Viene otra crisis. Eso es seguro. Ha sido así desde aquel
faraón que soñó con vacas flacas y vacas obesas.
Lo único incierto es el plazo. Es casi seguro que lo de los siete años
era solo una forma de hablar. Pero habrá otra crisis. No sabemos cuándo, pero sí
sabemos cómo va a ser. España es
una de las economías más abiertas del mundo, por lo que
el espasmo vendrá de fuera; se llevará de un plumazo
millones de empleos; sucederá en poco tiempo;
acabará con la burbuja de los precios en la vivienda en Madrid y en Barcelona;
revelará que la crisis del año 2008, pese a las proclamas,
no cambió el modelo productivo y dará
otro puntillazo a un
estado de bienestar que nunca acabó de despegar. La crisis
sorprenderá a los gobernantes con los deberes sin hacer. Las pensiones
volverán a estar en peligro y
se recrudecerá la presión privatizadora sobre la
sanidad y la educación.
Lo más doloroso va a ser la destrucción de empleo.
El paro registrado del mes de mayo muestra que
el país está a punto de batir el récord de personas con trabajo:
más de 19,4 millones, de las que
nueve millones son mujeres. Una magnífica noticia. Pero
basta con rascar un poco los datos para ver qué sucederá cuando empiece a
sobresalir el costillar de la vaca. El
sector que más tira del empleo es la hostelería y de dos millones de contratos firmados,
sólo 184.000 fueron indefinidos, un 8% menos que un año antes.
Con empleo precario en sectores marcados por la estacionalidad,
tres millones de autónomos y una legislación que facilita los despidos,
la sangría está servida en cuanto cambie el viento. En determinados sectores, hay quien las ve venir y
está adelantando el proceso.
No se trata de ser agorero, sino de
apuntar los riesgos para tratar de evitarlos.
O al menos, atenuarlos. España
no puede esquivar una crisis económica internacional. Pero
puede tomar medidas para abandonar malos hábitos que
se resisten a desaparecer. Por ejemplo, puede empezar a
replantear el modelo que ha convertido al país en
una rara avis en su entorno, al conjugar un
elevado grado de flexibilidad en el empleo con una
baja productividad que sólo crece en momentos de crisis. El
modelo de mercado laboral impuesto a golpe de reforma
no está escrito en piedra. Como
tampoco el renunciar a la investigación o al desarrollo industrial en favor de la
hostelería, el ladrillo y los servicios.
Oportunidad de cambio
Hay alguna
oportunidad de cambio. Los planes para avanzar en la
descarbonización de la economía lo son. El Gobierno de Pedro Sánchez, ahora en funciones, t
iene esbozados planes para movilizar en la próxima década
40.000 millones públicos en proyectos relacionados con la lucha contra el
cambio climático. Con ellos c
onfía en atraer inversiones privadas en renovables
por otros 180.000 millones. Son más de
20.000 millones de inversión anuales durante una década.
Ahí hay una oportunidad. Y mucho empleo que
no tiene por qué ser precario.
Mario Draghi ha pospuesto la subida de tipos hasta el año 2020. /EFE
Un directivo de una
asociación empresarial -no precisamente cercana al Ejecutivo socialista-
destacaba esta semana en un encuentro reservado
un detalle de lo cotidiano: por
primera vez en años, los
transportes más comunes y llamativos en las carreteras
no son los de ganado, sino los que
mueven elementos para montar parques limpios de generación eléctrica. Ahí hay
una oportunidad de reducir el impacto cuando la economía se ponga de uñas.
Pero
para tener éxito hay que hacer un esfuerzo y
cambiar de mentalidad. Así lo ponen de manifiesto informes como el que ha hecho público la
Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) sobre el
sistema de subvenciones que se aplica en España. Tras analizar la situación, la Airef concluye que
no puede determinar si las subvenciones que concede la Administración
sirven realmente de algo. Por supuesto, los
responsables de las múltiples agencias encargadas del reparto
están indignados. No entienden
que la Airef cuestione sus procedimientos.
Normal.
Pilares débiles
Para
reforzar los pilares ante una posible crisis, algo fundamental
es tener pilares. Y en España
se han debilitado demasiado y durante demasiado tiempo. Pese a que
el empleo ha mejorado en los años de crecimiento, el paro está todavía
por encima del 13%. Es lo que sucede por
haber aceptado como normal las facilidades para expulsar trabajadores del mercado
cuando vienen mal dadas y para incorporarlos mediante subvenciones –¡
Ay la Airef!- cuando
la carga de trabajo se recupera. En los países más desarrollados,
la tendencia es repartir el empleo disponible y
reducir la jornada. En España,
lo habitual es tolerar la ineficiencia y el incumplimiento de la legislación. Así se llegó a alcanzar una
tasa de paro del 26,2% en abril de 2013.
Dicen los economistas que
la economía global se desacelera, que
ha agotado un ciclo tras haber alcanzado
la cota mayor de su tasa de crecimiento durante el 2018; dicen también que
en EE UU se acerca una recesión que su población no espera y que
los mercados bursátiles están recalentados. Añádase la
atonía en Europa, donde España se juega
dos tercios de sus exportaciones, el Brexit y un
Donald Trump jugando con el gigante chino a un año de su reelección y se obtendrá un c
uadro muy preocupante.
Ojo, que el faraón ha vuelto a hablar en sueños. A Draghi.
Prepárese: así es la crisis que viene