FOR THE MEMORY:
LA SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA DE
CASAS VIEJAS HACIA 1933
Los proletarios agrícolas de la Andalucía latifundista compartían unos niveles de miseria extraordinarios hasta para la época. Según la obra Los Latifundios en España de Pascual Carrión, para 1932 "el 3% de los terratenientes andaluces poseían el 67% de la tierra". En el caso de Casas Viejas, existe constancia de que en 1933 había 41 propietarios que acumulaban 22.518 hectáreas, exactamente el 42,43% del municipio.
Por añadidura, de las 6000 Ha cultivables, se laboraba apenas una tercera parte. Tal como sucedía en toda la región, el mayor terrateniente era el duque de Medina-Sidonia y la mayoría de los propietarios simpatizaban con posturas monárquicas y antirrepublicanas.
Más de seiscientos braceros y sus familias, sin ninguna propiedad que no fuera su fuerza de trabajo, constituían la mayoría de la población, teniendo ocupación solo treinta personas cuando se produjo la insurrección libertaria.
En un momento en que el precio medio al por menor del pan blanco se situaba en las 0’68 pesetas y el aceite en 2’19, los salarios del campo se encontraban en torno a la peseta y media diaria, si bien estos variaban en función de las necesidades de los propios jornaleros. Cuando estas eran extremas, la plusvalía obtenida a su costa por los patronos alcanzaba cotas vergonzantes. En esos momentos, dado que no existía otra cosa que el contrato oral y diario, los trabajadores, humillados, se ofrecían en la vía pública en busca del sustento por cualquier precio. Sin embargo, la conciencia social y la integridad de sus habitantes desestimaron salidas degradantes como el contrabando o la prespitación. Llegados a la necesidad, prefirieron adentrarse, aún a riesgo de sus vidas, en propiedades privadas en busca de caza menor y leña.
Los caciques locales, viendo peligrar su privilegiada posición, atentaron contra el alcalde de Casas Viejas cuando este trató de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores al crear las colectividades agrarias de "La Yeguada" y "Las Torrecillas".
Esta iniciativa, al margen de los reproches de reformismo que puedan hacerse, elevó el beneficio por persona y día hasta las 3’50 pesetas, de forma que, mientras funcionaron ambos campos, nadie se prestó a servir a los grandes propietarios. Pero el ensayo socialista fue abortado y aproximadamente el 80% de la población continuó careciendo de trabajo y medios de subsistencia durante la mitad del año, sobreviviendo gracias a un ínfimo subsidio de paro estacional.
Por otro lado, alrededor del 85% de los habitantes era totalmente analfabeto cuando se introdujeron los "estudios nocturnos", un modelo de escuela popular gratuita pensado por quienes tenían algún nivel de instrucción para ofrecer a sus vecinos la posibilidad de ilustrarse.
Gracias a esta iniciativa muchos aprendieron a leer con periódicos como La Libertad o La Tierra y con obras como Entre Campesinos, de Errico Malatesta, sin duda el autor más leído y popular. Así, quienes salieron de la miseria intelectual, tomaron conciencia de clase y se acercaron de forma paulatina a los planteamientos anarquistas, no tardando en adherirse a la CNT. No debe sorprender por tanto que los federados en el momento de la insurrección fueran mas de trescientos.
http://www.betijuelo.net/casas.htm
El pueblo que olvida su historia, está condenado a repetirla.