Pico de Hubbert
Ese pico es el momento en que la mitad más
uno de las reservas de materias primas ha sido utilizado y, a partir de
entonces, se dirigen a su desaparición. Se pasa de la abundancia a la
escasez. Podemos comprender enseguida cuáles serán las consecuencias. Las
sociedades humanas no han retrocedido jamás ante una guerra a la hora de
echar mano de las reservas mineras, por lo que el porvenir se anuncia nada
menos que sombrío.En el caso del petróleo, hay tres clases de reservas. Hay que manejar las
cifras con extremada precaución.Según los artículos y declaraciones, pueden indicarse en barriles o en
toneladas. Se trata de informaciones estratégicas de la mayor importancia.
Son verdaderos secretos militares. Imaginemos dos minutos lo que podría
suponer hoy un ejército sin carburante...Las reservas que han sido "probadas" son las que se conocen desde hace
tiempo y son fácilmente utilizables. Se calculan, según las fuentes, entre
850 y 1.213 miles de millones de barriles (un barril equivale a 158,5
litros). ¿A qué corresponde eso? Parece ser que en 1970, según las
estimaciones de las empresas petrolíferas, había 70 miles de millones de
toneladas de petróleo de reserva, que darían para unos 30 años de consumo.
En treinta años, hemos consumido en realidad 90 miles de millones
(habríamos consumido 133 miles de millones desde 1860), y dispondríamos
hoy de 140 miles de millones de reserva.Además de estas reservas mencionadas, están las probables, es decir, las
que se supone que, según las nuevas prospecciones, otros estudios
geológicos y cálculos de probabilidad, existen aquí o allá, en campos
petrolíferos no explotados lo suficiente o bien sin explotar.Y luego están las reservas no convencionales, que parecen abundantes pero
cuya extracción resultaría demasiado cara con las técnicas actuales.Primera constatación: estamos todos muy cerca del "pico de Hubbert".
Habida cuenta de la fiabilidad de esta proyección, incluso lo habríamos
superado. Si hacemos algún pequeño cálculo, teniendo en cuenta que en
treinta años hemos gastado una media de 3.000 millones de toneladas al
año, nos queda sólo para cuarenta años más. ¡Aún hay tiempo! Sin embargo,
no es tan sencillo. El consumo de los países llamados desarrollados no
disminuye, mientras que el de cierto número de países emergentes aumenta.
No olvidemos que en este momento China consume un tercio de la producción
mundial y que no se va a detener. Por eso es por lo que cuando la Shell
reconoce haber sobreestimado sus reservas del veinte por ciento, la
situación empieza a ser seria. Algunos analistas temen que la situación
sea igual de confusa entre los demás grandes del petróleo.Y en este marco, la guerra de Iraq toma todo su sentido. En efecto, el
Oriente Medio custodia los dos tercios de las reservas petroleras. Ahí
tenemos la guerra. De la tentación de echar mano a esas reservas a impedir
su uso por terceros sólo hay un paso.Estamos ante un futuro que hay que analizar y debemos tenerlo en cuenta en
nuestros proyectos. El tipo de sociedad en la que vivimos está
probablemente, a medio término, llegando a su fin. Salvo algún
descubrimiento técnico siempre posible, nuestro modo de vida de consumo no
continuará mucho tiempo. El consumo al que nos ha obligado la publicidad,
catecismo del capital, va a estar reservado a algunos, y ese cambio
suscitará enormes descontentos. Los conflictos nacidos de esta frustración
serán, en una óptica anarquista, contradictorios con el tipo de sociedad
que nosotros deseamos promover. Vivimos hoy día en una población de
drojados por el consumo o los tranquilizantes (138 millones de euros en
Prozac, en 2001, en Francia). Tendremos que afrontar una desintoxicación
que será dolorosa.Si la hipótesis militar se realizara, que es lo más fácil, es probable que
los desfiles y otras manifestaciones no bastaran para frenar el proceso
que se presentaría como necesario para preservar nuestro nivel de vida
actual, una marcha hacia el abismo que sería, sin duda, muy popular.Pero hay otras posibilidades. Las energías alternativas conocidas, solares
o eólicas, pueden ocupar el lugar del petróleo en lo relativo a la energía
pura, es decir, para sustituir a la electricidad que pone en marcha
nuestro frigorífico o calienta nuestra agua. Hace poco, la General
Electric compró las patentes en California para todo lo relativo a células
fotovoltaicas, al darse buena cuenta de la existencia de un buen filón
para explotar. A este respecto, hay que reconocer que el trabajo de
comunicación a favor de ese tipo de energía, llevado a cabo por los
ecologistas, ha dado sus frutos. En una estrategia económica liberal, las
inversiones necesarias para la producción de electricidad de origen
nuclear no pueden ser llevadas a cabo más que por el Estado. La presión
cada vez mayor de un electorado opuesto a ese modo de fabricación unida al
déficit presupuestario crónico, deja la puerta abierta a la iniciativa
privada hacia energías "suaves".La búsqueda de nuevos recursos oculta el hecho de que el petróleo no sólo
sirve para poner en marcha los motores, sino que ha tomado una importancia
determinante en todos los productos derivados. En la vida diaria, el
plástico ocupa un puesto irreemplazable. Desde las bolsas del supermercado
hasta los envases de los yogures o los forros polares, el petróleo está
omnipresente. Con su escasez programada, todos esos productos se harán
cada vez más caros.Una sociedad que se base esencialmente en energías renovables sin haber
tratado de resolver el problema del "poder" no será sino una sociedad de
carencia, de escasez.Es probable que en los años venideros el carácter fundamental de la
recuperación de los desechos de toda clase y su reutilización sean el
origen de una renovación de un proletariado industrial, mano de obra a
buen precio. Los optimistas piensan que, como de costumbre, la humanidad
encontrará un medio de seguir su curso hacia un mayor confort material.
Ahí tenemos las investigaciones en tecnología punta a través de las OGM,
las microtecnologías y los descubrimientos venideros que abren
posibilidades al crecimiento de una sociedad en la que la deshumanización
crecerá a la vez que su desarrollo técnico.La cuestión que se nos plantea a los libertarios es la siguiente: ¿qué
sociedad podemos proponer hoy día? ¿Cómo pensar en una sociedad en la que
el consumo no sea la palabra clave?El cambio obligatorio de modo energético puede abrir el camino a algo
distinto a la confiscación de las energías "nuevas" por el capital. El
equivalente no ha sido inventado aún, pero el modelo Internet es
probablemente el que hay que seguir para el desarrollo de la sociedad que
deseamos: la multiplicación de pequeños centros de decisión y de
producción de energía utilizando las rutas de los grandes polos, de tal
manera que todo ataque contra esa circulación ponga en peligro a los
propios centros.Nosotros, anarquistas, libertarios y antiautoritarios, debemos poner todo
el esfuerzo en la elaboración de nuevas posibilidades. Hay que dejar sitio
a la utopía creadora. Al lado de las reivindicaciones y denuncias, al lado
de los análisis y reflexiones, hay que imaginar situaciones nuevas. Los
anarquistas de hoy deben describir otro mañana. No se trata de hacer
ciencia-ficción. Se trata de crear un imaginario que haga soñar e
ilusionarse, incluso si vamos a contrapelo de la sociedad actual.
Pierre Sommer
(Le Monde libertaire)