Según el filósofo e historiador medievalista Rémi Brague, de nacionalidad francesa,
la cuestión de la laicidad se genera en el seno del cristianismo; para que haya laicidad tiene que haber Iglesia y Estado, y sólo hay Iglesia en el cristianismo, mientras que
el Estado no puede ser sagrado, no debe pretender producir lo sagrado. Históricamente, durante el período de las persecuciones, la separación fue fácil (aunque esto no quiere decir que en la época de Constantino no hubiera separación).
Brague sostiene que
todos estamos de acuerdo en que haya una separación entre la Iglesia y el Estado, pero que el problema es cómo se concreta esta separación. Él dice: «Está claro lo que es puramente religioso y lo que es puramente político. Pero en medio está la sociedad civil. Y
desde hace varios siglos el Estado pretende controlar a la sociedad civil. La adecuada relación entre el poder y la sociedad civil no es fruto de unos principios, la laicidad no es un principio, es un hecho histórico».
Según este analista, el término
laicidad deriva de la palabra griega
laos y no de la palabra griega
demos. El término
laos es el que utilizaron los traductores de la Biblia de los 70 para referirse a la palabra
pueblo. Desecharon la palabra griega
demos que tenía una clara connotación política, porque querían dejar claro que al referirse al pueblo se referían al pueblo que tenía una relación con Dios. Por eso, según el historiador,
no se puede hablar de algo laico o de laicidad «sin hacer referencia a la elección de Dios». Según Brague
«el origen del sistema democrático no hay que buscarlo en la Grecia clásica sino en el medievo cristiano, que es el que defiende que cada hombre tiene el mismo valor ante los ojos de Dios».
…
Dice también R. Brague:
La separación entre el Estado y la Iglesia es un hecho perenne. Lo que llamamos separación o confusión de la Iglesia y el Estado presupone que ya hay dos instancias diferentes: Iglesia y Estado. Ahora bien, la existencia misma de un fenómeno como la Iglesia, en su diferencia frente al Estado, es un hecho típicamente cristiano. No hay una cosa como la Iglesia en las demás religiones. Pues bien: la existencia de un pueblo que no tiene, que no recibe, su legitimidad del Estado, o de su poder político, sino más bien directamente de Dios, es un hecho cristiano. Y esa diferencia se ha ido manteniendo en el Medievo, desde finales de la Antigüedad, con Constantino, gracias a los monjes, gracias al Derecho Canónico, gracias a la influencia de los papas. Los papas han representado un papel importantísimo en el desarrollo de esta diferencia. Y en el Medievo tuvo lugar el conflicto entre los papas y los emperadores. Lo paradójico en ese conflicto es que los papas eran la instancia secularizadora, porque decían a los emperadores: «Ustedes tienen que contentarse con la organización de la vida civil, de la paz en la ciudad; lo espiritual, lo hacemos nosotros.» Es por eso que los emperadores han reivindicado la posibilidad de un acceso directo a lo sagrado. Por eso se autodenominaron «sagrado imperio». Era un modo de decir a los papas: «Nosotros también tenemos un acceso directo a lo sagrado»; pero los papas replicaron: «¡NO! Lo sagrado es cosa de la Iglesia; lo profano, lo "secular", es cosa de los emperadores.»
@Cygnus Saint