel general de los alemanes. Von Choltitz rinde su pistola a un voluntario extremeño llamado Antonio González. El historiador Tuñón de Lara calculaba que por lo menos 50.000 españoles se batieron de una manera u otra al lado de Francia. De Gaulle reconoció este sacrificio al condecorar a un guerrillero español a finales de 1944: "Partisano español, en ti saludo a tus bravos compatriotas por vuestro valor, por la sangre vertida por la libertad y por Francia. Por tus sufrimientos eres un héroe francés y español". Lo serían de nuevo para Francia. El Gobierno de París les puso en la disyuntiva: o a la España de Franco, o al banderín de enganche de la Legión con destino a la guerra de Indochina. En las trincheras de Hughette, en Dien Bien Fu, bajo las baterías y los morterazos del general vietnamita Giap, se escuchaba el canto de los anarquistas españoles: "Si tu progenitora quiere un rey, / la baraja tiene cuatro…".
 
Hubo entre los refugiados quienes se negaron a alistarse en la Legión: habían luchado por la libertad de Francia, pero no lo harían en sus aventuras coloniales ultramarinas.

"La boca me huele a rancho, y el pescuezo, a corbata; / las espaldas, a mochila, y las manos, a fusil", canta algún recién llegado. Todo eso había terminado. Faltaba muy poco, a pesar del optimismo de Radio España Independiente, estación pirenaica, para que los embajadores volvieran a Madrid, y se instalaran las bases estadounidenses en territorio español. El dictador les era muy necesario al inaugurarse la guerra fría.

Hasta su liberación por las tropas norteamericanas, Antonio García, alias El Maño, vivió cinco años de prueba. Más frágil que una mosca, pero más duro que el acero, el hombre que nunca lloró fue uno de los pocos que se salvaron de los internados en Mauthausen, en la primera oleada. Los médicos franceses que lo examinaron tras su liberación no comprendían cómo había podido caminar con la espalda rota. Le dejaron sin nalgas. "Yo recibí varias veces y sin desmayarme los 25 latigazos de rigor. Luego, según las reglas del campo, era obligado dar las gracias al verdugo por su trabajo". La aldea de Mauthausen, a orillas del Danubio azul, cuyos paisajes admiró Mozart, está situada a pocos kilómetros de Braunnau-Linz, donde nació Hitler. El Séptimo de Caballería llegó a tiempo en la primavera de 1945 para García Barón y sus compañeros. La primavera de Miguel Hernández, de la "herida cerrada y de los panes".

Los del Comité Internacional de Mauthausen, impulsado por los republicanos españoles que hostigaron a tiros a las tropas nazis en los días finales, colocaron sobre el campo una banda de tela con sábanas de los SS. Francisco Boix, que sería testigo en el proceso de Núremberg, fotografió la pancarta. El texto decía en castellano: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libres".

El Maño, vestido con su traje a rayas, se fue a París para trabajar en la Pathé Marconi. No se quedará en la Europa humeante y en ruinas. ¿Qué hacer en la Europa que ha levantado en 30 años una pirámide de 90 millones de muertos en dos guerras?

Varios países latinoamericanos rechazaron su petición de visado. Se le concede el don de una segunda vida en Bolivia, en un lugar remoto del Amazonas donde el Gobierno de La Paz le contrató para contar relámpagos. Con sus manos campesinas vivió del cultivo del plátano, el arroz, la yuca, el tabaco. Se casó con Irma, de sangre india, nieta de un japonés que combatió en la guerra del Chaco, con la que ha tenido cinco hijos.

No lejos de allí, en Caranavi, Mariano Mustieles, alma gemela de Antonio, también aragonés, cenetista, de la 26, empezó una nueva vida. La madrugada de un día de diciembre de 1943 le fusilaron ante el muro del panteón de Joaquín Costa en el cementerio de Torrero. Cuando le llevaban hacia la tapia gritó: "¡Viva la República!", como sus tres compañeros de la guandoca de Zaragoza. Le pusieron contra el muro, sonó la descarga y Mariano cayó sobre la grava. Despertó entre cadáveres cuando le llevaban a la fosa común sobre la caja de un camión. Se hizo el muerto. Le metieron en un ataúd. De un golpe con las rodillas hizo saltar la tapa, y Mariano se puso a gritar socorro. El disparo, que le atravesó el pecho, no interesó órganos vitales. Llamaron a un guardia civil para que le diera el tiro de gracia, pero tuvo suerte: el guardia se negó en redondo. A Mustieles le perdonaron la vida a petición del capellán castrense: si se casaba por la Iglesia con su compañera, le conmutarían la pena capital por la de cadena perpetua.

Pasó por varios campos de concentración. En 1948 huyó a Francia con su mujer y su hija. Desde allí, con la ayuda del IRO (Organización Internacional para los Refugiados), viajó a Bolivia, donde le esperaba un trozo de tierra que cultivar.

Francisco Boix, que sería testigo en el proceso de Núremberg, fotografió la pancarta. El texto decía en castellano: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libres".
Antonio Machado. Entre los que se retiran desde Valencia, cuando un Madrid agonizante resiste aún, está el poeta Antonio Machado. Haces luminosos sesgaban la oscuridad del cielo. Se oyeron descargas de artillería pesada que hicieron trepidar el suelo. Machado, enfermo de los pulmones, vestido de neցro, con sombrero y bastón, a duras penas se tenía en pie. "Noto que mi cuerpo se va poniendo en ridículo", dirá avergonzado. El poeta; su anciana progenitora, Ana Ruiz; su hermano José, y su cuñada Matea, emprenden el camino definitivo del exilio.

En éxodo interminable se le unen, entre otros, el periodista Corpus Barga, el lingüista Navarro Tomás o Xirau, que escribirá sobre la triste retirada: "Cerca de la frontera, los chóferes de las ambulancias nos abandonaron en medio de la carretera, sin equipaje ni dinero, al anochecer, junto a una elevada escollera a lo largo del mar en medio de una muchedumbre que se empujaba".

El frío es intenso, llueve a cántaros: "La progenitora de don Antonio, de 85 años, con el pelo empapado, era una belleza trágica. Entramos en Francia sin dinero ni documentos. Nos dieron pan blanco y queso. Los refugiados llegan al hotel Quintana de Colliure. Madame Quintana hizo todo lo posible para aliviar las penas de los exiliados".

Tres semanas después falleció don Antonio en el hotel. Tenía 63 años. "Cuando Antonio expiró, como la habitación del hotel era pequeña", habla Matea, "tuvieron que sacar el cadáver alzándolo sobre la cama en la que mamá Ana estaba inconsciente. Luego fue amortajado en una sábana porque así lo quiso José al interpretar aquella frase que un día dijera Antonio a propósito de las pompas innecesarias de algunos enterramientos: 'Para enterrar a una persona, con envolverla en una sábana es suficiente". Su progenitora le siguió tres días más tarde.

"Antonio Machado, poeta español. Murió aquí el 22 de febrero de 1939", se lee en una placa sobre el porche de la casa de tres pisos. Sucedió a las tres y media de la tarde. Congestión pulmonar. La progenitora del profesor de francés y autor de Campos de Castillahabía preguntado cuando entraban en Colliure: "¿Llegaremos pronto a Sevilla?".

Pocos días después, José Machado encontró en el bolsillo del gabán de su hermano un trozo de papel en el que se leían las palabras: "Estos días azules y este sol de la infancia". Al lado aparecía la frase: "Ser o no ser…", y cuatro versos ya publicados en Otras canciones de Guiomar, en los que introdujo la variante "y te daré" en lugar de "y te enviaré" de la versión original: "Y te daré una canción: / Se canta lo que se pierde / Con un papagayo verde / Que la diga en tu balcón".

El hotel Quintana estaba cerrado cuando pasamos por allí. "Lo abren sólo en verano", nos informó un transeúnte. Al llegar al pie de la tumba de Machado, en el cementerio de Colliure, comprobamos que no le faltaban flores recién cortadas, y allí fueron también a parar las nuestras.

Los náufragos. Antonio Machado fue uno de los primeros muertos del exilio. El de 1939 fue, según Juan Marichal, "un episodio enteramente nuevo en la historia de España -y que no se repetirá jamás- por sus consecuencias intelectuales. La España de 1936 había alcanzado el punto más alto de su cultura desde el siglo de Cervantes y Velázquez". En el terreno del pensamiento puede afirmarse que España estaba en el punto más alto de toda su historia intelectual. Un pensamiento al que Ortega llamó "de los náufragos". Una "meditación de retorno" que otro ilustre exiliado, Araquistáin, llamó "Numancia errante que prefiere morir a darse por vencida". Américo Castro escribió: "No habrá paz para nosotros. Y justamente están condenados a no gozar de ella los hombres de buena voluntad. Cada raza, su sino".

Fue la más importante de la larga serie de emigraciones nacionales de los siglos XIX y XX. En la nómina de los que llegan a América, el periodista republicano Eduardo de Guzmán cuenta 208 catedráticos, 501 maestros, 375 médicos, 214 ingenieros, 434 abogados, 109 escritores, 28 arquitectos, 361 técnicos y centenares de periodistas, militares, investigadores y sabios.

En El exilio español de 1939, José Luis Abellán calculó en 5.000 el número de los intelectuales que salieron, "entendiendo por tales aquellos que tuvieran una cierta notoriedad en profesiones liberales, artísticas, científicas y docentes". Dos exiliados obtendrán el Premio Nobel con posterioridad a 1936, Juan Ramón Jiménez -que muere en 1958 en la que llamó "la isla de la simpatía", Puerto Rico- y Severo Ochoa.

En el exilio figuran, entre otros, según el recuento de Guzmán, músicos como Pau Casals, Esplá o Cristóbal Halffter; artistas como Picasso, Arteta y Alberto; escultores como Julio González o Lobo; historiadores como Madariaga, Rafael Altamira, Sánchez Albornoz o Américo Castro; poetas como León Felipe, Altolaguirre, Cernuda, Salinas y Alberti; escritores como Barea, Sender, María Zambrano, María Teresa León, Max Aub, Serrano Poncela, Bergamín, Corpus Barga, Andújar o Ayala; filósofos como Recasens Sitges, Gaos o García Bacca; médicos como Trueta, Negrín, Lafora, Pío del Río Ortega, Méndez y Otero; químicos como Medinabeitia, Moles y Giral; juristas como Jiménez de Asúa, Sánchez Román y Osorio; cineastas como Luis Buñuel o Carlos Vélez; pedagogos como Barnés y Álvarez Santullano; hombres de ciencia como Arturo Duperier, Blas Cabrera, Ignacio y Cándido Bolívar, Boch Gimpera o Millares Carlos.

Pasó por varios campos de concentración. En 1948 huyó a Francia con su mujer y su hija.
Han zarpado desde el sur a toda prisa para hallar refugio en los territorios franceses del norte de África. El 70% son encerrados en campos de concentración; se incorporan a las compañías de fortificaciones e incluso al ejército francés, sobre todo en la Legión Extranjera, unos 600.

Grupos de cenetistas combatirán en la Alta Saboya contra los nazis. En Narvik (Noruega) se baten contra la oleada turística nancy con la 13 Semibrigada de la Legión Extranjera al lado del ejército francés. A Rusia irán los militantes del partido, excombatientes de la Guerra Civil, que se unirán a Stalin cuando Hitler invade la URSS. En la batalla de Stalingrado cayó, entre otros, el hijo de Pasionaria, Rubén Ruiz Ibárruri, y en otro teatro de operaciones, Santiago de Paúl Nelken, hijo de Margarita Nelken, diputada a Cortes que en 1937 ingresó en el Partido Comunista.
 
Unos fueron héroes de la URSS; otros de entre los niños de la guerra,empujados por el hambre y la desesperación, fueron antihéroes, delincuentes, ladrones empujados al robo por el hambre. Todo había ido bien hasta la guerra entre Hitler y Stalin, hasta que sonó el sálvese quien pueda. Un total de 4.124 españoles llegaron a la URSS entre 1937 y 1939. De ellos, 1.239 eran emigrantes políticos, y 2.895, niños. Algunos excombatientes durante y después de la guerra mundial se pasaron meses o años en los lager estalinistas, los campos de concentración. Eran sospechosos de espionaje, de tibieza revolucionaria, de indisciplina o nacionalismo, de traición, por el simple hecho de que deseaban volver a Europa o México. Pasionaria puso condiciones muy duras para que salieran.

Francia acogió sobre todo a trabajadores, a proletarios. El campo y la industria necesitan brazos, aunque los patronos les regatean los salarios.

Quince mil exiliados encuentran su nueva patria en la que proféticamente se llamó la Nueva España. Los "desnudos y errantes por el mundo" de León Felipe, socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas gallegos, vascos y catalanes, fieles al ideal republicano, pasan del destierro al transtierro, según el neologismo de José Gaos. Se han trasladado de una tierra de la patria a otra. Han encontrado "la patria del destino". A partir de febrero de 1939, el México del presidente Lázaro Cárdenas va a comportarse con ejemplar generosidad.

Concha Méndez. La poetisa Concha Méndez, natural de San Sebastián (1898-1986), perdida la guerra, viaja con su marido, el poeta Manuel Altolaguirre, hacia Inglaterra, Francia, Argentina, Brasil, Cuba, México. Gerardo Diego la incluyó en su Antología de 1932. Fue novia de Buñuel durante seis años, y García Lorca se la presentó en El Henar a su amigo, poeta y editor del 27, el malagueño Manuel Altolaguirre (1905-1959). Su último libro, recuerda Margarita Smerdou, Soñar y vivir, lo publicó Concha en 1981. Falleció en México el día de los Santos Inocentes de 1986.

En cuanto a Altolaguirre, también productor y director de cine, volvió a España en 1959 para presentar en el Festival de San Sebastián su película El cantar de los cantares sobre el texto de Fray Luis de León. En 1952 había ganado en Cannes el premio al mejor argumento por Subida al cielo,que dirigió Luis Buñuel. El 26 de julio de 1959, el autor de Poemas de las islas invitadas murió en Burgos en un accidente de coche.

La autora de Sombras y sueños o Lluvias enlazadas contó de esta manera la desgarradura del exilio. Se reproduce tal y como ella misma lo presentó.

"Mientras trabajaba en Barcelona como oficial de primera del cuerpo técnico y administrativo de la sección de América tuve que dejar a mi hija Paloma en una guardería. Iba a verla todos los días, y cuando me despedía de ella, me decía llorando: '¡Ay, mi Conchita!, ¡ay, mi Manolito!'. La niñera se preguntaba si aquellas personas eran mis primos. 'Somos su padre y yo', dije".

"Al poco tiempo me llaman por teléfono para decirme que Manolo está enfermo con principio de tuberculosis y que lo han llevado a una granja para que tome leche y sol. Como no quería que estuviera solo decidí que volveríamos al monasterio que nos habían ofrecido para que se recuperara. Con nosotros vinieron Gaya, el pintor; el poeta Gil-Albert, y Bernabé Fernández Canivell, quien tenía que esconderse porque estaba en peligro su vida".

"El tabaco valía más que la moneda, y lo utilizábamos para intercambiarlo por comida en los pueblos. Muchas veces vino a pasar el día con nosotros el pintor mexicano Álvaro Siqueiros".

"Nos llega la noticia de que los fascistas se están acercando a Cataluña. El matrimonio que cuidaba el monasterio era localista, y cuando se acercaron las tropas de Franco se le oyó decir: 'Que tomen España, bueno; pero Cataluña, que no es España, no'. Tres meses después, cuando ya se había recuperado, tuvimos que ir a Barcelona a tomar un tren. Como era peligroso que mucha gente se movilizara al mismo tiempo, Gaya no quiso que su mujer y la niña salieran el mismo día que nosotros, y un día después atravesaron el campo a solas. Al llegar a la ciudad supimos que en el camino había caído una bomba que le cortó las piernas a la mujer, y ahí se quedó desangrándose hasta que murió. La niña fue reconocida y recogida por un soldado, amigo de su padre. Por donde se mirara, todo era triste".

"Conseguimos un tren hasta Figueras. Al entrar en la estación nos encontramos a un matrimonio con dos niñas que lloraban de hambre. Al estar hablando con ellos, me doy cuenta de que Manolo ha desaparecido, y yo con la preocupación de que el tren llegaría sin estar él. Al rato lo veo aparecer con una olla de patatas hervidas que habíamos dejado en casa para las niñas".

En El exilio español de 1939, José Luis Abellán calculó en 5.000 el número de los intelectuales que salieron.
"Llegó el tren. Íbamos a subirnos a los vagones últimos, pero, por un presentimiento, abordamos el centro, y fue que al llegar a la última estación de Barcelona cayó una bomba en la cola del convoy, llegando destrozados los vagones, la gente muerta y los heridos dando gritos. El tren continuó su marcha; una vez más, el destino cuidaba de nosotros. Por los aires pasaban pájaros neցros, como eran llamados los aviones de bombardeo por los campesinos; pasaban tirando, y todas las bombas cayeron junto al río".

"Figueras era un pueblo pequeño, tan chico que la mayor parte de la gente que llegaba no encontró lugar para esconderse. No había hoteles ni casas de huéspedes. Nosotros dimos con un cuarto con tres camas. Manolo estaba derrotadísimo, traía los zapatos rotos y caminaba casi con los pies descalzos. Era invierno. Derrotado porque poco antes habían dado de baja de la suscripción de la vita a su hermano, los republicanos lo habían fusilado. Lo detuvieron y lo llevaron con un grupo de hombres. Su mujer había conseguido un salvoconducto para rescatarlo, pero cuando llegó al cuartel, cualquiera le dijo: 'Mire, en aquel basurero están las carteras de los hombres que han fusilado hoy; si no encuentra la de su marido es que aún está con vida'. La pobre mujer se fue a buscar, y la última cartera era la suya. Lo peor de la guerra es que las ideologías separan a las familias".

"Manolo consiguió que yo atravesara la frontera con la niña en el coche de unos diplomáticos belgas. Íbamos, y las bombas caían sobre la gente que iba a pie; caían sobre familias enteras, sobre niños y viejos que intentaban llegar a la frontera; el camino era largo y no todos llegaron. En uno de los trechos de la carretera nos paramos con el coche. Acababa de caer una bomba sobre una familia: todos estaban muertos salvo un niño de brazos. La chica belga, viendo que se movía, lo tomó para llevarlo con nosotros, y apenas alzado, murió. Llegamos a Francia. No teniendo donde ir, me senté con mi niña en una banca; entonces apareció un pintor mexicano que había conocido en el hotel Majestic, y se sentó con nosotros. En eso vino un tren que recogía refugiados españoles para trasladarlos a los campos de concentración. Éramos otra vez prisioneros. Los tomaban por la fuerza y los subían al tren. Y en eso que mi niña empieza a llorar, y se acerca un guardia civil a pedirme los documentos, y fue porque le hablé en francés, porque lo había aprendido desde niña en el colegio, y por aquel abrigo de piel, que me hacía parecer una mujer adinerada. Así me libré de que nos tomaran presos".

"Cuando llegué a París", continúa la esposa de Manuel Altolaguirre su relato, "llamé a la Embajada para dejar mi dirección; estaba preocupada, casi loca, porque habían publicado una nota en el periódico anunciando la fin de Manolo. Pasaron días y al fin recibí la noticia de que se encontraba en un campo de concentración. Los intelectuales franceses lo rescataron y llegó a París. Apareció en el hotel con un abrigo neցro y la cara transformada, nervioso, en un estado mental que daba miedo. Fue esa noche cuando me confió cómo había caminado por la nieve con los pies congelados. Durante días caminaba desesperado al ver a su paso niños famélicos y muertos; hasta que encontró un campo de concentración, al que se metió él mismo. Al entrar quiso darles de beber a unas personas que estaban casi muertas. Era invierno y por el frío llevaba puesta toda la ropa que tenía, y todos empezaron a reírse de él. Entonces, con aquel frío, empezó a quitarse, una a una, todas las prendas, hasta quedar desnudo; loco, en el campo aquel, frente a toda la gente, se sentó junto al fuego que ardía para calentarse. Después lo rescataron y lo metieron en un hospital psiquiátrico, en el que pasó una temporada. Llegó derrotadísimo, cuando la guerra había terminado".
 
Los falangistas MATARON a TIROS a JERÓNIMA, EMBARAZADA, y jugaron al TIRO al PLATO con su HIJO de tres años
Jerónima Blanco Oviedo 2 word press
Tras el golpe de 1936 y el control por parte de los sublevados de parte de la provincia de León, se desató una desmedida represión violenta contra la sociedad civil. Cientos de personas se refugiaron en las montañas de la zona, siendo sustentados en estos primeros meses por sus familiares y personas de máxima confianza. Serán estos apoyos los que sufrirán las consecuencias de la represión. El Bierzo fue un lugar muy castigado por la represión franquista. Mucha gente fue perseguida y asesinada, y sus cadáveres ocultos para multiplicar el dolor que padecieron sus familias.
El delito más grave y atroz que contempla el derecho penal que se pueda cometer contra una persona es la desaparición forzada, detención ilegal, tortura, asesinato y encubrimiento del cadáver. Así se expresa en su escrito ante el alcalde de Ponferrada Carlos Lopez Riesco, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Isaac Pérez Cabo, sindicalista, huyó a un monte próximo llamado Pajariel, desde donde algunas noches, ocultándose, bajaba a ver a su mujer, Jerónima Blanco Oviedo, de 22 años, embarazada de seis meses, dedicada a sus labores, sin filiación política ni sindical, y a su único hijo, Fernando, de 3 años, hasta que en una de aquellas visitas vio, horrorizado, a la puerta de la casa los cadáveres de su esposa y de su hijo asesinados. Aquel 23 de agosto de 1936 a las tres de la madrugada, los falangistas habían ido a casa de Isaac Cabo, al que buscaban, rompieron la puerta con las culatas del fusil, sacaron a Jerónima a la calle y la mataron a tiros. La vecina de enfrente lo vio todo escondida desde su ventana y contó a Abel, al sobrino nieto de Jerónima que al niño, a Fernando que tenía tres años, lo tiraban al aire y disputaban a ver quien hacía diana a disparos como si estuvieran jugando al tiro al plato.
Ambos fueron enterrados, después de permanecer varios días “expuestos” junto a la antigua carretera Ponferrada-Ourense, en el barrio ponferradino de Flores del Sil. Con el paso de los años, los trabajos arqueológicos consiguieron exhumar algunos de los restos de Jerónima y Fernando, y encontraron incluso la medallita que llevaba el niño, una constancia dolorosa de unas muertes espeluznantes. Pudieron darles un entierro digno. Su caso se presenta como uno de los más impactantes en los que ha trabajado la ARMH. De la misma forma murieron, por aquellos días: su padre, Demetrio Pérez, de más de 70 años, jornalero, sin filiación política ni sindical; su progenitora, Visitación Cabo González, de 60 años, también sin filiación política o sindical; su hermano Demetrio, de 34 años, casado, jornalero, afiliado a la UGT sin cargo directivo alguno, dejando viuda y dos hijos; su hermano Victorino, de 26 años, jornalero, que vivía con sus padres y también estaba afiliado a la UGT, sin que ostentara ningún cargo; y su hermano político Salvador Blanco, de 38 años y jornalero.
En León hay una calle con su nombre, Jerónima Blanco y Fernando Cabo, situada en una zona de la ciudad en que miles de personas fueron fusiladas durante la represión desatada tras el golpe de Estado de 1936. Pero Abel siempre echó de menos que Ponferrada, su pueblo, no participara en esta conmemoración del asesinato de la inocencia. En Ponferrada el juzgado quiso archivar el caso. La ARMH ha reivindicado un espacio público con el nombre de Jerónima y Fernando.
 
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