Cada día estoy a pie de obra y, como digo yo, oliendo hormigón por la mañana.
De lo que se trataría es de industrializar al máximo el proceso constructivo para evitar todas las deficiencias que se presentan durante la ejecución in situ. Porque existen estas deficiencias. Cada día en cada obra.
Cada vez que alguien me enseña su casa nueva, casi siempre me señala una de las paredes diciendo “estas son paredes de ladrillo de verdad”. No puedo evitar pensar en el levantado de esa pared durante una semana, con los sacos de mortero acopiados a merced del sol y la humedad, con inventos improvisados para encajar los premarcos, con ese mortero fraguando en la cubeta a la hora de la comida, controlando los plomos en cada hilada de gero… Y cuando ya está todo acabado y aplomadito, aparece el regatero abriendo media pared para las regatas de las instalaciones. Una pared de verdad cada día en cada obra.
La construcción tradicional presenta deficiencias y patologías. No duran para siempre si no se efectúa un mantenimiento. Sólo hay que pasarse por el casco antiguo de cualquiera de nuestras ciudades para ver que un edificio con unos cuantos años sin ninguna intervención se cae a trozos. Estas construcciones duran muchos años porque se evita que se caigan, como en todas. Además para el rendimiento de una pared de 30 cm. con cámara y aislamiento se necesitan el doble o el triple para una de mampostería. Y que conste que la pared con cámara la considero tradicional. En una cueva también se está fresquito durante el verano.
Así mismo el CTE intenta solucionar los problemas de la construcción tradicional, pues lo que se está haciendo en estos momentos es tradicional con alguna adaptación. A no ser que la termoarcilla se a un sistema innovador.
Al fin y al cabo seguimos construyendo como los romanos. Tampoco se trata de hacer casas con palets.
Pero claro, todos querríamos nuestra masía, nuestro castillito particular ya puestos. Sin embargo este sistema no encaja en la época actual. El 99 % de la gente no nos podemos permitir vivir en una masía, ni económicamente, ni urbanísticamente ni socialmente. Por eso nos hipotecamos, para tener “una pared de verdad”. Pero sí podríamos permitirnos sobradamente unas viviendas que nos suministrarían sobradamente nuestras expectativas de vida.
Ni un solo promotor se ha interesado por un sistema más innovador. Les interesa un sistema más caro y más costoso al que el resultado de aplicar el porcentaje de beneficio industrial sea más alto. Para ellos, cuanto más dure y más caro el proceso mejor.